31 de julio de 2015
¡Primer aniversario!
Hoy es una maravillosa ocasión para recordar y celebrar el lanzamiento de Señora del tiempo con su booktrailer. ¡A disfrutar!
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Vida de escritor
23 de julio de 2015
Tiempo atrás...
El próximo 31 de julio Señora del tiempo cumplirá su primer año de haber sido lanzada. Fue una noche memorable, pues ante una concurrida audiencia, tuve la oportunidad de escuchar la estupenda presentación que hizo entonces Emilia Fallas, filóloga y estudiosa de la literatura, sobre la novela. Entre otras cosas, combinó muy bien los temas principales que dan vida a la historia, la ciencia y la (supuesta) brujería de las protagonistas, y aprovechó para formular algunas reflexiones en torno al tema y nuestro tiempo. Luego, charlamos un poco más sobre Señora del tiempo y cerramos la velada con un agradable refrigerio con vino.
A partir de esa fecha, el camino de Señora del tiempo fue hermoso. Además de recibir los primeros comentarios en torno a su lectura, tuvo la oportunidad de volver a brillar en la Feria del Libro de ese año, que se realizó en agosto en la Antigua Aduana. Ahí no solo tuve la oportunidad de vivir una de las mejores ferias del libro que hemos tenido en Costa Rica en mucho tiempo, con gran afluencia de lectores y enorme trasiego de libros, sino también pude conocer y reencontrarme con escritores amigos y colegas, charlar sobre nuestros libros y proyectos, explorar las nuevas propuestas, y algo todavía más emocionante: conocer a algunos de mis lectores, tanto los que se acercaban por primera vez a conocer Señora del tiempo, como los que ya la conocían por entonces y querían contarme sus experiencias en torno a ella. Algunos habían disfrutado con ciertos personajes, otros más con las predicciones que la novela exploraba, otros, con lo que significaba para ellos y sus vidas personales. Saber que alguien atesora un mundo que una fraguó en su imaginación y en el que puso su corazón y su entusiasmo es quizá uno de los sentimientos más poderosos que un escritor puede tener en el contacto con sus lectores.
El año ha transcurrido y Señora del tiempo está ahí, en las librerías, brillando con su luz propia, aún siendo adquirida, leída y comentada. En Goodreads han ido apareciendo algunas reseñas y calificaciones, otros lectores se han acercado a mí para comentar sus más recientes vivencias, y aún quedan más que se acercan por primera vez, la toman en sus manos, la ponderan con cuidado y se la dejan, para sumergirse en sus páginas como otros cientos de lectores lo han hecho ya.
Me siento afortunada porque mi novela sobre terremotos y poder
psíquico aún está presente entre nosotros. Habla de dramas personales y retos colectivos, de un país, pero también de seres humanos, que en un momento crucial de sus vidas se ven enfrentados a tomar decisiones que no solo los afecta a ellos sino a otros muchos, sin que estos siquiera se percaten. Habla de amor, comprensión y tolerancia. También de prejuicio, rechazo y mentiras. Habla de corrupción y de trampas, pero también de honestidad, valentía y persistencia. Habla de un mundo que ha cambiado en muchos aspectos, pero en otros permanece exactamente igual, pues, cuando hablamos del futuro, jamás podemos olvidar que los seres humanos no siguen siempre pautas preestablecidas o ya marcadas, sino que son muy capaces de innovar y crear cosas nuevas, pero también, de conservar lo antiguo, sea para su bien o para su mal.
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Vida de escritor
19 de julio de 2015
Lectura telefónica
No me refiero a la cuenta del teléfono ni nada parecido, sino a la lectura de obras literarias en los teléfonos celulares. Libros electrónicos, sí, pero en el mismo aparatito que nos sirve para hablar, mensajear, acceder a las redes sociales o a Internet, escuchar música, tomar fotos y hasta para consultar la hora (aunque muchos de nosotros no hemos abandonado nuestros relojes de pulsera, curiosamente). ¿Que quién lo hace? Pues muchos más de los que en un principio uno se imaginaría.
