26 de febrero de 2013

Lógica, ¿con qué se come?

"¡Lógica!- dijo el profesor en parte para sí mismo- ¿Por qué no enseñan lógica en las escuelas de hoy en día? Existen solo tres posibilidades. O bien vuestra hermana miente, o está loca o dice la verdad. Sabéis que no miente y resulta evidente que no está loca. Por el momento, pues, y a no ser que aparezcan más pruebas, debemos dar por sentado que dice la verdad." (Lewis. El león, la bruja y el ropero. Las Crónicas de Narnia.  Ed. Planeta, Barcelona, 2005, pág. 62).

Parece un razonamiento limpio, ¿no es cierto? Cuando Lucy, uno de los personajes infantiles del primer tomo de la saga de Narnia, cuenta a sus hermanos que ha traspasado un ropero y se ha encontrado con un mundo mágico, la reacción que ellos tienen es de incredulidad. ¿Cómo puede ser posible que esté diciendo algo real? ¡Tiene que estar mintiendo o se ha de haber vuelto loca! Pero como dudan de sí mismos, acuden al profesor, el anfitrión de la casa donde los niños residen durante la guerra, y le exponen sus dudas. El profesor, para analizar la situación, acude a un razonamiento lógico: primero, ¿es Lucy conocida por ser alguien que miente con regularidad? No, contestan los niños. ¿Muestra Lucy trazas de haber perdido la cordura? No, eso es evidente. Sigue siendo la misma Lucy y habla sin trazas de locura o extravío. Entonces, si no miente, y si no está loca, necesariamente debemos suponer que dice la verdad, lo que causa conmoción en su público.

Por supuesto, nosotros los lectores sabemos que está diciendo la verdad, sin más ni más, pero lo que importa aquí no es que la diga o no, pues dentro del contexto de la historia, se espera que lo haga, sino la observación que hace el profesor sobre la enseñanza de la lógica en las escuelas. Y es que los hermanos de Lucy entran en frenética angustia precisamente porque no razonan con lógica, sino que se dejan llevar de buenas a primeras con lo primero que les llega a sus cabezas: ¿cómo es posible que lo que ella dice sea cierto? Su incredulidad es comprensible, pero sus conclusiones no son lógicas.

¿Es importante la lógica? Alguien me diría que está muy bien en un cuento fantástico donde Narnia es una realidad y era preciso que Lucy fuera creída. Sin embargo, su respuesta es irrelevante. ¿Por qué? Porque no es lógica.

¿Qué es después de todo la lógica?

En términos generales, la lógica es tenida como una ciencia formal, que estudia los principios de la demostración y de la inferencia válida, donde lo que importa es la validez de los argumentos en cuanto a su planteamiento estructural, independientemente de su contenido específico. Nació como parte de la filosofía griega, en el siglo V a. C. y lo que buscaba era el orden en el discurso que asegurara la validez de los argumentos, cualesquiera fueran estos. Durante los siglos que siguieron se unió al razonamiento matemático y  de dicha unión surgió lo que se conoce como lógica matemática.

En esta medida, lo que importa entonces no es si Narnia existe o no existe, si es un cuento fantástico o no lo es, sino que dentro del contexto donde Narnia es una realidad, los argumentos para creerle a Lucy deben ser válidos, consistentes, lógicos. ¿Vale para el mundo real? Sí, claro, y de hecho, una de las graves fallas de nuestro sistema educativo, de nuestra costumbre de argumentar y desechar los argumentos de otros, es la falta de orden en el discurso que proviene de una falta grave de orden en las ideas. No hablamos con lógica porque no solemos razonar con lógica. Nuestras ideas pueden ser muy buenas, pero si no están ordenadas pueden entrar en una grave contradicción que quizá no veamos por la falta de estructura. Y esas contradicciones pueden llevarnos, y de hecho nos llevan a menudos, a conclusiones erróneas.

La lógica formal tradicional se enfoca en la estructura del discurso sin prestar atención al contenido. Pero, inevitablemente, cuando introducimos el contenido, si hemos respetado la estructura del discurso, descubriremos que termina por afectar las ideas. Y eso es realmente importante.

