26 de septiembre de 2013

Sobre filólogos, editores, correctores, élites y demás minucias en torno a un autor

A raíz de una variedad de discusiones en Facebook, que han girado en torno al tema infinitamente debatido de si un escritor creativo (en particular de narrativa) debería dominar la ortografía y la gramática o si no, descubrí algunas nociones interesantes que no creí que anduvieran circulando por ahí, aunadas a algunos mitos y creencias de larga data. (Yo los trato como mitos y creencias para darles "status", pero la verdad es que me parecen sinsentidos):

A. Una de las primeras nociones que se repitieron sin cesar fue que lo importante de un libro, en especial de una obra literaria, no es la forma en que está escrito sino el fondo, o sea, el "mensaje" que ese libro quiere transmitir. Una variante muy cercana a esta noción es la de que "lo que importa es que se esté contando una buena historia, no la manera en que se cuenta".

Bien, si quien me lee me conoce sabrá que semejante postulado me parece un sinsentido. Mis razones son muy simples:

1. Cualquiera sabe que el fondo determina la manera en que contamos una historia, y la manera en que contamos una historia determina cómo es comprendido ese fondo. En otras palabras: el fondo determina la forma y la forma incide dramáticamente en el fondo. No hay una sin la otra, porque ambas están dependiendo de un solo medio: la palabra escrita. Podemos contar una historia a manera de diario, como si fuera una crónica periodística, como parte de un informe administrativo o como una denuncia penal. En todos los casos, el lector lo recibirá con ojos diferentes.

2. Una misma descripción puede indicar qué siente la persona que habla o puede no decir nada al respecto. No es lo mismo decir, por poner un ejemplo burdo: "Sus ojos son redondos, con pupilas de color castaño" a decir "sus ojos eran maravillosos pozos de profundidades castañas". De alguna forma, la primera forma nos evoca un formulario de descripción de personas, quizá en la judicatura o en el consultorio clínico, donde quien describe oculta cualquier sentimiento que esos "ojos" pudieran producirle; en cambio, la segunda forma nos dice que la persona que habla estaba impresionada por los dichosos ojos "castaños" y quizá hasta enamorada.

3. En particular, ya refiriéndonos a problemas de construcción gramatical y sintáctica, si el escritor concibe un párrafo con inclusión de oraciones por aquí y por allá que no tienen mucha conexión de ideas, donde no se sabe a cuál sustantivo corresponde cuál adjetivo y donde es evidente que no hay una unidad de sentido, necesariamente el mensaje quedará sin transmitir y el "objetivo final", tan importante para quienes desprecian la forma, no se cumplirá de ninguna manera. Piensen en esos libros que uno comienza a leer y de los que no saca nada en limpio porque el autor no sabe cómo formular un simple pensamiento por escrito.

Si a ese problema le sumamos errores garrafales en la ortografía, que incluye dolorosamente el mal uso de los signos de puntuación (tales como el punto, la coma, las comillas, etc.), la confusión puede llegar a niveles inmanejables.

B. Otra noción que apareció en las discusiones fue cuando alguien dijo: "¡No es posible esperar que todo escritor sea filólogo!". Y yo me dije: ¿quién ha dicho semejante cosa? Bueno, supongo que no habrá faltado quien lo diga, aunque yo nunca lo he visto ni escuchado, pero pronto comprendí que era uno de los argumentos defensivos de quienes desprecian las reglas de la gramática y la ortografía y creen que los escritores pueden (y hasta deben) prescindir de ellas.

Aclaremos: un filólogo es un estudioso de la lengua, una persona capacitada para comprender las reglas y las dificultades que se presentan en su uso escrito (y hablado). Como consecuencia, es normal esperar que tenga amplio dominio de la expresión escrita en su lengua de estudio. Pero esto no significa que automáticamente se convierta en un autor de literatura. Una cosa es dominar la expresión escrita para redactar ensayos, artículos de divulgación, análisis literarios, informes técnicos o administrativos, u otros textos no relacionados con el arte literario, y otra muy diferente es crear obras literarias, que van mucho más allá de la simple expresión formal. Esto significa que no por ser filólogo se es escritor.

Un escritor es un artista que emplea la palabra como herramienta para sus creaciones. La mayoría no es ni ha sido filólogo y no necesita serlo. Puede usar su propia experiencia de vida o sus conocimientos en otras áreas para crear mundos narrativos extraordinarios. Sin embargo, como la palabra es precisamente su herramienta y debe usarla por escrito (pues sino no sería escritor), sí necesita un desempeño más que eficiente en su capacidad para dominarla. De lo contrario, ¡no podría crear nada! Una persona que no sabe escribir, por muy buenas ideas que tenga, no puede ser escritor.

