31 de julio de 2008

Géneros muertos

Supongamos que ya nos decidimos, que tenemos una historia claramente perfilada en nuestra mente y que nos abocamos a narrarla como mejor podemos y queremos, concentrados en la secuencia apropiada de los hechos, en el diseño realista de los personajes, en la buena medición del tiempo, en el uso adecuado del lenguaje, en fin, nos dedicamos a la tarea monumental de escribir una obra literaria y de hacerlo bien. ¿Hemos decidido ya el género en el que nos hemos de desenvolver? Humm... tal vez no.

En realidad, no creo que sea esa una decisión muy consciente en la mayoría de los casos. Me explico: Primero surge la historia, estalla en la cabeza. Luego podemos decidir a qué género pertenecerá, según se vaya desarrollando. Si es que es importante, porque tal vez no lo sea. ¿Habremos de echarnos atrás si nos damos cuenta de que el género en el que nos desenvolvemos no es apropiado? Pero, ¿apropiado desde qué punto de vista? Uno es el punto de vista comercial, del que ya me he extendido largo y tendido (A propósito de temas anteriores, en que uno como escritor conscientemente se introducía en géneros populares para ganar dinero -aunque tal cosa nunca está garantizada-, quizá sí sea importante definir el género en el que desarrollaremos nuestra historia). Pero hay otros puntos de vista, estrictamente literarios. Pensaba en uno: es que dicen que hay géneros "muertos".

El término no viene de mi cabeza. Ni por un momento se me ha ocurrido pensar en géneros "muertos", aunque puedo suponer a qué se refiere. Siempre me figuré, al menos, que los géneros literarios que han fallecido serán aquellos que no tienen cabida dentro de nuestra sociedad, por su naturaleza misma. Pienso en los relatos épicos de dioses y otros seres actuando como si hubiesen vivido. O cierto tipo de poesía medievalista. Claro que si me da la ventolera de escribir poemas épicos, el género no estará taaaan muerto como se pensaba, pero no creo que sea yo quien los resucite.

Sin embargo, el otro día me tropecé con una discusión sobre si la ciencia ficción había muerto ya o no. ¿La ciencia ficción? Esto sí me sorprende. ¿No es un género literario muy acorde con nuestro tiempo y nuestra sociedad? ¿No vivimos rodeados de ciencia, peleados con ella, o en completa armonía con sus disciplinas? ¿No veneramos la ciencia -bueno, un poco menos que al comercio, claro-? ¿Cómo es posible entonces que un género que se inspira en ella y sirve a su vez de inspiración para ella haya muerto?

Luego miré mis relatos, la novela que escribo, las películas que se estrenan en el cine, desde las que son destinadas para públicos infantiles hasta aquellas que se encuadran en el terror también. Ciencia ficción. Se escribe, se lee, se mira, se escucha, hasta se juega -en videojuegos- ciencia ficción. No, no hay tal funeral. Está tan viva como nunca y sigue inspirando y maravillando. ¿Entonces...?

Tranquila, pues. Sigo adelante con mi historia. Total, que si yo, al menos, la estoy escribiendo y finalmente la culmino, no habrá muerte posible para el género en el cual se encuadra. ;)

19 de julio de 2008

Fronteras

Pensando a propósito de lo difícil que es vivir del arte, me preguntaba el otro día cuáles serían los límites que podría tener un autor desconocido para volverse conocido. Tal como he planteado en diversas ocasiones, no me parece en absoluto censurable que un autor literario quiera ser remunerado por sus escritos artísticos. En otras palabras, es perfectamente válido desde el punto de vista moral, que un escritor quiera que sus libros se vendan y solicite el pago de sus regalías como corresponda, en particular cuando ha firmado un contrato de edición con una editorial, empresa comercial como cualquier otra. De igual manera, los pintores venden sus cuadros, los músicos sus partituras, los cantantes las entradas a sus conciertos, etc. También he afirmado, y lo creo, que no hay ni debe haber tampoco imposiciones sobre los escritores, como expresé en la entrada anterior, acerca de los géneros a los que "debería" dedicarse, etc.