Volvamos al inicio. ¿Por qué es importante saber si Lucy dice la verdad? Porque dentro del contexto de la historia, era esencial para la niña que sus hermanos creyeran lo que estaba viviendo y porque si no le creían, podía sufrir malas consecuencias genuinas para ella y para su otro hermano, Edmund. ¿Por qué es importante la lógica en nuestro mundo y en nuestro contexto? Porque debemos asegurarnos de que llegamos a argumentos válidos para estimar o desestimar una idea, una acción o una reacción. Porque debemos asegurarnos de que resolvemos un problema en vez de hacerlo más grave. Porque debemos asegurarnos de que en nuestra vida diaria tomamos decisiones a partir de razonamientos válidos y no a partir de suposiciones falsas, presunciones inciertas o prejuicios. Porque en la aplicación de la lógica volvemos la vida más simple, sin desdeñar sus naturales complejidades, y podemos enfocarnos en lo que realmente importa y descartar lo accesorio, lo banal, lo estorboso.

¿Tan importante es?

Hace unos días, Emilia Fallas planteó en una interesante nota en Facebook su preocupación por el descuido que en general se tiene de la literatura en Costa Rica, y por ende, de otras muchas ramas del saber intelectual y artístico. Los niños no aprenden a leer como se debe, los adolescentes no desarrollan ningún gusto por la lectura, y los adultos se comportan en general con indiferencia ante lo intelectual y lo cultural, con grave consecuencia para el ambiente social y cultural del país. En resumen, que un país no lea solo puede traer malas consecuencias: adultos no pensantes. Y adultos no pensantes eligen malos gobernantes, pésimos representantes y prestan atención a noticias amarillistas. Sí, todos sabemos lo que eso significa.

Volviendo a la nota de Emilia y ahondando en su discurso, es fácil advertir que su preocupación no se relacionaba con "no saber leer" como acto formal, pues más del 90 o incluso 95% de la población está alfabetizada, sino con "no saber leer" con profundidad. En otras palabras, los lectores adultos siguen comportándose, en relación con la literatura, como si fuesen niños de preescolar, pues no se muestran exigentes, no comprenden historias complejas y no se interesan por profundizar lo que leen.

Apartándome del hecho de que tal situación en realidad no es nueva, ni aquí ni en muchos países, y de que Emilia afirma muchos hechos ciertos y lamentables, sí me llamó la atención un comentario en particular: Además, el MEP ha invertido millones (calculando salarios, costos administrativos, tiempo de docentes, pago de consultores, etc) durante más de cuatro años en la gran novedad "meterles un proyecto de lógica" en Español, en lugar de abordar realmente el tema y estudio de las competencias que el país debe desarrollar en los muchachos para alcanzar competencias en comunicación oral, escrita y análisis lector [...] La lógica solo es una herramienta ínfima que puede ayudar a percibir relaciones del discurso, pero JAMÁS ninguna teoría literaria ni lingüística desde siempre en los  "siglos de los siglos" de estudio literario puede ser antepuesto (sic) por la lógica..."  

Consideremos los hechos. ¿Hay estudios de lógica en nuestras escuelas como asignatura formal?

No.

Sin que haya una asignatura llamada propiamente "lógica", ¿se instruye a los niños en el difícil proceso de saber estructurar discursos e inferir conclusiones válidas a partir de premisas bien formuladas en cualquier materia desde el comienzo de su vida escolar?

No.

¿Se les enseña a los niños algún método para analizar cualquier texto -no solo literario- que siga una estructura formal que asegure la validez de los planteamientos sin incurrir en falacias, falsas premisas y conclusiones apresuradas?

No.

¿Se estimula el debate activo de ideas, el planteamiento de argumentos propios en torno a los temas de estudio, en especial, aquellos relativos a la cultura?

No. Ni en la infancia ni en la adolescencia.

¿Por qué?

No lo sabemos.

¿Repercute negativamente en la educación de los niños el que no sepan pensar de manera ordenada?

Pareciera que sí, puesto que enfrentados a un texto cualquiera no suelen saber qué hacer con él. Tan solo esperan las instrucciones del profesor, que muchas veces sigue algunos lineamientos ya preformados.

