30 de septiembre de 2008

La muerte también es un tema

Sea que despierte fuertes emociones de terror o miedo, sea que se la vea como la gran salvadora, como el último descanso o la peor desgracia, la muerte es uno de esos grandes temas literarios que pocas veces falta en cualquier género literario. Desde los poetas hasta los ensayistas, desde los dramaturgos hasta los novelistas o cuentistas, la muerte siempre ha estado presente, como tema, como personaje, como recurso, como reflexión. Y pienso que lo seguirá estando, pues no por casualidad suele ocupar las preocupaciones y ansiedades de la especie humana desde siempre y por siempre.

Claro que hay géneros para los cuales el tema de la muerte resulta obvio. En la novela negra es uno de los temas centrales, desde que el crimen es parte sustancial del desarrollo de las historias. Otro género en que la muerte es moneda corriente es el terror: allí inclusive puede convertirse en personaje. Los dramas o las novelas de denuncia social suelen girar entorno a la muerte, ya no como un desafío ni como un personaje siniestro, sino como una cruel realidad. Y en la novela romántica (la del Romanticismo literario, no la novela rosa de los últimos años) la muerte es el final lógico, incluso necesario, de los protagonistas.

En otros géneros, la muerte puede ser también tema aunque no resulte obvio. En la fantasía y en la ciencia ficción suele aparecer como recurso secundario o consecuencia natural de cierto tipo de acciones, pero en algunas obras se vuelve tema central. En la novela histórica suele ser visto como parte de la realidad que se describe, pero también puede ser usado como tema conductor. Igual sucede con las novelas psicológicas o las filosóficas.

Sea como se utilice, el tema de la muerte posee un enorme potencial de combinación con otros grandes temas, como el amor o el Destino, con los cuales puede (y suele) combinarse muy bien. En los best-sellers resultan una alianza muy lucrativa, pues casi no habrá thriller o novela rosa en la que el amor no se vea mezclado con la muerte o el Destino ¡o ambos!

¿Inspiración? En todo sentido. ¡A escribir, llevados de la pasión que despierta la presencia de la Muerte! :)

25 de septiembre de 2008

Otra gran tema: el Destino

Repasando los temas que mueven la literatura a lo largo del tiempo, me fijé en uno ineludible: el Destino. Sí, así, en mayúscula, pues el Destino como fuerza avasalladora e incontenible se encuentra en la literatura desde sus albores. Y por consiguiente, todas las posibilidades que conlleva: cumplir con él, retarlo, demostrar que no existe, demostrar que sí, hacerlo trágico, hacerlo sublime, hacerlo cómico. Y etcétera, pues podría inventar muchas combinaciones posibles en las que el Destino jugaría siempre un papel esencial.

Supongo que es fácil identificar aquellas historias clásicas en las que el Destino juega un papel preponderante, como los poemas épicos o las leyendas medievales. Pero según recuerdo, el Romanticismo rescató este tema, separándolo del racionalismo clasicista, y tornándolo tan intensamente interesante, que ha influido muchas historias hasta hoy. En estos días eclécticos, en los que muchos pensamos de muchas formas alternativas, el tema del Destino se halla en novelas, cuentos, poemas, películas, obras teatrales, pinturas, esculturas, y hasta en los anuncios comerciales, dicho con total descaro: "¡Este es tu destino!" Es una idea poderosa, qué dudarlo, y suele construirse historias trepidantes entorno a ella.

El problema, claro está, estriba cuando la historia propiamente dicha se vuelve cliché. Cuando ya sabemos de qué va y cómo terminará, casi, casi, como si fuese cosa de "destino". No es culpa del tema, por supuesto, sino de la falta de imaginación del autor en ese caso y no creo que sea justo denigrar la posibilidad de usar esta idea universal sólo porque algunos escritores la han sobreutilizado de forma escandalosa.

No soy partidaria, en lo particular, del destino. No creo en la fatalidad ni creo que alguien en particular esté "señalado" para cumplir con algún gran propósito. Sin embargo, como idea literaria suele gustarme mucho, no sólo cuando se cumple sino también cuando se le reta. Por ejemplo, pienso en dos sagas fantásticas muy exitosas en nuestros días que se ajustan a este tema: por un lado, Harry Potter, y por el otro, El Señor de los Anillos. La historia del joven mago gira entorno al cumplimiento de un destino: el protagonista y su alter ego, Voldemort, se verán enfrentados inevitablemente y fruto de ese enfrentamiento será la muerte inaplazable e inevitable de uno de los dos. Es un destino que se cumplirá, haga lo que haga el joven o lo que haga el mortífago. Y de hecho, el enfrentamiento final sucede, en efecto, en el séptimo y último libro de la saga. Un destino se cumple, fatalmente, sin desviaciones.

