31 de julio de 2009

Terminando julio...

Este mes ha resultado inmensamente divertido y ocupado para mí, desde el punto de vista literario. Luego de terminar mi novela corta, que me tomó unos tres meses escribir, me había quedado sin fuelle para continuar. Tenía muy presente aún los entuertos de la novela, las dificultades que me presentó y las consideraciones que tuve al respecto de ciertos puntos de su argumento, como para pensar bien en nuevas tramas o historias.

Entonces realicé mi experimental "lluvia de ideas" y el resultado fue una lista de propuestas argumentales que decidí acometer con diferentes perspectivas. Aunque tengo una novela en marcha -una historia larga-, quería plantearme desafíos y me lancé decidida a la temporada de certámenes de relatos, con el fin de explotar mi "lluvia de ideas", sacar adelante los relatos y lograr enviarlos a los certámenes que escogiera.

¡Me quedé de una pieza cuando revisé las listas de concursos literarios! Son decenas y decenas las que aparecen publicadas en la internet (no imagino el número de aquellos concursos que sólo se organizan a niveles más locales), la mayoría en España, aunque muchos también en diferentes sitios de Latinoamérica. Hay para todos los gustos y colores: desde certámenes poéticos y concursos de microrrelatos (de 100 palabras, incluso de 50) hasta concursos de novela y ensayo. Los hay para todos los géneros y en todos los estilos.

Me incliné entonces por seleccionar algunos concursos de relatos para los que podía tener la posibilidad de acabar un relato o dos. Y comencé a desarrollar mis propuestas argumentales. Hoy tengo en un registro personal lo siguiente: envié cuatro relatos a concursos, tengo otros cuatro relatos terminados en espera de ser revisados y uno en marcha. No está mal, si consideramos que a inicios de julio tenía la mente en blanco.

Todo esto no significa que garabateé unas cuantas líneas, le puse nombres a un par de personajes y los cerré con "FIN" así tan contenta. No. Lo más agradable de esta experiencia es que realmente lo he disfrutado, como antes, cuando tenía todo el tiempo del mundo para escribir y lo hacía por el sólo placer de inventar historias y divertirme con ellas. Este julio ha sido un mes productivo, divertido y especial. Cada historia fue escrita con interés, revisada a conciencia y calificada en consecuencia. No quería desperdiciar mi tiempo con historias a medias ni ganas de participar en un certamen solo por hacerlo. Así pues, me siento satisfecha.

Al día de hoy, sólo uno de los relatos que inicié está en marcha. No los comencé todos al mismo tiempo. He descubierto que semejante práctica, para mí, es poco recomendable. Preferí iniciar uno y terminarlo. Y sólo cuando estaba acabado, podía iniciar el siguiente. Había que tomar en cuenta la revisión, que no se debe hacer inmediatamente después de acabado, sino al cabo de los días cuando has obtenido perspectiva. De esta manera te vuelves lector frío y logras advertir las deficiencias que en el calor de la escritura se te habían pasado por alto. Por eso, creo, estuve en condiciones de enviar los cuatro relatos que están en concurso en este momento. Son cuentos chiquitos, de 1745 palabras poco más o menos, en donde cada una de ellas adquiere aún más peso por la estrechez del espacio.

Mañana inicio un nuevo mes, con proyectos claros y trabajo entre manos. Espero que sea tan productivo y satisfactorio como éste que termina. :)

28 de julio de 2009

Nuevos premios de la comunidad "blogger"

Una estupenda manera de terminar julio es quizá exhibiendo tres nuevos premios otorgados a este blog de parte de un miembro de la comunidad blogger, como es otro blogger que estrenando blog nuevo se decidió a engalanarnos con su amistad y reconocimiento. Me refiero a Cristina, que ahora ha abierto su corazón de escritora en su nuevo blog Mi realidad fantástica (el antiguo Luz de Luna también estaba muy bonito, que conste).

He aquí los premios que nos otorgó (¡muchas gracias!):


Este blog tem glamour
Sus reglas consisten en responder lo siguiente:
-Una manía: Jugar con mi pelo cuando pienso.
-Pecado capital: En algún momento de mi vida... la pereza. Pero creo que aprendí a combatirlo cuando tuve hijos ;)
-Mejor olor del mundo: el aroma de un bebé
-Si el dinero no fuera un problema: no creo que existiera
-Recuerdos de la infancia: caminando con mi papá hacia el jardín de niños y charlando sobre el nuevo bebé de la casa (mi hermano)
-Habilidades como ama de casa: no sé, espero tener alguna (dicen mis hijos que preparo buenas comidas)
-Lo que menos te gusta hacer en casa: lavar platos
-Una frase: Pura vida.
-Paseo para el alma: la lectura de un libro hermoso en la soledad de tu lugar favorito
-Paseo para el cuerpo: caminar bajo los árboles, en una tarde soleada.


Premio Princess
Reglas:
1.Agradecer a quien te lo obsequio: Pues, muchas gracias, Cristina
2.Decir un autor que te encante: Hay muchos. Isaac Asimov es uno de los principales.
3.Tu libro favorito: Igual, no suelo tener "favoritos", pero mencionaré uno que he leído infinidad de veces, Fundación (en realidad es serie compilada de forma tradicional en tres libros).
4.Algo que te entusiasme: Ver una buena película en compañía de mi gente (mi esposo, mis hijos y la perra).
5. Algo que odies: La injusticia
6.Obsequiar a 7 blogs este premio diciendo el por qué: Pues aquí enlisto los blogs. Para esta ocasión se lo daré solo a chicas, pues no creo apropiado (será que soy conservadora) otorgar un premio llamado "Princesa" a un blog masculino (por eso lo he reducido a cinco de los que más visito):

Proyecto de Escritora: Siempre activo, siempre interesante, siempre inspirador. :)
Antonia Romero: Uno de los primeros blogs que alguna vez visité, me inspiró a tener uno propio y a verter pensamientos entorno a mi oficio deseado (la escritura creativa profesional).
Los manuscritos del caos: Este es un blog reflexivo, interesante, que no sólo aborda los temas relacionados directamente con el acto de escribir, pero que le son significativos.
Silencio lo demás: Me encantan las entradas, muchas veces divertidas, de Care Santos. Sólo desearía haber leído alguno de sus libros. :)
Mi realidad fantástica: Sí, ya sé que lo tienes, pero igual me ha gustado como has reiniciado tu vida blogger. Me gusta también el nuevo look. :)

Finalmente, la buena Cristina nos engalanó con el precioso Premio Amistad:

Este no parece tener reglas, así que lo pondremos aquí como un agradable recuerdo amigable y desinteresado. :)

¡Saludos!

20 de julio de 2009

Diseñando un croquis útil

Hace unos días, frente a un irritante, más bien escalofriante, momento sin saber qué escribir, me sometí al ejercicio de la lluvia de ideas. Sabía de su existencia y luego averigüé que se aplicaba en los equipos de trabajo, en el marco empresarial, pero yo lo adapté a mi propia circunstancia y simplemente empecé a escribir una lista de posibles argumentos, conforme se me ocurrían. El resultado fue reconfortante. El momento de pánico había pasado, era de nuevo dueña de mi destino.

Escribiendo un relato, especialmente si es corto, el argumento bosquejado es apenas suficiente. Diseñas un marco, el argumento central, los personajes implicados, y ¡voilá! Comienzas a escribir. En el camino tendrás que resolver algunos detalles, como por ejemplo el tipo de palabras que necesitas para expresar una idea, cómo se llama tu personaje principal y cómo has de nombrar a los complementarios, si un acontecimiento se dará de una manera, si se dará de otra o si no se dará, después de todo. De pronto, lo terminaste. Si quedó bien o no, ya lo sabrás cuando lo revises, pero de momento llegaste al final.

Escribiendo un relato muy largo (más de 15 mil palabras, por ejemplo) o entrando en el terreno de la novela, he descubierto ( a veces amargamente) que el bosquejo inicial no es de ninguna manera suficiente. Ya sabes cómo empezar, qué va a pasar en el medio y es posible que tengas una idea más o menos precisa de su final, pero la novela es mucho más que la suma de tres partes. Una vez iniciada, descubres que pronto te enfrentarás a la temible página en blanco otra vez, como al principio, antes de la lluvia de ideas.

