Siguiendo
con la entrada anterior, en la que comenté un poco sobre cierta falta de
honestidad de los críticos literarios, o de quienes se presentan como tales,
particularmente en reseñas en Internet, ahora les comento algunas razones que
he encontrado en sus comentarios que lejos de ser objetivas, más bien parecen
esconder los gustos personales del reseñador en cuestión. Y si no, juzguen
ustedes:
1. No creo en la propuesta temática fundamental de
la novela. En otras
palabras, este punto se refiere a situaciones increíbles, como cuando un crítico o reseñador toma una novela de fantasía y declara
de buenas a primeras que "no cree en la magia", para luego criticar negativamente
la novela en cuestión aduciendo que le parece inverosímil que haya brujos en
ella. ¿Pueden imaginar lo que significa que uno lea una historia fantástica,
donde la magia aparecerá bajo una u otra forma en cualquier momento, y que le
critique ese rasgo porque “no cree en la magia”? Es tan absurdo como tomar una
novela histórica sobre la
Guerra de Secesión, por ejemplo, y declarar que no cree en la
existencia real del general Grant o del general Lee. O tomar una novela negra y
ostentar la premisa de no creer en la existencia de las mafias. ¿Qué clase de
crítica es esta? ¿No debería primero ubicarse ideológicamente antes de siquiera
pensar en reseñar un libro cuyo género temático le es ajeno o poco creíble? Si El Hobbit comienza, por ejemplo, con una criatura imaginaria viviendo en un agujero, ¡no podrías luego aducir que es que no crees en las criaturas imaginarias para descalificar el libro!
Muy
distinto sería que hablara de la coherencia interna de la historia o de la consecuencia de una parte del argumento con otra. Por ejemplo, si la novela de
fantasía explora un mundo donde se establece como premisa inicial que los magos
sólo pueden realizar actos de magia durante la noche, y de pronto, el crítico se
tropieza con un capítulo donde un hechicero transforma a alguien en cucaracha a
plena luz del día, entonces podríamos comprender su observación negativa. No se trata de “creer en la magia” o no, se trata de señalar
que hay una incoherencia fundamental en el mundo narrativo mismo. Eso sería una
crítica objetiva real.
2. La novela no contiene elementos de denuncia
social, o de crítica política, o de romance, o de erotismo, etc., o le faltan
naves espaciales, o le falta una historia de amor, o le faltan robots, etc. En otras palabras, la novela no incorpora, en su tratamiento temático,
algunos elementos que son del gusto personal
del crítico. Este tipo de razones es en realidad una variante del punto
anterior, pero suelen estar mejor expuestas, porque los reseñadores saben
disfrazarlas con un discurso muy sesudo sobre lo que la literatura “debería”
incorporar siempre o sobre cuál es su “función social”, entonces, convierten en
defecto de la obra la ausencia de un elemento que ellos en lo personal están
buscando. Piensen, por ejemplo, si alguien se molesta porque Guerra y paz no contiene elementos eróticos (!).
Naturalmente,
esto es absurdo. La literatura es muy amplia como para que deba ser restringida
en cuanto a sus componentes temáticos. Si una historia no toca el tema de las
desigualdades sociales, no deberá tachárselo como si fuese un grave defecto, a
menos que su propio planteamiento lo hubiera pedido. Por ejemplo, si el
reseñador en cuestión lee una novela erótica y no encuentra denuncia social, lo
único que cabe aconsejarle es que cambie de libro, porque ese no es para él.
Pero, si lo que el reseñador está leyendo es una novela política donde se trata
el tema de una revolución y falla al mencionar dicho tema, podemos suponer
entonces que sí es un defecto de argumento o estructura y no un asunto de gusto
personal del crítico. Igual sucede si lo que el reseñador está buscando es
erotismo. Es fácil esperarlo en una novela erótica (por algo se la califica
así). Si el reseñador no encuentra erotismo en una novela erótica, ¡su crítica
es lógica! Pero no hay ninguna ley que exija el erotismo en una novela
histórica o en una novela negra.
3. Hay demasiados personajes (o muy pocos). Esta es una de las razones más
extrañas con las que me he topado últimamente: criticar a una novela porque
despliega un número “excesivo” de personajes, o al revés, porque no incorpora
“suficientes”. Por favor, ¿cuántos son necesarios? ¿Cuántos son muchos o son
pocos? ¡Es una novela, el género heredero de la Épica, vamos! Las posibilidades
de que presente cientos de personajes son enormes. ¡Pero puede basarse sólo en
uno también! Jamás el número de personajes puede ser una razón objetiva para
descalificar una novela. Mucho menos si el reseñador aduce como gran
motivo que “se pierde con los nombres” o “se pierde con las conexiones”. Si en
nuestra vida diaria, común, somos capaces de retener el nombre y conexión con
cientos de personas sin perdernos, no parece creíble que un reseñador,
acostumbrado a leer novelas, pueda “perderse” con unas cuantas decenas de
nombres. A veces, ni siquiera más de veinte.
