Está bien aplaudir al personal médico y sanitario que atiende
a tantas personas en esta crisis, no solo por el coronavirus, sino también por
otras muchas situaciones inevitables.
Pero debería haber una ola de
agradecimiento a todos aquellos que aún hacen posible el funcionamiento de los
servicios eléctricos y de agua, los servicios de mensajería y paquetes, el
sistema de transporte público y de cargamentos, los agricultores y proveedores
de alimentos, los técnicos y reparadores, los empleados bancarios, los policías
y bomberos, los trabajadores de las fábricas de artículos necesarios, los
trabajadores de supermercados y tiendas de alimentos, los trabajadores de
limpieza y recolección de basura, y todos aquellos que al estar al frente de
sus puestos permiten que el mundo humano continúe. Son el eje de nuestra
civilización: sin ellos ni siquiera los hospitales podrían funcionar y millones
de personas en sus casas no podrían ni comer. A todos ellos, mis más profundo
agradecimiento.
Asimismo, les doy las gracias a quienes en el mundo del
entretenimiento, el arte y el espectáculo, son capaces de brindar alegría,
tranquilidad y distracción a la mayoría, pues impiden que la locura se ensañe
con la humanidad.