Voy a apartarme de los temas usuales que trato en este blog para externar mi inquietud sobre un tema que ha estado en la palestra en días recientes. (Esta es una copia del mismo texto que he subido en mi página de FB):
Viendo que el tema está en la
prensa nacional y en numerosos memes y comentarios en redes sociales, no puedo
evitar preguntarme lo siguiente:
1. Si la vacunación es tan eficaz
para protegerme de una enfermedad contagiosa como el sarampión, ¿por qué hay
tanto temor de que una familia extranjera haya traído “de vuelta” tal enfermedad
al país? ¿No se supone que una vez vacunada, ya no debo temer del ataque
implacable de los agentes patógenos que la producen, porque ya estoy “protegida”?
¿O significa entonces que no basta con que yo solita me vacune, sino que debe
estar todo mi entorno vacunado? O sea, ¿van a decirme que de nada sirve que más
del 90% de la población tica esté vacunada contra el sarampión si una sola
familia de tres personas puede ponerla en jaque? (Por cierto, no he visto que
la familia en cuestión haya sufrido ningún problema, salvo el de estar un poco
mal y necesitar reposo…).
2. Si la Caja del Seguro Social señala
que la incidencia mortal del virus del papiloma humano ha descendido
sistemáticamente en el país desde hace años y la misma Caja admite que más del
80% de la población, aunque tenga el virus, lo desecha de forma natural sin
problemas de salud, ¿por qué considera “necesario” que se vacune masivamente a
la población infantil con una vacuna carísima y tan cuestionada como la que
ofrece Merck? ¿Por qué los que acusan a los padres que no quieren vacunar a sus
hijos de delincuentes e irresponsables no hacen mención de la polémica desatada
por la administración de una vacuna cuya eficacia aún no se ha demostrado? Hay
que recordar que el cáncer de cérvix no se desarrolla, cuando lo hace (que es
raro), hasta después de 15 a 20 años (o más), mientras que la vacuna fue
probada clínicamente durante solo 5 años, sin que hubiera replicabilidad
independiente por parte de laboratorios ajenos a la farmacéutica. Además, los
casos documentados de niñas y mujeres con graves trastornos luego de la
administración de la vacuna tampoco son mencionados: el riesgo existe, pero no
se informa de ello.
3. ¿Realmente sabemos qué
contiene una vacuna? En la escuela, nos enseñaban que las vacunas eran los microbios
debilitados (o muertos) que funcionaban como aliciente para que el sistema
inmunológico estuviera preparado para cuando aparecieran los “verdaderos”, pero
¿solo eso contienen? ¿Alguna vez se preguntan qué efectos reales tienen en
nuestro organismo el mercurio, el aluminio, los formaldehídos y todas las sustancias
químicas adicionales que se incluyen en una vacuna? Por ejemplo, la vacuna del
papiloma humano contiene el polisorbato 80. ¿Sabemos realmente qué efecto tiene
tal sustancia en el cuerpito de una niña de 10 años? ¿O aun de una mujer hecha
y derecha?
4. Si acaso he visto un solo
estudio, UNO solo, que se hizo en Estados Unidos, en el que se comparaba el
estado de salud de 200 y pico de niños no vacunados contra 400 y pico de niños
vacunados. El resultado fue impresionante: los niños no vacunados se
encontraban en mejores condiciones de salud que los vacunados y aun estos últimos
tenían más posibilidades de desarrollar afecciones crónicas y males como la obesidad
y la diabetes que los otros. ¿Sabemos de estudios independientes de las
farmacéuticas que demuestren que las vacunas son realmente eficaces para
proteger la salud de la población? ¿Cómo sabemos que no fueron otros factores ambientales,
como una mejora en los sistemas de higiene pública y mejor alimentación, los que
permitieron que la gente del siglo XX para acá fuese más saludable y longeva? Y
sin embargo, me pregunto: ¿de dónde viene tal incidencia de males mentales, de
problemas cognitivos, de enfermedades crónicas y alergias, jamás vista antes en
la generación de nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Por qué, si somos más longevos,
hay tanto mal crónico en la gente?
5. Si la ciencia tiene como pilar
fundamental la posibilidad de cuestionarnos sobre el mundo, de poner en duda lo
que nos afirman sin pruebas, ¿por qué se insiste en callar brutalmente a todo aquel
que se “atreve” a alzar la voz contra la administración de las vacunas? ¿Por
qué si alguien habla acerca de los peligros de la vacunación, se le trata de
tonto, ignorante, irresponsable y un largo etcétera? ¿No estamos ante un dogma:
que la vacunación es incuestionable?
Si alguien puede responder mis
preguntas de forma convincente y bien argumentada, sin insultos, sin
suposiciones ni prejuicios, quiero escuchar sus respuestas.
Nota: Imagen de whitesession en Pixabay