31 de agosto de 2011

Sobre la importancia de la ficción

Aunque no conozco su obra y apenas hace unos meses me enteré de su existencia, el otro día me detuve en el blog del escritor estadounidense Brad Meltzer y leí con interés dos entradas de este año. Tengo entendido que escribe obras de misterio y suspenso, particularmente intrigas políticas, y que sus libros se venden bien en Estados Unidos. No sé cómo escribirá literatura, pero debo admitir que una de esas entradas, una muy interesante llamada "Does fiction matter?" (¿La ficción importa -es importante-?) contenía un artículo bien estructurado y razonable, en el que destilaba nociones (que ya sabemos) de manera lógica y clara.

¿La ficción importa? Su respuesta básica era: No. No importa. Después de todo, la ficción no existe, no es real. ¿Qué cosas pueden importarnos en nuestras vidas? Pues nuestras vidas, precisamente. Lo que de verdad ocurre, lo que de verdad va a ocurrir, lo que puede afectar el curso de nuestra existencia y el de la de nuestros seres queridos. La realidad, en otras palabras, nuestro entorno, nuestro universo auténtico. Lo demás, lo inventado, es nada. No puede ser importante algo que no existe.

Meltzer asegura que, tratándose de un autor de obras de ficción, su respuesta debía ser el que la ficción sí importaba, pero admite que algo que ha surgido de la imaginación, una historia inventada de sucesos que nunca sucedieron, con personas que no existen y que no existirán, no puede ser importante. Al mismo tiempo, sin embargo, se hace la siguiente pregunta: Si la ficción no es importante, ¿por qué entonces se prohíben los libros (de ficción)? ¿Qué sentido tiene prohibir algo que no es importante?

Entonces da vuelta a todo el razonamiento y resulta que con este dato podemos deducir que la ficción nos importa tanto que nos tomamos la molestia de prohibir los libros de ficción, incluso al punto de quemarlos. Y supongo que muchos de nosotros hemos de recordar numerosas épocas oscuras en las que los libros, la mayoría de ficción, eran quemados en inmensas hogueras, sus dueños castigados y sus autores perseguidos. Aún hoy en día, los sistemas de educación pública se atreven a prohibir ciertas lecturas -de ficción- a los chicos, y hay padres que exigen que algunas sean definitivamente retiradas de las bibliotecas. Hay debates furiosos en torno a la edición de ciertas historias y aún contemplamos cómo un autor fue condenado por un régimen religioso y amenazado de muerte por una de sus obras de ficción. Sí, me refiero en el primer caso al reciente debate, bastante furibundo, que se suscitó en EE.UU. cuando una editorial se atrevió a quitar la palabra "nigger" de la novela Huckleberry Finn, del autor Mark Twain. Furiosas palabras, debates, discusiones filosóficas y pedagógicas, sociales e históricas en torno a una palabra en una obra de ficción. Y en el segundo caso, supongo que todos recordamos la condena que lanzó el Ayatolah contra Salman Rushdie por su novela Versos satánicos.

Entonces, aunque parezca ilógico que sea importante una obra que cuenta historias ficticias, con personas que no existen y que muchas veces ocurren en lugares que ni siquiera son reales, resulta que sí importa y lo hace desde tiempos lejanos, cuando se cantaban odas épicas en honor de los héroes y se contaban leyendas a la luz del fuego, hasta los días actuales en que las obras narrativas ficticias circulan por millares en  todo el mundo y encienden enconadas pasiones.

Brad Meltzer asegura que las historias ficticias son poderosas. Y creo que tiene razón. Después de todo,  podemos darnos cuenta de que las historias están cargadas de emociones, ideas, tesis y contratesis, visiones de mundo, aspiraciones y sueños, miedos y tristezas, mensajes y advertencias. Llevan esta carga emocional hasta la psique más esencial del ser humano y muchas veces nos mueven a actuar de una manera u otra, a pensar de una manera u otra. No hay nada más potente que una historia para transmitir un mensaje. Meltzer pone el ejemplo precisamente de Huckleberry Finn, una historia que contaba el viaje de un niño, pero que se transformó en una poderosa denuncia contra la esclavitud, contra las injusticias de un EEUU convulso, y que aún hoy en día sigue moviendo conciencias y encendiendo debates.

