23 de junio de 2009

La interesante dinámica de la crítica

Creo que todos hemos escuchado alguna vez que los escritores necesitan saber aceptar las críticas que reciben. Tarde o temprano, por muy buenos que se consideren o por muy laboriosos que sean, recibirán alguna crítica por su trabajo que posiblemente no les agradará o incluso les hará sentirse frustrados o confundidos. Y no se puede evitar, a menos que cada uno de nosotros nos resignemos a guardar nuestros escritos en algún cajón del escritorio o los escondamos en el baúl de los recuerdos y nunca les demos salida. Lo cual, no es la idea, claro está.

La Internet ha favorecido notablemente la dinámica del criticismo. No hay foro, blog o sitio de internet donde no se escuchen las voces críticas tarde o temprano. Y no sólo en literatura, sino en todo lo demás también: en las demás artes (dibujo, fotografía, pintura, música, videografía, etc.), en los artículos científicos, en los ensayos políticos, incluso en foros de intercambio de recetas de cocina. Todo está sometido a la crítica, por tanto, no deberíamos extrañarnos que si colgamos algún relato o subimos una novela a la red para ser leída y disfrutada por miles de lectores, recibamos alguna crítica tarde o temprano.

Está bien y así debería ser. Sin una crítica, no mejoramos, no aprendemos, no sabemos si estamos haciendo las cosas bien o mal, no sabemos si vamos por el camino correcto o no, en fin, seríamos artistas con impedimentos para la superación. Sin embargo, no toda la crítica funciona para semejante propósito.

Yo distingo dos clases de crítica: la positiva y la negativa. La primera te dice todo lo bueno que has hecho en una historia o en un poema o lo que sea que hayas creado. No se trata de que te digan: ¡Qué buena historia! ¡Me gustó! Esa es una simple opinión positiva, un halago. Pero no te señala tus aciertos o tus virtudes. Te externa un sentimiento, muy agradable para tu ego, para tu ánimo y para tus sueños, pero no es mayormente constructivo. La buena crítica positiva te diría que has acertado en el manejo de los personajes, que son convincentes o complejos, que tus escenarios están bien construidos, que tu argumento es coherente por esto o por lo otro, etc. Este tipo de crítica, explicativa, racional, es utilísima en la medida en que te confirma que te encuentras en el camino correcto.

La crítica negativa, por otro lado, puede ser destructiva o puede ser también constructiva. La crítica negativa destructiva es aquella que desvaloriza tu trabajo o a ti mismo con frases sin contenido racional o explicativo. Si te dicen: "tu relato es un asco", es evidente que no fue de su gusto, pero al no decirte por qué, no es más que una opinión negativa sin sustancia. Si te dicen que eres un escritor inmaduro, que tus escritos no son interesantes, que no sabes escribir, pero no aclaran en qué eres inmaduro, o por qué tus escritos no son interesantes, estamos ante la presencia de una crítica negativa destructiva. Recibes unos cuantos descalificativos, tendientes a disminuir tu confianza, pero no te ayudan a mejorar tu trabajo.

En cambio, si la crítica negativa aclara las razones de la desvalorización de tu obra, puede ser enormemente constructiva, incluso más que la positiva. Si te dicen que eres un escritor inmaduro porque utilizas demasiados adverbios para dar énfasis a tu narración, o porque te afanas en explicar demasiado lo que podrías sugerir con las acciones de los personajes, u otras observaciones por el estilo, entonces tienes la posibilidad de avanzar, de crecer como autor y de madurar. Si te aclaran por qué tu historia está mal hilvanada, por qué tu personaje X es poco creíble, por qué el título de tu poema es inadecuado, etc., esta crítica realmente construirá un mejor escritor en ti. Es, pienso, la mejor lección que podemos recibir los autores a lo largo de nuestra vida.

Y, si quien hace la crítica es además merecedor de nuestro respeto, confianza y admiración, mejor que mejor. No me refiero a la familia, sin embargo. La familia suele ser extremadamente benigna la mayor parte del tiempo, o terriblemente negativa en algunos casos. Una buena crítica es mejor si viene de críticos más imparciales, que no mantengan una relación de cariño o de odio contigo, sino que lean tu obra sin prejuicios y sepan valorarla de acuerdo a su experiencia, sus conocimientos y su juicio.

O, al menos, esta es mi opinión. ¡Recibo críticas! :)

17 de junio de 2009

Extensiones: ¿debemos inflar nuestras novelas?

He leído y escuchado, por aquí y por allá, afirmaciones tan contradictorias como interesantes, en relación con el movimiento de la literatura. Por un lado, muchos afirman que hemos llegado a los límites del libro, que éste se acaba, que la gente ya no lee, que si lee sólo se animará con narraciones cortas o cualquier cosa similar que pueda bajarse de la Red y le quepa en una pantalla -las cuales, por cierto, cada vez son más pequeñas-, que el futuro de la industria editorial está sombrío, etc., etc., etc. Si prestamos atención a semejantes augurios, la conclusión a la que llegaremos muchos de nosotros, escritores apasionados pero no aún consagrados, será de que no tenemos futuro como novelistas, si acaso como relatistas o tal vez cuentistas y mejor aún, microrelatistas. Sólo podremos publicar nuestras obras en Internet y tendremos que olvidarnos de que alguna vez llegue a existir más de un libro -impreso- o dos en las "agonizantes" librerías. Digo "agonizantes" porque si el libro se muere, se muere también la tienda que lo vende, ¿no?

