"-¿Por qué las mujeres están oprimidas en tu historia?
-Porque está inspirada en la época medieval.
-Pero hay dragones y elfos.
-¡MEDIEVOOO!"
Demás está decir que la observación de Lucybell (que ella amplió en una entrada de su blog) me pareció muy atinada: ¿por qué si incluyes, sin cuestionártelo, personajes mitológicos o legendarios en una historia fantástica, cuando se trata de personajes femeninos te apegas a lo que consideras son roles históricos? ¿Qué tiene que ver la fantasía con la Historia? La justificación, bien representada en el diálogo, venía por la vía de la "verosimilitud": es que si es fantasía que se inspira en el Medioevo, no sería "creíble" que una mujer no fuera un florero. O sea, que hay que conservar una buena dosis de "realismo" para que la historia sea aceptable por parte del lector.
Tal justificación, por supuesto, no tiene ni pies ni cabeza, por la sencilla razón de que confunde escribir un género con otro. Y esta confusión no tiene que ver solamente con la representación de los géneros en una historia, tiene que ver con una inmensa infinidad de detalles que muchas veces no son tenidos en cuenta cuando se analiza la verosimilitud o coherencia de una historia o de otra.
(Otras justificaciones, como de que las historias con mujeres oprimidas se venden más, o que son más fáciles de escribir o que la ignorancia de creer en magia se equipara con la ignorancia de creer en mujeres sumisas, me parecieron todavía más extremas y aun menos sustentables, pero podemos dejarlas para otra ocasión).
¿Qué significa escribir fantasía en realidad? ¿Significa apegarse a unos cuantos tópicos que se han caracterizado por ser "fantásticos", como fantasmas, dragones, vampiros o magos? ¿Y que tales tópicos son tópicos porque los fantasmas, dragones, vampiros y magos siempre son de una manera y no de otra, y si yo me atrevo a cambiarlos puedo perder el estatus de "fantástico"? ¿O será que significa que como yo soy el autor puedo poner lo que me la regalada gana, aunque sea absurdo e incoherente?
Tengo la impresión de que hay mucha gente que cree todo eso: que solo es fantástica una historia si en ella hay "criaturas fantásticas" como elfos o dragones, siempre y cuando tales elfos o dragones sean descritos como son generalmente escritos en muchas otras obras fantásticas más viejas; que una historia fantástica es fantástica porque en ella también aparecen muchas cosas raras, pero cuando se trata de cosas no-raras, como caballeros estilo medieval o esclavos tipo romano, tienen que tener un comportamiento "realista" (o sea, como en una novela histórica); que el realismo vale para lo no-raro y lo no realista para lo raro; etc. Las creencias infundadas sobre la fantasía crecen y crecen, pero son solo eso: creencias infundadas.
La fantasía, en realidad, no es nada de eso. Es un género literario como cualquier otro, con sus rasgos esenciales y sus variantes múltiples, pero es flexible, porque es arte, una creación humana que evoluciona y se adapta a los tiempos, a las culturas y a las personas. Su esencia reside en que no es un género preocupado por intentar reproducir la realidad tal cual la conocemos, sino que más bien se enfoca en jugar con muchas otras realidades alternativas, por muy imposibles que sean, con el fin de que podamos ver nuestra realidad -la de todos los días- con otros ojos.
Así las cosas, la fantasía nos permite soñar con otras formas de vivir, de pensar, de sentir; y aun la buena fantasía es también capaz de hacernos reflexionar profundamente sobre nuestra propia vida y lo que hacemos con ella. A la fantasía no le interesa la reproducción de la realidad cotidiana, pues para eso están los géneros realistas, que pueden ser muy buenos o no, pero que en esencia son otra cosa. A la fantasía le interesa explorar las posibilidades y las imposibilidades que nos ofrece la imaginación creativa, tanto para hacernos soñar como para hacernos pensar y hasta reflexionar.
¿Qué significa, entonces, escribir fantasía? Es un acto creativo que se plantea una exploración. Por eso las historias fantásticas son tan variadas y tan raras al mismo tiempo: pueden inventar personajes y situaciones que son imposibles en nuestra realidad cotidiana y ubicarlos en escenarios que no existen, en tiempos que tampoco existen ni existirán, pero a la vez, que nos devuelven a nuestras propias vidas y nuestros propios dilemas. Hablan del amor, del odio, del poder, de la ambición, de la tristeza, de la felicidad, de la Naturaleza, de los dioses, de la capacidad para crear y para destruir, de los seres humanos y de tantos seres no humanos y de cómo se relacionan... hablan de todo lo humano que podamos concebir, a través de dragones, elfos, magos, vampiros, fantasmas, dobles, mundos alternativos, predicciones, sueños que se convierten en realidad y realidades que se vuelven sueños, y otras muchas posibilidades más.
Por eso no tiene sentido que se justifique un tópico a través de un supuesto "realismo" que no es preciso ni deseado en una historia fantástica, porque precisamente una historia fantástica nos permite alterar esos tópicos supuestamente realistas. En una historia fantástica se puede vivir en una sociedad que usa lanzas y flechas y que no conoce la opresión de las mujeres o que no conoce la discriminación racial o sexual. En una historia fantástica se puede viajar en el espacio con el solo uso de la mente y al mismo tiempo desdoblarse para vivir en dos lugares diferentes al mismo tiempo, sin que se explique por ninguna regla de la física o de la biología. En una historia fantástica pueden no existir los seres humanos del todo o pueden convivir con criaturas tan extrañas como un basilisco o un centauro o algo todavía más extraño aún que algún autor haya inventado.
Escribir fantasía implica un especial ejercicio imaginativo que no es igual al de los realismos, porque sigue sus propias reglas, pero que sí se parece a ellos en la medida en que todavía es preciso ser coherente: toda literatura, sin importar su género, ha de serlo, si quiere funcionar. Coherente, sin embargo, no significa realista. Ser coherente es saber respetar las reglas de juego que uno mismo ha desarrollado en una historia cualquiera, sea realista o fantástica. Así, si he inventado un mundo donde no existen los motores y de pronto, sin explicación, imagino que el protagonista viaja en automóvil, estoy siendo incoherente. Igual sucede si estoy escribiendo una historia realista y ubico un artefacto eléctrico en la antigua Roma. La coherencia es la base de la verosimilitud y, por tanto, la garantía de que la historia se sostenga. Cumplida esta necesidad, cada relato seguirá las pautas del género en el que se inscriba.
¿Es emocionante escribir fantasía? Sí, claro, en la medida en que uno disfrute dejar volar la imaginación para explorar alternativas de realidad que no son posibles, es muy emocionante. Y su resultado puede ser una hermosa experiencia.
Así, pues, sin mitos ni excusas, escribir fantasía significa liberar la imaginación hacia mundos extraños y quizá sorprendentes.
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