28 de noviembre de 2011

Sobre lo que significa escribir y otros demonios

Hoy me he estado preguntando por qué *** escribo (ficción). No me pregunto los porqués de los correos electrónicos, de los mensajes en Facebook (o en Google+) o de los mensajes telefónicos, pues todo eso es casi como charlar y no vale tanto como ejemplo de "escritura". Me lo pregunto en cuanto a mi afición (¿obsesión?) por la escritura de ficción.

Sí, es verdad que muchas veces se ha hecho uno la misma necia pregunta y muchos autores han contestado dicha inquietud con más o menos brillantez y quizá ingenio. ¿Por qué escribe un autor? ¿Porque debe "sacar" lo que lleva dentro y estamparlo en papel? Eso está muy bien, pero uno puede "sacar" lo que lleva dentro también hablando. Contándole a alguien de tu confianza sobre tus pesares y tus alegrías, o a alguien que comparte tus aficiones o tus intereses sobre tus proyectos e ideas.

Ah, que estamos hablando de historias... Pero, ¿qué es una historia, después de todo? ¿No es una forma de decir de manera indirecta qué piensas o sientes sobre determinado tema? A veces me pregunto si no estará uno echando sus propios demonios dentro de la tremebunda historia que está contando. Por ejemplo, si te sientes deprimido, atormentado, cargado de tristeza y decepción, puede ser una buena manera de auto-sanarse contar una historia deprimente y macabra y ensañarte con los personajes (en vez de hacerlo con quien nos causa tanto pesar), o al revés, contar una historia tan feliz y tan empalagosa que te haga creer de nuevo en la Humanidad y te permita limpiarte de tus oscuridades.

Pues pensando en historias, sí resulta algo engorroso contárselas a alguien, en especial si son muy largas. Convenimos en que es más práctico escribirlas. Y sin embargo, ¿por qué ser indirecto? ¿Por qué no ser directo y decir simplemente: me siento agobiado por mis problemas?

Supongo que ahí está algo del quid del asunto.

¿Por qué escribimos? Parece que una razón muy probable es para deshacernos de nuestros demonios a través de historias ficticias que disfrazan nuestras auténticas oscuridades.

Otra razón probable es que pensamos que merecemos la inmortalidad. O más bien, que nuestra historia merece la inmortalidad (o nuestros versos, que los poetas no andan muy lejos de los narradores). Después de todo, a las palabras dichas se las lleva el viento, ¿no? Causan impacto en quien las recibe y quizá no las olvide nunca, en particular si son negativas o duras, pero solo en esa persona. En cambio, si las estampas en piedra o papel, serán impactantes (o eso queremos creer) para generaciones enteras y para muchas personas a la vez. Y es que nuestro mensaje, o la transmisión de nuestra imaginación nos parece tan estupenda que no nos resignamos a que se diluya en nuestro entorno, sino que es preciso que quede fijada para siempre (todo lo siempre que se pueda).

O quizá solo queremos un reconocimiento de parte de nuestros semejantes...

O tal vez solo queremos ganar dinero (hay autores que lo logran, aunque parezca increíble).

También hay otra razón, muy simple pero cierta: Quizá es solo que no sabemos hablar sin meter la pata. Sí, existen esos casos de autores que mejor harían cerrando la boca y poniendo en acción la pluma, pues con ésta última suelen decir cosas hermosas o valiosas, mientras que con la primera solo causan problemas. Hay personas así: escriben porque no pueden hablar. Escriben porque no saben cómo expresar lo que piensan o sienten de otra manera. Escriben porque sus demonios los traicionan cada vez que expresan en voz alta sus pensamientos.

Y quizá muchos autores escriben por todas estas razones juntas. ¿Quién sabe?

13 de noviembre de 2011

Novedades en mi mesa de publicaciones

Estos últimos tres o cuatro años mi vida literaria ha estado marcada sin duda por los relatos. Cuando en el pasado solía pensar solo en términos de novelas (e historias que se desarrollaban a lo largo de varios capítulos, muchas veces largos, y numerosos), estos tiempos han sido en cambio el reinado de las historias cortas, con pocos personajes e ideas centrales -nada fáciles de escribir, por cierto-, de una manera que nunca preví. Y han sido muy satisfactorios y hasta productivos, pues varios de ellos han visto la luz en diversas publicaciones antológicas compartidas con otros autores que les ha permitido a mis letras tener un pequeño acceso al mundo de los lectores, suerte que no han tenido aún la mayoría de mis novelas o mis proyectos novelísticos.

