25 de abril de 2009

Más escenarios

Bien, aquí vuelvo con el asunto del escenario. Estaba pensando en otros géneros distintos a la fantasía (alta o baja, sea lo que sea lo que eso signifique en realidad) y me se me ocurre que la originalidad es posible en todos los géneros.

En ciencia ficción, por ejemplo, es muy usual imaginarse los escenarios de la space opera, es decir, mundos, galaxias, naves espaciales y hasta lucha entre civilizaciones, o los de otras vertientes del género, como la del clásico futuro oscuro y devastado en que alguna catástrofe ha sumido a la especie humana en una degradación espantosa y el protagonista se encuentra en medio de terrores tecnológicos y desastre ambiental. Otro escenario típico es el del futuro ultra progresista repleto de robots humanoides, ojalá con apariencia totalmente humana, tipo Isaac Asimov, o por supuesto, los futuros cercanos no muy diferentes del presente salvo por pequeños detalles tecnológicos sorprendentes. Pienso que ofrece, en realidad, una gama amplia de posibilidades en cuestión de escenarios y no le aconsejaría a nadie que se angustiara demasiado por la originalidad del escenario en sí. Solo que sea coherente.

En otros géneros, la actualidad se impone, a menos que sea narrativa histórica. Esta última dispone de unos 5000 años de historia humana en miles de escenarios posibles. Quien quiera escribir narrativa histórica no tiene excusa en cuanto a la originalidad de los escenarios. ¡Abundan! En este caso, creo, la originalidad no estará tanto en el escenario escogido sino más bien en la interacción del argumento y los personajes con ese escenario.

La clásica novela latinoamericana posee obsesión casi compulsiva por las barriadas pobres, los círculos de violencia y las dictaduras históricas. Escribir en Latinoamérica una historia de gente marginada o en medio de degradación social no tiene nada de original. El escenario es ultra-repetitivo y lo único que puedo decir al respecto es que todo escritor que desee emprender esta misión debe cuidar mucho los detalles de su argumento en particular y de sus personajes, pues el escenario le aportaría poco en materia de originalidad. La tentación de copiar a los grandes de la literatura latinoamericana también es muy fuerte, así que es aún más imperativo cuidar hasta el mínimo detalle de historias así.

Aparte de esta marca regional, en la novela realista o dramática del presente abundan las posibilidades de escenarios originales, sea una ciudad, un avión, una estación de tren, un aeropuerto, una montaña, un monasterio, etc., etc., etc. Como se plantee puede determinar una marca del autor, su unicidad, su aporte personal... o que no se destaque entre la abundancia de historias de esta naturaleza.

Habrá historias enteras que transcurran en un cuarto, o dramas extraordinarios en el Cielo y en el Infierno. Hay historias que se desarrollan entre el mercado y la estación del autobús, las que corren por todo el mundo, de continente en continente, o las que se deslizan en medio de un desierto o una pradera. En mundos lejanos, en pasados hitóricos, en futuros imposibles. ¿No es grandiosa la magia que el escenario solo puede ejercer en nosotros? Puede incluso determinar algo tan simple como que un lector cualquiera desee seguir leyendo... o abandonar el libro.

8 de abril de 2009

Escenarios fantásticos

Continuando con el tema de los escenarios, voy a detenerme un poco en la fantasía. Después de todo, la fantasía se ha puesto de moda en estos tiempos, gracias a la irrupción del fenómeno Harry Potter y por supuesto al estruendoso éxito de la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos. Ahora nos vemos rodeados de películas de corte fantástico todos los años, la mayoría de ellas basadas en libros que permanecieron casi en el "olvido" mediático por años o que son nuevas entregas con aspiraciones de fama. En este sentido, en un extremo tenemos Las Crónicas de Narnia y La Brújula Dorada (de La Materia Oscura) y en el otro Eragon y Crepúsculo.

A mí me fascina la fantasía y mucho de mi material de escritura tiene que ver con ella, tanto como con la ciencia ficción. Me gusta la fantasía épica al igual que la de espada y brujería o la llamada "baja" fantasía. Y me gusta también la variedad de títulos que podemos hallar hoy, a diferencia de otras épocas más dominadas por otras corrientes.

Con la abundancia viene, sin embargo, la repetición. Y volvemos a caer en los manidos temas de la originalidad y la copia y esa necesidad de destacar por entre los demás. En Sedice.com han corrido hilos con temas relacionados y una de las preguntas reiteradas es ¿cómo se puede ser original en fantasía? Dejemos de lado un momento los temas y los personajes, que ya hemos considerado harto número de veces la problemática de la originalidad en relación con ellos. Centrémonos en los escenarios.

¿Escenarios originales? Bueno, ese es un punto. Tomando en cuenta mis propios apuntes sobre la originalidad y el justo valor que creo que debe tener, no debería ser imposible lograr la creación de obras fantásticas basadas en escenarios originales. Así que pensemos: ¿Qué sería original en fantasía?

