Todos los artistas (incluyendo los autores literarios) se han de enfrentar, tarde que temprano, a la crítica. Es inevitable y predecible. Nadie se escapa de un juicio, sea lanzado por un académico o un estudioso, un periodista o el tipo de la esquina que se fijó en la obra en cuestión y también tiene su opinión sobre ella. No hay manera de ser artista, en cualquier arte, sin verse expuesto a ella.
Así que, de entrada, el primer consejo que todo artista debe recibir antes de pensar en dedicarse a su arte es:
Espera la crítica.
¿A qué cuento viene esto? Ya he hablado de la crítica antes, y supongo que volveré a hacerlo, pero en esta oportunidad, mi inspiración viene de una nutrida conversación (o discusión) en Facebook a propósito del lanzamiento de un nuevo libro que reúne un grupo de cuentos de varios autores. Uno de los autores implicados se permitió criticar algunos de los cuentos y alguno de los otros autores se sintieron "sensibilizados" ante este hecho, como si fuera sorprendente que ocurriera. De ahí se derivó una discusión sobre la crítica, los autores, la literatura, la teoría literaria, y otros etcéteras relacionados que me llevó a esta reflexión.
Sigamos.
Una de las autoras que manifestó su molestia frente a la crítica avanzó el argumento de que no se debe dirigir a un autor en su escritura, porque la escritura es un arte con un estilo que debe ser definido por el propio autor y decirle lo que debe hacer y cómo hacerlo es constreñir su imaginación y su creatividad. Más adelante se quejó de que criticar a un autor joven, en especial si es realmente joven, es dañino, porque puede desalentarlo para que siga con la escritura, cuando lo que debe hacerse es animarlo a continuar y mejorar.
Otros le contestaron con que la crítica (la buena) precisamente hace mejorar la escritura al señalar lo que puede y debe corregirse en los escritos. ¿Y qué es buena crítica? Esto generó otra discusión, porque algunos piensan que la buena crítica solo viene de los académicos con títulos universitarios y estudios en teoría literaria, mientras que otros opinan que la crítica debe ser completamente abierta y venir de todas partes.
Pues, todo eso está muy bien, aunque me parece que hay relatividades que deben ser consideradas y todo autor tiene derecho a enfrentarse a la crítica con su propia visión y su propio juicio del asunto. ¿Cómo?
Primero: ¿cómo hemos de entender la literatura? La entendemos como un arte. Eso significa que si bien no está sujeta a las rigurosidades de la investigación científica, existen ciertos lineamientos técnicos y teóricos que han de seguirse sí o sí. Por ejemplo, siendo la literatura el arte de la palabra, el primer lineamiento técnico de exigencia absoluta es que el autor DEBE dominar la palabra. Nadie que no sepa escribir puede ser escritor, así como nadie que no sepa pintar puede ser pintor. Y saber escribir implica un dominio superior al del promedio de sus coterráneos y coétaneos en general, porque si no ¿para qué diferenciar un escrito literario de uno corriente? Otros lineamientos técnicos van unidos al sector del arte literario al que el autor se dedica: si es poeta, sigue las convenciones sobre la creación poética, si es narrador, sobre la narrativa, si es dramaturgo, sobre el teatro, etc. ¿Qué convenciones? Que si vas a narrar un cuento, tendrás un argumento, unos personajes, unos hechos que cuentan una historia y un desenlace a esos hechos. Si no cumples con ello, pues... no estás narrando nada. ¿Me siguen?
Segundo: ¿cómo hemos de entender la crítica? La entendemos como la acción de leer, analizar y exponer razonamientos sobre una obra literaria a la que se juzga. En otras palabras, es un juicio, pero este juicio debe ser fundamentado y razonado, sin importar si es positivo o negativo. Cualquier opinión que se limite a "me gusta" o "no me gusta" no vale como crítica, solo como opinión.
Así las cosas, ¿cómo enfrento la crítica?
Aquí es importante que definamos qué ha de valorarse y qué no. Por ejemplo, ¿es realmente esencial que el crítico sea un estudioso académico con varios títulos detrás?
Pienso que no.
