29 de octubre de 2010

Visiones 2008 al fin en papel

Pues sí. Después de dos años de espera, tenemos en casa y en nuestras manos la versión impresa de la antología Visiones 2008, la cual edita la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT) y que fue conformada en dicho año de acuerdo a la selección de la Tertulia Valenciana. Los relatos del Visiones son inéditos, por lo tanto, no se les encontrará regularmente en ninguna otra publicación y bien valen la pena ser leídos. En mi caso, conté con el honor de que mi cuento El último pozo fuese parte de una selección de 15 relatos entre 242, que no es poco decir.

La edición del Visiones 2008 cuenta con una sobria ilustración de cubierta (una aparente sucesión de pupilas, o quizá, estrellas) -que estuvo a cargo de Ricardo Adriansen- y una calidad de papel agradable al tacto y a la vista. Me ha gustado sobremanera la presentación que hace la Tertulia Valenciana sobre su proceso de selección, su vivencia con ella, y las reflexiones que aplican a la experiencia. Y me encanta el tamaño del libro: apenas para ser llevado en el bolsillo ;) No sé aún cuándo será puesto a la venta para el público, pero apenas lo sepa, lo actualizo. Y de todas maneras, se puede preguntar a la AEFCFT por ello. Si tienen la posibilidad de adquirirlo, ¡no se lo pierdan! :)

26 de octubre de 2010

Escritores vanidosos...

Recientemente, en un sitio donde concurren diversos escritores de habla hispana, se abrió un debate sobre la vanidad del escritor. Un grupo de autores, pues, dejó su opinión, más que referirse a la de los demás -por lo que no sé dónde está el "debate"- y así quedó a criterio de nosotros los lectores decidir si los escritores son vanidosos, si no lo son, si lo son más que los ingenieros y los médicos o si lo son menos, si es necesario que lo sean o si es un defecto imperdonable. A mí me quedó la pregunta rondando un buen rato, pues no estaba segura de que todos estuviesen hablando del mismo "tipo" de vanidad.

¿Qué es la vanidad? Vaya, pues, parece una pregunta filosófica. Pero es importante. A lo mejor yo hablo de un tipo de vanidad y tú de otro y no nos entendemos por esa falta de acuerdo inicial. Cuando hablamos de alguien "vanidoso", ¿a qué nos referimos? Tengo la corazonada de que todos hacemos una ponderación distinta entre "vanidad" y "vanidoso".

Muchos podemos diferenciar distintos tipos de vanidad: desde la saludable autoestima hasta el orgullo desmedido, aunque en mi caso, y para que quedemos en claro sobre qué voy a estar considerando como "vanidad", para mí la vanidad es la cualidad de lo vano, lo vacío, lo superficial. Es un creerse superior al resto de la humanidad porque sí, y convertirlo en una costumbre. Para mí, la palabra "vanidad" nunca se refiere a la autoestima sino a la sobreautoestima, es decir, a una supravaloración propia basada en... nada. Y quien sea "vanidoso" hace de la vanidad una costumbre.

Así puestos de acuerdo, es obvio que los autores que expresaron que la vanidad del escritor es importante pues todos debemos comenzar por creer en nosotros mismos y en lo que hacemos, se están refiriendo a lo que yo llamo autoestima, orgullo propio, saludable visión del propio valor, seguridad en sí mismo, y no estrictamente "vanidad". En este caso, supongo que si exageramos esos valores (autoestima, orgullo propio, etc.) y los convertimos en el fin de nuestra existencia, estaremos hablando de vanidad y de gente vanidosa.

¿Son los escritores gente vanidosa per se? Yo no diría tanto. Pienso que todos tenemos un poso de autoestima, y también una reserva de vanidad. Sí, de esa cosa fea que llamamos vanidad. Es natural en todos los seres humanos. A todos nos gusta que nos reconozcan, cierto, y eso forma parte de la autoestima, y también a todos nos gustaría ser la estrella del momento en alguna ocasión y en algún momento, y eso forma parte de la vanidad. Que me digan que soy un gran Esto y gran Aquello, ¡guau!, cómo tienta nuestra faceta vanidosa...

Sin embargo, hay gente que la deja salir sin control y gente que no. Y esa gente "descontrolada" es lo que llamaríamos "vanidosa" y me parece, si no me equivoco, que abunda no sólo entre los escritores, sino también en una amplísima variedad de profesiones comerciales, artísticas y científicas. Vamos, que es un defecto personal, no profesional. No depende de tu profesión sino de tu personalidad y de la capacidad que tengas para aplicar o no fuertes dosis de modestia auténtica en momentos propicios.