¿Cómo prever este maligno instante? ¿Cómo evitar el ataque cruel de los genios del olvido?

Pues no se puede prever todo, claro, pero creo haber descubierto una táctica nueva que le estoy copiando a los fotógrafos profesionales y a los creadores de películas animadas. Incluso creo que lo practican los guionistas, aunque no estoy segura: la historia en bocetos. O vista de otra manera, un croquis.

No se trata de diseñar el croquis de la ciudad donde el personaje va a vivir sus aventuras, ni se trata de que me convertiré en un mapista o geógrafo. Tampoco en dibujante. Pero sí creo que es útil diseñar la secuencia y razón de eventos de forma un tanto más detallada que el argumento de tres partes y descubrir si tu "genialidad" va a dar resultado de verdad. Una vez que estás escribiendo la novela, el croquis se convertirá en tu mapa, te ayudará a mantener el enfoque y a no salirte demasiado del sendero. También te ayudará a saber si dicho sendero llevará a buen término. Es posible que descubras un error fatal en el diseño, algo que puedas reparar antes de perpetrar un crimen literario.

Lo he pensado después de revisar mis novelas varias veces. Y de iniciar otras también varias veces. Es frustrante ir por el capítulo XX y darte cuenta de que tu idea no se está desarrollando exactamente como te habría gustado y de que tendrás que regresarte unos cinco o diez capítulos y reescribir todo de nuevo. También es frustrante llegar a la mitad y quedarte en blanco. No, no está bien que nos ataque de nuevo el malvado genio del olvido y de la indecisión. Por tanto, diseñemos un croquis, comprensible, y útil. No importa si se ve bien o no o si parece que estamos perdiendo el tiempo. No lo estamos. A media novela sabremos que no.

Entretanto, sigo escribiendo. Estoy dando forma a algunos relatos surgidos de la frenética lluvia de ideas de hace unas semanas. No sé en qué terminarán, pero de momento me siento satisfecha. Luego... regresaré a mi novela. ¡Será el momento decisivo del nuevo croquis!

14 de julio de 2009

Títulos para escritores...

O para ejercer como escritores, que puede ser más o menos lo mismo. No me refiero a la posibilidad de acudir a cursos de escritura creativa, donde te enseñen las herramientas para desarrollar precisamente este tipo de escritura, los cuales suelen ser muy útiles, muy instructivos y hasta divertidos -dependiendo de quién los imparta. No. Me refiero a aquellos sectores que han pretendido que se otorguen títulos académicos o profesionales para poder ejercer dicha ocupación.

¿Se puede llegar a formalizar tanto una carrera artística?

Pues, alguien puede argumentar que siendo la arquitectura un arte, la verdad es que no hay arquitecto al que se le permita construir un edificio sin tener la acreditación correspondiente, reconocida por el Estado y verificable por el público. Y sigue siendo arte, nadie puede negarlo, aunque algunas de las creaciones más surrealistas que veamos frente a nuestros ojos no nos hagan pensar en arte sino en locura.

Desde ese punto de vista, si se titula a un arquitecto como Arquitecto, ¿por qué no titular a un escritor como Escritor? Se publicarían sólo las obras escritas por un Escritor, y se comprarían sólo esas obras, al menos con "garantía". Las demás serían obras "informales" y será problema del comprador si se le ocurre leer la obra escrita por un "cualquiera". Podríamos tener bachillerato y licenciatura en Escritura Creativa y en vez de llamarnos Lic. o Bach., podríamos incluso hacer como los ingenieros y llamarnos Esc. ¿Qué tal?

Si alguien está pensando a estas alturas que yo apruebo esta iniciativa, siento tener que sacarlo de su error. No, no la apruebo. Tengo varias consideraciones al respecto.

Para mí, el arte posee un componente técnico y un componente espiritual. El primero se enseña, el segundo no. Puedes enseñar a una persona todas las técnicas escultoras existentes, o todas las maneras que existen para pintar un cuadro, para escribir un libro o para componer una melodía. Puedes enseñarle a tocar un instrumento musical y puedes también enseñarle las reglas de la gramática y de la redacción. Puedes hacer todo eso. Pero el elemento espiritual, el acto de crear, no lo puedes enseñar. Nace en el individuo y surge por sí solo. Si el individuo en cuestión puede o quiere dejarlo salir, sólo él podría saberlo, pero nadie puede imponérselo. Desde este punto de vista, al no poder formar el carácter meramente creativo de un artista, éste debe "hacerse" solo. ¿Cómo? Creando. El pintor es artista cuando pinta cuadros que conmueven el corazón o sacuden el intelecto. El escultor es artista cuando hace surgir imágenes grandiosas de un pedazo de roca, de hierro o de madera. El escritor es artista cuando escribe una historia única, que llega al corazón humano. Y el arquitecto, sí... también es artista cuando es capaz de crear.

¿Por qué los arquitectos necesitan autorización para construir? Yo diría que la respuesta es obvia: Todos los demás necesitamos la garantía de que su "obra" no se vendrá al suelo justo sobre nuestras cabezas. Es una cuestión de seguridad elemental. No tiene relación con el arte en sí, sino con la salvaguarda de la vida de las personas, precisamente por el tipo de obra que se va a construir. De hecho, hoy en día, en muchos proyectos de construcción se integran los ingenieros -que garantizarán la solidez de la obra y su resistencia al clima- y los arquitectos -que se encargarán de la distribución espacial inteligente y, si también son artistas, de la belleza del inmueble-. Así que, los arquitectos pueden ser artistas también, dependiendo de ellos mismos y de lo que creen.

¿Qué ocurre entonces si constreñimos el arte? Pues imponer una licencia profesional es constreñir la creación. Si no estoy matando a nadie con una novela, ¿por qué debo obtener un permiso previo para escribirla? Es absurdo. Si el arte en cuestión no implica poner en riesgo la salud o la vida de nadie, la verdad es que cualquiera puede practicarlo si lo desea. Que obtenga una obra de arte o un mamarracho, dependerá de él, y quien lo juzgue será sólo el público que lo admire o lo denueste.

Entonces, me olvido de Esc. Laura Quijano. Nada de eso. Que sean los públicos lectores quienes juzguen mi obra y quienes decidan si la autora en cuestión es de verdad una Escritora o simplemente alguien que garapatea frases en una página en blanco.

7 de julio de 2009

Lluvia de ideas

Como me encuentro en una especie de impasse, he decidido hacer un alto y preguntarme cuáles serán los objetivos de mis "trabajos" durante este mes y el siguiente. Al principio, y en medio de una creciente ola de pánico, me di cuenta de que no tenía idea de qué podía hacer ahora y de que estaba atravesando una marea de baja productividad que no me llevaría a nada bueno.

Luego me puse en perspectiva y me calmé, para poder repasar mi situación.

Justo hace una semana envié una novela al Premio UPC 2009 de Ciencia Ficción. Dicha obra fue escrita, pensada, revisada, vuelta a revisar en el lapso de unos dos meses. Es una novela corta, pues el concurso establece límites claros, entre las 70 y las 115 páginas aproximadamente, por tanto no desarrollaría una historia que muchos hilos secundarios que me forzaran a estirar la longitud de la novela, sino que me situé en un punto y de allí en adelante conté mi historia. Dicho proceso me tomó tiempo de concentración y creatividad, y creo que por eso me sentí muy a gusto. Pero llegó el final, la revisión, la segunda revisión, el maquetado sencillo y el envío por correo y de pronto me quedé sin propósito existencial.

Durante esta semana, pues, me dediqué a otra novela de largo plazo, cuyo desarrollo paulatino apenas está desenvolviéndose y que sospecho que se prolongará por algún tiempo, y puedo sentirme satisfecha de los avances logrados. Sin embargo, entretanto, necesitaba espolear mi cerebro para mayores niveles de exigencia creativa y vuelvía a encontrarme con una página en blanco.

¿Qué tal... de vuelta a los relatos? Y pensé que no escribía relatos desde hacía unos cuatro meses. Eso es mucho tiempo. ¡Con razón no tenía ideas! Buscando, pues, historias en mi mente que me llevaran de vuelta al teclado, me tropecé con un vacío muy curioso, pues las historias que pensaba sólo tenían relación con el largo proyecto entre manos. ¿Qué tal entonces si recurría a una lluvia de ideas?