Este pensamiento cargado de sentido común es debatido por quienes desprecian el "dominio de la ortografía y la gramática" con el argumento de que ellos "crean" y "el filólogo" es quien "corrige". "¡Para eso está el filólogo!", dijo alguien con gran desprecio.

Qué interesante. Entonces, como soy un autor con ideas geniales, pero me preocupa un pepino el uso adecuado del lenguaje, perpetro un monstruo cargado de faltas y se lo doy "al filólogo" para que se encargue de "limpiarlo". (!!!!) Increíble. Pues a mí me parece que, dado que una de las características por las que los grandes autores son alabados es la belleza particular de su expresión escrita, a estos dizque escritores que dejan "al filólogo" el trabajo de armar sus ideas, deberíamos citarlos solo como "autores intelectuales" y dar todo el mérito de la obra a quien tuvo que lidiar con sus mamotretos.

Durante las discusiones, todos estos pensamientos relativos al "filólogo" se aplicaron igual al "corrector", al "editor" y a otros profesionales ligados a la labor editorial. Es decir, si yo soy un autor tan genial con ideas súper geniales, solo tengo que "medio amarrar" mi historia, pues de por sí, para eso está el corrector, o el editor, o cualquier otra combinación profesional de tales disciplinas. ¿Para qué otra cosa podrían funcionar?

Oh...

De verdad: esta forma de pensar es, en mi opinión, una manera de despreciar la labor de los filólogos, correctores y editores, que no están para reescribir las obras, sino para pulirlas y hacerlas atractivas para el lector desde un punto de vista de formato y otros detalles no relacionados con el contenido propiamente dicho. Después de todo, los autores son seres humanos y por mucho que dominen su arte, siempre pueden dejar escapar detalles que no habrán visto (que un filólogo y un corrector verán cuando lean la obra) y no necesariamente sabrán qué hacer más allá de su trabajo como escritores (la edición y el mercadeo de una obra son disciplinas muy distintas para las que se requieren otras habilidades y conocimientos). Pero hay una cosa que sí deben saber hacer: ¡escribir su propia obra!

C. Otra noción increíble que vi en una de esas discusiones es que aquellos que defendemos el punto de vista de que un escritor debe dominar la lengua somos elitistas.

Sí, lo leyeron bien: somos elitistas.

?????

La explicación es que muchos autores brillantes no han sido personas de alta educación y a pese a ello, han sido maravillas de la literatura universal. Eso significa que exigir un dominio de la lengua supone esperar que todo autor debe tener acceso a una buena educación, lo cual está muy unido a la esfera socioeconómica del sujeto en cuestión. Si no tiene acceso a una buena educación por su situación social y económica, no podrá convertirse en "autor". Esto es ser elitista.

Por todos los santos, como diría mi abuela. ¿Qué clase de argumento es ese? Entonces, si exigimos que los médicos tengan una formación completa en su campo de la medicina, ¿somos elitistas? ¿Estaríamos dejando sin sus sueños de medicina a los chicos "pobres" que no pueden entrar a una escuela de medicina por culpa de su condición social? ¿Deberíamos dejarnos atender por estos "médicos" autodidactas que en cualquier momento pueden decirnos: "mejor vaya a la clínica para que un corrector le corrija lo que le hice"? ¿Soy elitista si como comprador me niego a comprar un libro lleno de errores y gazapos y con una estructura escrita deplorable?

Una élite es un grupo dominante y cargado de privilegios. Un profesional es una persona con los conocimientos necesarios para ejercer una profesión. Un artista es una persona con las habilidades y el talento necesario para producir arte. Una élite puede estar conformada por profesionales o artistas, y puede no (normalmente no). Es irrelevante. Pero un artista o un profesional deben siempre dominar sus áreas de trabajo, lo que no los convierte en miembros de una élite, solo los hace excelentes en lo que hacen y justifica que los demás aprecien sus obras o sus trabajos.

Sé que algunos autores brillantes han sido gente venida de menos a más, así como hay pintores y músicos, actores y escultores que también lo han sido. Pero la mayoría no. La verdad sea dicha: los grandes artistas han sido gente que han sabido dominar las herramientas de su arte para crear obras que nos impactan a los demás. No hay elitismos ni nada de esas tonterías. Es puro sentido común. Y pretender ser un autor que no quiere, porque no quiere, destinar su tiempo a entender y saber usar la herramienta de su disciplina, esto es, la palabra escrita, no es una revolución social ni nada por el estilo. Es pura pereza mental.