Decir que todos los escritores son vanidosos es una exageración. No todos son vanidosos. Los hay vanidosos, ciertamente, pero no todos lo son. Hay escritores exitosos que son razonablemente seguros de sí mismos sin caer en actos vanidosos. O sea, lidian bien con el reconocimiento y hasta con la adoración. Otros escritores exitosos no. Son vanidosos y se les nota especialmente cuando hablan de sí mismos (y dejan saber lo importantes que se sienten) y cuando se les critica. ¡Ah! ¡No soportan la crítica! ¿Cómo puedes criticar a un valor tan estimable como ellos y su escritura?

¿Por qué alguna gente cree que todos los escritores son vanidosos y hasta necesitan de la vanidad para subsistir? Porque piensan que cuando escriben y, peor aún, publican, lo hacen porque desean no otra cosa que la fama y la ostentación. Quizá quienes piensan así desearían lo mismo, no lo sé, pero aunque todos los seres humanos, como dije antes, disfrutan de la fama y el reconocimiento, no todos escriben y publican para obtenerla, o con el exclusivo propósito de lograrla. Una gran mayoría de escritores lo hace porque les gusta.

Tan simple como eso. Les gusta. Incluso, se apasionan con la escritura. ¿No se dice que lo ideal es dedicar nuestra vida laboral a aquello que nos inflama la pasión y alimenta nuestras ilusiones? ¿No hay mejor trabajo que aquel al cual acudes con devorador interés? Pues, así es con la mayoría de los artistas: lo hacen porque lo viven, porque lo disfrutan, porque lo necesitan. No por vanidad, sino por necesidad. Y si por esas cosas del destino logran vivir de ello, pues mejor que mejor. Ahí aparece la conveniencia de aparecer ante los medios, de vender sus obras, de lograr un reconocimiento, pues así pueden seguir dedicados a su pasión sin el temor de no traer el pan a casa cada día. Y sí, por ahí se alimenta la vanidad, pero no será gran cosa, a menos que la persona en cuestión sea de por sí vanidosa.

Publicar no es un acto de vanidad. Es como construir un puente o curar un enfermo. Es un acto natural producto de un trabajo. Creerse el ser más adorable del mundo, eso es vanidad, y para eso no necesitas ser escritor. Con sólo aparecer ante el mundo y hacer algo que llame su atención, tienes.

Finalmente, y como reflexión, pienso que no es un acto de vanidad el que un autor mencione su obra o hable de ella. Es lógico que lo haga. Sólo será un acto de vanidad si su discurso es excesivo, si es adulador de sí mismo hasta el extremo y si no hace otra cosa en la vida. :)

14 de octubre de 2010

Hablando de finales felices...

Hace poco, escribí una entrada en este blog comentando la aparente obsesión de algunos círculos críticos y/o sesudos por los finales trágicos u oscuros como signo "indiscutible" de la "adultez" y "seriedad" de una obra literaria. Vamos, que si un relato o novela terminaba con un final "feliz" (aunque éste fuese coherente con el resto de la historia), la obra sería considerada "infantil", incluso ñoña, ingenua y poco valorable. "Porque la realidad no es así", considerando la realidad como un continuum de hechos desvastadores, crueles y oscuros. En mi entrada, me oponía a esta idea y argumentaba que lo importante de un final no era si éste desembocaba en una tragedia o en una resolución feliz, sino si éste era coherente con el resto de la historia, incluso verosímil.

Pues bien, la realidad acaba de darme la razón. Para todos aquellos que insisten en denostar los finales felices a priori, como si fuesen el producto de mentes ingenuas, porque piensan que en la vida real sólo existen las tragedias y las amarguras, acabamos de ser testigos presenciales de una historia real -más real no puede ser, pues ni siquiera fue creada en un reality show con guión y todo eso- que no sólo se desenvolvió con todos los ingredientes de incertidumbre, angustia y desespero de una historia escrita por la pluma de un autor, sino que revistió todas las características de un desarrollo feliz y de un desenlace feliz. Diría, perfecto. Sí, supongo que saben a qué me refiero: al rescate de los 33 mineros chilenos que permanecieron atrapados por 70 días a 622 metros bajo roca sólida.

Sí, sí, me dirán que es cuestión de los medios. Y yo les diré: ¡ja! No puedo saber (ni nadie que no sean ellos) cuáles fueron sus pensamientos, sus angustias y sus tristezas. No puedo saber si se pelearon, si tuvieron rencillas, si mantienen resquemores. No puedo saber si alguno culpó a otro de X o Y, ni tampoco si hubo depresiones en algún momento. Nada de eso es de conocimiento público, y no importa para nuestros efectos. Lo que sí sabemos son los hechos comprobados, que bien pueden formar parte de una historia cualquiera escrita por un autor creativo.