Lluvia de ideas, según la Wikipedia, es una técnica de trabajo en grupo para resolver problemas difíciles. En principio, la gente se reúne y comienza a proponer soluciones teóricas. Ninguna es descartada, pues en principio cualquiera podría encerrar la ruta hacia la solución verdadera, así que se van recibiendo conforme se van produciendo. El resultado práctico es que cuantas más ideas se destilen en una reunión, mayor número aparecerá como consecuencia, lo que originará una verdadera "lluvia" o "tormenta". Unas ideas dan paso a otras y éstas otras desencadenan otras más, hasta que se tienen tantas que se llega a la solución de manera admirable.

Me dije que yo necesitaba eso: una lluvia de ideas. El problema es que el trabajo del escritor es básicamente solitario. No puedo sentarme con mi "equipo" a teorizar sobre historias aquí y allá. Pero sí puedo suponer que tengo un "equipo": una canción, una noticia, un programa de televisión sobre el Universo, sobre las costumbres culinarias en Italia o sobre las bodas tradicionales de Indonesia. Cualquier cosa funciona. Luego, está también un repaso a los argumentos de los clásicos. No porque vaya a copiarlos, sino porque sus planteamientos pueden originar en mí más historias. En ese sentido, me hice una visita a una larga lista de clásicos de la ciencia ficción, y me resultó explosiva.

Animada por mis actividades de búsqueda, hoy abrí un archivo en el Word y lo titulé "Ideas para historias". Y comencé a anotar lo que se me ocurría. No es que crea que vaya a escribirlas todas, pero hasta el momento llevo unas cinco o seis totalmente distintas. Si pienso que comencé con una pobre y triste línea y ahora tengo una pila de posibles argumentos, no puedo quejarme de la "lluvia" (creo que hasta el momento ha sido un importante aguacero, ya veré si llega a tormenta).

¿Qué haré después con los cuentos que llegue a escribir? No lo sé. Posiblemente los envíe a certámenes (que abundan), o los proponga para una publicación online, o tal vez sólo los deposite en mi archivo como fondo de argumentaciones. Todo dependerá del resultado, de si me gusta, si me convence o si no. Y lo más importante de todo, me divertiré mucho en el proceso.

¡Eso seguro!

2 de julio de 2009

Si no escribiera...

Todavía no he convertido mi pasión en mi modus vivendi, pues escribir es todavía una actividad que emprendo cuando las obligaciones de mi trabajo regular me lo permiten, pero sigo trabajando con la idea de convertir dicho deleite en mi medio de vida. Ya sé lo que se dice: ¿cuál escritor puede darse el lujo de vivir de la escritura? Muy pocos. Sé eso y soy consciente de que es posible que sólo llegue a ser un medio de vida parcial, pero igual aliento mis esperanzas de convertirlo en mi ocupación principal.

Entretanto, estuve divagando sobre otras ocupaciones, siempre relacionadas con el mundo literario, que no fuesen exactamente el de la autoría creativa. ¿Qué me habría gustado ser si no escribiera? No hablo de otros campos de escritura, como ser articulista o columnista, en los que también es preciso escribir, sino a actividades que no conlleven el acto de crear piezas escritas...

Una fantasía común, supongo, está en la de tener una librería. Algo así como el personaje que interpreta Meg Ryan en You've got mail, pues vive en uno de los lugares más encantadores de Nueva York y posee una librería de ensueño. No sólo es dueña del negocio, sino que escoge lo que vende. Claro que es una imagen de película. En la vida real, tendría menos de mundo de libros y sí mucho de negocios puros y duros, pues se trata de vender productos. De todas formas, si hubiera de dedicarme a algún negocio relacionado con los libros, el más evidente sería ese. Al menos, en mis horas muertas, si me pongo a leer no estaría mal visto.

Leyendo a Teo y su pintura del mundo editorial, pensé también que me habría gustado trabajar en una editorial. Podría ser lectora, podría ser editora adjunta, incluso editora. ¡Sería fascinante! Agotador, por las noticias que hemos recibido, y posiblemente muy estresante en ocasiones, pero fascinante. Estaría en contacto con lo bueno, lo malo y lo feo del mundo de la literatura, pues los editores son quienes reciben las obras en bruto y tienen ocasión de encontrar verdaderas joyas o perder miserablemente su tiempo. Pienso que sería fascinante.

Un trabajo opcional que salta a la vista es el profesorado de literatura, pero es el que encuentro menos estimulante. Si es en la secundaria, tus alumnos no suelen estar muy interesados y si es en la universidad, debes lidiar con mentes adultas jóvenes que se interesan más por la vida social que por los libros. Sin embargo, pienso que es el ambiente donde puedes marcar diferencias personales. Dependiendo de cuán apasionado e interesado seas, así puedes lograr inspirar a más personas en el maravilloso mundo de la lectura y hacer que tus alumnos amen los libros después de todo. Con uno solo que logre interesarse, ya sería un logro. El problema es que esta ocupación requiere más vocación de enseñanza que de estricto amor a la literatura, y no sé si yo tenga el primer ingrediente... De todas maneras, es una opción.

¿Corrector de estilo? Siempre es una posibilidad. ¿Traductor? Si sabes de verdad un idioma extranjero, puedes obtener tu licencia de traductor y descubrir mundos nuevos en la literatura extranjera... Habría sido una ocupación magnífica para mí si me hubiera decidido a estudiar una lengua extranjera con seriedad...

En fin... tengo la ligera sospecha de que en el fondo de mi corazoncito el gusanillo por la escritura siempre habría encontrado la manera de salir a la superficie. Tal vez, en una realidad alternativa, si no escribiera... me habría gustado hacerlo.

23 de junio de 2009

La interesante dinámica de la crítica

Creo que todos hemos escuchado alguna vez que los escritores necesitan saber aceptar las críticas que reciben. Tarde o temprano, por muy buenos que se consideren o por muy laboriosos que sean, recibirán alguna crítica por su trabajo que posiblemente no les agradará o incluso les hará sentirse frustrados o confundidos. Y no se puede evitar, a menos que cada uno de nosotros nos resignemos a guardar nuestros escritos en algún cajón del escritorio o los escondamos en el baúl de los recuerdos y nunca les demos salida. Lo cual, no es la idea, claro está.

La Internet ha favorecido notablemente la dinámica del criticismo. No hay foro, blog o sitio de internet donde no se escuchen las voces críticas tarde o temprano. Y no sólo en literatura, sino en todo lo demás también: en las demás artes (dibujo, fotografía, pintura, música, videografía, etc.), en los artículos científicos, en los ensayos políticos, incluso en foros de intercambio de recetas de cocina. Todo está sometido a la crítica, por tanto, no deberíamos extrañarnos que si colgamos algún relato o subimos una novela a la red para ser leída y disfrutada por miles de lectores, recibamos alguna crítica tarde o temprano.

Está bien y así debería ser. Sin una crítica, no mejoramos, no aprendemos, no sabemos si estamos haciendo las cosas bien o mal, no sabemos si vamos por el camino correcto o no, en fin, seríamos artistas con impedimentos para la superación. Sin embargo, no toda la crítica funciona para semejante propósito.

Yo distingo dos clases de crítica: la positiva y la negativa. La primera te dice todo lo bueno que has hecho en una historia o en un poema o lo que sea que hayas creado. No se trata de que te digan: ¡Qué buena historia! ¡Me gustó! Esa es una simple opinión positiva, un halago. Pero no te señala tus aciertos o tus virtudes. Te externa un sentimiento, muy agradable para tu ego, para tu ánimo y para tus sueños, pero no es mayormente constructivo. La buena crítica positiva te diría que has acertado en el manejo de los personajes, que son convincentes o complejos, que tus escenarios están bien construidos, que tu argumento es coherente por esto o por lo otro, etc. Este tipo de crítica, explicativa, racional, es utilísima en la medida en que te confirma que te encuentras en el camino correcto.

La crítica negativa, por otro lado, puede ser destructiva o puede ser también constructiva. La crítica negativa destructiva es aquella que desvaloriza tu trabajo o a ti mismo con frases sin contenido racional o explicativo. Si te dicen: "tu relato es un asco", es evidente que no fue de su gusto, pero al no decirte por qué, no es más que una opinión negativa sin sustancia. Si te dicen que eres un escritor inmaduro, que tus escritos no son interesantes, que no sabes escribir, pero no aclaran en qué eres inmaduro, o por qué tus escritos no son interesantes, estamos ante la presencia de una crítica negativa destructiva. Recibes unos cuantos descalificativos, tendientes a disminuir tu confianza, pero no te ayudan a mejorar tu trabajo.