¿Es esperable que los niños y los adolescentes, sin estar acostumbrados a razonar de forma ordenada, sean capaces de comprender y aplicar las teorías lingüísticas y literarias más complejas?

No lo parece.

¿Es esperable tan solo que puedan comprender un texto profundo?

Tampoco lo parece.

Dada esta situación, ¿por qué habríamos de despreciar la introducción de la enseñanza de la lógica en nuestras escuelas si se hace tan necesaria?

En realidad, pienso que la enseñanza de la lógica, sin ser nunca una asignatura formal, debería arrancar en el preescolar, donde se les debería enseñar a los niños a entrar en contacto con los libros, a mirar el mundo con ojos de maravilla, a saber expresar sus pensamientos en voz alta y a escuchar los de sus compañeros, que pueden no coincidir con los propios. Sería una gran oportunidad para enseñar a los niños a pensar, a debatir, a respetar las opiniones ajenas, a sostener con dignidad los argumentos propios, y a comprender que los libros no son solo una asignatura aburrida, sino una oportunidad estupenda para disfrutar y a la vez, para comprender la realidad que los rodea a través de las páginas de muchas otras realidades. Tendríamos después adolescentes más conscientes y más interesados, y adultos más pensantes y más críticos.

¿Que estoy soñando? Puede ser, pero ningún daño hace. En verdad creo que aprender a leer comienza por lo básico, y lo básico se relaciona con el pensar. Quizá hoy lo que parece una utopía se haga realidad algún día en nuestras escuelas, y quizá tengamos mejores generaciones de adultos pensantes en el futuro. Entre saber leer, saber pensar y saber tolerar hay una relación más profunda de la que solemos asignarle. =)

19 de febrero de 2013

Ojos de lector

Mirando Toy Story 3, un niño ve la historia de unos muñecos que cobran vida cuando no se les mira y que tienen varias aventuras muy emocionantes. También ve que los juguetes malos terminan mal, que los buenos terminan bien, que es importante compartir, ser buen compañero y posiblemente, los mayores, verán también qué es ser justo y qué es ser un abusador. Hay mucho material para que las mentes infantiles permanezcan interesadas en la historia y no es de extrañar que esta haya sido una de las películas de Pixar más exitosas en términos de audiencia y de taquilla.

Mirando la misma película, un adulto ve, además de la historia que ven los niños, otros significados. Por ejemplo, puede vislumbrar la fatal llegada de la vejez y lo que esto implica: la separación de aquellos a quienes se ha amado, sea porque parten, sea porque mueren; la sensación de inutilidad y de marginalidad que acomete cuando los demás ya no se acuerdan de uno, pues no solo estás pasado de moda sino también has perdido funciones. Otro tema que los adultos pueden advertir es lo engañosa que puede ser la caridad mal entendida y la "justicia" aplicada por déspotas, y lo fácil que es que se formen mafias en las estructuras colaterales del poder. Otro tema que los ojos adultos advierten tiene relación con la política: la necesidad de combatir las dictaduras y de asegurar un auténtico sistema de consenso entre los ciudadanos si se quiere alcanzar una prosperidad real. Etcétera.

Los temas adultos se superponen unos a otros y se van desgranando al mismo ritmo y con los mismos elementos que los infantiles. La diferencia es que los primeros subyacen en niveles de lectura más profundos que los segundos, que son necesariamente más evidentes, aunque no menos importantes (ojo).

¿Niveles de lectura?

Sí, claro. De la misma manera solemos proceder con los libros. Tomemos por ejemplo, la trilogía de The Hunger Games, de Suzanne Collins. En un primer plano de lectura, el de los ojos adolescentes, lo que advertimos en seguida es la historia de una joven de 16 años que vive en un sistema opresivo donde una dictadura despótica expone a los jóvenes entre los 12 y los 18 años a participar en un circo sangriento para disfrute de la élite. La protagonista se ve enfrentada a varios dilemas, porque no solo debe tomar el lugar de su hermana para entrar en dicho circo sino que ha debido hacerse cargo de la alimentación y cuidado de su pequeña familia desde temprana edad, en un medio hostil y difícil. Al mismo tiempo que el lector adolescente se apasiona por su historia de enfrentamiento y supervivencia en medio de una tiranía sangrienta, también se sumerge en un emocionante triángulo amoroso cuya resolución no puede saber hasta el final de la trilogía, tanto más apasionante por cuanto dicho amor debe desarrollarse en medio de las incertidumbres de su lucha por la supervivencia.