El otro día, por ejemplo, iba en el autobús de regreso a mi casa y al pasar la mirada por los restantes pasajeros, noté la expresión usual de cansancio o seriedad de quienes vuelven al hogar tras largas horas en alguna oficina. La mayoría llevaban sus celulares encendidos en sus manos, y era obvio que estaban consultando Facebook, o Twitter o más probablemente el Whatsapp. No faltaba quien simplemente se había colocado unos audífonos y escuchaba música mientras contemplaba la lluvia que caía incesante en el exterior. Mi mirada errabunda se detuvo, sin embargo, en una mujer joven que iba leyendo un capítulo de algo. Sí, un CAPÍTULO de algo. Así, marcado, especial, con florituras o arabescos en torno. La mujer leía concentradamente e iba deslizando la pantalla poco a poco, por lo que pude comprobar que se trataba de un texto largo, con párrafos, sin imágenes, y quizá un diálogo. Digo "quizá" porque no iba yo a acercarme más para saber qué era lo que atrapaba su atención, pero solo saber que no se trataba de la usual red social o de la aplicación de mensajería fue suficiente: lectura en el teléfono, en español, en el bus, en mi país.
Y me dije que tenía que pasar. Hace poco estuve reflexionando sobre la supuesta muerte de la lectura, que consideraba relativa, dado que la preferencia por los libros en papel es mayor de lo que se ha querido pensar y dado que ha habido un importante resurgimiento de librerías independientes, que dan cuenta de que la vitalidad del libro en papel persiste. Por otro lado, los libros electrónicos no siempre se venden: muchos se ofrecen gratuitos y otros muchos, tristemente, se piratean. Pero de que se leen, se leen. El dilema de cómo hacer que el negocio perdure es un asunto distinto de si la lectura en sí está viva o no. Y lo está.
placer. Uno de los comentarios que me hicieron fue más bien pesimista: me aseguraba que según la experiencia de libreros y editores, el declive en las ventas de libros, aun los digitales, era tan importante que solo podía revelar una significativa reducción de lectores en nuestra sociedad. Le respondí que aunque era un dato relevante, no podía ser considerado con tanto determinismo, pues, en primer lugar, el "poco" uso de los libros en papel no significa automáticamente que hay menos número de lectores que antes, pues estos habrán migrado hacia otros soportes; en segundo lugar, se sabe que de todas formas, la
Los japoneses, por ejemplo, inauguraron el millonarísimo negocio de las novelas para celulares o novelas de pulgar. Son escritas en los sistemas de mensajería del teléfono, carecen de todo estilo y son bastante monotemáticas (aunque parece que se están diversificando), pero son novelas: se descargan y se leen por millones de lectores, están en varios idiomas y algunas han llegado al papel. Es un auténtico género del siglo XXI, si me preguntan, que confirma el hecho de que la lectura sigue vitalísima, necesarísima, energética.
Otra tendencia, favorecida por el agrandamiento de las pantallas de los celulares "inteligentes", es el de poder descargar en ellos versiones completas de novelas clásicas, como Guerra y paz, por ejemplo, o cualquier otro en el que puedan pensar. Estamos hablando de los clásicos de siempre, trasladados a una pantalla de celular, que son leídos enteros o por partes, en el bus, en el banco, en la fila, y que cuando uno se da cuenta, ya se ha terminado. Libros maravillosos dentro de un aparatito. ¿Imposible? ¡Está ocurriendo! (En este enlace, Gabriella Campbell cuenta con más detalle este interesante experimento).
Y si los clásicos llegan, ¿por qué no los modernos? Yo misma estoy leyendo capítulo a capítulo mi novela de entregas Estrella Oscura, en mi teléfono. De hecho, ese día, el de la mujer leyendo en el bus, iba con uno de los capítulos (creo que era el X), perfectamente legible, perfectamente cómodo. Y creo que más de uno de mis suscriptores están haciendo lo mismo, porque han preferido los formatos EPUB o MOBI que se adaptan bien a los lectores electrónicos.
Así que ¿leer en el teléfono? ¿Por qué no? La novela clásica o la romántica de moda, la de ciencia ficción o la psicológica más actual, cualquiera cabe en un telefonito, y cualquiera sigue siendo un placer y una fuente de diversión. =)
El otro día, por ejemplo, iba en el autobús de regreso a mi casa y al pasar la mirada por los restantes pasajeros, noté la expresión usual de cansancio o seriedad de quienes vuelven al hogar tras largas horas en alguna oficina. La mayoría llevaban sus celulares encendidos en sus manos, y era obvio que estaban consultando Facebook, o Twitter o más probablemente el Whatsapp. No faltaba quien simplemente se había colocado unos audífonos y escuchaba música mientras contemplaba la lluvia que caía incesante en el exterior. Mi mirada errabunda se detuvo, sin embargo, en una mujer joven que iba leyendo un capítulo de algo. Sí, un CAPÍTULO de algo. Así, marcado, especial, con florituras o arabescos en torno. La mujer leía concentradamente e iba deslizando la pantalla poco a poco, por lo que pude comprobar que se trataba de un texto largo, con párrafos, sin imágenes, y quizá un diálogo. Digo "quizá" porque no iba yo a acercarme más para saber qué era lo que atrapaba su atención, pero solo saber que no se trataba de la usual red social o de la aplicación de mensajería fue suficiente: lectura en el teléfono, en español, en el bus, en mi país.
