19 de febrero de 2013

Ojos de lector

Mirando Toy Story 3, un niño ve la historia de unos muñecos que cobran vida cuando no se les mira y que tienen varias aventuras muy emocionantes. También ve que los juguetes malos terminan mal, que los buenos terminan bien, que es importante compartir, ser buen compañero y posiblemente, los mayores, verán también qué es ser justo y qué es ser un abusador. Hay mucho material para que las mentes infantiles permanezcan interesadas en la historia y no es de extrañar que esta haya sido una de las películas de Pixar más exitosas en términos de audiencia y de taquilla.

Mirando la misma película, un adulto ve, además de la historia que ven los niños, otros significados. Por ejemplo, puede vislumbrar la fatal llegada de la vejez y lo que esto implica: la separación de aquellos a quienes se ha amado, sea porque parten, sea porque mueren; la sensación de inutilidad y de marginalidad que acomete cuando los demás ya no se acuerdan de uno, pues no solo estás pasado de moda sino también has perdido funciones. Otro tema que los adultos pueden advertir es lo engañosa que puede ser la caridad mal entendida y la "justicia" aplicada por déspotas, y lo fácil que es que se formen mafias en las estructuras colaterales del poder. Otro tema que los ojos adultos advierten tiene relación con la política: la necesidad de combatir las dictaduras y de asegurar un auténtico sistema de consenso entre los ciudadanos si se quiere alcanzar una prosperidad real. Etcétera.

Los temas adultos se superponen unos a otros y se van desgranando al mismo ritmo y con los mismos elementos que los infantiles. La diferencia es que los primeros subyacen en niveles de lectura más profundos que los segundos, que son necesariamente más evidentes, aunque no menos importantes (ojo).

¿Niveles de lectura?

Sí, claro. De la misma manera solemos proceder con los libros. Tomemos por ejemplo, la trilogía de The Hunger Games, de Suzanne Collins. En un primer plano de lectura, el de los ojos adolescentes, lo que advertimos en seguida es la historia de una joven de 16 años que vive en un sistema opresivo donde una dictadura despótica expone a los jóvenes entre los 12 y los 18 años a participar en un circo sangriento para disfrute de la élite. La protagonista se ve enfrentada a varios dilemas, porque no solo debe tomar el lugar de su hermana para entrar en dicho circo sino que ha debido hacerse cargo de la alimentación y cuidado de su pequeña familia desde temprana edad, en un medio hostil y difícil. Al mismo tiempo que el lector adolescente se apasiona por su historia de enfrentamiento y supervivencia en medio de una tiranía sangrienta, también se sumerge en un emocionante triángulo amoroso cuya resolución no puede saber hasta el final de la trilogía, tanto más apasionante por cuanto dicho amor debe desarrollarse en medio de las incertidumbres de su lucha por la supervivencia.

En un segundo plano de lectura, sin embargo, los ojos adultos ven mucho más allá de estas verdades evidentes, que pueden estarse destilando de manera consciente o inconsciente en un lector joven, dependiendo de su veteranía en la lectura y de su grado de conocimientos y de conciencia. ¿Qué ven los ojos adultos? Uno de los grandes temas es el de la desgarradora verdad de la guerra: no hay manera de sobrevivir una guerra sin que las secuelas sigan dañando nuestro corazón durante toda nuestra vida. Y la guerra puede ser más espantosa si quien debe sobrevivirla es un niño, un menor, que se debate entre las inseguridades propias de su edad y las duras pruebas que debe soportar. Un adulto puede quedar quebrado, un niño aún más. ¿Cómo se sobrevive a la muerte, a la manipulación y a la tortura, a la pérdida de quienes amas, a la pérdida de tu hogar o de tu vida, y aún así, retener la cordura y no caer en la depresión, en el suicidio o en la demencia? En un proceso largo, la protagonista vive entre terror y terror, desconfianzas y deseos insuperables de creer, en la incertidumbre, porque el enemigo no siempre está a la vista, y no siempre es quien creemos que es, en la soledad y el miedo al abandono. El amor (y no me refiero solo al amor de pareja) y la compasión parecen no tener cabida en un mundo surcado de traiciones, y saber decidir cuál es la acción correcta, o incluso ética, se vuelve agónico. De hecho, la ética en la guerra es uno de los temas más recurrentes a lo largo de la trilogía, aunque no de los más evidentes.

Otro tema que la trilogía explora y que puede quedar patente en manos de un lector adulto es que el amor entre dos no es ni puede ser el resultado de una infatuación ni de un flechazo. No se impone, no se exige, no se dar por sentado ni nace de la noche a la mañana. A veces incluso se le puede hallar en medio del dolor. Y cuando llega, lo hace de manera natural, complementadora. Aceptar al otro como es, y lo que conlleva, respetar su manera de pensar y de ser, sus miedos y sus valentías, y aceptar que por mucho que uno quiera a alguien, no es su obligación que te quiera de la misma manera, son temas interesantes que no resultan obvios pero que pueden calar hondo. En este sentido, un adulto puede ver en la trilogía un tratamiento del amor muy distinto de las típicas comedias románticas o de las clásicas novelas románticas que lo pintan siempre de la misma manera (irreal) y machotera.

Otro tema que los ojos adultos pueden advertir en la trilogía de Collins es el sutil arte de la manipulación mediática y la importancia que los medios pueden tener para instaurar una dictadura, para mantenerla o para destruirla. La propaganda y la distorsión histórica se unen a la manipulación mediática en un complejo sistema de silencios y denuncias en los que muchas veces no sabemos situar la verdad o la mentira. ¿Quién miente, quién es honesto? Este tema está unido de manera intrínseca a la importancia de la imagen como proyección política y como afianzamiento del poder: de acuerdo con lo que ves, puedes tomar una decisión u otra, a menos que sepas ir más allá de lo que se te presenta y descubras la manipulación que se esconde detrás. El juego de "real or not real" que necesita desarrollar Peeta en algún momento de la historia para separar los recuerdos auténticos de los que no lo son aparece entonces en dos planos: el evidente, explicado por sí mismo en la historia, y el simbólico, que es la pregunta ulterior que los adultos terminamos por hacernos en el diario transcurrir de nuestras vidas.

