¿Qué significa ser fuerte? He estado pensando en esa
extraña ¿virtud? que es la fuerza. Digo “virtud” porque parece ser muy bien
vista por nuestra sociedad: en todas partes se pondera como algo
deseable el que un niño sea “fuerte”, que una economía sea “fuerte”, que un carácter
sea “fuerte”, que un sistema político sea “fuerte”, que uno coma y haga
ejercicios para estar “fuerte”, etc. De hecho, se le une al concepto de poder:
un hombre poderoso es un hombre fuerte, un país poderoso es un país fuerte, un
argumento poderoso es un argumento fuerte, etc. Y más recientemente, con las
marchas y manifestaciones en pro de la igualdad femenina y de la defensa de los
derechos fundamentales de las mujeres, también se habla de la necesidad de que
las mujeres no seamos vistas como un sexo “débil”, antes bien, que seamos mujeres
“fuertes”, “empoderadas”, si se quiere, “poderosas”.
Pero entonces, ¿qué es la fuerza? ¿Y por qué se la ve
de tan buen modo? Según el Diccionario de la Real Academia, nuestro referente de autoridad en cuanto al significado de las palabras en
español, la fuerza es un concepto muy positivo: tiene que ver con el vigor, con
la resistencia, con la autoridad, ciertamente con el poder, con la parte más importante de algo, y así. Solo tiene un lado oscuro: fuerza también es la capacidad para hacer
que otra persona actúe de una manera u otra o diga que sí a algo, aunque no lo quiera. O sea, es obvio
que de fuerza viene forzar. Pero esa es solo una de muchas acepciones muy
positivas y, después de todo, forzar no siempre es negativo: muchas veces
necesitamos forzar las cosas para que lo bueno se vea cumplido.
Entonces, ser fuerte es una maravilla. Y se entiende
que muchos deseen que las mujeres, en vez de que sean consideradas “débiles por naturaleza", seamos fuertes. Pero el diccionario no aclara de qué modo
puede uno serlo. Y aquí regreso a mi pregunta inicial. ¿Qué significa ser
fuerte?
Echando una mirada por diversas películas que inundan nuestras salas de
cine y se reputan por contener personajes “fuertes”, descubro que, según el
tipo de película, éstos casi siempre se representan de la misma forma: en los
filmes de acción, es la gente que puede golpear con los puños, lanzar patadas (pues
tiene muy buena y desarrollada musculatura), disparar con fiereza o con
increíble frialdad y una excelente puntería y, sobre todo, que comanda a otros
de manera (casi) irresistible. En los filmes dramáticos o con tintes trágicos el
personaje fuerte suele ser el que más resiste, el que más aguanta, el que más
discute, el que mantiene sus puntos de vista hasta el final, el más leal, el
líder o el rebelde. Y muchas veces muere, por cierto. Además, en ambos tipos de
película, nunca un personaje fuerte muestra sentimentalismos. Si llora, lo hace
de rabia. En otras películas, como las románticas, no parece haber mucho
interés en mostrar “fuerza”, ni tampoco suele ser el caso de las comedias,
donde el objetivo es más bien reírse del tonto.
¿Se percibe un patrón? En los personajes fílmicos (y
para los efectos, también los televisivos), la fuerza estriba en tres ejes: poderío
muscular y habilidad física, voluntad dominante y sentido de la autoridad. En
otras palabras, la fuerza de las narraciones audiovisuales suele estar ligada a
rasgos que han sido vistos tradicionalmente como “masculinos”.
Sí, masculinos. Rasgos masculinos. Porque los rasgos “femeninos”
son asociados a la delicadeza, la ternura, la belleza contemplativa, la
suavidad y, por tanto, la sumisión. La mujer no es llamada el sexo “débil” por casualidad:
se asume, de manera general, que una mujer “femenina” es todo lo contrario a la
persona “fuerte” descrita más arriba. Y si no me creen, ¿cómo suelen ser
representadas las mujeres “fuertes” en el cine? Ajá: son atléticas, hábiles
luchadoras, con puntería de miedo, de carácter dominante y agresivo, y se
imponen por la fuerza, aunque sea con magia. Poseen todos los rasgos “masculinos”
adecuados, porque si no los presentan así, si por un atrevimiento inconcebible,
la chica en cuestión se le ocurre ser tierna o delicada o llorar de tristeza,
¡ah! ¡Esa no es una mujer fuerte!
Pero… ¿es necesario que así sea? ¿Quién dice que ser
agresivo y dominante es automáticamente ser fuerte? ¿Y si la agresividad y la
imposición esconden a un ser asustado y frágil? ¿Y si la habilidad extraordinaria
y el poderío muscular encierran un alma sumisa? ¿Es posible?
En el mundo real es más que posible: es perfectamente
visible. Las personas fuertes, en el mundo real, se encuentran en todos los
ámbitos, actuando de mil maneras, sosteniéndose de muchas otras. De hecho, las
mujeres fuertes no necesariamente se destacan por ser agresivas y mandonas. Y los
hombres fuertes, tampoco. La fuerza en la vida real se manifiesta de muchas
maneras, algunas más sutiles que otras, que no tienen que ver con poderío
muscular o habilidades asombrosas: tienen más que ver con la entereza moral y
de carácter de estas personas, tienen que ver más con la solidez de sus decisiones, la
consistencia de sus lealtades y la determinación de sus metas. Una mujer fuerte
en la realidad muchas veces ni siquiera sabe dar una patada o disparar un arma,
pero se defiende de una agresión o se enfrenta a una adversidad. Y puede que no
se dé cuenta de su fuerza hasta después de muchos sinsabores y debilidades.
Porque la debilidad también es parte del ser humano, sin importar su género.
¿Qué sucede en la literatura? ¿Son los personajes
fuertes representados de la misma forma que en los filmes? Quisiera creer que
no, que son mucho más ricos y variados, pero me temo que en muchos casos, así
son: hombres dominantes y agresivos, mujeres delicadas y sumisas, o bien,
mujeres “fuertes” que se comportan dominantes y agresivas como ellos. Y de
otras fuerzas, ni la sombra.
Pensemos por un momento en las cualidades de un
personaje fuerte antes de considerarlo así porque sabe dar buenas patadas.
Imaginemos un mundo literario y fílmico donde la fuerza se encuentre de forma
más sutil y profunda y donde el personaje fuerte pueda ser, de vez en cuando,
vulnerable también. Como nosotros.
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