Lo importante es que la crítica sea fundamentada, razonada, y que el crítico maneje criterios claros sobre los que basa su juicio. Con que sea una persona informada sobre la materia que juzga es suficiente. Recordemos que se habla de artes, no de ciencias, por lo que un buen lector, que tiene muchas lecturas a su haber, que conoce bien sobre el género y el estilo de diversos autores, que maneja criterios claros sobre los que basar su juicio, se basta como crítico, sin necesidad de ser PhD ni nada por el estilo.
¿Cómo sé yo si el crítico es así? Pues aquí hay que aplicar el sentido común. Todo escritor ha de ser lector primero y como lectores nosotros mismos tenemos nuestros juicios. Si yo leo una crítica mal escrita, plagada de clichés y donde se nota que no hay suficiente información ni lecturas, no puedo tenerla en consideración. Un crítico literario que no sabe escribir automáticamente se descalifica como tal. Y punto. ¿Cómo puede juzgar el arte de la palabra quien no la domina?
Luego, ¿he sido yo lo suficientemente autocrítico de mi propia obra o me creo un genio incomprendido? Nadie nace aprendido ni se es perfecto en nada. Toda obra puede ser juzgada y todos pueden leerla de manera distinta. Entonces, antes de exponer mi obra al público debo ser consciente de que puede tener fallos y de que es posible que el crítico bien informado tenga razón en lo que juzga.
¿Puedo diferir de la opinión del crítico? Por supuesto. Porque sea crítico tampoco significa que siempre acierte. Es humano, como yo, y puede tener errores de percepción, igual que yo.
Pero no nos apuremos a diferir de su opinión. Primero se le escucha y luego se analiza el texto. Quizá tiene razón. Y quizá nosotros no supimos ver el fallo a tiempo. Si lo descubrimos, aceptamos el juicio y procuramos no cometer la misma falla en el siguiente texto. Si después de un análisis desapasionado y racional, concluimos que el crítico no lleva razón, lo dejamos pasar y en paz. No hacemos cambios ni nos preocupamos más por el asunto.
Finalmente, ¿tiene razón la autora que defendió la juventud como excusa para la crítica suavizada? Ni por asomo.
Una vez que se expuso una obra, esta puede ser juzgada con toda la dureza del caso, sin importar la edad del autor, en especial si dicha obra no es un ejercicio de aprendizaje sino una obra que sale a la venta y va a ser adquirida por un público que arriesga su dinero y su tiempo con ella. Si estoy en un aula de niños de cuarto grado y les asigno como tarea escribir un cuento, puedo ser suave en mis críticas, pero nunca falsa, porque no estaría enseñándoles nada, excepto a ser alabados sin merecerlo. Pero, si estoy en una librería y compro un libro escrito por X y el libro es un bodrio, ¿por qué ha de importarme si tiene 18 años o si tiene 80? Lo que me importa es que el libro sea bueno o sea malo. Y nadie puede criticarme por eso.
Si alguien se desalienta de seguir escribiendo porque recibió críticas negativas, entonces que se desaliente. No será nunca un escritor y mejor que se dedique a otra cosa. La vida del escritor está plagada de críticas, negativas y a veces positivas, y es un camino largo y tortuoso que el escritor debe enfrentar con entereza.
Así es. Y así siempre será.
26 de mayo de 2012
23 de mayo de 2012
Escribir un best seller
Miente, o es realmente muy idealista, quien no se habrá preguntado alguna vez, en la oscuridad de sus sueños aún no cumplidos de convertirse en escritor profesional, cómo podría encontrar la fórmula para escribir algo que realmente se venda como pan caliente y le permita, por tanto, dedicarse a la escritura de forma exclusiva. ¡Son tantas las ilusiones puestas en cada proyecto y tantas las frustraciones que vienen detrás, que mirar una vitrina de librería y contemplar el último gran súper ventas brillando en todo su esplendor no puede menos que provocar estos pensamientos!
Los best sellers son malos. Los best sellers son productos comerciales encargados por las editoriales para llenarse los bolsillos. Un buen escritor jamás debe aspirar a escribir best sellers si no quiere traicionar la Literatura. Blah, blah, blah. Todos sabemos que esas frases son cliché, que pueden decir alguna verdad de muchos libros, no necesariamente "best sellers", pero que muchas veces solo reflejan una realidad incompleta. El mayor best seller del mundo de los últimos 50 años es La Biblia. Mal puede ser considerada un producto editorial fabricado para las masas. El segundo son los pensamientos de Mao. Igual consideración.