En un segundo plano de lectura, sin embargo, los ojos adultos ven mucho más allá de estas verdades evidentes, que pueden estarse destilando de manera consciente o inconsciente en un lector joven, dependiendo de su veteranía en la lectura y de su grado de conocimientos y de conciencia. ¿Qué ven los ojos adultos? Uno de los grandes temas es el de la desgarradora verdad de la guerra: no hay manera de sobrevivir una guerra sin que las secuelas sigan dañando nuestro corazón durante toda nuestra vida. Y la guerra puede ser más espantosa si quien debe sobrevivirla es un niño, un menor, que se debate entre las inseguridades propias de su edad y las duras pruebas que debe soportar. Un adulto puede quedar quebrado, un niño aún más. ¿Cómo se sobrevive a la muerte, a la manipulación y a la tortura, a la pérdida de quienes amas, a la pérdida de tu hogar o de tu vida, y aún así, retener la cordura y no caer en la depresión, en el suicidio o en la demencia? En un proceso largo, la protagonista vive entre terror y terror, desconfianzas y deseos insuperables de creer, en la incertidumbre, porque el enemigo no siempre está a la vista, y no siempre es quien creemos que es, en la soledad y el miedo al abandono. El amor (y no me refiero solo al amor de pareja) y la compasión parecen no tener cabida en un mundo surcado de traiciones, y saber decidir cuál es la acción correcta, o incluso ética, se vuelve agónico. De hecho, la ética en la guerra es uno de los temas más recurrentes a lo largo de la trilogía, aunque no de los más evidentes.

Otro tema que la trilogía explora y que puede quedar patente en manos de un lector adulto es que el amor entre dos no es ni puede ser el resultado de una infatuación ni de un flechazo. No se impone, no se exige, no se dar por sentado ni nace de la noche a la mañana. A veces incluso se le puede hallar en medio del dolor. Y cuando llega, lo hace de manera natural, complementadora. Aceptar al otro como es, y lo que conlleva, respetar su manera de pensar y de ser, sus miedos y sus valentías, y aceptar que por mucho que uno quiera a alguien, no es su obligación que te quiera de la misma manera, son temas interesantes que no resultan obvios pero que pueden calar hondo. En este sentido, un adulto puede ver en la trilogía un tratamiento del amor muy distinto de las típicas comedias románticas o de las clásicas novelas románticas que lo pintan siempre de la misma manera (irreal) y machotera.

Otro tema que los ojos adultos pueden advertir en la trilogía de Collins es el sutil arte de la manipulación mediática y la importancia que los medios pueden tener para instaurar una dictadura, para mantenerla o para destruirla. La propaganda y la distorsión histórica se unen a la manipulación mediática en un complejo sistema de silencios y denuncias en los que muchas veces no sabemos situar la verdad o la mentira. ¿Quién miente, quién es honesto? Este tema está unido de manera intrínseca a la importancia de la imagen como proyección política y como afianzamiento del poder: de acuerdo con lo que ves, puedes tomar una decisión u otra, a menos que sepas ir más allá de lo que se te presenta y descubras la manipulación que se esconde detrás. El juego de "real or not real" que necesita desarrollar Peeta en algún momento de la historia para separar los recuerdos auténticos de los que no lo son aparece entonces en dos planos: el evidente, explicado por sí mismo en la historia, y el simbólico, que es la pregunta ulterior que los adultos terminamos por hacernos en el diario transcurrir de nuestras vidas.

En la medida en que Toy Story 3 y la trilogía de The Hunger Games son capaces de generar distintos planos de lectura en quienes se acercan a disfrutarlos se convierten en obras enriquecedoras, e incluso convenientes para distintos momentos de lectura. Porque los ojos de un lector nunca son los mismos, a menos que dicho lector no pueda madurar sus procesos de lectura. Un lector infantil sería un lector primario. Uno juvenil, intermedio. Uno adulto, avanzado o maduro. ¿Coincide con la edad? No necesariamente. No solemos encontrar lectores maduros entre los niños, pues por principio suelen tener pocos años de lectura y pocas lecturas a cuestas, y sin embargo, hay niños que aún a la edad de 10 u 11 años, dependiendo de sus circunstancias, pueden generar lecturas avanzadas de sorprendente capacidad reflexiva. Y uno esperaría que los adultos tengan siempre la capacidad de leer con ojos de "adulto", lo que, lastimosamente, no sucede tan a menudo como quisiéramos.