Se dice que en tiempos de los Tudor, las obras de Shakespeare torcieron la opinión pública en contra de algunos reyes, como Ricardo III. Son obras ficticias, representadas por actores, pero el público se las tomó muy a pecho y aún hoy en día Ricardo III sigue ostentando una oscura reputación, quizá inmerecida. Se dice también que el Werther de Goethe provocó olas de suicidios en la Alemania del siglo XIX y bien se sabe que muchos inventos y descubrimientos de la ciencia fueron inspirados en las grandes mentes del siglo XX por su enorme afición a leer las historias de ciencia ficción que contaban sobre alcanzar las estrellas y dominar el mundo físico que nos rodea. Además, no hay que olvidar que todas las religiones del mundo basan sus enseñanzas y sus doctrinas en la narración de innumerables historias, muchas de ellas abiertamente ficticias (como las parábolas del Nuevo Testamento), para transmitir y hacer llegar de manera eficaz sus propios mensajes.

Hoy en día sentimos el poder de las historias. Escuchamos y leemos historias, las vemos en el cine y en la TV, seguimos alabando y admirando a los autores que nos encantan con ellas y no parece que haya un horizonte ni un fin para su poder.

Entonces sí... la ficción importa.



19 de agosto de 2011

Nuevas y viejas ideas en torno al mundo autoral

Ya publicó Forbes la lista de los 10 autores que más dinero recibieron en el 2010. Por supuesto, dicha lista está copada por autores de habla inglesa, la mayoría de los cuales (quizá todos) han sido debidamente traducidos y editados en español, amén de infinidad de otros idiomas. Como cualquiera podría muy fácilmente adivinar, los géneros que dominan estos autores son el suspenso, el terror, el romance paranormal y el romance corriente, con algunas excepciones como Ken Follet, que también ha incursionado y hecho dinero con novela histórica (Los Pilares de la Tierra, Un Mundo sin Fin y La Caída de los Gigantes). Nada de esto, pues, es noticia. Lo que sí llamó mi atención, sin embargo, es que el origen de sus abultados ingresos no se halla solamente en la publicación de libros (que sigue siendo parte importante de sus actividades profesionales, todo hay que decirlo), sino el hecho de que Forbes incluye los ingresos que reciben por otra gran variedad de rubros, desde adaptaciones de los libros al medio cinematográfico o televisivo, hasta la incursión en otros géneros como el cómic, o, y aquí destaca la novedad de los tiempos, a la mayor o menor incursión que han hecho en el mundo del libro electrónico, cuyo impacto ha ido en aumento en el mundo.

Así las cosas, por ejemplo, el primero de la lista, el autor James Patterson, famoso por sus thrillers, recibió unos $70 millones el año pasado no sólo por concepto de sus libros vendidos (acaba de firmar un jugoso contrato de publicación para los próximos años) sino también por sus tratos con el mundo de la televisión, de los videojuegos y del cómic, y, en este último año, por su exitosa incursión en la venta de libros electrónicos. Otro tanto se puede decir de Stephanie Meyer, que recibió hasta $40 millones por sus libros, tanto los impresos como los digitales, y por la adaptación al cine de su exitosa saga de vampiros. El tercer autor mejor pagado, con $34 millones recibidos en el 2010, es Stephen King, que no sólo publicó su novela # 51 (Under the Dome), sino que también se ha mantenido activo en otros trabajos (cuentos, reseñas, críticas, poemas), los cuales han aparecido en diversas publicaciones periódicas que gran prestigio. Otros autores incluidos en la  lista se caracterizan por haber ampliado su actividad editorial a los libros digitalizados y a la incursión en otros rubros, como el comic, pero de todos ellos quien destaca por sus "bajos" ingresos es precisamente la # 10, la autora J.K. Rowling, cuyo descenso en la lista se ha debido, principalmente, a que no ha publicado nada nuevo y a que se ha resistido, ojo, se ha resistido a incursionar en el libro digital. Esta situación cambiará muy posiblemente durante el presente año, pues ya se ha lanzado su sitio pottermore.com, en el cual habrá tienda virtual con los libros de Harry Potter en versión electrónica y otros de su autoría.