Primero. En una mina en el norte de Chile hubo un derrumbe que taponeó parte de uno de los túneles más profundos. Segundo. La mayoría de los mineros salió con vida en los momentos que siguieron al derrumbe, y no se registró ningún muerto entre ellos. ¿Pudo morir alguien? Sí, claro. ¿Suelen morir muchos mineros al año en eventos similares? Sin duda. ¿Murió alguien en este evento de Chile? No. Y punto. No murió nadie. ¿Qué pasaría si un autor describiera en su novela "Atrapados" (título ficticio, ojo) que hay un derrumbe en un túnel a más de 500 metros de profundidad y salen varios cientos de mineros y ninguno muere? Yo sé lo que pasaría: los sesudos dirían que no es "realista". ¿Cómo no va a morir alguien?, dirían, ¡es un ingenuo!, añadirían. Y resulta que en la realidad, ¡no murió nadie! ¡Já!

Tercero. Quedaron 33 mineros atrapados, del otro lado del derrumbe. En ese momento, se les consignó como desaparecidos. Cuarto. Pasan 17 días de incertidumbre, durante los cuales los familiares de los desaparecidos se presentan en las inmediaciones de la mina a exigir que se continúen las tareas de búsqueda. Aseguran que sus seres queridos están vivos, que hay que seguir buscando. Sale a la prensa los problemas que tenía la mina, los conflictos con la compañía minera, la intervención del gobierno chileno que se compromete a hacerse cargo de la búsqueda y del eventual rescate, etc. Se perforan varios huecos y se usan sondas para intentar dar con los mineros, de los cuales sigue sin saberse nada.

Quinto. El 22 de agosto ocurre lo insospechado: ¡aparecen los mineros! Una sonda logra dar con el refugio y uno de ellos, el jefe, le conecta un mensaje que reza "Estamos bien en el refugio los 33". De nuevo, parece que la realidad se sobrepone a la ficción, ¿no?, porque nuestros sesudos críticos de los finales felices dirían de una novela así: ¡qué ñoñez! ¿Cuáles son las probabilidades de encontrarlos vivos y a todos ellos? ¡Muy pocas! Pues sí, normalmente muere gente, pero en este caso, que es real, resulta que los 33 desaparecidos estaban todos vivos. Todos. No murió nadie. ¿Ñoño? A mí me parece simplemente un hecho de la realidad...

Sexto. Comienzan las tareas de rescate por un lado y de mantenimiento de vida por el otro. Establecen sistemas de comunicación con los mineros, les envían medicinas, comida y otros implementos, logran conectar a las familias con ellos, y entretanto, se traen inmensas máquinas perforadoras que horadan la roca para lograr llegar hasta los atrapados. No es una máquina, son tres. Y poderosas. ¿Exageración de la mente de un autor? ¡Qué va! De nuevo, la realidad. Hecho a la vista, comprobado. Ni siquiera es una suposición, las máquinas pueden verse y palparse.

Séptimo. A pesar de los oscuros pronósticos, una de las perforadoras llega hasta el refugio de los mineros un mes y medio antes de lo previsto (y temido). Se reviste parte del pozo con acero, se construye una cápsula especial para traer a los mineros a la superficie y en una operación que se desarrolló sin incidentes (nada de tragedias, por cierto), la cápsula llega hasta el fondo y uno a uno, todos los mineros son rescatados de las profundidades de la tierra. Sale el último socorrista también, se sella el pozo y punto. Los mineros son trasladados al hospital más cercano y el reporte médico es: muy satisfactorio. Algunos presentan algunas fallas de salud, atribuibles todas a condiciones preexistentes al accidente, pero la mayoría se encuentra en excelentes condiciones. O sea, no sólo estaban vivos, en efecto estaban bien. Final feliz.

¿Qué dije? ¿Final feliz? Sí, para disgusto de los pesimistas y amargados pregonadores de desastres, tenemos un final feliz. ¡Contra todos los pronósticos! ¿Es irreal? ¿Es ñoño? ¿Es inverosímil? ¿Es infantil? Imposible, porque no se lo inventó nadie: ocurrió en nuestra realidad.

Lo mejor de todo es que si indagamos en incontables historias de accidentes y desastres, encontraremos un gran número de finales felices como éste, más de los que podría uno pensar que existieran si creyéramos que la realidad siempre es negra y cruel, porque la vida no es una cadena de desgracias incontenible, sino un caleidoscopio de infinitas posibilidades, entre las cuales abundan los finales felices que precisamente permiten que la vida siga existiendo. Es absurdo exigir a un autor que siempre culmine sus historias de manera trágica, si la propia realidad no se prodiga en tragedias con esa frecuencia. Ya es hora de dejar la nota amargada y pesimista y asumir la verdadera realidad: pintas de agrio y dulce, de tragedia y comedia, de blanco y negro, de grises y multicolores, de variedad y maravilla. Y por sobretodo, de coherencia: lo que bien se comenzó, bien se terminó (¿no lo dijo por ahí el propio Shakespeare, que no sólo escribió magníficas tragedias sino también estupendas comedias?). Así estamos.

