No me refiero a la cuenta del teléfono ni nada parecido, sino a la lectura de obras literarias en los teléfonos celulares. Libros electrónicos, sí, pero en el mismo aparatito que nos sirve para hablar, mensajear, acceder a las redes sociales o a Internet, escuchar música, tomar fotos y hasta para consultar la hora (aunque muchos de nosotros no hemos abandonado nuestros relojes de pulsera, curiosamente). ¿Que quién lo hace? Pues muchos más de los que en un principio uno se imaginaría.
El otro día, por ejemplo, iba en el autobús de regreso a mi casa y al pasar la mirada por los restantes pasajeros, noté la expresión usual de cansancio o seriedad de quienes vuelven al hogar tras largas horas en alguna oficina. La mayoría llevaban sus celulares encendidos en sus manos, y era obvio que estaban consultando Facebook, o Twitter o más probablemente el Whatsapp. No faltaba quien simplemente se había colocado unos audífonos y escuchaba música mientras contemplaba la lluvia que caía incesante en el exterior. Mi mirada errabunda se detuvo, sin embargo, en una mujer joven que iba leyendo un capítulo de algo. Sí, un CAPÍTULO de algo. Así, marcado, especial, con florituras o arabescos en torno. La mujer leía concentradamente e iba deslizando la pantalla poco a poco, por lo que pude comprobar que se trataba de un texto largo, con párrafos, sin imágenes, y quizá un diálogo. Digo "quizá" porque no iba yo a acercarme más para saber qué era lo que atrapaba su atención, pero solo saber que no se trataba de la usual red social o de la aplicación de mensajería fue suficiente: lectura en el teléfono, en español, en el bus, en mi país.
Y me dije que tenía que pasar. Hace poco estuve reflexionando sobre la supuesta muerte de la lectura, que consideraba relativa, dado que la preferencia por los libros en papel es mayor de lo que se ha querido pensar y dado que ha habido un importante resurgimiento de librerías independientes, que dan cuenta de que la vitalidad del libro en papel persiste. Por otro lado, los libros electrónicos no siempre se venden: muchos se ofrecen gratuitos y otros muchos, tristemente, se piratean. Pero de que se leen, se leen. El dilema de cómo hacer que el negocio perdure es un asunto distinto de si la lectura en sí está viva o no. Y lo está.
placer. Uno de los comentarios que me hicieron fue más bien pesimista: me aseguraba que según la experiencia de libreros y editores, el declive en las ventas de libros, aun los digitales, era tan importante que solo podía revelar una significativa reducción de lectores en nuestra sociedad. Le respondí que aunque era un dato relevante, no podía ser considerado con tanto determinismo, pues, en primer lugar, el "poco" uso de los libros en papel no significa automáticamente que hay menos número de lectores que antes, pues estos habrán migrado hacia otros soportes; en segundo lugar, se sabe que de todas formas, la
Los japoneses, por ejemplo, inauguraron el millonarísimo negocio de las novelas para celulares o novelas de pulgar. Son escritas en los sistemas de mensajería del teléfono, carecen de todo estilo y son bastante monotemáticas (aunque parece que se están diversificando), pero son novelas: se descargan y se leen por millones de lectores, están en varios idiomas y algunas han llegado al papel. Es un auténtico género del siglo XXI, si me preguntan, que confirma el hecho de que la lectura sigue vitalísima, necesarísima, energética.
Otra tendencia, favorecida por el agrandamiento de las pantallas de los celulares "inteligentes", es el de poder descargar en ellos versiones completas de novelas clásicas, como Guerra y paz, por ejemplo, o cualquier otro en el que puedan pensar. Estamos hablando de los clásicos de siempre, trasladados a una pantalla de celular, que son leídos enteros o por partes, en el bus, en el banco, en la fila, y que cuando uno se da cuenta, ya se ha terminado. Libros maravillosos dentro de un aparatito. ¿Imposible? ¡Está ocurriendo! (En este enlace, Gabriella Campbell cuenta con más detalle este interesante experimento).
Y si los clásicos llegan, ¿por qué no los modernos? Yo misma estoy leyendo capítulo a capítulo mi novela de entregas Estrella Oscura, en mi teléfono. De hecho, ese día, el de la mujer leyendo en el bus, iba con uno de los capítulos (creo que era el X), perfectamente legible, perfectamente cómodo. Y creo que más de uno de mis suscriptores están haciendo lo mismo, porque han preferido los formatos EPUB o MOBI que se adaptan bien a los lectores electrónicos.
Así que ¿leer en el teléfono? ¿Por qué no? La novela clásica o la romántica de moda, la de ciencia ficción o la psicológica más actual, cualquiera cabe en un telefonito, y cualquiera sigue siendo un placer y una fuente de diversión. =)
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