Y me dije que tenía que pasar. Hace poco estuve reflexionando sobre la supuesta muerte de la lectura, que consideraba relativa, dado que la preferencia por los libros en papel es mayor de lo que se ha querido pensar y dado que ha habido un importante resurgimiento de librerías independientes, que dan cuenta de que la vitalidad del libro en papel persiste. Por otro lado, los libros electrónicos no siempre se venden: muchos se ofrecen gratuitos y otros muchos, tristemente, se piratean. Pero de que se leen, se leen. El dilema de cómo hacer que el negocio perdure es un asunto distinto de si la lectura en sí está viva o no. Y lo está.
placer. Uno de los comentarios que me hicieron fue más bien pesimista: me aseguraba que según la experiencia de libreros y editores, el declive en las ventas de libros, aun los digitales, era tan importante que solo podía revelar una significativa reducción de lectores en nuestra sociedad. Le respondí que aunque era un dato relevante, no podía ser considerado con tanto determinismo, pues, en primer lugar, el "poco" uso de los libros en papel no significa automáticamente que hay menos número de lectores que antes, pues estos habrán migrado hacia otros soportes; en segundo lugar, se sabe que de todas formas, la
Los japoneses, por ejemplo, inauguraron el millonarísimo negocio de las novelas para celulares o novelas de pulgar. Son escritas en los sistemas de mensajería del teléfono, carecen de todo estilo y son bastante monotemáticas (aunque parece que se están diversificando), pero son novelas: se descargan y se leen por millones de lectores, están en varios idiomas y algunas han llegado al papel. Es un auténtico género del siglo XXI, si me preguntan, que confirma el hecho de que la lectura sigue vitalísima, necesarísima, energética.
Otra tendencia, favorecida por el agrandamiento de las pantallas de los celulares "inteligentes", es el de poder descargar en ellos versiones completas de novelas clásicas, como Guerra y paz, por ejemplo, o cualquier otro en el que puedan pensar. Estamos hablando de los clásicos de siempre, trasladados a una pantalla de celular, que son leídos enteros o por partes, en el bus, en el banco, en la fila, y que cuando uno se da cuenta, ya se ha terminado. Libros maravillosos dentro de un aparatito. ¿Imposible? ¡Está ocurriendo! (En este enlace, Gabriella Campbell cuenta con más detalle este interesante experimento).
Y si los clásicos llegan, ¿por qué no los modernos? Yo misma estoy leyendo capítulo a capítulo mi novela de entregas Estrella Oscura, en mi teléfono. De hecho, ese día, el de la mujer leyendo en el bus, iba con uno de los capítulos (creo que era el X), perfectamente legible, perfectamente cómodo. Y creo que más de uno de mis suscriptores están haciendo lo mismo, porque han preferido los formatos EPUB o MOBI que se adaptan bien a los lectores electrónicos.
Así que ¿leer en el teléfono? ¿Por qué no? La novela clásica o la romántica de moda, la de ciencia ficción o la psicológica más actual, cualquiera cabe en un telefonito, y cualquiera sigue siendo un placer y una fuente de diversión. =)
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12 de julio de 2015
La lectura no ha muerto
Suena extraño, pero es así. Por supuesto que hablo de la lectura como pasatiempo, como placer, no la que tenemos que hacer todos los días en nuestro trabajo y que consume horas de dedicación e intensos pensamientos (o serias frustraciones), y que por cierto jamás desaparecerá, sino esa que nos sumerge en mundos ficticios donde las reglas son otras y nuestras vidas se ven de pronto en suspenso. Esa lectura, pese a los malos augurios de muchos, no, no ha muerto. Sigue más viva que nunca.
Quizá mi aseveración parece intempestiva y posiblemente fuera de lugar, pero he estado pensando en esto desde hace mucho tiempo, en especial cuando leo en foros y redes sociales que muchos se quejan de que "ya nadie lee", que "la lectura es un bien despreciado" y frases parecidas. Hace unos meses leí un interesante artículo sobre la supuesta muerte de la lectura, al que encontré refrescante, porque no solo me aportó algunos datos, sino también puso en perspectiva varias reflexiones propias. Se trata de The "Death" of Reading?, de L.R. Styles, quien explicaba, de manera más bien sombría, cómo el panorama general de la lectura por placer parecía más bien deprimente.
