En estos días ha vuelto a rondar un tema recurrido y nunca terminado en torno al gusto por los libros y el efecto (negativo) que causa el sistema educativo público sobre los hábitos lectores. Lo tocó Virginia Pérez de la Puente en Facebook, y luego en su blog, a raíz de un tweet muy curioso de alguien que declaraba su aburrimiento hacia los libros que tenía que leer en el colegio y su extraña (presente) afición por la saga de Canción de Hielo y Fuego del escritor George R. R. Martin. El tema también ha rondado por otros círculos y es recurrente en muchos círculos de lectores, en charlas en torno al fomento de la lectura y hasta en conferencias para padres: ¿por qué parece que el sistema escolar logra que los estudiantes aborrezcan la literatura cuando acaban su enseñanza secundaria? Salen del colegio y juran no volver a tocar una novela o un cuento o un poemario en su vida, a menos que tengan que leer alguno (de nuevo por obligación) en sus cursos universitarios.
Muchos cumplen su promesa. Pasan años y hasta décadas sin tocar la literatura.
Sin embargo, como hace unas semanas apunté, pude advertir que la concurrencia a la Feria del Libro de Costa Rica 2014 fue abundante y que muchos se acercaron a los stands con el ánimo de comprar libros para leer por puro placer. O sea, que no todo está perdido, parece. Sí hay lectores adultos, aún no "echados a perder". Claro que algunos se quejan sobre lo que esos lectores adultos buscan para leer: la llaman mala literatura o literatura comercial, o incluso le aplican apelativos mucho más fuertes. Se quejan de que la gente no lee "buena" literatura. Y de nuevo surge la pregunta: ¿por qué? (*no me enredaré en este punto sobre lo que es "buena" literatura y lo que no, pues da para tesis completas).
Virginia avanza la teoría de que el sistema educativo enfocado en la literatura se encarga de inculcar un aborrecimiento sistemático y decidido hacia los libros de literatura, sean de género narrativo, lírico o dramático, y que su estrategia es obligar a los chicos de 13 años en adelante a que lean libros no apropiados para su edad ni formación ni contexto. En otras palabras: libros aburridos. En este sentido, leer El Cantar de Mio Cid a la edad de 13 años, o La Celestina, o Don Quijote de la Mancha, ya que estamos, es el medio perfecto para que los estudiantes comiencen a odiar la literatura. ¿Cómo podrían ellos comenzar por entender semejantes obras del pasado, escritas en un español que ya no se usa ni se recuerda y que tratan temas que les importa poco? ¿Cómo no van a pensar que son aburridos, ¡qué va!, aburridísimos? Leyendo semejantes obras y haciéndolo so pena de perder la materia, es la mejor manera de enseñarles la noción de que leer es un castigo y de que lo mejor que un chico como ellos puede hacer para divertirse es cualquier otra cosa que no sea tocar un libro.
He pensado sobre el sistema educativo que impera en Costa Rica y he llegado a la triste conclusión de que se parece mucho al que se estila en España, con la salvedad de que en años recientes el MEP abrió las listas de lecturas para secundaria y ahora les ofrece la posibilidad a los profesores de español de escoger las obras literarias con cierto grado de libertad. Sin embargo, la queja de que los ticos no leen es la misma que la de los españoles, y las excusas para no leer son también las mismas: los libros son aburridos.
¿Qué podría hacerse para fomentar la lectura? Ya sabemos que entraña muchas ventajas para el cerebro humano y para la sociedad en su conjunto, pero hasta ahora los esfuerzos del sistema de educación pública parecen abocados en desestimular la lectura antes que fomentarla. Por ejemplo, aquí en Costa Rica ahora tenemos la norma de que un niño de 7 años está imposibilitado para aprender a leer en un año y que necesita dos. Que a esa edad deben aprender "jugando". Luego tenemos estudiantes de undécimo año fallando las pruebas de comprensión de lectura y de razonamiento verbal y todo el mundo dice que qué barbaridad, que hay que "ponerlos a leer". ¿No empata una cosa con la otra? ¿Por qué hacerles creer a los padres que leer es un acto dificilísimo, que debe se aprehendido por medio de engaños (juegos)? ¿Por qué insistir en forzar a los adolescentes a leer este libro y este otro bajo esquemas rígidos de "análisis", mientras se aprenden una pila de datos históricos que los jóvenes no consideran relevantes?
Pienso que mucho de este asunto está en nosotros mismos, los adultos. Aprendimos a que en la escuela y el colegio "se leía", pues era obligatorio, parte del sistema, pero que las diversiones estaban fuera de la casa y del colegio: en la cancha, en el centro comercial, en la soda, donde las actividades nunca guardan relación con la lectura. Aprendimos que el chico "cool" es el que juega bien un deporte, que la chica "cool" es la que se ve muy bonita y tiene amigas y es sexy. Aprendimos que leer es para los "nerds", o sea, los aburridos, los que carecen de vida social y por tanto, de prestigio. Y crecemos y nos hacemos adultos y conseguimos trabajos y nos sentimos muy cansados y nuestros placeres se reducen a ver televisión, tomar una cerveza con los amigos el viernes a la salida o a veces, ir al cine. Nunca leer. ¡Por favor, no! Ya leo suficiente en el trabajo. ¿Cómo podría "divertirme" con una novela, por ejemplo? ¿No es más fácil ver "la película"? Y aunque les decimos a nuestros hijos que lean los libros del colegio, les transmitimos una completa desgana por la lectura.
Hay algunos de nosotros que no somos así, sin embargo: todavía existen los lectores (adultos). Pero... ¿qué leen? Vamos a ver: ¡no libros aburridos! Oh, no. Los libros aburridos son los del colegio. ¿Cómo superaron la prueba entonces? ¿Cómo lograron mantener intacto su amor por la lectura? Virginia y otros como ella piensan que por una razón muy simple: porque habían desarrollado la afición por la lectura en su casa, antes de llegar al opresivo sistema de enseñanza secundaria que hacer aborrecer los libros. (Yo, por ejemplo, aprendí a leer en mi casa antes de entrar a la escuela y solía pasármela leyendo cuanto material "leíble" encontraba, por pura afición personal. No recuerdo, por ejemplo, que algún profesor me hubiera inculcado algún especial placer por la lectura).
Lo que nos deja en una situación de profunda desesperanza. ¿Qué hacer para crear una verdadera afición por la lectura, para ver los libros no como medio idóneo para quedarse dormido sino como placer profundo y personal que puede brindar íntima satisfacción?
Lo hablaremos en la próxima, porque... bueno, tengo alguna que otra conjetura al respecto. =)