Sin embargo, he descubierto que las "agonizantes" librerías no parecen estar muriendo desde ningún punto de vista. De hecho, muchas ofrecen nuevos servicios, más títulos -no menos-, y dedican secciones enteras a libros de literatura, es decir, a libros de ficción. Viajando por la red nos damos cuenta también de que la industria editorial sigue activa, que mucha de ella busca alternativas modernas para dar salida a sus inventarios, que se anima a publicar nuevos títulos y que incluso juguetea con remozar viejos descatalogados. Y todo eso ayudada precisamente por la "infame" tecnología que "de seguro" la iba a destruir. El cine y la industria de video juegos se relaciona con ella de forma vibrante y activa: nuevos estrenos basados en libros exitosos, nuevos libros exitosos basados en video juegos exitosos y también, nuevos video juegos basados en libros o en cintas exitosas. Es decir, el juego del dinero sigue activísimo y no parece que la "muriente" literatura de libros impresos esté dando la impresión de que realmente será enterrada pronto. De hecho, los nuevo e-readers pueden ser la antesala de un futuro -algo lejano aún- en la que el papel será finalmente sustituido, como soporte físico, pero en el cual el libro, la obra literaria, no habrá desaparecido ni tendrá trazas de hacerlo. ¿Con que la gente no lee? Yo diría que sigue leyendo, más o menos al mismo ritmo proporcional que lo hacía en el pasado y lo seguirá haciendo en el futuro... Así, así.

Todo esto me lleva de la conclusión de la que hablaba líneas arriba a la siguiente pregunta: ¿existir sólo en Internet implicaría que la novela morirá? Es decir, la historia de gran extensión.

Pues... parece que no. Al contrario, me asombra comprobar que en nuestro mundo extraño, cuanto más grande, más extenso, es un libro, ¡más se vende! ¿Qué es esto? ¿No se supone que buscamos lo más económico, en costos de producción y en palabras, pues todo está muy caro y de todas formas la gente no tiene tiempo para leer tanto? La lógica me indicaría que estaríamos en medio del reinado indiscutible del cuento, del relato y de la novela corta, no más. Pero las cifras de ventas se inclinan hacia las novelas, cuanto más largas mejor y si son parte de largas series, ¡mejor que mejor!

Pareciera que opera una lógica diablesca: precisamente porque todo está muy caro, necesito una fuente de entretenimiento que rinda cada centavo invertido. La diferencia económica entre una novela corta y una novela larga no resulta excesiva, pero la segunda me significará más rentabilidad por palabra y un disfrute más económico a la larga. Además, si soy de los que leen, y por tanto compro, me gusta extender mi disfrute todo el tiempo posible. Por tanto, preferiré la novela larga.

El problema siguiente será: ¿afecta esta lógica capitalista/consumista al arte? Hay historias que nacieron para ser contadas en pocas páginas. Son aquellas propias de relatos y cuentos, incluso de novelas cortas, y alargarlas innecesariamente sería matar su espíritu. De hecho, a veces, nos topamos con novelas gordas en cuyas páginas se ha introducido tanto "relleno" que sólo podemos admirarnos de la capacidad de los editores para forzar entregas tan abultadas. Y parece, según se teme por ahí, que muchos editores buscan precisamente novelas, de buen peso y mucha aventura, para poder vender bien, y se alejan de las narraciones menos extensas o más "pacíficas", por no ser tan comerciales. Desde este punto de vista, sí que estaríamos sacrificando el arte por el dinero.

Pero eso no es nuevo. Nunca ha habido momento en que el arte reine sobre el dinero. Nunca. Creer algo así es externar un punto de vista algo ingenuo. Lo que sí ha existido es la muestra de que muchas veces el arte puede imponerse en medio de un mundo regido por el dinero. De que el arte puede valerse de ese mundo y llegar a surgir. De que es posible.

Al final de todo esto, entonces, y con miras a sobrevivir en esta extraña lógica diablesca: ¿debemos inflar nuestras historias? ¿O será que podemos "aprovechar" para contar... historias largas?

11 de junio de 2009

Relatos: un arte y un ejercicio

Cuando comencé a escribir, allá en los dorados tiempos de mi niñez -tenía unos 10 años- me lancé de una vez y sin pensar a la novela. Recuerdo las aventuras de una chica llamada Laura -me sentía muy bien usando mi propio nombre- que llegaba a un internado y que se topaba con toda suerte de eventos e ilusiones. Como es de suponer, escribía por imitación, lo cual es común en muchos escritores. No recuerdo quién afirmaba que un escritor no escribe porque desea describir lo que ve sino porque desea reformular lo que lee. Al menos pienso que en mi caso así fue. Leía obsesivamente -sigo haciéndolo, con consiguientes limitaciones de tiempo y oportunidad, claro, pues ya no soy una niña- y me inflamé de ideas e historias propias. Dado que leía novelas -de internados y aventuras de chicos-, lo lógico fue que también escribiera novelas.