En efecto, dados los números que Styles manejaba, la situación no podía ser más triste. Las ventas generales de los libros electrónicos de autores "independientes" (entiéndase "autopublicados") y las de los libros impresos (entiéndase "de editoriales"), han experimentado una caída durante el año pasado, y dado lo que ella misma presenciaba en la biblioteca local -donde los jóvenes estaban todos dedicados a sus redes sociales y sus juegos de video y ninguno a un libro, en papel o digital-, el pronóstico para la literatura es negro: cada vez menos jóvenes leen, cada vez menos adultos leen, y lo peor es que es ahora, más que antes, cuando la cultura occidental se da cuenta del enorme valor que la lectura tiene para nuestro desarrollo.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Styles también menciona que existen redes sociales para adolescentes en las que miles de lectores discuten sus libros de moda: prácticamente un tercio de los adolescentes actuales. A Styles le parecía exagerado, pero no imposible. Al final, cierra su artículo con una visión prometedora: su propia hija de 17 años prefiere guardar su teléfono que dejar el libro que acaba de tomar del estante, lo que le imprime la esperanza de que tal vez la lectura esté en coma, pero no muerta.
No pienso de manera tan drástica. En primer lugar, es iluso pensar que la mitad de la población vaya a ser asidua y sesuda lectora algún día. Muchos de quienes se quejan de las malas ventas de los libros parecen pensar que es obligación moral de la población humana leer X número de libros al año, cuando en realidad, la lectura por placer es solo uno de muchos pasatiempos posibles. Están otros como los deportes, o los juegos, o las salidas a los bares, etc. Y no todos tienen por qué compartir los gustos. Así como a mí no me interesa jugar fútbol los domingos, no tengo por qué exigirle a Pedro que cambie sus partidos por una novela de aventuras, si a él lo que le gusta es ir a patear una bola. Entonces, la expectativa con respecto a la población lectora debe ser más realista.
¿Un tercio? Pienso que es mucho más probable que así sea: una población lectora tenderá a mantener más o menos la misma proporción de lectores con respecto a los no-lectores si las condiciones sociales son apropiadas, o sea, si hay libros, sistema escolar funcional, nivel de vida aceptable y tiempo posible destinado a la recreación. Entonces, si en EE.UU. un tercio de los adolescentes son lectores, me parece un número más que aceptable: me parece realista. Y viendo la popularidad escandalosa que muchas novelas juveniles están teniendo en estos momentos en aquellas tierras, lo creo más posible.
Hace unos años se dijo que Harry Potter había enviado a los niños ingleses a leer "de nuevo". Que los había separado de sus video juegos y que les había hecho redescubrir los placeres de la lectura. Quizá no fue tan dramático, quizá fue que Harry Potter consiguió algunos millones de lectores más, pero cuando se acabó, el número de lectores volvió a su estadio normal. Quizá Los Juegos del Hambre o Crepúsculo hicieron lo mismo en su pico con el público adolescente. Quizá el boom de El Código DaVinci fue reproducido hace poco por Las 50 sombras de Grey o libros similares. O quizá Paulo Coelho ha estado manteniendo una red de lectores a lo largo de su carrera que muchos no cuentan o no quieren contar.
No pienso que la lectura por placer haya muerto. Ni siquiera que esté en coma. Pienso que está tan vital como siempre y que los "booms" y las "caídas" son solo cuestión de modas: que si los libros electrónicos cayeron en sus ventas es porque ya no son el último grito de la moda, no porque haya menos lectores. Los que leen, leen, y los que no, aunque compren libros, no leerán. ¿Que hay muchos títulos, más que antes? Pero, ¿acaso somos menos personas que antes? Rebasamos los 7 mil millones y todavía hay quien espera que los números se mantengan iguales. Por supuesto que hay más títulos.
Pero también hay más lectores.
No, no ha muerto. Es solo que... bueno, sigue tendencias y modas, cambia de soportes (ahora muchos leen novelas en el teléfono, ojo) y de estilos. Pero la literatura es mucho más que un vetusto libro de papel: es un arte que sigue atrapando a millones.
Y mientras el ser humano esté ávido de historias, lo seguirá haciendo.