En cambio, si la crítica negativa aclara las razones de la desvalorización de tu obra, puede ser enormemente constructiva, incluso más que la positiva. Si te dicen que eres un escritor inmaduro porque utilizas demasiados adverbios para dar énfasis a tu narración, o porque te afanas en explicar demasiado lo que podrías sugerir con las acciones de los personajes, u otras observaciones por el estilo, entonces tienes la posibilidad de avanzar, de crecer como autor y de madurar. Si te aclaran por qué tu historia está mal hilvanada, por qué tu personaje X es poco creíble, por qué el título de tu poema es inadecuado, etc., esta crítica realmente construirá un mejor escritor en ti. Es, pienso, la mejor lección que podemos recibir los autores a lo largo de nuestra vida.

Y, si quien hace la crítica es además merecedor de nuestro respeto, confianza y admiración, mejor que mejor. No me refiero a la familia, sin embargo. La familia suele ser extremadamente benigna la mayor parte del tiempo, o terriblemente negativa en algunos casos. Una buena crítica es mejor si viene de críticos más imparciales, que no mantengan una relación de cariño o de odio contigo, sino que lean tu obra sin prejuicios y sepan valorarla de acuerdo a su experiencia, sus conocimientos y su juicio.

O, al menos, esta es mi opinión. ¡Recibo críticas! :)

17 de junio de 2009

Extensiones: ¿debemos inflar nuestras novelas?

He leído y escuchado, por aquí y por allá, afirmaciones tan contradictorias como interesantes, en relación con el movimiento de la literatura. Por un lado, muchos afirman que hemos llegado a los límites del libro, que éste se acaba, que la gente ya no lee, que si lee sólo se animará con narraciones cortas o cualquier cosa similar que pueda bajarse de la Red y le quepa en una pantalla -las cuales, por cierto, cada vez son más pequeñas-, que el futuro de la industria editorial está sombrío, etc., etc., etc. Si prestamos atención a semejantes augurios, la conclusión a la que llegaremos muchos de nosotros, escritores apasionados pero no aún consagrados, será de que no tenemos futuro como novelistas, si acaso como relatistas o tal vez cuentistas y mejor aún, microrelatistas. Sólo podremos publicar nuestras obras en Internet y tendremos que olvidarnos de que alguna vez llegue a existir más de un libro -impreso- o dos en las "agonizantes" librerías. Digo "agonizantes" porque si el libro se muere, se muere también la tienda que lo vende, ¿no?

Sin embargo, he descubierto que las "agonizantes" librerías no parecen estar muriendo desde ningún punto de vista. De hecho, muchas ofrecen nuevos servicios, más títulos -no menos-, y dedican secciones enteras a libros de literatura, es decir, a libros de ficción. Viajando por la red nos damos cuenta también de que la industria editorial sigue activa, que mucha de ella busca alternativas modernas para dar salida a sus inventarios, que se anima a publicar nuevos títulos y que incluso juguetea con remozar viejos descatalogados. Y todo eso ayudada precisamente por la "infame" tecnología que "de seguro" la iba a destruir. El cine y la industria de video juegos se relaciona con ella de forma vibrante y activa: nuevos estrenos basados en libros exitosos, nuevos libros exitosos basados en video juegos exitosos y también, nuevos video juegos basados en libros o en cintas exitosas. Es decir, el juego del dinero sigue activísimo y no parece que la "muriente" literatura de libros impresos esté dando la impresión de que realmente será enterrada pronto. De hecho, los nuevo e-readers pueden ser la antesala de un futuro -algo lejano aún- en la que el papel será finalmente sustituido, como soporte físico, pero en el cual el libro, la obra literaria, no habrá desaparecido ni tendrá trazas de hacerlo. ¿Con que la gente no lee? Yo diría que sigue leyendo, más o menos al mismo ritmo proporcional que lo hacía en el pasado y lo seguirá haciendo en el futuro... Así, así.

Todo esto me lleva de la conclusión de la que hablaba líneas arriba a la siguiente pregunta: ¿existir sólo en Internet implicaría que la novela morirá? Es decir, la historia de gran extensión.

Pues... parece que no. Al contrario, me asombra comprobar que en nuestro mundo extraño, cuanto más grande, más extenso, es un libro, ¡más se vende! ¿Qué es esto? ¿No se supone que buscamos lo más económico, en costos de producción y en palabras, pues todo está muy caro y de todas formas la gente no tiene tiempo para leer tanto? La lógica me indicaría que estaríamos en medio del reinado indiscutible del cuento, del relato y de la novela corta, no más. Pero las cifras de ventas se inclinan hacia las novelas, cuanto más largas mejor y si son parte de largas series, ¡mejor que mejor!

Pareciera que opera una lógica diablesca: precisamente porque todo está muy caro, necesito una fuente de entretenimiento que rinda cada centavo invertido. La diferencia económica entre una novela corta y una novela larga no resulta excesiva, pero la segunda me significará más rentabilidad por palabra y un disfrute más económico a la larga. Además, si soy de los que leen, y por tanto compro, me gusta extender mi disfrute todo el tiempo posible. Por tanto, preferiré la novela larga.

El problema siguiente será: ¿afecta esta lógica capitalista/consumista al arte? Hay historias que nacieron para ser contadas en pocas páginas. Son aquellas propias de relatos y cuentos, incluso de novelas cortas, y alargarlas innecesariamente sería matar su espíritu. De hecho, a veces, nos topamos con novelas gordas en cuyas páginas se ha introducido tanto "relleno" que sólo podemos admirarnos de la capacidad de los editores para forzar entregas tan abultadas. Y parece, según se teme por ahí, que muchos editores buscan precisamente novelas, de buen peso y mucha aventura, para poder vender bien, y se alejan de las narraciones menos extensas o más "pacíficas", por no ser tan comerciales. Desde este punto de vista, sí que estaríamos sacrificando el arte por el dinero.

Pero eso no es nuevo. Nunca ha habido momento en que el arte reine sobre el dinero. Nunca. Creer algo así es externar un punto de vista algo ingenuo. Lo que sí ha existido es la muestra de que muchas veces el arte puede imponerse en medio de un mundo regido por el dinero. De que el arte puede valerse de ese mundo y llegar a surgir. De que es posible.

Al final de todo esto, entonces, y con miras a sobrevivir en esta extraña lógica diablesca: ¿debemos inflar nuestras historias? ¿O será que podemos "aprovechar" para contar... historias largas?

11 de junio de 2009

Relatos: un arte y un ejercicio

Cuando comencé a escribir, allá en los dorados tiempos de mi niñez -tenía unos 10 años- me lancé de una vez y sin pensar a la novela. Recuerdo las aventuras de una chica llamada Laura -me sentía muy bien usando mi propio nombre- que llegaba a un internado y que se topaba con toda suerte de eventos e ilusiones. Como es de suponer, escribía por imitación, lo cual es común en muchos escritores. No recuerdo quién afirmaba que un escritor no escribe porque desea describir lo que ve sino porque desea reformular lo que lee. Al menos pienso que en mi caso así fue. Leía obsesivamente -sigo haciéndolo, con consiguientes limitaciones de tiempo y oportunidad, claro, pues ya no soy una niña- y me inflamé de ideas e historias propias. Dado que leía novelas -de internados y aventuras de chicos-, lo lógico fue que también escribiera novelas.

Hoy en día, tantos y tantos años después, he notado que en mi autoaprendizaje dejé de lado la capacidad de síntesis. Escribir y escribir y escribir puede ser muy reconfortante, pero sólo como pasatiempo, pues cuando tienes el objetivo de narrar una historia y darle un final coherente, no resulta muy provechoso llenar cientos y miles de páginas de la misma. Primero, porque corres el riesgo de desenfocarte de tu objetivo. Es decir, puedes empezar a divagar, lo cual resulta harto peligroso. Y segundo, porque puedes realmente cansarte de una historia que no tiene fin.

