El año pasado discurrí un rato sobre un tema que regresa cada cierto tiempo a la mesa de los debates públicos y privados por su importancia. No pocas observaciones obtuve entonces. Se trataba de por qué los chicos "no leen", de cómo su falta de lectura desemboca en adultos que tampoco leen, y de cómo todo era culpa del sistema educativo imperante en secundaria. Ya entonces barajé algunos supuestos, pero uno de los principales era que los libros que se destinaban a las listas de lectura de los colegios solían ser libros aburridos, no apropiados para la edad de los estudiantes ni para su contexto y la falta de costumbre de los mismos adultos (padres y profesores) en leer libros de literatura. En los comentarios algunos me señalaron que muchos profesores son dedicados y logran hacer leer a sus alumnos por puro placer, mientras otros indicaron que sí se puede inculcar el amor por los clásicos si éstos son adaptados a la realidad lingüística e histórica de los alumnos de secundaria.
En fin, que el tema tenía tela que cortar.
Pensé entonces que el problema es más complejo de lo que parece, pues no creo que se resuelva con solo recomendar lecturas "divertidas". Inculcar el amor por la literatura depende de circunstancias que no siempre se dan: no siempre ambos padres se involucran con los placeres literarios de sus hijos desde edades tempranas; no siempre los hijos nacen con una tendencia natural hacia la lectura por placer; no siempre que un profesor de literatura idea maneras ingeniosas de inculcar la lectura por placer en sus estudiantes logra formar lectores; etc. Y aun cuando adaptáramos las obras clásicas al nivel lingüístico y coyuntural de los estudiantes, no dejarían de ser obras "aburridas" para ellos, pues por mucho que les adaptemos cosas, siguen tratando temas que a ellos no les interesan.
Claro que no hay que cejar en el intento, pero supongo que depende de toda una política general educativa y una toma de conciencia sobre la importancia real de la lectura.
El viernes pasado, BBC Mundo publicó una nota sobre los 7 mitos derribados de los mejores sistemas educativos gracias a la publicación del informe PISA. La nota es muy interesante y apunta a las creencias erróneas que seguimos arrastrando sobre cómo ha de modelarse un sistema educativo público para que tenga éxito (esto es, para que forme ciudadanos bien preparados y útiles a la sociedad), pero el punto que a mí me llamó la atención de forma especial fue aquel relativo a los contenidos que un buen sistema educativo debía incluir y cómo debía impartirlo. A este respecto, el informe señalaba que no es tan importante idear cursos específicos sobre materias actuales e integrar un programa de estudios saturado de asignaturas varias para lograr ciudadanos educados, sino saber enseñar en profundidad algunas pocas materias esenciales.
Los sistemas educativos con mejores resultados no tienen currículos vastos pero de poca profundidad, sino que se concentran en enseñar unas pocas materias en gran profundidad.
"En 2012, PISA evaluó en qué países los estudiantes tienen mayores capacidades de analizar y resolver problemas financieros, por ejemplo, relacionado con cuentas bancarias", le explicó Salinas a BBC Mundo. "Los países que han creado programas específicos de educación financiera no obtienen tan buenos resultados en esta dimensión como otros países cuyos programas generales de matemáticos son de excelencia".
En otras palabras, vale más saber emplear el razonamiento matemático que saturarse de cursos específicos sobre economía mundial, sistemas financieros y otros rubros que para cuando el menor ha alcanzado la vida adulta, ya habrán cambiado sustancialmente. En cambio, la matemática se mantiene como una de las materias esenciales que cualquier ser humano promedio debería comprender y saber usar en prácticamente todos los órdenes de su vida.
Así, como podrán imaginar, otra de las habilidades esenciales con que un estudiante debe ser formado es, naturalmente, ¡la comprensión de lectura! ¿No resulta obvio? ¿Cómo podríamos suponer que va desempeñarse un ciudadano del siglo XXI si no comprende lo que lee? ¡Leer, leer, leer! ¡Es vital acostumbrarse a leer, a comprender lo que se lee y a saber cuestionarlo y hacer reflexión sobre eso! Y ninguna comprensión de lectura se logra si no acostumbramos a los niños a leer de forma intensa y hasta placentera desde que son pequeños.
La literatura es una gran amiga en nuestro paso por la vida, porque nos exige abordar representaciones de la realidad que invitan a nuestro cerebro a pensar. Si un niño es expuesto temprano al placer de la lectura, sin trampas, ni engaños ni "jueguitos" absurdos, sino a la lectura simple y llana, aprenderá a comprender sus lecturas y a disfrutarlas y aprovecharlas a lo largo de su vida. Leer por obligación es terrible, pero aún más terrible es no leer del todo. Y quienes deben aprender a leer por placer para poder transmitir ese sentimiento a niños y jóvenes son los padres y los profesores. Si no nos obligamos como tutores a aprender a apreciar la lectura misma, sin adornos ni trampas, jamás lograremos que los libros del colegio dejen de ser aburridos. O que nuestros adolescentes dejen de odiar los libros. =(
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