Los best sellers no son otra cosa que los libros más vendidos. Eso es todo. Y se venden bien porque la gente los compra en cantidades masivas. Y la gente los compra en cantidades masivas porque... bueno, por un sinfín de razones, entre las que sí se puede destacar, claro está, el mercadeo agresivo de las grandes editoriales detrás de sus títulos más "comerciales", pero también están otros factores. La mayoría de los libros que se venden bien tienen una calidad media, aceptable. Son libros agradables, entretenidos, que aportan al menos placer al público lector y quizá otras cosas. Algunos incluso son buenos libros, de la literatura considerada como gran arte. Otros, los menos, son libros reguleros que tuvieron la buena suerte de ser patrocinados por alguna editorial poderosa, pero que no dejarán huella en ningún sentido. Prácticamente ninguno es realmente malo, lo que convierte al best seller en una aspiración razonable para cualquier escritor de oficio que quiera tener al menos un título que le financie todos los demás.
Pues caemos otra vez en la pregunta: ¿cómo escribir un best seller? La única manera de saberlo es si también conocemos las razones específicas por las que un libro se convierte en un súper ventas y por las que otro pasa inadvertido. Algunas son obvias: mercadeo poderoso, alto número de ejemplares, fuerte campaña de promoción con aplicación de muchas clases distintas de técnicas, incluso de alta tecnología. Otras razones no son obvias, en particular cuando hablamos de libros no-encargados o no-patrocinados por ningún ente editorial poderoso, que suelen ser, de paso, los más mega vendidos. ¿Qué tiene ese libro para que se venda así?
¡Púf! Nada en particular. El autor dio con una idea y supo desarrollarla. Creó un personaje o un grupo de personajes atractivo, carismático, contó una historia interesante, quizá desarrolló algún tema humano convergente con el tiempo y el lugar, quizá explotó un tema de modo de manera original y atrevida, tal vez supo no solo abrir la historia sino también cerrarla, de manera que al final sus primeros lectores reaccionaron conmovidos, recomendaron el libro a sus amigos y colegas, el rumor se esparció y de pronto... surgió un súper ventas.
En el enlace original de esta pregunta, el articulista reflexiona sobre la lección de trabajo que le dio una medallista olímpica. A la pregunta ¿cómo consiguió su medalla?, ella respondió: Entrenando todos los días, por cuatro horas sin parar, en la enfermedad o en la salud, durante veinte años. No hay más misterio: practicó, trabajó, entrenó.
Ningún best seller surge de la noche a la mañana. Todos han sido el producto de un trabajo continuo y dedicado de alguien que se apasiona por lo que hace y quiere hacerlo bien. Sí, incluso los encargos. Y no se trata simplemente de querer alcanzar el estrellato. La mayoría no lo consigue, pero sí es posible vivir de la escritura creativa a niveles más que aceptables, con un volumen de ventas decente y disfrutando del oficio, pero se debe estar preparado para escuchar una verdad que no siempre gusta: el aprendizaje es largo, las fórmulas no existen y solo la práctica hace al maestro.
Ni más ni menos.
Los best sellers son malos. Los best sellers son productos comerciales encargados por las editoriales para llenarse los bolsillos. Un buen escritor jamás debe aspirar a escribir best sellers si no quiere traicionar la Literatura. Blah, blah, blah. Todos sabemos que esas frases son cliché, que pueden decir alguna verdad de muchos libros, no necesariamente "best sellers", pero que muchas veces solo reflejan una realidad incompleta. El mayor best seller del mundo de los últimos 50 años es La Biblia. Mal puede ser considerada un producto editorial fabricado para las masas. El segundo son los pensamientos de Mao. Igual consideración.
