1 de marzo de 2019

Preguntas

Voy a apartarme de los temas usuales que trato en este blog para externar mi inquietud sobre un tema que ha estado en la palestra en días recientes. (Esta es una copia del mismo texto que he subido en mi página de FB):


Viendo que el tema está en la prensa nacional y en numerosos memes y comentarios en redes sociales, no puedo evitar preguntarme lo siguiente:

1. Si la vacunación es tan eficaz para protegerme de una enfermedad contagiosa como el sarampión, ¿por qué hay tanto temor de que una familia extranjera haya traído “de vuelta” tal enfermedad al país? ¿No se supone que una vez vacunada, ya no debo temer del ataque implacable de los agentes patógenos que la producen, porque ya estoy “protegida”? ¿O significa entonces que no basta con que yo solita me vacune, sino que debe estar todo mi entorno vacunado? O sea, ¿van a decirme que de nada sirve que más del 90% de la población tica esté vacunada contra el sarampión si una sola familia de tres personas puede ponerla en jaque? (Por cierto, no he visto que la familia en cuestión haya sufrido ningún problema, salvo el de estar un poco mal y necesitar reposo…).

2. Si la Caja del Seguro Social señala que la incidencia mortal del virus del papiloma humano ha descendido sistemáticamente en el país desde hace años y la misma Caja admite que más del 80% de la población, aunque tenga el virus, lo desecha de forma natural sin problemas de salud, ¿por qué considera “necesario” que se vacune masivamente a la población infantil con una vacuna carísima y tan cuestionada como la que ofrece Merck? ¿Por qué los que acusan a los padres que no quieren vacunar a sus hijos de delincuentes e irresponsables no hacen mención de la polémica desatada por la administración de una vacuna cuya eficacia aún no se ha demostrado? Hay que recordar que el cáncer de cérvix no se desarrolla, cuando lo hace (que es raro), hasta después de 15 a 20 años (o más), mientras que la vacuna fue probada clínicamente durante solo 5 años, sin que hubiera replicabilidad independiente por parte de laboratorios ajenos a la farmacéutica. Además, los casos documentados de niñas y mujeres con graves trastornos luego de la administración de la vacuna tampoco son mencionados: el riesgo existe, pero no se informa de ello.

3. ¿Realmente sabemos qué contiene una vacuna? En la escuela, nos enseñaban que las vacunas eran los microbios debilitados (o muertos) que funcionaban como aliciente para que el sistema inmunológico estuviera preparado para cuando aparecieran los “verdaderos”, pero ¿solo eso contienen? ¿Alguna vez se preguntan qué efectos reales tienen en nuestro organismo el mercurio, el aluminio, los formaldehídos y todas las sustancias químicas adicionales que se incluyen en una vacuna? Por ejemplo, la vacuna del papiloma humano contiene el polisorbato 80. ¿Sabemos realmente qué efecto tiene tal sustancia en el cuerpito de una niña de 10 años? ¿O aun de una mujer hecha y derecha?

4. Si acaso he visto un solo estudio, UNO solo, que se hizo en Estados Unidos, en el que se comparaba el estado de salud de 200 y pico de niños no vacunados contra 400 y pico de niños vacunados. El resultado fue impresionante: los niños no vacunados se encontraban en mejores condiciones de salud que los vacunados y aun estos últimos tenían más posibilidades de desarrollar afecciones crónicas y males como la obesidad y la diabetes que los otros. ¿Sabemos de estudios independientes de las farmacéuticas que demuestren que las vacunas son realmente eficaces para proteger la salud de la población? ¿Cómo sabemos que no fueron otros factores ambientales, como una mejora en los sistemas de higiene pública y mejor alimentación, los que permitieron que la gente del siglo XX para acá fuese más saludable y longeva? Y sin embargo, me pregunto: ¿de dónde viene tal incidencia de males mentales, de problemas cognitivos, de enfermedades crónicas y alergias, jamás vista antes en la generación de nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Por qué, si somos más longevos, hay tanto mal crónico en la gente?

5. Si la ciencia tiene como pilar fundamental la posibilidad de cuestionarnos sobre el mundo, de poner en duda lo que nos afirman sin pruebas, ¿por qué se insiste en callar brutalmente a todo aquel que se “atreve” a alzar la voz contra la administración de las vacunas? ¿Por qué si alguien habla acerca de los peligros de la vacunación, se le trata de tonto, ignorante, irresponsable y un largo etcétera? ¿No estamos ante un dogma: que la vacunación es incuestionable?

Si alguien puede responder mis preguntas de forma convincente y bien argumentada, sin insultos, sin suposiciones ni prejuicios, quiero escuchar sus respuestas.

Nota: Imagen de whitesession en Pixabay

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