En la medida en que Toy Story 3 y la trilogía de The Hunger Games son capaces de generar distintos planos de lectura en quienes se acercan a disfrutarlos se convierten en obras enriquecedoras, e incluso convenientes para distintos momentos de lectura. Porque los ojos de un lector nunca son los mismos, a menos que dicho lector no pueda madurar sus procesos de lectura. Un lector infantil sería un lector primario. Uno juvenil, intermedio. Uno adulto, avanzado o maduro. ¿Coincide con la edad? No necesariamente. No solemos encontrar lectores maduros entre los niños, pues por principio suelen tener pocos años de lectura y pocas lecturas a cuestas, y sin embargo, hay niños que aún a la edad de 10 u 11 años, dependiendo de sus circunstancias, pueden generar lecturas avanzadas de sorprendente capacidad reflexiva. Y uno esperaría que los adultos tengan siempre la capacidad de leer con ojos de "adulto", lo que, lastimosamente, no sucede tan a menudo como quisiéramos.

La mayoría de los adultos no suelen pasar del nivel intermedio. Sus lecturas suelen quedarse en niveles primarios y no saben descubrir más allá de lo que es evidente. Una película como Toy Story 3 o una trilogía como The Hunger Games, han sido dirigidas principalmente a niños y a adolescentes, respectivamente, y sin embargo, he notado que una enorme cantidad de adultos no suelen poder descubrir en ellas más allá de lo que sus pares niños o adolescentes consiguen. ¿Cómo enfrentan entonces estos adultos los libros o las películas más densas, con mayores niveles de lectura aún que dichas obras? No es de sorprenderse que no las comprendan. (Ojo: un tema adulto no tiene que ser una escena sexual o una escena violenta. Hoy en día, la mayoría de niños y adolescentes suelen presenciar con bastante indiferencia escenas así. El sexo y la violencia son adultos en la medida en que se ven envueltos en temas más profundos, más difíciles de digerir y de comprender, y sin embargo, un libro para adultos puede no contener una sola escena sexual o violenta y seguir siendo un generador de distintas lecturas).

Tengo la impresión de que esta incapacidad lectora en la población adulta viene dada por una simple falta de práctica. Como nunca lee nada más complejo que Twilight (que solo tiene un plano de lectura, el evidente) o no ve nada más complicado que Transformers (que no tiene ningún plano de lectura), no se acostumbra a ahondar más allá de lo evidente, lo complejo se le vuelve complicado y cierra el libro o se sale del cine antes de comenzar. Y es triste, porque alguien que no sabe leer o no sabe ver más allá de sus narices, aplicará el mismo sentido de desorientación en todos los órdenes de su vida: en el trabajo, en la política, en las relaciones sociales, en las relaciones familiares, en todo. ¿Es de extrañar que se encuentre tanto vacío en nuestras clases políticas, tanto desorden en nuestras vidas, tanta superficialidad en muchas de nuestras actividades de entretenimiento? ¿No sería fabuloso que pudiéramos enriquecer nuestro mundo con ojos de lector maduro, que sabe encontrar significados tras significados y que puede eventualmente tornar en realidad mejores actitudes y comportamientos?

La próxima vez que vayan al cine o que lean un libro, y mientras lo disfrutan, o aún después de disfrutarlo, háganse una pregunta: ¿lo leí como un niño o como un adulto? Y si descubren que se han comportado como niños, quizá sea tiempo de cuestionar lo que vemos en las noticias, lo que sabemos de nuestros amigos y aún lo que les decimos a nuestras parejas...

4 comentarios:

Alejo Vázquez dijo...

Como tu dices, lo mismo pasa en la vida, cada uno la padece y disfruta a su nivel. ¿Tenemos acaso elección de elegir en que nivel lo hacemos? ¿Tenemos elección de ser mas "inteligentes"?

Me ha parecido muy interesante y sobretodo, verdad como un puño.

¡Un saludo!

Laura dijo...

Gracias por tus palabras. Y por tu visita. Y espero, de verdad, que les estemos dando a los niños de hoy la posibilidad de elegir ser inteligentes mañana. De nosotros depende...

Esther dijo...

Llego aquí desde la entrada posterior a esta… Así que poco puedo agregar (sonrisa), salvo que un libro o una película que ofrezcan solo un plano de lectura pueden constituirse en un pasatiempo distraído, pero ni siquiera ingresarán en la categoría de un acto de ocio (el ocio es algo precioso a la hora de afinar el intelecto). Como decís, el problema es que el mundo viene en capas superpuestas: si leemos el mundo como si el mundo estuviera hecho de un único plano (el superficial), mal nos irá en cualquier orden de la vida.

Un abrazo,
Esther

Laura dijo...

Hola, Esther. =)
Pues sí, leer en un solo plano puede no caber dentro del ocio como enriquecimiento intelectual, pero sigo pensando que es mejor, en todo caso, que aquel entretenimiento vacío que aportan medios aún menos estimulantes para el intelecto como la T.V. y sus programas de "entretenimiento". Un chico que ha empezado a leer solo novelas de moda vacías, puede ser guiado hacia novelas de moda menos vacías y novelas profundas, de moda o no. En cambio, ¿qué haces con alguien que solo ve programas de concursos o "realities" de cantantes? No mucho.
Saludos, =)