Esta larga parrafada era para presentarles la más nueva publicación antológica que incluye, cómo no, uno de mis relatos. Lo escribí el año pasado, pero como muchos de ustedes comprenderán, dado que el camino de la publicación editorial nunca es expedito, no ve la luz hasta ahora. El relato se llama Objeto No Identificado y es parte de una colección de ocho relatos de ciencia ficción escritos por ocho autores ticos, cuatro hombres y cuatro mujeres (casualidad pura) y que publica la editorial EUNED con el nombre de Objeto No Identificado y otros cuentos de ciencia ficción. Su presentación oficial será este viernes 18 de noviembre a las 6 p.m. en el salón "Julio Verne", en la Antigua Aduana, en el marco de la XII Feria Internacional del Libro, por si quienes están en Costa Rica, y en particular en San José, quieren asomarse a visitarnos. =)

Es un honor que el título de mi relato sea el que encabece la colección, por cierto, pero no crean que es porque es el más bonito, o el más largo, o el que va primero, o algo así. Fue una casualidad. En realidad, tiene que ver con un juego de palabras que hizo la autora de la introducción del libro, la profesora Rachel Haywood Ferreira, entre la ciencia ficción costarricense y su identidad, en la que ella establece que aquella es aún un objeto no identificado, no al menos de manera plena. Muy interesante presentación, por cierto, y muy recomendable antes de adentrarse en los cuentos propiamente dichos.

Son, como dije antes, ocho cuentos. Aparecen por orden alfabético del primer apellido del autor, por lo que el mío es el penúltimo. El primero, Sin protocolos de seguridad, de Mariana Castillo, trata sobre un futuro cercano en el que las familias pudientes y quizá de clase media alta de San José, han construido una especie de segundo San José, completamente fortificado, con todos los servicios disponibles, en los que la seguridad es extrema y se desconoce la delincuencia. Un joven residente recién graduado decide "hacerse hombre" escapándose de la ciudadela y adentrándose en las oscuras calles de un San José míticamente oscuro. En el segundo cuento, Bajagua, un investigador del gobierno llega a un pequeño pueblo a estudiar la veracidad de algunos reportes de actividad paranormal en el lugar, que aparentan tener relación con presencia extraterrestre. Lo interesante comienza cuando uno descubre que el investigador es tremendamente escéptico. Ambos cuentos han sido situados en Costa Rica.

El tercer cuento, Órdago, nos lleva muy lejos de La Tierra, hacia un planeta con características similares, donde un viajero y su esposa tienen que aterrizar y permanecer por un tiempo mientras intentan reparar su nave para seguir su camino y reencontrarse con otros humanos, fugitivos de una terrible catástrofe que los ha dejado sin hogar. La extraña relación que ambos entablan con los lugareños, especie de alienígenas muy similares a nosotros, es el nudo de la historia. Inquietante y poderosa, una de las que más me impactó.

El cuarto cuento, El ejército de Onara, también nos lleva muy lejos de La Tierra, a un planeta marginado al que una importante tropa del ejército humano ha sido enviada para tratar con una poderosa e intrigante fuerza alienígena, difícil de comprender y quizá de eliminar. El siguiente relato, Sueños combatidos, nos regresa a la Tierra, pero en el futuro, donde una compañía que vende paquetes de sueños se ve atacada por tremendos hackers que amenazan con traerse abajo el negocio. Por otro lado, Raquel y los Emperadores, el cuento siguiente, narra una historia extraña, sobre conspiraciones globales a cargo de entes incomprensibles y poderosos, pero muy enfocada en las vivencias de su protagonista y su relación con Raquel, una chica pobre de Nicaragua, y con el ente que controla su vida. El relato transcurre en el tiempo presente y entre Costa Rica y Nicaragua, de manera natural y fluida.

El penúltimo cuento, Objeto No Identificado, se ubica en una Costa Rica del futuro, en la que dos biólogos se encuentran con cuatro extraños objetos en lo profundo de un bosque, justo el día antes de que éste está a punto de desaparecer bajo el embate de una compañía de biocombustibles que piensa talarlo para sembrar otro tipo de plantas. El extraño descubrimiento tiene consecuencias inesperadas para ambos.

Finalmente, Amor virtual, el último cuento, narra la relación que se entabla entre dos jóvenes en un tiempo en que los contactos personales están absolutamente prohibidos entre todos los habitantes, ante la posibilidad de contraer una mortal y contagiosísima enfermedad, por lo que la única manera de relacionarse es mediante la conexión virtual. Y también, la única manera de amarse.

Ahí los tienen. Los invito a descubrirlos por ustedes mismos y a comentarlos y disfrutarlos. =)