Hoy en día, tantos y tantos años después, he notado que en mi autoaprendizaje dejé de lado la capacidad de síntesis. Escribir y escribir y escribir puede ser muy reconfortante, pero sólo como pasatiempo, pues cuando tienes el objetivo de narrar una historia y darle un final coherente, no resulta muy provechoso llenar cientos y miles de páginas de la misma. Primero, porque corres el riesgo de desenfocarte de tu objetivo. Es decir, puedes empezar a divagar, lo cual resulta harto peligroso. Y segundo, porque puedes realmente cansarte de una historia que no tiene fin.

Hablo, claro está, en términos generales, pues también dependerá de la longitud de la historia en sí misma. Sin embargo, he notado que se puede ahorrar palabras innecesarias y aún producir hermosas creaciones, aunque la historia sea muy larga. No porque yo lo haya hecho necesariamente, sino porque he leído trilogías y series que, a pesar de su extensión, no se desenfocan ni parecen albergar párrafos futiles o poco trabajados.

¿Cómo lograr entonces esa capacidad de escribir con belleza, pero sin explayarte en demasía? No lo supe ver hasta que me hice adulta y comprendí que debía enfocar mis historias y darles final para poder avanzar en mis objetivos profesionales. Mis novelas comenzaron a sufrir revisiones más exhaustivas. Sin embargo, un hecho fortuito fue lo que mejor me hizo ver la maravilla de la síntesis: el relato.

En los concursos populares y de Internet, el formato preferido es el cuento, pues la pantalla de la computadora no es amigable con el ojo y leer novelas en esas circunstancias suele ser tedioso y cansado. Además, para valorar un escrito necesitas tiempo: no es lo mismo comparar escritos de dos mil palabras a hacerlo con escritos de más de 150 mil palabras, por ejemplo. El punto es que te topas con la necesidad de saber escribir relatos.

Escribir cuentos o relatos es un arte extraordinario. Se requiere de capacidad de síntesis, objetivos claros, preciso diseño de personajes y valor en cada palabra. No puedes explayarte. No puedes darle coba a un personaje pues pronto se te acaba el espacio. Y debes ser capaz de darle un final contundente, aunque sea abierto. Un mal cuento siempre aburre, deja la sensación de que le faltaba algo, de que no supo cerrar. Un buen cuento es maravilloso: te da un instante de satisfacción y sus efectos perduran en el tiempo.

¿Es compatible escribir cuentos con escribir novelas? Yo creo que sí. La historia de la novela tendrá niveles y subniveles, tendrá más personajes y más oportunidades de desarrollar eventos complementarios, pero si has sabido escribir cuentos, podrás escribir entonces una novela bien enfocada, con objetivos claros y final convincente. Te habrás acostumbrado a escoger el verbo, a ser preciso y ser coherente. Te habrás acostumbrado a escribir bien.

Y ese es el proceso que hoy en día atravieso. :)

7 de junio de 2009

Perspectivas

Este mes de junio me ha pillado en medio de una vorágine de actividades que no imaginaba, principalmente en el campo de la literatura (afortunadamente). Habiendo decidido participar en un certamen de novela, aunque fuera corta, me di cuenta de que escribir y "blogear" no se llevan, por lo que tengo prácticamente abandonada mi bitácora principal en LauraQuijano.com y por supuesto, ésta en que garrapateo estas líneas.

Al menos, mientras tanto, recibí algunas noticias alentadoras. Primero, con respecto a las publicaciones que he estado esperando, y que no dependen de mí -claro está-, parece que ya habiendo salido a la luz Visiones 2007, pronto veremos en librerías -unas pocas- Fabricantes de Sueños 2008, donde mi relato Por siempre otro tendrá su rinconcito. Entre esas perspectivas de publicación, aún tendré que esperar hacia finales del año la aparición de Visiones 2008, que también se ha atrasado, pero que ya pronto ve el final del proceso publicacional. Allí se encuentra mi relato El último pozo, hasta el momento desconocido e inédito (al menos Por siempre otro ya ha estado en algunos sitios, como NGC 3660 y en mi colección Por siempre otro y otros relatos, que no se llama así por casualidad)

Por otro lado, Lulu decidió colocar en Amazon algunos títulos, entre los que se halla, felizmente, mi libro A Través del Portal: Visiones, segundo volumen de mi trilogía A Través del Portal. ¡En Amazon.com! y al mismo precio que en Lulu, lo que es mucho decir. Claro que no está el primer volumen, pero espero que por medio del segundo, más gente se interese en el primero. Con respecto a esta trilogía, aún me aguarda la tercera y última entrega, que espera se termine su revisión y vea la luz -espero- a principios del año próximo.

En fin, que así estamos. Cruzo los dedos por mi nueva novela -a la cual tengo en reposo-, para que tenga buena suerte en el certamen y me vaya bien. :)