Hablo, claro está, en términos generales, pues también dependerá de la longitud de la historia en sí misma. Sin embargo, he notado que se puede ahorrar palabras innecesarias y aún producir hermosas creaciones, aunque la historia sea muy larga. No porque yo lo haya hecho necesariamente, sino porque he leído trilogías y series que, a pesar de su extensión, no se desenfocan ni parecen albergar párrafos futiles o poco trabajados.

¿Cómo lograr entonces esa capacidad de escribir con belleza, pero sin explayarte en demasía? No lo supe ver hasta que me hice adulta y comprendí que debía enfocar mis historias y darles final para poder avanzar en mis objetivos profesionales. Mis novelas comenzaron a sufrir revisiones más exhaustivas. Sin embargo, un hecho fortuito fue lo que mejor me hizo ver la maravilla de la síntesis: el relato.

En los concursos populares y de Internet, el formato preferido es el cuento, pues la pantalla de la computadora no es amigable con el ojo y leer novelas en esas circunstancias suele ser tedioso y cansado. Además, para valorar un escrito necesitas tiempo: no es lo mismo comparar escritos de dos mil palabras a hacerlo con escritos de más de 150 mil palabras, por ejemplo. El punto es que te topas con la necesidad de saber escribir relatos.

Escribir cuentos o relatos es un arte extraordinario. Se requiere de capacidad de síntesis, objetivos claros, preciso diseño de personajes y valor en cada palabra. No puedes explayarte. No puedes darle coba a un personaje pues pronto se te acaba el espacio. Y debes ser capaz de darle un final contundente, aunque sea abierto. Un mal cuento siempre aburre, deja la sensación de que le faltaba algo, de que no supo cerrar. Un buen cuento es maravilloso: te da un instante de satisfacción y sus efectos perduran en el tiempo.

¿Es compatible escribir cuentos con escribir novelas? Yo creo que sí. La historia de la novela tendrá niveles y subniveles, tendrá más personajes y más oportunidades de desarrollar eventos complementarios, pero si has sabido escribir cuentos, podrás escribir entonces una novela bien enfocada, con objetivos claros y final convincente. Te habrás acostumbrado a escoger el verbo, a ser preciso y ser coherente. Te habrás acostumbrado a escribir bien.

Y ese es el proceso que hoy en día atravieso. :)

7 de junio de 2009

Perspectivas

Este mes de junio me ha pillado en medio de una vorágine de actividades que no imaginaba, principalmente en el campo de la literatura (afortunadamente). Habiendo decidido participar en un certamen de novela, aunque fuera corta, me di cuenta de que escribir y "blogear" no se llevan, por lo que tengo prácticamente abandonada mi bitácora principal en LauraQuijano.com y por supuesto, ésta en que garrapateo estas líneas.

Al menos, mientras tanto, recibí algunas noticias alentadoras. Primero, con respecto a las publicaciones que he estado esperando, y que no dependen de mí -claro está-, parece que ya habiendo salido a la luz Visiones 2007, pronto veremos en librerías -unas pocas- Fabricantes de Sueños 2008, donde mi relato Por siempre otro tendrá su rinconcito. Entre esas perspectivas de publicación, aún tendré que esperar hacia finales del año la aparición de Visiones 2008, que también se ha atrasado, pero que ya pronto ve el final del proceso publicacional. Allí se encuentra mi relato El último pozo, hasta el momento desconocido e inédito (al menos Por siempre otro ya ha estado en algunos sitios, como NGC 3660 y en mi colección Por siempre otro y otros relatos, que no se llama así por casualidad)

Por otro lado, Lulu decidió colocar en Amazon algunos títulos, entre los que se halla, felizmente, mi libro A Través del Portal: Visiones, segundo volumen de mi trilogía A Través del Portal. ¡En Amazon.com! y al mismo precio que en Lulu, lo que es mucho decir. Claro que no está el primer volumen, pero espero que por medio del segundo, más gente se interese en el primero. Con respecto a esta trilogía, aún me aguarda la tercera y última entrega, que espera se termine su revisión y vea la luz -espero- a principios del año próximo.

En fin, que así estamos. Cruzo los dedos por mi nueva novela -a la cual tengo en reposo-, para que tenga buena suerte en el certamen y me vaya bien. :)

23 de mayo de 2009

De musas y concursos...

El otro día tuve ocasión de mirar por Internet una interesantísima charla dictada por la escritora norteamericana Elizabeht Gilbert, en el marco de los eventos del TED (Technology, Entertainment, Design), que busca promocionar ideas e inspiraciones entre artistas -de todos los campos- y promotores del entretenimiento o de la tecnología, gente de negocios, y otros muchos más. La charla en cuestión versaba sobre el proceso creativo y la genialidad, o más bien, la relación entre el proceso creativo y la figura romana del genio, una especie de espíritu divino-mágico que acompañaba a poetas y artistas para inspirarles ideas maravillosas, frases especiales, grandes proyectos (el "genio creativo"). La escritora aducía que hoy en día, aún motivados por una excesiva racionalización de todos los procesos que envuelven la creación artística o científica, todos los méritos al igual que todas las fallas recaen sobre el sujeto creador, lo que crea un universo de tensión, de abrumadora responsabilidad en éste, lo cual explicaría por qué tantos grandes genios terminaron en la bebida o el suicidio. Ella propone regresar -en parte, al menos- a esa noción que tenían los romanos, de que el artista trabaja pero sus ideas pueden provenir del geniecillo que lo acompaña, el cual compartiría su éxito así como su fracaso. Ya no estaría obligado a ser un genio, sino que simplemente tendría un genio, tal como los artistas romanos lo tenían.

Encontré el discurso muy elocuente, divertido, y atinado. Primero, echaba por tierra ese prejuicio de que uno debe ser un ser amargado y lleno de fantasmas horribles para poder escribir buenas obras, y segundo, le daba a uno la oportunidad de seguir trabajando aún cuando no se sintiera inflamado de ideas "geniales" para producir "grandes" obras. Ella proponía que, así como a veces el geniecillo de las ideas podía presentarse, en otras ocasiones no lo hacía, y eso no debía impedir nuestro trabajo, ni abrumarnos de preguntas inútiles (¿estaré haciéndolo bien? ¿me rechazarán mi obra? ¿y si no les gusta? ¿y si les gusta, qué hago después?, etc.). Simplemente nos ponemos a trabajar, sostenidamente, produciendo lo que deseamos dar a luz, sin pensar en maravillas ni portentos, confiados en que nuestro geniecillo -o musa- tal vez ya esté presente entre nosotros, o tal vez no quiera confiarnos sus pensamientos.

En nuestro gremio, nos encontramos en medio de la efervescencia de los concursos literarios. Múltiples, de variados temas y tendencias, no sabemos a veces si participar, si no hacerlo, si preferir uno a otro, etc. ¡Tonterías! A escribir, a presentarse en ell "lugar" de trabajo -nuestra computadora-. Y cuando terminemos, revisemos nuestro trabajo sin pretensiones de grandeza ni complejos de culpa. Lo enviamos al certamen que nos parezca adecuado y nos olvidamos de él, para seguir trabajando. Nuestro geniecillo debe ser tenido en cuenta sólo si se presenta. Si no, también nos olvidamos de él y seguimos escribiendo.

¿Quién sabe? En medio de nuestro trabajo, puede presentarse de pronto y susurrarnos al oído la idea que convertirá nuestra obra en referente para futuros escritores. ;)

18 de mayo de 2009

"Mis intenciones con este libro son..."

¡Qué común es esa frasecita! Al parecer, todos los libros de narrativa literaria (sean novelas o colecciones de cuentos o relatos), que se publican hoy en día "pretenden" algo: analizar, desmenuzar, explicar la realidad a través de la ficción. Hacer labor de psicología social, o de sociología, o incluso de análisis psiquiátrico si se quiere. Es muy común leer en la reseña que presenta una nueva novela oraciones como estas: "Este libro pretende analizar la conducta de la sociedad X", "esta novela es una radiografía de las relaciones entre padres e hijos", "esta obra se adentra en un análisis descarnado de la sociedad del siglo...", etc., etc., etc. Ayer, por ejemplo, en una reseña de ese tipo, leí que un autor presentaba su nueva novela, con la que "pretendía alcanzar la filosofía al común de la gente".