Ahora bien, superadas esas reflexiones, ¿dónde están los límites que nosotros mismos como escritores nos imponemos? De acuerdo. No venderé mis ideas a cambio de limosnas. Eso está clarísimo. Ni me volveré panfletario para congraciarme con un dictador, no hablamos de eso. Estoy pensando en nuestros entornos libremente comerciales, donde los autores suelen decidir sobre qué escriben y cómo lo hacen y las editoriales deciden cuáles aceptan y cuáles no (la mayoría). ¿Qué pasa cuando somos nosotros mismos los que caemos en la tentación de "probar suerte" con alguno de los géneros de moda, no porque nos gusten o nos llenen de ilusión, sino porque así pensamos que podremos tener más éxito? O peor aún, ¿qué pasa si se nos cruza por la cabeza dedicarnos a laborar en esos seudogéneros, productos comerciales, cuyas historias ya están prefabricadas, donde cada personaje tiene trazado su esquema y hasta podemos adivinar cuál será el final? Es decir, cuando decidimos que la única manera de salir adelante es escribir un "thriller" o una novela rosa.

Alguien puede decir que soy prejuiciosa. Pues no. He leído infinidad de novelas rosas (sí, lo confieso, lo he hecho, ¿quién no?) y sé por experiencia que una es exactamente igual a la otra, con algunas variantes argumentales cliché, pero con la misma sensiblería, el mismo lenguaje semi sensual o semi erótico, con las mismas metáforas, la misma chica hermosa y desolada, el mismo protagonista masculino fuerte, atractivo y absurdo, etc. Son esquemas, no se puede dudar. Y de los thrillers ni hablemos. Todos son más o menos cortados con el mismo molde. Si hasta algunos de los autores más clásicos han confesado que se les hace fácil escribirlos.

Entonces, allí tienes el dilema. Trabajas con esfuerzo denodado en tu historia, esa que amas y piensas con intensidad. Te documentas y elaboras. Piensas en los personajes, en las líneas argumentales, en los escenarios. Los reelaboras y los vuelves pensar. Y llegas a la conclusión de que por más que la adores, nadie te garantiza que el editor de turno la quiera comprar. ¡Vaya! ¿No sería más sencillo que escribiera un thriller o una novela rosa?

Humm... ¿es aconsejable? Si eres un decidido escritor de thrillers o novelas rosas y lo haces bien, pues, adelante, no hay problema. Pero si tus ansias literarias van más allá de los esquemas, ¿no te traicionas a ti mismo al abordar un camino que parece fácil? Vamos, tampoco es que estoy cazando estrellas con una cámara fotográfica, por favor, puedes pensar. Y es verdad. No se trata de que cambias de oficio. Es sólo que...

¿Y qué hay de las franquicias? Esas historias que se fabrican sobre mundos hechos por otros, imaginados por otros, mérito de otros. ¿No es un poco... trabajo de segunda? Todos recuerdan las historias de la Dragonlance como obra y creación de Margaret Weiss y Tracy Hickman, nunca se acuerdan de los autores que continuaron desarrollando la enorme franquicia originada en el universo creado por ellos. Por otro lado, también, si nadie te va a asociar a una franquicia y puedes hacer algo de capital con una de ellas, pues qué caray. Ya te darás a conocer cuando puedas publicar tus propias creaciones originales y te habrás impulsado...

No lo sé. ¿Estoy realmente en una frontera? Quizá no. Tal vez algún día, impulsada por la curiosidad, emprenda la tarea de probar con un thriller o una novela rosa y tal vez cambie mi forma de pensar al respecto de ellos o quizá me divierta, no lo sé. Entretanto, ¿hay fronteras así? Dejo la interrogante...

15 de julio de 2008

¿Y por qué no te escribes una novela de... ?

De entre la larga lista de consejos no pedidos que se le proporcionan a un autor novel (pues a los consagrados nadie los aconseja), incluyendo aquéllos de contar historias tomadas de la vida diaria inmediata del autor en cuestión, están los ineludibles de ¿Por qué no te escribes un cuento (muchos no están muy seguros de cuál es exactamente la diferencia entre cuento y novela) de...? Y pasan a formular el género de moda.

Sí, claro, los géneros literarios también se ponen de moda, como todo. Si la música, el cine, la ropa, los deportes y hasta los teléfonos se ponen de moda, ¿por qué no los géneros literarios? Hoy en día, por ejemplo, están de gran moda -entre los géneros narrativos- las novelas históricas y las novelas de "autoayuda". Entre las novelas históricas habrá que diferenciar aquéllas rigurosamente históricas de las que tan sólo toman un periodo en particular como pretexto para montar lo que llaman un "thriller" o novela de gran acción, suspenso y misterio combinados. La rigurosidad histórica entre estos últimos puede estar presente o no, eso dependerá del autor en cuestión. Pensemos en un Los Pilares de la Tierra, de Ken Follet o en un El Código da Vinci de Dan Brown y sabrán a qué me refiero. El primero hace transcurrir la acción en el período histórico escogido. El segundo transcurre en el presente pero toda la trama, la intriga y las motivaciones de los personajes se basan en sucesos acaecidos en el pasado. Ambas pueden catalogarse como novelas de "acción".

