... de pronto muchos han de sentirse sin norte ni ideas para el 2013. La verdad es que esa estrambótica noción de que el mundo "se acaba" no deja de fijar un horizonte, un "destino" en el tiempo y permite no pensar en el más allá de ese borde, al menos hasta que el dichoso horizonte llega y no pasa nada.
En mi caso, afortunadamente, como nunca tomé en cuenta ningún final catastrófico para el año y como siempre vi el 2013 como otro año más que se aproximaba, pues hoy me siento a pensar en lo que me espera y en lo que desearía lograr para entonces, de la misma manera en que lo hice hace un año, hace dos y más atrás. Ya abandoné aquella costumbre de hacer "buenos propósitos". En realidad, lo de hacer ese tipo de lista es una diversión, pero pasajera, y en la vida real a uno se le olvida más rápido que rápido. Ya para el 3 de enero ni se acuerda de la mitad de las cosas que se propuso. Pero sí puedo pensar en buenos deseos.
Un deseo lógico es ver mi novela (recién finalizada y entregada) llegar a las librerías. En otras palabras, que un editor la acepte y la publique y que muchos lectores la lean. Y que ojalá les guste. Todo eso será también un proceso que he de seguir de una manera u otra, de seguro.
Otro deseo es poder terminar otros dos proyectos literarios en marcha y casi finalizados y poder hacer que vean la luz pública también. Para ellos mi tiempo es abierto, pero no quiero quedar estancada otro año pensando: avanzar será la clave del 2013.
¿Más deseos? Específicos, no. Generales, muchos, dentro de lo que cabe desear prosperidad, paz, tranquilidad y otras cosas bonitas. ¿Para el mundo literario? Sí, prosperidad. Me gustaría que hubiera buenas cosas para la literatura el año próximo, incluyendo lectores, y que muchos de mis colegas vieran cumplir sus metas. Recientemente algunos de ellos han publicado sus obras* y otros están por lanzar las suyas**. Tanto para unos y otros, deseo un próspero año.
Y para todos aquellos que acceden a mis pensamientos a través de este blog, también espero un buen año, en todos los sentidos posibles. =) ¡Felices fiestas!
* Ese es el caso de Alexánder Obando con su cuentiario Teoría del Caos (Ediciones Lanzallamas) y de Teo Palacios y su novela La predicción del astrólogo (Ediciones B).
**Tal es el caso de Virginia Pérez de la Puente y su novela El sueño de los muertos (Ediciones Minotauro).
28 de diciembre de 2012
21 de diciembre de 2012
Fin de un proceso
Bueno, no se acabó el mundo, como era de esperarse, y yo estoy de vuelta. Los últimos meses han sido intensos y muy interesantes, pues nunca había experimentado la sensación de escribir contra reloj, y de tener la obligación de presentar una obra literaria completa, revisada y lista para ser leída y escrutada por editores. Pues así fue y hoy, 21 de diciembre, hice entrega del manuscrito que tenía prometido según la beca literaria que me había sido otorgada y ya corresponderá, el año próximo, ser presentado a los editores que podrían estar interesados en él.
De la experiencia extraigo dos pensamientos cliché: 1. Es verdad que uno trabaja muy bien y quizá mejor bajo presión. Cuando tienes todo el tiempo del mundo para pensar y repensar tu obra, para darle nuevos giros, o para quitárselos, para explorar un camino diferente o para abandonarlo, corres el peligro de no verla terminada nunca. Por supuesto que existe la libertad para dejar fluir las ideas, pero al mismo tiempo, es verdad que existe el enorme riesgo de que esa misma libertad te haga pensar que puedes distraerte con millones de otras actividades, y al final, la obra siga inacabada por largo tiempo. En cambio, cuando tienes la presión de que debes terminarla, sí o sí, el trabajo es intenso, el flujo de ideas (¡maravilla!) no se detiene, e incluso aumenta, y la satisfacción de ver terminada tu obra es inmejorable. Aquí radica, por ejemplo, lo bonito de experiencias como la de NaNoWriMo, donde uno mismo se aplica la presión y se obliga a terminar, de una buena vez, una obra pendiente.
2. Es verdad que uno, cuanto mejor documentado está, más seguro y más fluido es a la hora de escribir. Siempre creí en la documentación, por supuesto, pero esta vez me vi en el torbellino de devorar libros enteros con información nueva mientras desarrollaba la novela. Y era maravilloso sentir cómo un acto alimentaba el otro y viceversa, y cómo de pronto me hacía consciente de muchas otras fuentes de información pertinente que parecían rodearme y de las que no me había dado cuenta antes: un documental al que no habría puesto atención en otro momento, un artículo que quizá jamás habría leído o lo habría dejado para después, noticias que repentinamente tienen sentido, etc. Además, me dejó el camino abierto a explorar temas relacionados, y por supuesto, a aplicar esta documentación en ideas literarias nuevas o antiguas, para darles un cariz más interesante.
Aparte de estas dos experiencias, descubrí que otro "cliché" también es cierto: terminada la obra y entregada a su destino, el vacío y la tristeza también te acometen. Ya se fue, se acabó. Ya no es tuya. Tus personajes, con quienes te identificaste con tanto cariño por un tiempo tan intenso, ya "se fueron", y es casi como si tu vida hubiera perdido de repente su "norte". ¿Parece melodramático y exagerado? Puede ser, pero se siente. Y si uno ha estado por mucho tiempo en contacto con una saga (como la que estoy reformando y que espero poder exponer al público nuevamente muy pronto), olvida que esta tristeza existe. Es la primera novela auto conclusiva que escribo en mucho tiempo y por tanto, el sentimiento es inevitable.