Ya nadie cuenta historias. Todo el mundo analiza, desmenuza, estudia, hace uso de rayos X, escanea, diagnostica. Los autores de narrativa son médicos y psiquiatras investigadores, reporteros políticos o sociales, hasta presentadores de noticias. De todo, menos narradores.

¿Qué pasó con aquel impulso creador del que lleva una historia por dentro que busca darle salida? ¿Qué pasó con el arte de crear belleza con la palabra mientras se narraba una historia fascinante o especial? ¿Qué pasó con los narradores? ¿Se extinguieron todos? Es extraño, porque se publican más novelas y cuentos que nunca en la historia de la humanidad, pero parece que ahora ya no son narraciones de historias que merecen contarse porque encierran algo especial, sino que son crudos análisis psicológicos o filosóficos de nuestra sociedad, sea la del pasado, la del presente o -últimamente- la del futuro. Cada palabra que un autor coloca en un párrafo debe ser analizada, sopesada, comparada, diagnosticada. Está puesta ahí porque significa algo más allá de la historia misma. Y así hay que leer la novela o el relato de hoy.

Dicen que alguna vez Miguel de Unamuno dio vuelta a un texto propio, subrayó palabras al azar, y luego dejó que los intelectuales lo analizaran. Nadie sabía de su travesura, por tanto, "encontraron" significados y simbologías en cada palabra subrayada que asombraron al propio Unamuno. Y la única razón por la que las había subrayado era por pasar el rato y tomarles el pelo a los que deseaban encontrar algo más allá de lo contado.

¿Qué pasaría con los reseñistas de hoy si les dijéramos que ninguna novela pretende nada más que contar una historia? Que no hay denuncia, ni análisis, ni diagnóstico, ni nada de eso. Puedo suponerlo: la descartarían como "literatura de puro entretenimiento", en otras palabras, de segunda categoría. ¡Porque -dirán- es preciso realizar un diagnóstico cuasi médico de algo para ser parte de la gran literatura! Por mi parte, no estoy tan segura de que cada "diagnóstico" literario sea automáticamente gran literatura. Entre lo bueno, habrá lo mediocre, lo que repetitivo, lo imitador, y por supuesto, lo cliché. Habrá también lo grandioso, claro está, pero no tanto porque sepa "diagnosticar" o "analizar" sino porque sabrá ser literatura, con todo lo que implica.

Por mi parte, la próxima vez que me siente frente al teclado para escribir, veré si puedo narrar una historia... y nada más.

9 de mayo de 2009

El escritor y su libro...

Hace unos días tuve ocasión de ver una película muy agradable, basada sobre un libro (como suele suceder con las películas mejor sustanciadas), que me recordó historias similares, en concepto o en argumento, llamada Corazón de Tinta. El libro sobre el que se basa, una novela de corte infantil/ juvenil de la escritora Cornelia Funke, según mis referencias, fue publicado hace unos años y ha tenido un notable éxito editorial, lo cual motivó que la autora publicara otras dos novelas ambientadas en el mismo mundo narrativo... (o tal vez ya tenía pensado hacer la trilogía y estaba solamente cruzando los dedos para que la primera diera buenos resultados). El caso es que no he leído ninguno de los libros, por lo que disfruté la película sin ser consciente de sus errores o cambios (siendo consciente de la debilidad actoral de algunos de los participantes, eso sí) y puedo decir que encontré su argumento muy sugestivo. ¿Por qué?

Bueno... se ha comentado muchas veces que el autor es el dios de su universo narrado (o "cantado", tratándose de la poesía), hasta que termina el libro. Una vez terminado, el libro "adquiere" vida propia. Ya no le pertenece. Es independiente. Y habrá un libro por cada lectura que se haga. Es decir, el lector es quien define ese mundo en su lectura muy particular, que no será igual a la de cualquier otro lector, y quien podrá decir que se "apropia" del libro en cuestión.

En algunas historias, los lectores logran saltar a las páginas del libro y ser partícipes de sus acontecimientos, incluso cambiarlos. En otros, básicamente son esenciales para darles forma, como en La historia sin fin, en donde el lector será quien decida el final del libro. De hechos, muchos libros son escritos de tal forma que los lectores puedan decidir los finales posibles, con sólo seleccionar uno de muchos argumentos propuestos. Es un juego interesante, en el cual sigue siendo el lector el que moldea y manipula la historia sugerida por el autor.

En Corazón de Tinta, de nuevo un lector -esta vez con un don especial- define una historia, pero ya no sólo la del libro sino la propia. Mediante su voz, es capaz de convocar cualquier criatura del libro que esté leyendo, con el inconveniente de que enviará al universo del libro a cualquier criatura del mundo real que se halle cerca suyo en el momento en que realiza su lectura.

Hasta ahí, no hay diferencia de esta historia con respecto a las demás. Sin embargo, en algún momento de la trama se hace evidente que el escritor todavía tiene algo que decir. Que en cualquier momento puede volver a apropiarse de su historia e inclusive cambiar el destino de cualquiera de sus personajes. ¿No es una intromisión del autor, aquel que ya por terminado el libro no puede volver a él? Pues yo diría que sí...

En realidad, no creo mucho en la total independencia de nuestras creaciones. Es verdad que una vez que les has dado forma, no puedes cambiarlas, pero puedes deshacer lo que has hecho con sólo crear otra vez. Lo que has escrito en un libro puedes deshacerlo en el siguiente. Puedes reinterpretar lo que alguna vez escribiste y puedes incidir una y otra vez en el mundo que has creado. ¿Que tus lectores se defraudarían? Es posible. Y sólo por respeto al lector -y también por cansancio-los escritores no van por la vida deshaciendo los escritos que los han defraudado. Pero de que podrían, podrían.

Nuestros hijos no dejan de ser nuestros hijos sólo porque se marchan de casa. Y nuestros libros seguirán siendo la marca de nuestra imaginación, pasen los años que pasen, sean leídos por unos cuantos o por millones. El libro se habrá desprendido de nosotros, pero seguirá siendo nuestro por los siglos de los siglos, amén.

De por qué son tan importantes los derechos morales del autor. ;)

25 de abril de 2009

Más escenarios

Bien, aquí vuelvo con el asunto del escenario. Estaba pensando en otros géneros distintos a la fantasía (alta o baja, sea lo que sea lo que eso signifique en realidad) y me se me ocurre que la originalidad es posible en todos los géneros.

En ciencia ficción, por ejemplo, es muy usual imaginarse los escenarios de la space opera, es decir, mundos, galaxias, naves espaciales y hasta lucha entre civilizaciones, o los de otras vertientes del género, como la del clásico futuro oscuro y devastado en que alguna catástrofe ha sumido a la especie humana en una degradación espantosa y el protagonista se encuentra en medio de terrores tecnológicos y desastre ambiental. Otro escenario típico es el del futuro ultra progresista repleto de robots humanoides, ojalá con apariencia totalmente humana, tipo Isaac Asimov, o por supuesto, los futuros cercanos no muy diferentes del presente salvo por pequeños detalles tecnológicos sorprendentes. Pienso que ofrece, en realidad, una gama amplia de posibilidades en cuestión de escenarios y no le aconsejaría a nadie que se angustiara demasiado por la originalidad del escenario en sí. Solo que sea coherente.

En otros géneros, la actualidad se impone, a menos que sea narrativa histórica. Esta última dispone de unos 5000 años de historia humana en miles de escenarios posibles. Quien quiera escribir narrativa histórica no tiene excusa en cuanto a la originalidad de los escenarios. ¡Abundan! En este caso, creo, la originalidad no estará tanto en el escenario escogido sino más bien en la interacción del argumento y los personajes con ese escenario.

La clásica novela latinoamericana posee obsesión casi compulsiva por las barriadas pobres, los círculos de violencia y las dictaduras históricas. Escribir en Latinoamérica una historia de gente marginada o en medio de degradación social no tiene nada de original. El escenario es ultra-repetitivo y lo único que puedo decir al respecto es que todo escritor que desee emprender esta misión debe cuidar mucho los detalles de su argumento en particular y de sus personajes, pues el escenario le aportaría poco en materia de originalidad. La tentación de copiar a los grandes de la literatura latinoamericana también es muy fuerte, así que es aún más imperativo cuidar hasta el mínimo detalle de historias así.