P.D. Quien quiera argumentar que las historias felices no gustan y no venden como las trágicas, que me explique entonces por qué hubo unos mil millones de televidentes en el mundo presenciando el rescate. Si eso no es vender una historia, ya no sé qué puede serlo... ;)

1 de octubre de 2010

Todo llega

Y ya llegó PerVersiones: Historia. Parece increíble que hasta hace poco menos de un año, era tan sólo un proyecto literario compartido con colegas entusiastas desarrollando ideas, y que hoy ya tengamos entre manos dos volúmenes completos con nuestros relatos, "perversionando" historias, adaptando personajes conocidos a nuevos entornos, divirtiéndonos con las infinitas posibilidades que la literatura puede brindarnos a la hora de crear nuevos mundos. Pero así es. Y hoy, 1ro. de octubre del 2010, se ha puesto al alcance del público nuestro segundo volumen perversionado, el que se introduce en los vericuetos de nuestra historia (incluso nuestra prehistoria) y especula con lo que pudo ser, con lo que quizá fue, con lo que quizá aún puede suceder. ¿En qué consiste nuestra propuesta?

Con un estupendo prólogo del escritor Teo Palacios, nuestro nuevo volumen trae nuevos y relucientes 23 relatos originales que perversionan distintos episodios de nuestro pasado, desde aquellos ubicados hace millones de años hasta algunos más recientes sucedidos en el siglo XX. He aquí la ficha oficial:

Fecha de lanzamiento: 1ro de octubre 2010
Número de Páginas: 232
Portada: Irene Domínguez (Namtaru Creations)
Prólogo: Teo Palacios
Precio: 11,19 €

El concepto de Historia ha cambiado mucho a lo largo de la misma. La forma en la que hoy en día vemos lo que sucedió antes de nuestra existencia poco tiene que ver con la forma en la que lo veían nuestros antepasados. De la concatenación de fechas sin mayores explicaciones, hemos pasado a las causas y los efectos.

Y aún más allá.

En la Historia las causas sencillas pueden dar lugar a múltiples e insospechados efectos y un suceso insignificante como el batir de alas de una mariposa puede tener consecuencias trascendentales, cambiando el curso de los acontecimientos.

Este segundo volumen de (Per)versiones juega con esa variabilidad en la hasta ahora inalterable Historia. Reinterpretando sus hechos y verdades y, en ocasiones, cambiando sus causas y efectos.

¿Quién puede asegurar que no hayamos dado con los correctos?

Este volumen de (Per)Versiones lo componen un total de 23 relatos:

Ediacara (Héctor Gómez Herrero)
El Evento Toba (Josep Martin Brown)
La Nariz de su Majestad (Jorge Asteguieta Reguero)
Antes muerta que sin Sila (Virginia Pérez de la Puente)
El Horror de la Galia (Moisés Cabello)
¿Tú también, hijo mío? (Laura Quijano Vincenzi)
Hannibal ante portas (Leonardo Ropero)
Llegaron de Noche (Diana Muñiz)
Los Herederos de Gengis Kan (Juan José Tena)
Mi Querido Señor H. (Vanesa Benítez Jaime)
Almirante (Adolfo Rodríguez)
César o Nada (Ricardo Montesinos)
Sic Transit (Aintzane Egiluz Romero)
La Hora de los Héroes (David Prieto)
El rey que no quiso mandar (Juan Carlos Pereletegui)
Amor de Madre (Juan de Dios Garduño)
El diario perdido de Van Gogh (Mario Manzano Vázquez)
La Mascota del Titanic (Manuel Osuna)
Merci Beaucoup (Carlos Tosca Marín)
Flecha Rota (Alejandro Guardiola)
Planeta Rojo (José María Pérez Hernández)
Hay un gallego en la Luna (Alex V. Vegas -Uwe-)
IGOD (Julio Igualador -Iulius-)


Hace unas semanas apareció la versión nano de "Hay un gallego en la Luna", de Alex V. Vegas (Nanoediciones), que se puede descargar e imprimir, y queda estupendo. Por supuesto, para obtener el libro impreso, sólo es preciso acudir a Cyberdark, Lulu o Bubok o acudir a la lista de tiendas físicas que aparece en el blog oficial de PerVersiones Literarias. Y si se le quiere en versión pdf descargable, o en epub, también se obtiene gratuito en Cyberdark.

¡A disfrutarlo!

(P.D. Cualquier opinión con respecto a estos relatos, es bienvenida. Y si quieren comentar aquí "¿Tú también, hijo mío?", que es mi relato per-verso, ¡pues adelante!)