25 de enero de 2013

Una historia y un sentimiento

Se acerca mi cumpleaños (¡yei!), que es y siempre ha sido un motivo de complacencia para mí, sin importar cuántos años cumpla. Ese día me siento bien. Sé que es una cuestión psicológica, emocional, autosugestiva, pero es lo que es y lo disfruto por lo que vale =) Y si además llego con alguna satisfacción personal ligada a la escritura, pues mejor.

En este punto me siento feliz y triste a la vez. Por segunda vez, llego al final (parcial) de un viaje y me invade esa sensación de pérdida que me acompaña siempre que doy término a una historia. En este caso no es enteramente cierto porque es apenas una parte del viaje, pero como es una parte con inicio, desarrollo y conclusión, es casi como si fuera el final de un viaje completo. Y lo peor de todo es que es una historia vieja.

Pues sí. Hace casi diez años comencé con esa historia. Escribí de un tirón un mamotreto de unas 900 mil palabras, que hube de dividir en tres, lógico, y que convertí en una "trilogía", y de la que me sentía vanamente orgullosa. Luego de un desencanto inicial, por haberme atrevido ingenuamente a enviar semejante armatoste a un concurso literario (en el que no creo que hayan llegado a ver el horroroso manuscrito), lo dejé un tiempo hasta que me decidí a publicarlo sin concurso de editorial. Era una época en la que el acceso a editoriales que se interesaran por la ciencia ficción o la fantasía parecía imposible y pensé, de nuevo con ingenuidad, que el mejor camino era la auto publicación por Internet. Por supuesto, hube de revisar el mamotreto en cuestión y horror de horrores, me di cuenta de la inmensa cantidad de defectos que tenía. Sin embargo, eso no me arredró y me sentí a revisar, refinar, podar, re-revisar, re-refinar y podar de nuevo hasta que obtuve un primer tomo más o menos decente, que publiqué con mucha ilusión por medio de Lulu (porque no creo en las auto publicaciones pagadas y mucho menos en las co-ediciones, lo que en su momento me salvó de alguna mala decisión financiera). El tiempo pasó y no percibí mayor atención por mi librito, pero con cierta ingenuidad, publiqué la segunda parte dos años más tarde y esperé.

Ignoraba los tortuosos caminos de la promoción en línea (en torno a los libros) que debía haber emprendido y al mismo tiempo, supe lo poco que sabía sobre el auténtico mundo editorial más allá de las fronteras por mí conocidas. Fue un periodo de reencuentro con el relato, con la entrega a historias diferentes, con personajes muy distintos entre sí. Aprendí también sobre los concursos populares, que son muchísimo mejores que los típicos concursos apadrinados por compañías o editoriales, pues se expone uno a la crítica auténtica, y crecí como autora (pienso) y hasta me divertí más, mientras escribía. De este periodo, que aún no termina, surgieron mis relatos más preciados, aquellos que se incorporaron a antologías y/o recibieron reconocimientos y que me enseñaron a emprender el difícil arte de la auto crítica y de la revisión exhaustiva.

Entonces, miré mi vieja historia, amada historia, con otros ojos. Como nunca supe qué hacer para darla a conocer, prácticamente nadie la conocía, fuera de algunos amigos, así que la retiré de las vitrinas en línea y la leí de nuevo. Y pensé: me gusta, la quiero, pero... necesita otra maduración. Y emprendí una revisión más madura, pero aún tímida, de mi primer tomo y con gran entusiasmo lo confié a una lectora veterana para que me diera su opinión.

Y la opinión llegó, nada halagüeña: ¡había fallos por todos lados! La historia es buena, me dijo, pero...  En fin, necesitaba una revisión profunda y seria. En aquel momento, luego de agradecer la crítica, tomé la historia y la guardé. Necesitaba desintoxicarme de ella y emprender otro buen camino de aventura en el relato. Fue muy productivo en cuanto resultados literarios y me sentí tan satisfecha con eso, que a principios del año pasado tuve la disposición y el ánimo para retomar mi vieja historia y aplicarle el correctivo que sin piedad necesitaba.

Y volví a vivir en mi vieja historia. Me divertí mucho, nuevamente, pero fui implacable. Prácticamente le di vuelta, la reescribí de pies a cabeza y al final tuve una historia similar pero diferente, que se parecía a la original en mucho y al mismo tiempo en nada. Fue un mes intenso de reescritura que coincidió con otro gran proyecto inesperado y novedoso para mí: la beca de fomento literario del Ministerio de Cultura.

Esa beca no era para mi vieja historia. Era para una historia muy diferente, para la que necesitaba espacio y tiempo. Había reescrito mi vieja historia, por lo que la dejé guardada otra vez, y me entregué con pasión y con ahínco a mi nuevo universo, en el que aprendí muchísimas cosas nuevas, descubrí otras y hasta abandoné algunas ideas erradas que tenía del pasado. Al cabo de cuatro meses enloquecidos pero fascinantes, surgió Señora del tiempo, que sufrió un intenso trabajo de revisión y que finalmente entregué al Ministerio de Cultura en diciembre del año pasado. Hoy, Señora del tiempo está en manos de editores, y solo con el tiempo sabré cuándo verá la luz.

Como tenía que dejar ir a mi Señora del tiempo, terminé de leer algunos libros de consulta (¡interesantísimos!) y me entregué a la lectura de otros autores por un buen rato (una semana), antes de reemprender mi camino con mi vieja historia. En ese ínterin releí The Hunger Games, leí por primera vez su continuación Catching Fire y también su final Mockingjay, todos de Suzanne Collins. Muy recomendables, muy intensos, tuvieron la virtud de saber desconectarme del universo de Señora del tiempo (nunca se puede lograr del todo: todos tus personajes y todas tus historias siguen viviendo dentro de ti), para lograr sumergirme otra vez en mi vieja historia.

Ayer di punto final a la última revisión. He acabado con el primer tomo, todavía no he regresado ni al segundo ni al tercero y no creo que lo haga en un buen tiempo, pero este primer tomo es mi nuevo orgullo y mi nueva tristeza. ¿Por qué? Pues porque debo saber dejarlo ir, e irá hacia el mundo que nunca vio antes y que ahora deberá enfrentar: el de los editores. No sé cómo le irá, pero espero de verdad que le vaya bien, porque si consigue el camino que merecía desde el principio, sus otros dos "hermanos" también podrían ver la luz y yo habré completado, finalmente, un ciclo muy importante de mi vida. =)