En El Señor de los Anillos, en cambio, aunque Aragorn es el rey "destinado" a regresar a Gondor, lo es en la medida en que él asume este rol y en completa dependencia de los acontecimientos que cincelan su mundo. En estos acontecimientos, nadie cumple un destino que no haya elegido por sí mismo y que no modele conforme avanza. Frodo, por ejemplo, que en modo alguno podría ser un Elegido, decide cada uno de sus movimientos y lo hace en libertad, sin destinos prefijados, aunque pudiera parecer que sí, y la consecución de su misión es objeto del azar en muchos casos y del poder de sus propias decisiones, en otros. La historia se desarrolla a veces a contrapelo de destinos fijados, a veces sin destinos claros. El Destino, que podría mover a Aragorn en una dirección, se desvanece, y es sustituido por la capacidad de libre elección.

Otras sagas fantásticas modernas manipulan el papel del Destino: por ejemplo, aparece apenas dibujado en una que aún no se ha terminado, Canción de Hielo y Fuego. Una profecía (éstas son magníficas en historias con Destinos) señala la venida de un príncipe prometido. ¿Se cumplirá? El príncipe en cuestión, ¿surgirá con la conciencia de cumplir un destino? En otra, en cambio, La Rueda del Tiempo, el Destino está tan fijo como grabado en roca y el protagonista, Rand Al'Thor, es víctima de él.

¿Existe el Destino fuera de las historias fantásticas o de los poemas épicos? Pues sí, claro. En la literatura romántica es casi reiterado. Algunas veces aparece en los géneros sobre criminales y ocasionalmente en la ciencia ficción. Ni qué decir de los dramas sociales o de las novelas históricas. No siempre con ánimo de defender su noción, pero interesante, como fuerza que mueve la acción.

Añadimos, entonces, a nuestra lista de temas a considerar: el Destino.

15 de septiembre de 2008

Grandes temas: el amor de pareja

El otro día me entretuve mirando un correo que recibí con una presentación de Power Point. Traía varios afiches de películas famosas de entre los años de 1940 y 1970 con sus respectivos temas musicales. Tanto los temas como los afiches correspondían a películas que jamás llegué a ver en la gran pantalla, pues yo no existía para entonces, pero ciertamente tuve ocasión de ver a una que otra en las constantes repeticiones de los canales locales, años después. Un sólo tema unía a todas, tratado desde puntos de vista cómico o dramático: el amor de pareja. Y me dije: ¿qué ocurre con nosotros que somos tan reiterativos?

Luego, me dediqué a ver y escuchar videos musicales en YouTube. De nuevo, el tema principal era el amor de pareja, visto desde todos los ángulos posibles y rematé la noche mirando con nostalgia el tema principal de Titanic. Por supuesto, todo el mundo sabe de qué va el famoso largometraje. Sí, sí, sobre el hundimiento del transatlántico, yo sé. Pero, ¿qué hizo tan famosa a esta película en particular sobre tantas otras que trataron el hundimiento del Titanic? ¡Pues la historia de amor! ¡Otra vez! ¿Qué sería de Titanic sin Rose y Jack? Nada: una más, de muchas. ¿Habría generado los 3 mil millones de dólares en ingresos que hizo esta película y que no ha sido superado por ninguna otra? No lo creo. Y todo por saber usar uno de los Grandes Temas.

Creo que fue Borges quien lo dijo (si no fue él, que alguien me corrija): hay tres grandes historias en el mundo, todo lo demás son detalles. Una de esas grandes historias universales, repetida hasta la saciedad una y otra vez, en todos los géneros artísticos posibles, es el amor de pareja: un hombre y una mujer (y un hombre con otro hombre o una mujer con otra mujer, por supuesto, al fin y al cabo es lo mismo). Puede ser visto con ilusión, o con amargura, con sentido de lo cómico o de lo trágico, en medio de una aventura o en la paz de un hogar de clase media, a bordo de un barco del siglo XVII o de una nave espacial en el siglo XXII, entre un viejo y un joven, entre dos jóvenes, entre dos viejos, entre dos niños, entre dos fantasmas, etc., etc., etc. El caso es que se repite, una y otra vez, y otra y otra. Y no nos cansamos de escribir historias que envuelven un amor de pareja.

¿Vale la pena incluirlo en alguno de nuestros escritos? No creo que haya que siquiera considerarlo. Apuesto que la mayoría de los escritores, sino todos, habrán escrito alguna vez, aunque sea una única vez, una historia de amor. Y muchas veces habrán incluido alguna para agregar "sabor" a una historia que tal vez se esté volviendo anodina o demasiado fría. Y a veces lo que parecía ser accesorio se tornó en principal...

No digo que toda historia narrada deba llevar una historia de amor. No hay que olvidar que hay otros dos grandes temas, ¿eh? Lo que digo es que este tema en particular trae consigo una fuerza demoledora, avasalladora y, todo hay que decirlo, inmensamente exitosa. El lector se suele sentir atraído por él, identificado, envuelto, y hasta afectado. Y por tanto, devora las historias que lo tratan, en especial aquéllas que lo supieron contar...

Después de todo, y a pesar de vivir en una época de cinismos, el amor de pareja, inclusive desde su punto de vista romántico, sigue conquistando corazones, y bolsillos, alrededor del mundo...