3 de septiembre de 2013

De cómo "todos y todas" es un lenguaje demagógico y ridículo

Vamos a ver: ¿qué significa "discurso demagógico"? Pues tan simple como "manipulador", pero valiéndose de las emociones y prejuicios de un pueblo para lograr que este se adhiera al punto de vista de quien lo emplea, normalmente con miras a obtener poder político. Y cada vez que alguien utiliza recursos parecidos en su expresión escrita o hablada, está siendo demagógico.

No hay nada peor en una democracia que la demagogia. Distorsiona el ideal de la soberanía popular, ese anhelo de que el gobierno sea la representación de la voluntad de un pueblo, que alcanza acuerdos gracias a su capacidad de consenso y diálogo. ¿Por qué? Pues porque el ideal implica uso de la racionalidad y no hay nada más irracional que las emociones y los prejuicios combinados para decidir sobre controversias y problemas que atañen a todos. Y el demagogo lo sabe, pero como solo le importa su propio poder, tampoco se preocupa si lo ha logrado mediante el engaño y la manipulación.

¿A qué voy con este discursito? A denostar (de nuevo) esa desagradable e invasiva costumbre de utilizar el lenguaje "de inclusión de género", o por decirlo de otra forma, a esa manía de que en todo discurso debemos "incluir" al sexo femenino utilizando claramente las palabras que lo denotan: "... para favorecer el interés de nuestros niños y nuestras niñas...", "... para solucionar los problemas que atañen a los docentes y a las docentes...", "... este es un comunicado del Colegio de Abogados y Abogadas...", "... este discurso lo dirijo a los y las costarricenses...", "... a todos y a todas...", etc. Y por supuesto, aberraciones como "los y las niñas" y lindezas por el estilo.

Este discurso "inclusivo" fue implantado por una moda política y fue muy bien recibido por un pequeño sector feminista, que yo llamaría ingenuo, pues parecía ser la última reivindicación de la necesidad de equiparar el "género" femenino con el masculino en el corazón mismo de nuestra cultura: nuestro idioma. Sin embargo, para lograrlo, era necesario quebrantar una regla fundamental de toda muestra de comunicación, que es el uso adecuado de los recursos lingüísticos, incluyendo la economía y la precisión en la expresión del mensaje. Repetir a diestra y siniestra "los" y "las" y tener que repetir sus consecuentes modificativos (niños sanos, niñas sanas, alumnos diestros, alumnas diestras, etc.) alarga de forma antinatural el discurso, lo vuelve cansino y hasta ridículo y al final el mensaje se ahoga en una formalidad pesada y absurda.

"Es que el lenguaje español es machista". Bueno, ¿y cuál no lo es? ¡El machismo ha dominado nuestras culturas por miles de años! ¿Acaso creen que repitiendo hasta el cansancio os/as y destruyendo las reglas fundamentales de la concordancia (los y las niñas) están retirando la carga sexista del idioma? ¡Por favor! Lo único que se logra es seguir el discurso demagógico de los políticos que implantaron esta costumbre para ganar votos de grupos afines a políticas de género inclusivas, pero poco más. Hacer el ridículo, quizá. Distraer la atención de las auténticas injusticias de fondo. Pero lo importante, lo que realmente debería conseguirse, no.

No se logra erradicar el sexismo del idioma, ni se logra equiparar los derechos de las mujeres con los de los hombres. Tampoco mejoramos la calidad de vida de las jefas de hogar o de las niñas que no reciben educación y quedan embarazadas como producto de la ignorancia y la violencia. Ni erradicamos los asesinatos de mujeres ni las violaciones.

Las mujeres siguen en su posición de desventaja, mientras muchos se llenan la boca de todos y todas.

Pero algo hay que hacer, ¿no?

Pienso que sí. Que sí debemos reducir el sexismo en nuestro idioma, hasta donde es histórica y racionalmente posible, mientras este evoluciona y se adapta a los nuevos tiempos y crea nuevas formas -mucho más lógicas- para expresar nuestras ideas y emociones.

¿Cómo?

Primero, ahorrémonos el absurdo y ridículo discurso doble y olvidémonos de os/as.