En cuanto a las novelas de "autoayuda" sólo diré un nombre: Paulo Cohelo. Creo que ahora se entiende a qué me refiero.

El punto es, y con independencia de la calidad de las novelas que llenan los estantes de best sellers de la librería local (algunas serán excelentes obras literarias, y otras sólo pseudo-guiones cinematográficos convertidos en novelas), que cuando alguien conoce a un autor novel y desea que le vaya bien, nunca suele tardar mucho en recomendarle que escriba "algo" en el género de moda. Esto por cuanto se tiene la percepción de que un escritor es precisamente escritor porque escribe. Lo que escriba es irrelevante, lo importante es que eso es lo que mejor sabe hacer. Y supongo que es también una inconsciente transmisión del pensamiento moderno que identifica todo quehacer humano dentro del campo de las relaciones del mercado: dado que los libros se venden, habrá que hacer algo para volverlos atractivos, por tanto, si el mercado está pidiendo novelas históricas, por ejemplo, hay que darle novelas históricas. Así, nuestro amigo el autor novel dejará de ser desconocido y finalmente podrá vender una historia.

La respuesta, por supuesto, es predecible. La literatura es arte. Por supuesto que se puede vender, como se venden las otras obras artísticas, pero siempre hay una zona entre el deseo por vender y la inspiración artística donde las reglas del mercado tienen poco poder y donde un auténtico artista no puede hacer nada excepto rendirse a su arte. El consuelo es que a la postre, salvo excepciones (o pésimas decisiones financieras del sujeto en cuestión, lo cual es otra historia), el arte es premiado y aunque no parecía que llenara las "expectativas" comerciales del mercado, se acomoda en él y el artista sale triunfante.

Así que, invariablemente, cuando un autor novel recibe esta clase de consejos, los agradecerá con cortesía y no hará comentarios. La verdad es que sólo, en la intimidad de su relación con su historia, sabrá si puede o debe sumergirse en ese consejo...

(Este tema me plantea otras reflexiones, a las cuales me referiré en entradas posteriores)

9 de julio de 2008

Los libros más vendidos...

El otro día estuve curioseando entre las listas de los libros más vendidos del mes. No las encontré (al menos las del mes de junio) pero sí me topé con un agradable comentario a propósito de este tema y me trajo a la memoria varios pensamientos que he debatido en alguna ocasión con otros escritores, particularmente noveles o emergentes.

Uno de los pensamientos tiene relación con las emociones que tales listas provocan. Siempre hay un grupo de intelectuales (no todos lo son realmente) que las rechazan, calificando los libros que las componen de "literatura de segunda" y declarando que no hay buena literatura que guste a las "masas", por lo que nunca se la verá en las listas de los libros más vendidos. El argumento siempre me ha parecido cizañoso, tremendamente cargado de envidia y falaz, por añadidura. Envidia, porque la verdad es que a todos nos gusta la idea de ser aceptados, gustados, o al menos leídos. Si estás en una de esas listas, al menos la mayoría de los que compraron tus libros los habrán leído y posiblemente les habrá gustado. Eso es agradable para el amor propio y la moral del escritor. Envidia también porque integrar dicha lista equivale a ser remunerado por un trabajo que te apasiona. Todos sabemos lo difícil que es vivir del arte. Entonces, si logras vender tus libros al punto de aparecer en las listas de best-sellers, ¡lo lograste! ¡Puedes vivir de tu arte! (lo que implica no tener que involucrarte en trabajos laterales que no te gustan pero te dan de comer). Y falaz, porque muchos grandes libros de la literatura universal fueron a su vez grandes best-sellers en su tiempo, cuando aún no eran reconocidos por la crítica especializada como clásicos (incluyendo al famoso Don Quijote de la Mancha).

Otro pensamiento guarda relación con el aprecio social del trabajo artístico. Vamos a dejarnos de excusas: la verdad es que el oficio del poeta, del escritor, o como quiera llamársele, ha sido visto por las gentes "decentes" de Latinoamérica (y posiblemente en España) como no-trabajo. Eso, no-trabajo. ¿Eres escritor? Pues entonces no trabajas. Holgazaneas, pues los artistas son tradicionalmente "vagos". Ah, ¿eres redactor de un periódico? Entonces sí tienes un trabajo. Pero, ¿cuál es la diferencia? Una muy sencilla: en una recibes paga, en el otro no. Las cosas cambian cuando logras instituirte en figura, es decir, cuando tus libros se venden y se conocen con amplitud. En ese punto logras cierta respetabilidad y tu familia ya no te mira con desconfianza sino con admiración. Ah, ya sirves para "algo". Eres remunerado. Entonces no eras vago, eras artista incomprendido.