La mayoría de los adultos no suelen pasar del nivel intermedio. Sus lecturas suelen quedarse en niveles primarios y no saben descubrir más allá de lo que es evidente. Una película como Toy Story 3 o una trilogía como The Hunger Games, han sido dirigidas principalmente a niños y a adolescentes, respectivamente, y sin embargo, he notado que una enorme cantidad de adultos no suelen poder descubrir en ellas más allá de lo que sus pares niños o adolescentes consiguen. ¿Cómo enfrentan entonces estos adultos los libros o las películas más densas, con mayores niveles de lectura aún que dichas obras? No es de sorprenderse que no las comprendan. (Ojo: un tema adulto no tiene que ser una escena sexual o una escena violenta. Hoy en día, la mayoría de niños y adolescentes suelen presenciar con bastante indiferencia escenas así. El sexo y la violencia son adultos en la medida en que se ven envueltos en temas más profundos, más difíciles de digerir y de comprender, y sin embargo, un libro para adultos puede no contener una sola escena sexual o violenta y seguir siendo un generador de distintas lecturas).

Tengo la impresión de que esta incapacidad lectora en la población adulta viene dada por una simple falta de práctica. Como nunca lee nada más complejo que Twilight (que solo tiene un plano de lectura, el evidente) o no ve nada más complicado que Transformers (que no tiene ningún plano de lectura), no se acostumbra a ahondar más allá de lo evidente, lo complejo se le vuelve complicado y cierra el libro o se sale del cine antes de comenzar. Y es triste, porque alguien que no sabe leer o no sabe ver más allá de sus narices, aplicará el mismo sentido de desorientación en todos los órdenes de su vida: en el trabajo, en la política, en las relaciones sociales, en las relaciones familiares, en todo. ¿Es de extrañar que se encuentre tanto vacío en nuestras clases políticas, tanto desorden en nuestras vidas, tanta superficialidad en muchas de nuestras actividades de entretenimiento? ¿No sería fabuloso que pudiéramos enriquecer nuestro mundo con ojos de lector maduro, que sabe encontrar significados tras significados y que puede eventualmente tornar en realidad mejores actitudes y comportamientos?

La próxima vez que vayan al cine o que lean un libro, y mientras lo disfrutan, o aún después de disfrutarlo, háganse una pregunta: ¿lo leí como un niño o como un adulto? Y si descubren que se han comportado como niños, quizá sea tiempo de cuestionar lo que vemos en las noticias, lo que sabemos de nuestros amigos y aún lo que les decimos a nuestras parejas...

14 de febrero de 2013

Editorial Palabras de Agua y Calles de Chatarra

Este es un buen día para la literatura. La Editorial Palabras de Agua se lanza con todo para arrancar un hermoso proyecto editorial, en el que autores nuevos y consagrados puedan tener una nueva y moderna opción de salida para obras frescas y revitalizar el mundo literario en lengua castellana.

Hoy arrancan con Calles de Chatarra, novela autoconclusiva de género negro combinado con el fantástico, del autor español Alex Guardiola, que fue finalista del Premio Minotauro con su novela Sombras de una Vieja Raza y que ha participado en innumerables proyectos literarios y antológicos de gran calidad en el pasado.