La digitalización afecta ya, de manera positiva o negativa, el bolsillo de autores y de editores. Estamos en una era cambiante, donde lo electrónico se posiciona e impacta nuestras vidas de manera notable. No estamos hablando de que el libro de papel está muriendo o de que en los próximos años veremos desaparecer las librerías, no. Simplemente, este mundo virtual se ha integrado a nuestro mundo real de manera simbiótica, al punto de que para un autor es preciso estar presente en las estanterías reales tanto como en las virtuales, y para las editoriales, también.

A la par de los simples e-books, de hecho, han aparecido nuevas formas de escribir y de ser leídos, de crear literatura y de incrementar las vías de publicación de las obras literarias. Un par de ejemplos curiosos y bastante radicales son los acuerdos escritor-lector, como en Unbound, o la moda increscendo de las novelas de teléfono celular (cell phone novels), que son todo un fenómeno generacional y editorial en Japón, China y más recientemente en otros países de Asia, y que prometen expandirse a todo el mundo.

Unbound es un sitio (y me parece que no es el único) en el que un autor propone una idea para un libro a una comunidad de lectores potenciales. Si recibe el apoyo (económico) de un # determinado de lectores que se sienten interesados en dicho libro, comienza a escribir. Durante el proceso publicará informes de su progreso, publicará borradores y conversará activamente con sus seguidores, hasta que el proyecto es exitoso o tenga que cerrarse, en cuyo caso los lectores recibirán un reembolso o podrán dirigir su apoyo a otro autor en ciernes. Si el proyecto es exitoso, el libro es publicado en papel en edición limitada y enviado a los "seguidores" o descargado como libro electrónico. Algunos seguidores importantes (o sea, que han ofrecido un gran apoyo) podrán incluso ser incluidos en los reconocimientos del libro publicado. ¿Se hará más popular en el futuro este tipo de métodos? Tal vez, de momento resulta muy interesante.

Las novelas de teléfono celular, o las llamadas cell phone novels, son auténticas novelas escritas originalmente en los teléfonos celulares por sus autores. Sus capítulos suelen tener unas 70 o 100 palabras, pues la técnica que emplean los autores es la del mensaje de texto, y se descargan en los teléfonos celulares de sus lectores por la misma vía con la que reciben sus mensajes normales. Existen plataformas en la web, naturalmente, que sostienen las novelas y de hecho, estas pueden ser leídas en la computadora, pero la mayoría de los lectores prefieren hacerlo en sus teléfonos celulares. Hoy en día, las novelas de celular más exitosas han visto la luz en formato de papel, y publicadas por editoriales tradicionales, y han vendido cientos de miles de ejemplares, demostrando su poder. ¿Será una moda o cambiará la manera en que escribimos o leemos? No lo sé, pero no deja de ser una muestra de cómo la tecnología puede afectar de manera sorpresiva el mundo intenso de la literatura.

En cualquier caso, sí puedo añadir un comentario, y es que sea que domine el libro electrónico, sea que éste sea escrito a mano o en celular, sea que pactemos con nuestros autores el libro que queremos leer o que sigamos comprando libros de papel, la que sigue viva, la que aún llena corazones e impacta mentes y vidas es la propia literatura.