Una razón
objetiva para descalificar una novela sería, en cambio, que el diseño de los
personajes es plano, de modo que pareciera que nos vemos con caricaturas y no
con personas reales; o que un personaje X es fundamentalmente igual a un
personaje Y (como descubrí pronto en una famosa saga de fantasía donde todas
las mujeres eran descritas exactamente igual, y no me refiero a sus rasgos
físicos, en los que, por fortuna, sí diferían). En ese caso, si el reseñador
critica que la novela presenta veinte personajes indistinguibles entre sí por
sus rasgos psicológicos o emocionales, podría ser de recibo —a menos, claro
está, que esté leyendo una novela de ciencia ficción que trata de clones
perfectos con rasgos físicos y emocionales exactamente iguales—.
4. Hay demasiadas subtramas. De nuevo, el número de
ramificaciones argumentales que pueda tener una novela es irrelevante. Se
espera, de hecho, que toda novela los presente, aunque sólo sea una subtrama,
pues, a diferencia del cuento, la novela es un género adecuado para desarrollar
las implicaciones derivadas que una situación X pueda tener. Ya sabemos que la
vida real está compuesta de millares de tramas y subtramas. Una novela apenas
puede desarrollar una pequeña parte de esas posibilidades, pero suele
intentarlo. Descalificar una novela porque presente subtramas es no sólo
absurdo, es inconcebible. Hasta un culebrón o telenovela tiene más subtramas
que los dedos de una mano; con más razón, una verdadera novela. Piensen, por ejemplo, en la gran cantidad de subtramas que hay en una novela de aventuras clásica como Los Tres Mosqueteros, donde incluso una de ellas, la de Milady, ocupa varios capítulos sucesivos, durante los cuales no nos enteramos de nada nuevo sobre los protagonistas. Y sin embargo, su historia permanece íntimamente ligada a la principal.
Ahora bien,
si la crítica no va por el número de subtramas, sino por la conexión entre
ellas, ya estaríamos hablando de criterios más objetivos, que caerían en el
campo de la coherencia argumental que se espera de una novela bien
estructurada. Si el reseñador critica la existencia de subtramas que no guardan
relación con la trama principal ni parecen justificarse, entonces su
observación es objetiva. Si el reseñador sólo se preocupa de que hay “muchas”,
es un asunto de gusto personal: significa que debería concentrarse en los
cuentos —que se caracterizan por presentar sólo una trama— y dejar las novelas a
otros.
5. No tiene suficiente acción (o tiene demasiada
acción). Exigir una
cuota de acción determinada a una novela para calificarla como “buena” es lo
mismo que exigir que siempre haya una historia de amor o siempre haya un
villano. Es un gusto personal que se hace evidente sin muchos rodeos. Si el
reseñador se aburrió con la novela porque prefiere historias con capítulos
cargados de tensiones y sobresaltos, que lo diga, pero que sea honesto con su
público: que diga abiertamente que le gustan las novelas de acción. Hay
innumerables lectores en este mundo que prefieren historias sosegadas o
reflexivas, o incuso filosóficas, para quienes muchas páginas saturadas de
acción se hacen abrumadoras, pero son conscientes de que ese es un gusto
personal. No entra en la categoría de criterios objetivos para analizar
novelas. Por este tipo de razonamientos es que muchos deciden ver series de televisión como The Walking Dead, y por esto también, otros muchos optan por lo contrario: por no verlas.
Ahora bien,
si lo que el reseñador está criticando es que la historia prometía una intensa
acción que nunca se dio, por ejemplo, si es una novela de espías y el
protagonista es un fugitivo que está huyendo de varias agencias especiales que
han jurado matarlo, pero se pasa la mitad de la novela sentado en el patio de
su casa reflexionando sobre la vida, entonces, sí, estaríamos hablando de un
análisis verdadero de coherencia argumental y de verosimilitud del
planteamiento temático. Pero si la novela es la historia de un científico que
está buscando la cura contra el cáncer, no es posible estarle exigiendo que
haya capítulo tras capítulo de persecuciones sin sentido.
En fin, sólo he expuesto unas cinco razones. Ustedes podrían señalar muchas más, pero creo que se hace evidente la necesidad de que los reseñadores sepan separar sus gustos personales y sus preferencias de lectura de la verdadera crítica profesional que los lectores están buscando en sus reseñas. De gustos podemos charlar y aun debatir, pero siempre podemos dejarlos a un lado. Lo que buscamos los lectores es otra cosa: es una guía objetiva que nos ayude a decidir cuál libro vale la pena ser leído y cuál no en este mundo saturado de tantos millones de libros. =)
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