Es una excelente oportunidad para hacerse con un ejemplar de esta nueva novela, que promete placer literario del mejor, a la vez que permite a los lectores afines a los buenos libros impulsar el arranque de una editorial prometedora. Si quieres participar del crowfunding, no más cliqueas en el anuncio que aparece a la derecha de la pantalla de este blog, justo debajo de mi enlace hacia Facebook, o bien, haces click aquí: http://www.verkami.com/projects/4528

¡Adelante! =)

1 de febrero de 2013

Métodos propios para desintoxicarse

Entre la revisión de una novela y otra me es preciso transitar por un periodo de desintoxicación. Suena un poco extraño, pero en mi caso es la relación de una simple verdad, pues cada vez que me sumerjo en el universo de una historia en particular (propia), básicamente transpiro ese universo. Mis pensamientos giran en torno a él, los personajes se desenvuelven frente a mis ojos, con sus fallas y sus contradicciones, a cada instante regresan a mí preguntas cómo "¿por qué Fulano hizo esto si había hecho aquello?" o "¿cómo se dio cuenta Sutano de que Mengano estaba en X lugar?", y cosas por el estilo. Es tan absorbente que lo único que lo contrarresta es la realidad. Sí, el día a día: mi familia, mis deberes, mis relaciones normales, mis actividades rutinarias, etc. Fuera de mi realidad, que también vivo en todas sus aristas, está ese universo alternativo en el que he decidido transitar.

Así las cosas, mientras escribo una historia X, no tengo cabeza para ninguna otra. Podría intentarlo, pero sería como un juego de fraudes: la verdad es que no la viviría igual ni le daría la misma importancia, por lo que podría "perpetrarla" en vez de crearla. Hace muchos años sí saltaba de una historia a otra, pero por lo mismo, rara vez las terminaba. Hoy en día conozco mis limitaciones y si he decidido dedicarme a una historia, dejo las otras en suspenso. (Sí, siempre tengo un arsenal aguardándome, lo que no significa que todas vayan a surgir alguna vez de la oscuridad). Y no importa si la historia en la que estoy envuelta es larga o es corta: la experiencia es la misma. Claro que si la historia es corta, el periodo de "inmersión" necesariamente será más corto, mientras que si la historia es larga, ese periodo puede prolongarse por meses.

Hay otro problema adicional con la inmersión. Es adictiva, envolvente y gratificante. Sí, casi, casi, como una droga. Claro que no tiene consecuencias negativas para mí ni me amenaza con drenarme las neuronas ni con achicharrarme el hígado o algo por el estilo. Pero mantiene mi sentido del placer en alto. Disfruto la historia, la vivo, me encariño con los personajes (bueno, con algunos no), me veo en los escenarios, incluso conozco historias personales tan complejas que podría escribir biografías enteras (nunca las verán, sin embargo). Esos sentimientos son una ventaja mientras estoy escribiendo la historia, porque me permiten desarrollarla con fluidez y (quizá) con naturalidad (espero). Pero son una seria desventaja cuando llega el momento del adiós y la necesidad de seguir con mi vida literaria, es decir, cuando ya es hora de que me dedique a otro universo, otros personajes, otra historia.

Ahí es cuando surge el momento de la desintoxicación. Pero... ¿cómo lograr una desintoxicación en un caso así? Y pues... de la misma manera en que me metí en el "problema": con historias. Pero no con historias propias (¡ajá!), sino con otras distintas. En otras palabras, mi "rehab" está en la lectura desenfadada y sin objetivos específicos, que siempre me ha acompañado desde que sé leer y que puede arrancarme sin dolor de los escenarios de mis universos y me sumergen en otros universos creados por mentes distintas a la mía.

Y por eso también sería muy contraproducente para mí leer algún libro que me guste o me absorba mientras estoy escribiendo una historia propia. ¡Amenazaría con arrancarme, antes de tiempo, del mundo que necesito resolver!

Hace poco transité por dos periodos así y todavía me encuentro en otro más. Cuando revisaba y reescribía mi vieja historia, estaba perfectamente inmersa en ella. Pero luego de terminarla, venía el momento de sumergirme en Señora del tiempo. Para hacerlo, tenía que desintoxicarme primero, y no es tarea fácil desembarazarse de un universo que conoces tan bien. Pero un librito muy agradable lo logró para mí. En vez de sumergirme en las espesas aguas de un universo de ciencia ficción, que quizá me habría estropeado un poco el proceso de desintoxicación, me entregué a las tranquilas mareas de un libro que contaba una historia cotidiana, sobre una mujer cotidiana enfrentada a pequeños pero interesantes dilemas. Se llama Christmas at Harrington's de Melody Carlson y cuenta la historia de una ex convicta que regresa a la vida normal con muchas tristezas y pocas esperanzas. No es un best seller de fama mundial ni una obra clásica de la literatura universal, pero es una historia sencilla, muy cálida y humana, que me hizo pasar muy buenos momentos y que tuvo la virtud de hacerme salir sin prisas ni dolor de mi universo previo y me allanó el camino para Señora del tiempo.