Primero debemos pensar qué es regular en fantasía. Es fácil. Sin magia, no hay fantasía. La magia es un elemento esencial a la fantasía, tanto como la ciencia especulativa lo es en ciencia ficción. ¿Dónde se desarrolla esa magia? En un mundo ficticio, supongamos. Estaríamos hablando de fantasía épica o "alta" fantasía. Y nos encontramos con el cuadro típico: reinos de corte medieval, con caballeros armados con espadas refulgentes, reyes y reinas, brujos en la corte, enanos, elfos y ogros combatiendo en ríos y montañas cubiertas de espesa vegetación o coronadas de nieve. El escenario suele estar basado en la Europa de los siglos VI al XV, aunque sea ficticio, siguiendo entonces la tradición de El Señor de los Anillos.

¿Qué sería original? Pues las propuestas han llovido (y algunos escritores las han tenido en cuenta): ¿Por qué no basar la historia sobre el fondo de una civilización inspirada en la Grecia clásica? (nuestro amigo Francisco tiene un magnífico ejemplo con su saga La Cólera de Nébulos, en ese sentido) O en la India de los rajás, o en la China de las dinastías imperiales, o en los imperios amerindios como el Inca o el Azteca, o en la Rusia zarista del siglo XVIII. Otras propuestas derivaron hacia un escenario inspirado en el Egipto faraónico, en la Persia de los zoroastristas o en las antiguas civilizaciones mesopotámicas.

Los lugares cambian. Ya no se combate en las montañas nevadas, sino en los desiertos salpicados de oasis. O en las orillas del mar o en el mar mismo. Un mundo inspirado en la cultura árabe no podría nunca ser igual a la Tierra Media por la que transitan Frodo y sus amigos.

¿Y qué podemos decir de la "baja" fantasía? ¿No es usual que los magos y los vampiros siempre corren sus aventuras en ciudades inglesas o norteamericanas? ¿Por qué debemos pensar que un duende aparecerá siempre en los bosques de Alemania? ¿Por qué no fundar una fantasía en nuestro mundo pero ubicado dentro de las tradiciones de México, de Perú o la pampa argentina? Recuerdo las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Solían suceder sobre suelo español. Ser original implicaría alejarnos de la brujería típica de las culturas anglosajonas y adentrarnos en las posibilidades que nos ofrecen otros pueblos que habitan nuestro mundo.

¿Se puede ser original y único a la vez? Sí, claro. Y aún me atrevo a pensar que puedes escoger un escenario tradicional y crear al mismo tiempo una historia única, original en sí misma, que pueda destacar entre las demás. Porque la originalidad del escenario no garantiza la originalidad de la historia, ni el sello propio de un escritor diferente, aunque mucho ayude.

3 de abril de 2009

Los escenarios

Aunque lo parezca, no me propongo hablar del teatro. Me encanta el teatro, pero tan sólo soy una simple espectadora. El trabajo y la preparación que conlleva una obra teatral, su puesta en escena y su estreno son oscuros misterios para mí, por lo que no me adentraré en semejante territorio.

Cuando hablo de "escenarios" me refiero al telón de fondo que usamos en la narrativa.

Puede parecer poco importante, pero no lo es. El escenario de una historia no es un simple decorado para que se "vea" bien. Es esencial al desarrollo de la narración: le confiere verosimilitud, coherencia, razón de ser. Sin él, nuestra historia carece de sentido, no tiene norte ni causa. Es un esqueleto.

¿Que hay historias cuyo escenario parece un decorado insustancial? Por supuesto. Por eso se las considera de mala calidad. Una historia donde el escenario es tan sólo un decorado sin sustancia comienza mal y no puede terminar bien. Y no confundamos: el escenario puede ser un telón blanco sin objetos. Ese solo hecho determinará qué tipo de historia estamos narrando y hacia dónde se dirigen o de dónde surgen las acciones.

A veces, incluso, el escenario es tan importante que él mismo se convierte en un personaje más. Se dice que Macondo cumple una función parecida en el drama de Cien Años de Soledad. A mí no me consta, pues no la he leído, pero sí puedo afirmar que oír hablar de Macondo como si fuera real la ha convertido en un verdadero personaje de la crítica literaria. De todas formas, sin ir tan lejos, y usando un ejemplo que conozoco bien, puedo afirmar que no concebiríamos El Señor de los Anillos sin su descripción vívida de la Tierra Media. La misión de Frodo carece de sentido si no comprendemos el profundo significado vital que representa salvaguardar la Comarca. Soy Leyenda carecería de sustancia sin la casa solitaria de Robert Neville en medio de un residencial de clase media deteriorado y semi destruido. El Fin de la Infancia estaría incompleto sin el viaje iluminador de Jan Rodricks a través de la galaxia. Y La Metamofosis de Kafka no tendría el mismo impacto sin el entorno absolutamente ordinario en el que vive su sufrido protagonista.

El escenario marca entonces una diferencia mayor entre una obra literaria y otra. Entre una narración de signficados múltiples y una sin relevancia. Entre un libro exitoso y otro que resulte un fracaso.

No sólo los temas y los personajes pueden marcar una diferencia en nuestro libro, ni sólo lo hará el estilo propio, único, de nuestra escritura. Ese "decorado" que rodea nuestra historia puede llevarnos al éxito o al más desconsolador fracaso...