Los best sellers no son otra cosa que los libros más vendidos. Eso es todo. Y se venden bien porque la gente los compra en cantidades masivas. Y la gente los compra en cantidades masivas porque... bueno, por un sinfín de razones, entre las que sí se puede destacar, claro está, el mercadeo agresivo de las grandes editoriales detrás de sus títulos más "comerciales", pero también están otros factores. La mayoría de los libros que se venden bien tienen una calidad media, aceptable. Son libros agradables, entretenidos, que aportan al menos placer al público lector y quizá otras cosas. Algunos incluso son buenos libros, de la literatura considerada como gran arte. Otros, los menos, son libros reguleros que tuvieron la buena suerte de ser patrocinados por alguna editorial poderosa, pero que no dejarán huella en ningún sentido. Prácticamente ninguno es realmente malo, lo que convierte al best seller en una aspiración razonable para cualquier escritor de oficio que quiera tener al menos un título que le financie todos los demás.
Pues caemos otra vez en la pregunta: ¿cómo escribir un best seller? La única manera de saberlo es si también conocemos las razones específicas por las que un libro se convierte en un súper ventas y por las que otro pasa inadvertido. Algunas son obvias: mercadeo poderoso, alto número de ejemplares, fuerte campaña de promoción con aplicación de muchas clases distintas de técnicas, incluso de alta tecnología. Otras razones no son obvias, en particular cuando hablamos de libros no-encargados o no-patrocinados por ningún ente editorial poderoso, que suelen ser, de paso, los más mega vendidos. ¿Qué tiene ese libro para que se venda así?
¡Púf! Nada en particular. El autor dio con una idea y supo desarrollarla. Creó un personaje o un grupo de personajes atractivo, carismático, contó una historia interesante, quizá desarrolló algún tema humano convergente con el tiempo y el lugar, quizá explotó un tema de modo de manera original y atrevida, tal vez supo no solo abrir la historia sino también cerrarla, de manera que al final sus primeros lectores reaccionaron conmovidos, recomendaron el libro a sus amigos y colegas, el rumor se esparció y de pronto... surgió un súper ventas.
En el enlace original de esta pregunta, el articulista reflexiona sobre la lección de trabajo que le dio una medallista olímpica. A la pregunta ¿cómo consiguió su medalla?, ella respondió: Entrenando todos los días, por cuatro horas sin parar, en la enfermedad o en la salud, durante veinte años. No hay más misterio: practicó, trabajó, entrenó.
Ningún best seller surge de la noche a la mañana. Todos han sido el producto de un trabajo continuo y dedicado de alguien que se apasiona por lo que hace y quiere hacerlo bien. Sí, incluso los encargos. Y no se trata simplemente de querer alcanzar el estrellato. La mayoría no lo consigue, pero sí es posible vivir de la escritura creativa a niveles más que aceptables, con un volumen de ventas decente y disfrutando del oficio, pero se debe estar preparado para escuchar una verdad que no siempre gusta: el aprendizaje es largo, las fórmulas no existen y solo la práctica hace al maestro.
Ni más ni menos.
Etiquetas:
Cultura y sociedad,
Vida de escritor
7 de mayo de 2012
¿Necesita un buen escritor ser un asiduo lector?
La pregunta original, tal como me la encontré en uno de los grupos de LinkedIn es si un buen escritor necesita ser un lector fanático, pero para mis efectos prefiero el adjetivo "asiduo" que "fanático", calificativo que me resulta muy negativo la mayoría de las veces en que es utilizado. Así pues, este escritor lanzaba esta pregunta, que podría haber parecido muy obvia, tras una discusión con un amigo que pretende ser escritor pero a quien no le gusta leer libros. Lógicamente, la pregunta surge al instante: ¿puede uno ser un buen escritor sin sentir afición por la lectura?
¿Por qué lanzamos este tipo de preguntas hoy en día? Muchos escritores pueden estar de acuerdo conmigo si de inmediato contestaron "¡Por supuesto que sí!", pero luego uno se pregunta por qué existe la pregunta en sí. Y más se asombra uno cuando lee la anécdota que la originó y comprende que sí existen numerosas personas que pretenden dedicarse a la escritura sin sentir emoción alguna ni interés por la lectura. Y no puede uno más que cuestionarse si lo que creía con tanta convicción será cierto...