¿Pero no debería haberme acostumbrado a la sensación después de escribir tantos relatos? En realidad, no. El relato, para mí, aún los más largos, se basan en una sola idea conductora y en personajes que conozco por relativo poco tiempo. Aunque el placer de escribirlos es básicamente el mismo, la relación con ellos no. En la novela, uno se mete en un mundo inmenso. En el relato, solo en parte de otro mundo. Quizá por eso no tengo la sensación tan acusada cuando he acabado un relato que ahora, cuando he dado punto final a una novela. Eso, en relación con los personajes. Ahora bien, si hablo de todo un proyecto, es distinto, como cuando estuve preparando una colección de relatos, que todavía no han visto la luz. Supongo que sentiré algo parecido a lo que ahora siento cuando finalmente los entregue para su revisión editorial...
¿Qué me espera el fin del año? Supongo que una oportunidad para el descanso. Para terminar algunas lecturas pendientes, para acometer alguna literatura que debí dejar parqueada mientras escribía y para hacer y pensar en otras cosas antes de involucrarme de nuevo con mi otra novela, mi colección de relatos y por supuesto, con la nueva fase que le aguarda a este manuscrito que hoy entregué. Será intenso e interesante, pero de momento, es hora de alivianarse la cabeza con otras cosas.
Así, pues, ¡felices fiestas! Ya que el mundo "no se acabó", disfrutémoslo en grande. =)
De la experiencia extraigo dos pensamientos cliché: 1. Es verdad que uno trabaja muy bien y quizá mejor bajo presión. Cuando tienes todo el tiempo del mundo para pensar y repensar tu obra, para darle nuevos giros, o para quitárselos, para explorar un camino diferente o para abandonarlo, corres el peligro de no verla terminada nunca. Por supuesto que existe la libertad para dejar fluir las ideas, pero al mismo tiempo, es verdad que existe el enorme riesgo de que esa misma libertad te haga pensar que puedes distraerte con millones de otras actividades, y al final, la obra siga inacabada por largo tiempo. En cambio, cuando tienes la presión de que debes terminarla, sí o sí, el trabajo es intenso, el flujo de ideas (¡maravilla!) no se detiene, e incluso aumenta, y la satisfacción de ver terminada tu obra es inmejorable. Aquí radica, por ejemplo, lo bonito de experiencias como la de NaNoWriMo, donde uno mismo se aplica la presión y se obliga a terminar, de una buena vez, una obra pendiente.
2. Es verdad que uno, cuanto mejor documentado está, más seguro y más fluido es a la hora de escribir. Siempre creí en la documentación, por supuesto, pero esta vez me vi en el torbellino de devorar libros enteros con información nueva mientras desarrollaba la novela. Y era maravilloso sentir cómo un acto alimentaba el otro y viceversa, y cómo de pronto me hacía consciente de muchas otras fuentes de información pertinente que parecían rodearme y de las que no me había dado cuenta antes: un documental al que no habría puesto atención en otro momento, un artículo que quizá jamás habría leído o lo habría dejado para después, noticias que repentinamente tienen sentido, etc. Además, me dejó el camino abierto a explorar temas relacionados, y por supuesto, a aplicar esta documentación en ideas literarias nuevas o antiguas, para darles un cariz más interesante.
Aparte de estas dos experiencias, descubrí que otro "cliché" también es cierto: terminada la obra y entregada a su destino, el vacío y la tristeza también te acometen. Ya se fue, se acabó. Ya no es tuya. Tus personajes, con quienes te identificaste con tanto cariño por un tiempo tan intenso, ya "se fueron", y es casi como si tu vida hubiera perdido de repente su "norte". ¿Parece melodramático y exagerado? Puede ser, pero se siente. Y si uno ha estado por mucho tiempo en contacto con una saga (como la que estoy reformando y que espero poder exponer al público nuevamente muy pronto), olvida que esta tristeza existe. Es la primera novela auto conclusiva que escribo en mucho tiempo y por tanto, el sentimiento es inevitable.
¿Pero no debería haberme acostumbrado a la sensación después de escribir tantos relatos? En realidad, no. El relato, para mí, aún los más largos, se basan en una sola idea conductora y en personajes que conozco por relativo poco tiempo. Aunque el placer de escribirlos es básicamente el mismo, la relación con ellos no. En la novela, uno se mete en un mundo inmenso. En el relato, solo en parte de otro mundo. Quizá por eso no tengo la sensación tan acusada cuando he acabado un relato que ahora, cuando he dado punto final a una novela. Eso, en relación con los personajes. Ahora bien, si hablo de todo un proyecto, es distinto, como cuando estuve preparando una colección de relatos, que todavía no han visto la luz. Supongo que sentiré algo parecido a lo que ahora siento cuando finalmente los entregue para su revisión editorial...
¿Qué me espera el fin del año? Supongo que una oportunidad para el descanso. Para terminar algunas lecturas pendientes, para acometer alguna literatura que debí dejar parqueada mientras escribía y para hacer y pensar en otras cosas antes de involucrarme de nuevo con mi otra novela, mi colección de relatos y por supuesto, con la nueva fase que le aguarda a este manuscrito que hoy entregué. Será intenso e interesante, pero de momento, es hora de alivianarse la cabeza con otras cosas.
Así, pues, ¡felices fiestas! Ya que el mundo "no se acabó", disfrutémoslo en grande. =)
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