Aparte de esta marca regional, en la novela realista o dramática del presente abundan las posibilidades de escenarios originales, sea una ciudad, un avión, una estación de tren, un aeropuerto, una montaña, un monasterio, etc., etc., etc. Como se plantee puede determinar una marca del autor, su unicidad, su aporte personal... o que no se destaque entre la abundancia de historias de esta naturaleza.

Habrá historias enteras que transcurran en un cuarto, o dramas extraordinarios en el Cielo y en el Infierno. Hay historias que se desarrollan entre el mercado y la estación del autobús, las que corren por todo el mundo, de continente en continente, o las que se deslizan en medio de un desierto o una pradera. En mundos lejanos, en pasados hitóricos, en futuros imposibles. ¿No es grandiosa la magia que el escenario solo puede ejercer en nosotros? Puede incluso determinar algo tan simple como que un lector cualquiera desee seguir leyendo... o abandonar el libro.

8 de abril de 2009

Escenarios fantásticos

Continuando con el tema de los escenarios, voy a detenerme un poco en la fantasía. Después de todo, la fantasía se ha puesto de moda en estos tiempos, gracias a la irrupción del fenómeno Harry Potter y por supuesto al estruendoso éxito de la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos. Ahora nos vemos rodeados de películas de corte fantástico todos los años, la mayoría de ellas basadas en libros que permanecieron casi en el "olvido" mediático por años o que son nuevas entregas con aspiraciones de fama. En este sentido, en un extremo tenemos Las Crónicas de Narnia y La Brújula Dorada (de La Materia Oscura) y en el otro Eragon y Crepúsculo.

A mí me fascina la fantasía y mucho de mi material de escritura tiene que ver con ella, tanto como con la ciencia ficción. Me gusta la fantasía épica al igual que la de espada y brujería o la llamada "baja" fantasía. Y me gusta también la variedad de títulos que podemos hallar hoy, a diferencia de otras épocas más dominadas por otras corrientes.

Con la abundancia viene, sin embargo, la repetición. Y volvemos a caer en los manidos temas de la originalidad y la copia y esa necesidad de destacar por entre los demás. En Sedice.com han corrido hilos con temas relacionados y una de las preguntas reiteradas es ¿cómo se puede ser original en fantasía? Dejemos de lado un momento los temas y los personajes, que ya hemos considerado harto número de veces la problemática de la originalidad en relación con ellos. Centrémonos en los escenarios.

¿Escenarios originales? Bueno, ese es un punto. Tomando en cuenta mis propios apuntes sobre la originalidad y el justo valor que creo que debe tener, no debería ser imposible lograr la creación de obras fantásticas basadas en escenarios originales. Así que pensemos: ¿Qué sería original en fantasía?

Primero debemos pensar qué es regular en fantasía. Es fácil. Sin magia, no hay fantasía. La magia es un elemento esencial a la fantasía, tanto como la ciencia especulativa lo es en ciencia ficción. ¿Dónde se desarrolla esa magia? En un mundo ficticio, supongamos. Estaríamos hablando de fantasía épica o "alta" fantasía. Y nos encontramos con el cuadro típico: reinos de corte medieval, con caballeros armados con espadas refulgentes, reyes y reinas, brujos en la corte, enanos, elfos y ogros combatiendo en ríos y montañas cubiertas de espesa vegetación o coronadas de nieve. El escenario suele estar basado en la Europa de los siglos VI al XV, aunque sea ficticio, siguiendo entonces la tradición de El Señor de los Anillos.

¿Qué sería original? Pues las propuestas han llovido (y algunos escritores las han tenido en cuenta): ¿Por qué no basar la historia sobre el fondo de una civilización inspirada en la Grecia clásica? (nuestro amigo Francisco tiene un magnífico ejemplo con su saga La Cólera de Nébulos, en ese sentido) O en la India de los rajás, o en la China de las dinastías imperiales, o en los imperios amerindios como el Inca o el Azteca, o en la Rusia zarista del siglo XVIII. Otras propuestas derivaron hacia un escenario inspirado en el Egipto faraónico, en la Persia de los zoroastristas o en las antiguas civilizaciones mesopotámicas.

Los lugares cambian. Ya no se combate en las montañas nevadas, sino en los desiertos salpicados de oasis. O en las orillas del mar o en el mar mismo. Un mundo inspirado en la cultura árabe no podría nunca ser igual a la Tierra Media por la que transitan Frodo y sus amigos.

¿Y qué podemos decir de la "baja" fantasía? ¿No es usual que los magos y los vampiros siempre corren sus aventuras en ciudades inglesas o norteamericanas? ¿Por qué debemos pensar que un duende aparecerá siempre en los bosques de Alemania? ¿Por qué no fundar una fantasía en nuestro mundo pero ubicado dentro de las tradiciones de México, de Perú o la pampa argentina? Recuerdo las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Solían suceder sobre suelo español. Ser original implicaría alejarnos de la brujería típica de las culturas anglosajonas y adentrarnos en las posibilidades que nos ofrecen otros pueblos que habitan nuestro mundo.

¿Se puede ser original y único a la vez? Sí, claro. Y aún me atrevo a pensar que puedes escoger un escenario tradicional y crear al mismo tiempo una historia única, original en sí misma, que pueda destacar entre las demás. Porque la originalidad del escenario no garantiza la originalidad de la historia, ni el sello propio de un escritor diferente, aunque mucho ayude.

3 de abril de 2009

Los escenarios

Aunque lo parezca, no me propongo hablar del teatro. Me encanta el teatro, pero tan sólo soy una simple espectadora. El trabajo y la preparación que conlleva una obra teatral, su puesta en escena y su estreno son oscuros misterios para mí, por lo que no me adentraré en semejante territorio.

Cuando hablo de "escenarios" me refiero al telón de fondo que usamos en la narrativa.

Puede parecer poco importante, pero no lo es. El escenario de una historia no es un simple decorado para que se "vea" bien. Es esencial al desarrollo de la narración: le confiere verosimilitud, coherencia, razón de ser. Sin él, nuestra historia carece de sentido, no tiene norte ni causa. Es un esqueleto.

¿Que hay historias cuyo escenario parece un decorado insustancial? Por supuesto. Por eso se las considera de mala calidad. Una historia donde el escenario es tan sólo un decorado sin sustancia comienza mal y no puede terminar bien. Y no confundamos: el escenario puede ser un telón blanco sin objetos. Ese solo hecho determinará qué tipo de historia estamos narrando y hacia dónde se dirigen o de dónde surgen las acciones.

A veces, incluso, el escenario es tan importante que él mismo se convierte en un personaje más. Se dice que Macondo cumple una función parecida en el drama de Cien Años de Soledad. A mí no me consta, pues no la he leído, pero sí puedo afirmar que oír hablar de Macondo como si fuera real la ha convertido en un verdadero personaje de la crítica literaria. De todas formas, sin ir tan lejos, y usando un ejemplo que conozoco bien, puedo afirmar que no concebiríamos El Señor de los Anillos sin su descripción vívida de la Tierra Media. La misión de Frodo carece de sentido si no comprendemos el profundo significado vital que representa salvaguardar la Comarca. Soy Leyenda carecería de sustancia sin la casa solitaria de Robert Neville en medio de un residencial de clase media deteriorado y semi destruido. El Fin de la Infancia estaría incompleto sin el viaje iluminador de Jan Rodricks a través de la galaxia. Y La Metamofosis de Kafka no tendría el mismo impacto sin el entorno absolutamente ordinario en el que vive su sufrido protagonista.

El escenario marca entonces una diferencia mayor entre una obra literaria y otra. Entre una narración de signficados múltiples y una sin relevancia. Entre un libro exitoso y otro que resulte un fracaso.

No sólo los temas y los personajes pueden marcar una diferencia en nuestro libro, ni sólo lo hará el estilo propio, único, de nuestra escritura. Ese "decorado" que rodea nuestra historia puede llevarnos al éxito o al más desconsolador fracaso...

28 de marzo de 2009

Originalidad y unicidad

En otra entrada mencioné el asunto de la originalidad en las obras literarias (¿Debemos satisfacer al lector?). Es un problema recurrente, pienso, en el mundo del escritor de hoy (y lo fue del de ayer). Hemos oído tantas veces "¡todo está inventado!" que casi nos hemos resignado a aceptarlo como una verdad irrefutable y pensamos que estamos obligados a reciclar una y otra vez las mismas fórmulas, tanto en el argumento, como en los personajes o en otros aspectos de las obras narrativas.