Supongo que hemos de admitir, de la mano de las investigaciones neurológicas, que la actividad de leer no involucra las mismas áreas cerebrales que la actividad de escribir, al menos, no necesariamente. Parece que leer y escribir son actos distintos, que implican habilidades desarrolladas en momentos distintos. Prácticamente puedes aprender a escribir antes de aprender a leer, y todos sabemos que lo normal es que los niños aprendan primero a leer antes que escribir. Es decir, no necesitan que vayan de la mano. Sin embargo, y aquí encontramos los primeros indicios de lo que creíamos saber tan bien, sí se correlacionan y una activa el desarrollo de la otra de forma directa. Si lees mucho, es muy probable que tu aprendizaje y desarrollo de la escritura se facilite y se mejore sustancialmente. Si escribes con asiduidad, puede que desarrolles nuevas sensibilidades lectoras.
Ahora bien, todos estos estudios a nivel biológico no nos aclaran una buena respuesta para nuestra pregunta. Ciertamente, no necesitamos leer para aprender a escribir ni viceversa, pero en la vida diaria ambas actividades alcanzan niveles de profunda relación, y en general toda persona alfabetizada puede escribir más o menos inteligiblemente. Si los maestros de escuela logran su cometido, incluso es posible que sus alumnos tengan una ortografía y una gramática más o menos decentes. Con la explosión de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, más personas están escribiendo a diario, muchas veces bastante mal, cierto, pero lo están haciendo. ¿Significa que todas sienten afición por la lectura? Ni por asomo. La mayoría sigue siendo una mayoría no lectora, como ha sido siempre desde hace siglos. ¿Es lógico pensar entonces que si tantos nuevos "escritores", que estampan historias personales y vivencias en sus blogs, muros y demás foros y mensajes de texto, no leen, significa que un buen escritor no necesita ser un asiduo lector?
Humm... pienso que no.
Veamos. Hay que distinguir la escritura diaria, común, el relato propio de vivencias personales que todos hacemos cualquier día, de la escritura creativa instituida como arte y como oficio. Vamos, que no es lo mismo mi amigo de la infancia que se abrió un blog para contar sobre sus viajes a la playa que un autor de literatura. ¿Por qué? Porque el primero no está creando nada.
De hecho, un escritor comercial, de esos que se dedican a redactar textos publicitarios, tarjetas de presentación, folletos turísticos o textos con aplicación de fórmulas SEO para posicionar websites en los buscadores de Internet (yo he hecho este tipo de trabajos, que conste), no necesita tanto material de base para crear sus textos, como un autor creativo que escribe relatos, poemas o novelas y que fascina con su escritura a millones de lectores.
¿Qué necesita un autor para crear sus obras? Inspiración, motivación, algo que contar o algo de qué hablar, cierto. ¿Dónde encuentra esa materia prima que lo lleva a crear mundos enteros, personajes vivos y situaciones extraordinarias? La realidad es una buena fuente, pero suele ser insuficiente. Y si uno presta atención a lo dicho por los grandes autores de la literatura universal, suele encontrar que una gran fuente de inspiración se halla precisamente en los... ¿adivinaron? Sí, claro, en los libros.
La literatura se alimenta y retroalimenta a sí misma. Los autores del pasado sirven de inspiración a los del presente y los de hoy serán la principal fuente de alimento creador de quienes escriban en el futuro. Así ha sido desde los orígenes de la civilización y así sigue siendo y será. ¿En quién se inspiraron los que inventaron la escritura si no había libros escritos? En las tradiciones orales, obvio, que fungieron como literatura alimentadora de fantasías.
La realidad es estupenda, por supuesto, y uno puede siempre encontrar muchas historias en ella, pero la manera de contar estas historias, la inmensa variedad de opciones posibles que pueden asumirse en términos de lenguaje y escritura, la capacidad para cuestionar esa misma realidad que se desea contar, se halla en quienes ejercieron el don de la escritura creativa antes que nosotros. Por eso es que los grandes autores siempre fueron grandes lectores.
¿Necesita un buen escritor ser un asiduo lector? Sí, definitivamente.
¿Por qué lanzamos este tipo de preguntas hoy en día? Muchos escritores pueden estar de acuerdo conmigo si de inmediato contestaron "¡Por supuesto que sí!", pero luego uno se pregunta por qué existe la pregunta en sí. Y más se asombra uno cuando lee la anécdota que la originó y comprende que sí existen numerosas personas que pretenden dedicarse a la escritura sin sentir emoción alguna ni interés por la lectura. Y no puede uno más que cuestionarse si lo que creía con tanta convicción será cierto...