¡Qué injusticia! Es un prejuicio muy extendido, pero no deja de ser prejuicio y de ser injusto. El arte no surge del artista por "generación espontánea". Es el resultado de arduo trabajo -verdadero trabajo- y si al final se obtiene el éxito, suele ser bien merecido. Habrá sus excepciones, pero serán siempre excepciones que confirmen la regla.

El caso es que estar dentro de la lista de libros más vendidos te permite acabar de golpe y porrazo con el prejuicio social antes descrito, muy común entre tus familiares cercanos, y por ende te representa finalmente obtener algo del prestigio social que siempre poseen los trabajadores honestos y responsables.

¡Así es la vida!

4 de julio de 2008

Visiones 2008

¡Estoy de plácemes! Sé que no he estado muy puntual últimamente, pero es que he intentado mantenerme fiel al postulado "Si eres escritor, escribe" y no es precisamente una actividad que genere muchos espacios libres -en particular, si la combinas con tu trabajo habitual y tu familia-. Ahora tengo que hacer un alto y volver a llenarme de satisfacciones mil, pues he recibido una ESTUPENDA noticia: Mi relato (inédito) El último pozo fue seleccionado para integrar junto a otros catorce cuentos fantásticos la antología Visiones, que publica la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT). Según lo explica la propia Asociación:

"Desde 1992, la AEFCFT publica una antología de narrativa inédita. Los dos primeros volúmenes se llamaron Visiones Propias, para pasarse a partir del tercero a designarlos simplemente como Visiones más el año de su publicación. El antologista designado cada año tiene plena libertad para seleccionar a su gusto las obras a publicar. De esta manera se obtiene una selección singular, al tiempo que se dan a conocer los autores españoles y se fomenta la fantasía y la ciencia ficción."

Este año, la selección quedó bajo el encargo de los miembros de la Tertulia Valenciana, la cual dio noticia del fallo hoy mismo. Transcribo a continuación lo que dijeron:

"Una vez concluido el proceso, el Comité Seleccionador del Visiones 2008 ha decidido que los relatos integrantes del volumen sean (listados por orden alfabético de autor):

  1. Igual que refulgen las almas, de Elena Alonso Frayle
  2. La imposible mujer menguante, de Claudio Amodeo
  3. Hadas negras, de Fracisco Jesús Franco Díaz
  4. Oddvillage, de Ángel Guardiola Gómez
  5. Patricia y la caja IOOP, de Enric Herce Escarrà
  6. 357, de Jesús Jiménez Cáñada
  7. Topacio, de Graciela Lorenzo Tillard y Fabio Ferreras
  8. Hija de la gran musa, de Sergio Macías García
  9. El rastro perdido, de José María Pérez Hernández
  10. Sacrum Cosmica, de Daniel Pérez Navarro
  11. El último pozo, de Laura Quijano Vincenzi
  12. La Fundación, de Inmaculada Rumbau Talens
  13. En honor a Saram, de Andrés Torralba Ureña
  14. Ramas, de José Ramón Vázquez Peñas
  15. Tafiofobia, de José Ramón Vila Martínez

La portada será obra de Ricardo Adriansen Todos los autores deben haber recibido un mensaje anunciándoles el destino de su cuento. Si no es así es que algo ha fallado con la dirección de contacto proporcionada.

Quisiéramos reiterar nuestro agradecimiento a todos los autores participantes en la convocatoria. De los 242 relatos iniciales hemos tenido que escoger sólo 15, poco más del 6%, lo que da idea de la complejidad del proceso y de lo difícil de acceder a la selección final.

Esperamos que, en cuanto la tengáis en vuestras manos, disfrutéis de esta antología que consideramos de magnífico nivel, amén de un gran exponente de lo que puede dar de sí el cuento fantástico escrito en castellano.

El Comité Seleccionador del Visiones 2008"

Desde aquí extiendo mis felicitaciones a todos mis compañeros de selección, algunos de los cuales resultaron ser también compañeros de foros y otras contiendas (como al excelente Enric Hercé, al que he conocido como escritor en los dos TDL de Sedice.com y en sus interesantes artículos de portada) y decir que me siento doblemente honrada, pues con El último pozo serán dos los relatos que reciben el privilegio de ser publicados por una antología de la AEFCFT. (El otro fue Por siempre otro, en Fabricantes de Sueños 2008, como les comenté en la entrada anterior).

Así que... ¡Estoy de plácemes! :)