Desde mi humilde punto de vista, ni la originalidad es tan vital ni tampoco todo está inventado. Me explico: decir que no puede inventarse ya nada es como detener el pensamiento. Somos seres creativos, inventores por naturaleza propia. Cada día, algo nuevo nos sorprende, porque cada día algo nuevo aprendemos. Decir que lo hemos hecho todo es tan iluso como decir que lo sabemos todo. Así que, por principio, acepto la idea -y la sostengo- de que la originalidad es posible hoy en día como lo fue hace veinte años o veinte siglos.

Luego, eso de que ser original es un requisito sine qua non de las obras literarias, es absurdo también. La originalidad ha sido sobrevalorada en nuestro mundo actual. En estos días, si un artista -sea de lo que sea, música, pintura o escritura- no es original, ¡está acabado! Pero, ¡por favor! ¿Desde cuándo nuestras grandes obras fueron todas 100% originales? Muchos de los clásicos fueron formulaciones hermosas de viejas historias, de leyendas, de cuentos que circulaban por ahí. Diez pintores pintaban la misma escena de la "Asunción", por ejemplo, y ninguno de ellos era tachado de poco original. Se apreciaba su obra en lo que cabía apreciar: en su unicidad.

Que ser original y ser único no es lo mismo. Supongo que todas las obras originales serán únicas en el momento en que son innovadoras, pero las obras únicas no necesariamente habrán sido originales. Simplemente tendrán un sello especial que las hace irrepetibles. Y creo que mucho de lo que apreciamos en las obras literarias es ese sello especial, esté basado en la originalidad o no, pues muchas obras originales -y que son realmente originales- ni siquiera son interesantes.

¿Qué hace única a una obra? Tendremos que fijarnos en una suma de muchos elementos. El lenguaje, los personajes, la interacción de esos personajes, el tipo de narración escogido, la coherencia interna de la historia, las ideas subyacentes, si motiva a la reflexión, al éxtasis, al enojo o a una simple contemplación, si invita al lector una y otra vez, si en cada lectura nueva el lector encuentra nuevas ideas, nuevas reflexiones o nuevas vivencias... Es tanto. Y no he mencionado la originalidad. Por supuesto, si es original y a la vez único, ¡eureka!, tenemos un clásico.

No descarto la originalidad como un fin apreciable por un escritor, ni mucho menos. La valoro siempre, pues en nuestros días la copia es tan abundante, la imitación tan frecuente, que algo original se torna refrescante. Creo que podemos intentar ser originales mientras buscamos la manera de crear obras únicas. Y en esa medida es que debemos otorgarle importancia.

Hemos charlado sobre los personajes y sobre los temas. Hemos descubierto que no hay mucha originalidad, aunque sí gran capacidad de unicidad. ¿Qué ocurre con los escenarios?

De esto hablaré la próxima... :)

Un premio angelical

Nébulos, el supremo Eterno de La Cólera de Nébulos ha otorgado un premio angelical a este humilde blog terrenal y se lo agradecemos de todo corazón, sintiéndonos muy honrados. :)



Se llama el premio del Blog Ángel:



Cuatro son las reglas de la distinción o premio Blog Ángel:
1º.-Exhibir la imagen del sello.
2º.-Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
3º.-Elegir 6 personas para pasárselo.
4º.- Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.




Pues he recurrido a los interesantísimos blogs que suelo visitar y que ya he mencionado con anterioridad:

La Alacena
Proyecto de Escritora
Crónicas de Drashur
A Young Knight Travel
Nudo de Piedras
Letras para Soñar

¡A disfrutarlos!

18 de marzo de 2009

Escritoras y literatura femenina

Pasó el 8 de marzo y se hicieron foros, se publicaron reflexiones entorno a la condición de la mujer en el mundo, y otras actividades por el estilo. Resultó obvio que mucho queda por hacer todavía si queremos ver una verdadera igualdad de sexos, en cuanto a dignidad y en cuanto a derechos, y en tiempos como estos, de recesión económica, las mujeres vuelven a ser el grupo que más pierde. Sin embargo, no podemos negar que ha habido ámbitos en que se pueden notar algunos progresos, especialmente en nuestros países occidentales (incluyo a Latinoamérica en la partida).

Pienso en las escritoras y en la llamada literatura "femenina". Sabemos que las escritoras han tenido su parte en la lucha por la igualdad. Que durante años se consideró demasiado masculino el arte de escribir y que una mujer que se dedicara a ello era porque tenía alma (o estomágo, según la versión) de hombre. Es decir, no era realmente una mujer. Muchas, incluso, se disfrazaron detrás de seudónimos masculinos o detrás del nombre de sus maridos para poder ver sus obras publicadas (horror de horrores) y otras arriesgaron su nombre exponiéndolo. En algunos géneros literarios ni siquiera se considera "vendible" un libro escrito por una mujer y publicado como tal. Y también sabemos cómo se dibuja el estereotipo de la escritora (que suele ser considerada como una mujer fea- el mayor pecado que una mujer puede cometer, según la ideología machista).

Sin embargo, hoy en día florecen las escritoras, ganan dinero, reputación y hasta premios. Ya no parece haber distingos de género literario. Ni parece existir ese prejuicio de literatura "femenina". Buenas noticias. Claro que aún no conseguimos esa igualdad, pero nos hemos acercado mucho.

Ahora bien, ¿existe la literatura femenina? ¿Cuáles son sus rasgos? ¿Es fácilmente distinguible? ¿Podría un hombre escribirla?

Yo me inclino a pensar que no existe en el estricto sentido de un tipo de literatura. Me parece más bien una colección de prejuicios sobre lo que les gusta a las mujeres y lo que ellas esperan hallar en los libros que leen. Por ejemplo, la literatura "femenina" suele ser romántica. Suele tener una mujer protagonista envuelta en un lío sentimental que hace llorar. O demasiadas preocupaciones sobre los sentimientos en general. Si hay sexo, está envuelto en el amor y el cortejo. Y por supuesto, está exenta de violencia. (Ojo: no critico la literatura romántica -la que cuenta historias de amor-. Cuenta con tantas obras maestras como los otros géneros literarios. Lo que critico es cierto tipo de literatura romántica escrito específicamente para mujeres).

¿Existe ese tipo de literatura? Naturalmente que sí. Y no siempre fue escrita por las mujeres mismas, aunque el nombre "femenino" podría indicarlo. Pueden ser novelas o poesía, pero tienen esa tónica. Supongo que la razón de su existencia radica en la educación que recibían las mujeres en las sociedades occidentales del siglo XIX y principios del XX. Se las hacía así y por eso leían ese tipo de escritura. No porque la mujer sea así o necesite eso, sino porque la mujer de esa época fue educada así y esos fueron sus gustos formados.

Sin embargo, afortunadamente debo decir, siempre hubo quien no se resignó a entrar en los moldes y surgieron escritoras que fueron más allá de estos prejuicios decimonónicos. Se atrevieron a ahondar en sus escritos, a ir más allá de los estereotipos e incluso incursionaron en literatura considerada "masculina" (como la ciencia ficción, la criminológica y la de denuncia social dramática). A ellas hemos de agradecer que se fuera diluyendo el término "literatura femenina" para referirse a una especie de escritura de segunda categoría y se aceptara que las escritoras tienen su lugar bien asentado en el marco de la literatura universal.

Por tanto, a ellas... Muchas Gracias.

13 de marzo de 2009

Otro premio ¡estamos de plácemes!

Pues hace un par de semanas, Anne, de Luz de Luna, tuvo la gentileza de engalanar este blog con este otro premio:


¡Le agradecemos de corazón el regalo!
He aquí las reglas del premio:
1. Exhibir la imagen del premio "Olha que blog Maneiro"
2. Poner el nombre del blog que te lo dio.
3. Indicar 10 blogs preferidos.
4. Avisar a los indicados.
5. Publicar las reglas
Siguiendo, pues, estas indicaciones, enlisto 10 blogs que me parecen interesantes, originales en su tono, muy bien llevados (Me temo que me repetiré del mensaje anterior, pues no ha pasado mucho tiempo desde entonces):
Hago mención del blog de Javier Illán, La Alacena, que es tremendamente original y que había quedado por fuera antes.
De nuevo, por supuesto, recomiendo visitarlos. :)