El tiempo en que pasé sumergida en Señora del tiempo se prolongó por meses, por supuesto, pues es una novela, y las novelas, por muy sencillas que sean, siempre demandan atención por periodos prolongados. Esto incluye no solo la creación y la redacción sino también las exhaustivas revisiones, sin contar la documentación, que me llevó a leer varios libros sobre temas tan diversos como la parasicología, los dilemas de la física cuántica y la historia de la brujería. Absorbente, interesante, y maravilloso. Pero terminó y una vez que ha terminado, quedaba otra vez esa oscura sensación de pérdida que siempre lo acomete a uno al final de una historia. Y para empeorar la cosa, necesitaba regresar a la revisión de mi vieja historia.

Necesitaba desintoxicarme otra vez. Y en esta oportunidad, recurrí a una trilogía.

Había leído The Hunger Games, de Suzanne Collins, un año antes, y aunque tenía sus continuaciones, no había tenido oportunidad de sumergirme en su lectura, por lo que decidí que una excelente manera de desintoxicarme era regresando primero a The Hunger Games (suelo hacerlo, para quitarme de la cabeza las escenas de la película y recordar lo que ocurría en el libro), para seguir de inmediato con Catching Fire y luego con Mockingjay. ¡Absorbente lectura! Y no me decepcionó. La historia de Suzanne Collins logró hacerme salir sin dolor del universo de Señora del tiempo y hacerme vivir por una semana con las aventuras y desventuras de su protagonista, en una lectura muy agradable, con una carga adicional de reflexiones y de vivencias humanas que poco tienen que ver con lo más publicitado de la saga. Quizá en otra oportunidad lo comente, pero entretanto recomiendo su lectura sin pensar en la publicidad y sin darle tan excesiva importancia a los triángulos amorosos de la trama, con lo que gana en profundidad y trascendencia.

Y me sumergí otra vez en otro de mis universos. Fue un periodo de revisión, lo que implicó mayor cansancio quizá, y más observación. Finalizó también y también hube de dejarlo ir.

Y llegó otro momento para la desintoxicación. ¿Y a quién acudir? Esta vez, cumplí una promesa a uno de mis hijos y recurrí a la ayuda de un clásico muy bien ponderado y alabado por generaciones de lectores y críticos: La historia interminable de Michael Ende. Por extraño que parezca, era una de esas historias fantásticas que aún me quedaban pendientes. Demás está decir que no me defraudó en absoluto. Me ha parecido una de las historias más hermosas y originales que habré leído en la vida y comprendí por qué mi hijo de 10 años la leyó tan bien y tan concentrado. Como observación tengo que decir que esta novela está bien dispuesta para ser disfrutada y entendida por un niño lector (de unos 10 años, precisamente), pero como toda gran obra, puede ser todavía mejor comprendida y disfrutada por un adulto. La conclusión obvia es que recomiendo se lea cuando se es niño y se vuelva a leer cuando se alcance los 40.

La historia interminable me permitió abandonar temporalmente mi segundo universo y permanecer aislada de él mientras el libro sigue su curso. Pero una vez concluida, ya no tengo historias. ¿Es eso malo? No, por supuesto. Me permite la inmersión en otros muchos universos, propios o ajenos, y en seguir mi vida literaria normal sin alteraciones. Ya he comenzado con The Wise Man's Fear de Patrick Rothfuss, continuación de su famosa The Name of the Wind (leída por mí hace dos años) y puedo sentir que mi "rehab" dio los resultados adecuados en los momentos precisos, como siempre, sin que se noten secuelas dañinas ni caídas depresivas preocupantes. Mi mente está, por tanto, lista para sumergirse en cualquier otro momento en una nueva historia propia, mientras se deleita con las de otros, que afortunadamente, siempre están a mano para rescatarme. =)