Segundo, vayamos a lo que verdaderamente denigra a la mujer en el idioma:

1. Es necesario revalorar el término MUJER y todo lo que ello conlleva.

Llamar a un niño "mujercita" porque es llorón y cobarde; decir que un pueblo es "viril" o que un funcionario "se pone los pantalones" para designar firmeza, valentía o incluso honestidad, y cosas por el estilo, es denigrar la palabra "mujer" y los atributos femeninos al tratarlos como sinónimos de cobardía, indecisión, flojera e incluso falsedad.

Muchos piden al político de turno que "se ponga los pantalones", como si ser hombre fuera sinónimo de firmeza y ser mujer, por ende, signifique carecer de ella. Nadie es firme porque es hombre. Se es firme porque se es firme, sea hombre o mujer. Si queremos exigirle a un político que sea firme, se le dice así, en buen español: ¡Sea firme!

Otra manera de denigrar a la feminidad con el uso del idioma es insultar a un jugador en la cancha con la palabra "perra", porque las perras son el sinónimo de las prostitutas y las prostitutas son lo más bajo de la sociedad, porque así piensa el machismo. Un momento. El insulto es ofensivo desde muchos ángulos, pero el principal es que asocia la feminidad con la cobardía y la debilidad. No más. Eres realmente "inclusivo" cuando abandonas todo insulto que implique una denigración de la condición femenina a niveles tan básicos.

"Femenino" no es sinónimo de sumisión y debilidad. No es sinónimo de superficialidad ni de banalidad. No es sinónimo de delicadeza y vulnerabilidad. "Femenino" significa "relativo a la mujer". Y punto. Si quieres decir que una mujer es sumisa, débil y delicada, porque así lo es, lo dices usando las palabras exactas: esa mujer es sumisa, débil y delicada. No dices "esa mujer es femenina" para indicar que es todo eso. No dices que una mujer es masculina si lo que quieres decir es que es valiente, dominante y fuerte, porque "masculino" no es sinónimo de valentía, dominación o fortaleza. "Masculino" es solo "relativo al hombre". Y punto.

No hay literatura "femenina", a menos que haya literatura "masculina". ¿La hay? No la hay, es solo literatura. Entonces la que escriben las autoras es solo eso: literatura. Y mucho menos la literatura "femenina" es "vacía, superficial, absurda". Jamás. La literatura vacía, superficial y absurda es escrita por una enorme variedad de autores, entre los que se incluyen tanto hombres como mujeres, lo que es natural, puesto que todos son seres humanos por igual.

¿Notan el largo trabajo auténtico que hay que hacer en el idioma para erradicar el sexismo? ¿Qué es más importante? ¿Decir os/as pero mantener el sexismo de una enorme cantidad de términos y expresiones lingüísticas que denigran a la mujer; u olvidarse de esa estupidez del os/as y enfocarse en una revaloración del idioma y un nuevo enfoque sobre cómo debemos expresarnos cuando nos referimos a los demás?

2. Revaloración de la palabra HOMBRE y todo lo que conlleva.

En la misma medida en que decir "no sea mujercita" es sexista, decir "sea más hombre" también lo es. "Hombre" no es sinónimo de valentía, racionalidad o inteligencia. No es sinónimo de fuerza o dominación. Ni siquiera de agresión. Hombre es el ser humano del sexo masculino. Y punto. Y hay infinidad de hombres estúpidos y cobardes, irracionales y débiles o sumisos. Los hay por montones y no porque "no sean hombres", sino porque son así.

La virilidad no es sinónimo de fuerza o valor. La virilidad no debe ser tenida como un VALOR, sino como una condición propia de los hombres. Decir "hombre viril" es una redundancia, como decir "mujer femenina". Y todos los rasgos del macho no son positivos ni los de la hembra negativos. Los rasgos positivos o negativos son propios de la condición HUMANA, no de la condición sexual. Y atenerse a este concepto básico es esencial para comenzar una revolución anti sexista AUTÉNTICA en el seno de nuestro idioma.

Así, pues, ya saben. Ustedes pueden decidir si quieren seguir siendo manipulados por un lenguaje demagógico, tendiente a suavizar un status quo desigual y a ridiculizar el movimiento que busca dignificar a las mujeres, o si por el contrario, quieren erradicar del idioma aquellas cargas semánticas y expresiones hechas que encierran un profundo sexismo, fundamental y básico, que sigue carcomiendo nuestro discurso.

Nota: por recomendación de un comentario, apunto aquí este enlace que ilustra muy bien el tema: http://wvw.nacion.com/ancora/2009/agosto/16/ancora2058483.html