Supongo que hemos de admitir, de la mano de las investigaciones neurológicas, que la actividad de leer no involucra las mismas áreas cerebrales que la actividad de escribir, al menos, no necesariamente. Parece que leer y escribir son actos distintos, que implican habilidades desarrolladas en momentos distintos. Prácticamente puedes aprender a escribir antes de aprender a leer, y todos sabemos que lo normal es que los niños aprendan primero a leer antes que escribir. Es decir, no necesitan que vayan de la mano. Sin embargo, y aquí encontramos los primeros indicios de lo que creíamos saber tan bien, sí se correlacionan y una activa el desarrollo de la otra de forma directa. Si lees mucho, es muy probable que tu aprendizaje y desarrollo de la escritura se facilite y se mejore sustancialmente. Si escribes con asiduidad, puede que desarrolles nuevas sensibilidades lectoras.
Ahora bien, todos estos estudios a nivel biológico no nos aclaran una buena respuesta para nuestra pregunta. Ciertamente, no necesitamos leer para aprender a escribir ni viceversa, pero en la vida diaria ambas actividades alcanzan niveles de profunda relación, y en general toda persona alfabetizada puede escribir más o menos inteligiblemente. Si los maestros de escuela logran su cometido, incluso es posible que sus alumnos tengan una ortografía y una gramática más o menos decentes. Con la explosión de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, más personas están escribiendo a diario, muchas veces bastante mal, cierto, pero lo están haciendo. ¿Significa que todas sienten afición por la lectura? Ni por asomo. La mayoría sigue siendo una mayoría no lectora, como ha sido siempre desde hace siglos. ¿Es lógico pensar entonces que si tantos nuevos "escritores", que estampan historias personales y vivencias en sus blogs, muros y demás foros y mensajes de texto, no leen, significa que un buen escritor no necesita ser un asiduo lector?
Humm... pienso que no.
Veamos. Hay que distinguir la escritura diaria, común, el relato propio de vivencias personales que todos hacemos cualquier día, de la escritura creativa instituida como arte y como oficio. Vamos, que no es lo mismo mi amigo de la infancia que se abrió un blog para contar sobre sus viajes a la playa que un autor de literatura. ¿Por qué? Porque el primero no está creando nada.
De hecho, un escritor comercial, de esos que se dedican a redactar textos publicitarios, tarjetas de presentación, folletos turísticos o textos con aplicación de fórmulas SEO para posicionar websites en los buscadores de Internet (yo he hecho este tipo de trabajos, que conste), no necesita tanto material de base para crear sus textos, como un autor creativo que escribe relatos, poemas o novelas y que fascina con su escritura a millones de lectores.
¿Qué necesita un autor para crear sus obras? Inspiración, motivación, algo que contar o algo de qué hablar, cierto. ¿Dónde encuentra esa materia prima que lo lleva a crear mundos enteros, personajes vivos y situaciones extraordinarias? La realidad es una buena fuente, pero suele ser insuficiente. Y si uno presta atención a lo dicho por los grandes autores de la literatura universal, suele encontrar que una gran fuente de inspiración se halla precisamente en los... ¿adivinaron? Sí, claro, en los libros.
La literatura se alimenta y retroalimenta a sí misma. Los autores del pasado sirven de inspiración a los del presente y los de hoy serán la principal fuente de alimento creador de quienes escriban en el futuro. Así ha sido desde los orígenes de la civilización y así sigue siendo y será. ¿En quién se inspiraron los que inventaron la escritura si no había libros escritos? En las tradiciones orales, obvio, que fungieron como literatura alimentadora de fantasías.
La realidad es estupenda, por supuesto, y uno puede siempre encontrar muchas historias en ella, pero la manera de contar estas historias, la inmensa variedad de opciones posibles que pueden asumirse en términos de lenguaje y escritura, la capacidad para cuestionar esa misma realidad que se desea contar, se halla en quienes ejercieron el don de la escritura creativa antes que nosotros. Por eso es que los grandes autores siempre fueron grandes lectores.
¿Necesita un buen escritor ser un asiduo lector? Sí, definitivamente.
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