Quizá mi aseveración parece intempestiva y posiblemente fuera de lugar, pero he estado pensando en esto desde hace mucho tiempo, en especial cuando leo en foros y redes sociales que muchos se quejan de que "ya nadie lee", que "la lectura es un bien despreciado" y frases parecidas. Hace unos meses leí un interesante artículo sobre la supuesta muerte de la lectura, al que encontré refrescante, porque no solo me aportó algunos datos, sino también puso en perspectiva varias reflexiones propias. Se trata de The "Death" of Reading?, de L.R. Styles, quien explicaba, de manera más bien sombría, cómo el panorama general de la lectura por placer parecía más bien deprimente.
En efecto, dados los números que Styles manejaba, la situación no podía ser más triste. Las ventas generales de los libros electrónicos de autores "independientes" (entiéndase "autopublicados") y las de los libros impresos (entiéndase "de editoriales"), han experimentado una caída durante el año pasado, y dado lo que ella misma presenciaba en la biblioteca local -donde los jóvenes estaban todos dedicados a sus redes sociales y sus juegos de video y ninguno a un libro, en papel o digital-, el pronóstico para la literatura es negro: cada vez menos jóvenes leen, cada vez menos adultos leen, y lo peor es que es ahora, más que antes, cuando la cultura occidental se da cuenta del enorme valor que la lectura tiene para nuestro desarrollo.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Styles también menciona que existen redes sociales para adolescentes en las que miles de lectores discuten sus libros de moda: prácticamente un tercio de los adolescentes actuales. A Styles le parecía exagerado, pero no imposible. Al final, cierra su artículo con una visión prometedora: su propia hija de 17 años prefiere guardar su teléfono que dejar el libro que acaba de tomar del estante, lo que le imprime la esperanza de que tal vez la lectura esté en coma, pero no muerta.
No pienso de manera tan drástica. En primer lugar, es iluso pensar que la mitad de la población vaya a ser asidua y sesuda lectora algún día. Muchos de quienes se quejan de las malas ventas de los libros parecen pensar que es obligación moral de la población humana leer X número de libros al año, cuando en realidad, la lectura por placer es solo uno de muchos pasatiempos posibles. Están otros como los deportes, o los juegos, o las salidas a los bares, etc. Y no todos tienen por qué compartir los gustos. Así como a mí no me interesa jugar fútbol los domingos, no tengo por qué exigirle a Pedro que cambie sus partidos por una novela de aventuras, si a él lo que le gusta es ir a patear una bola. Entonces, la expectativa con respecto a la población lectora debe ser más realista.
¿Un tercio? Pienso que es mucho más probable que así sea: una población lectora tenderá a mantener más o menos la misma proporción de lectores con respecto a los no-lectores si las condiciones sociales son apropiadas, o sea, si hay libros, sistema escolar funcional, nivel de vida aceptable y tiempo posible destinado a la recreación. Entonces, si en EE.UU. un tercio de los adolescentes son lectores, me parece un número más que aceptable: me parece realista. Y viendo la popularidad escandalosa que muchas novelas juveniles están teniendo en estos momentos en aquellas tierras, lo creo más posible.
Hace unos años se dijo que Harry Potter había enviado a los niños ingleses a leer "de nuevo". Que los había separado de sus video juegos y que les había hecho redescubrir los placeres de la lectura. Quizá no fue tan dramático, quizá fue que Harry Potter consiguió algunos millones de lectores más, pero cuando se acabó, el número de lectores volvió a su estadio normal. Quizá Los Juegos del Hambre o Crepúsculo hicieron lo mismo en su pico con el público adolescente. Quizá el boom de El Código DaVinci fue reproducido hace poco por Las 50 sombras de Grey o libros similares. O quizá Paulo Coelho ha estado manteniendo una red de lectores a lo largo de su carrera que muchos no cuentan o no quieren contar.
No pienso que la lectura por placer haya muerto. Ni siquiera que esté en coma. Pienso que está tan vital como siempre y que los "booms" y las "caídas" son solo cuestión de modas: que si los libros electrónicos cayeron en sus ventas es porque ya no son el último grito de la moda, no porque haya menos lectores. Los que leen, leen, y los que no, aunque compren libros, no leerán. ¿Que hay muchos títulos, más que antes? Pero, ¿acaso somos menos personas que antes? Rebasamos los 7 mil millones y todavía hay quien espera que los números se mantengan iguales. Por supuesto que hay más títulos.
Pero también hay más lectores.
No, no ha muerto. Es solo que... bueno, sigue tendencias y modas, cambia de soportes (ahora muchos leen novelas en el teléfono, ojo) y de estilos. Pero la literatura es mucho más que un vetusto libro de papel: es un arte que sigue atrapando a millones.
Y mientras el ser humano esté ávido de historias, lo seguirá haciendo.
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