¿Han notado
la frecuencia con que enconadas discusiones en torno al best-seller de moda
suelen presentarse cada cierto tiempo? No más tenemos una nueva novela erótica,
un thriller oscuro, una novela
paranormal o de terror, o cualquier libro dramático con una sentida historia
personal de superación o una envolvente historia de amor, surgen las batallas
verbales en torno a su calidad y (supuesta) mala o buena influencia. Algunas
veces parece que va a correr sangre, incluso.
Confieso que
me he llegado a involucrar yo también, en especial cuando cae en el caldero de
la discordia algún libro de mi especial afecto, pero, claro, ¿qué lector no
siente que su vida está siendo injuriada de alguna forma cuando algún fulano se
atreve a ultrajar el buen nombre de su libro o de su personaje favorito? Sin
embargo, entiendo y soy consciente de que dicha derivación de un debate así es
enteramente subjetivo.
El punto es
que la calidad de un texto siempre entra en el terreno del debate. Sea que se
trate de un best-seller de último momento o una oscura edición de un libro
cuasidesconocido, la discusión en torno a su calidad puede tornarse agria o
apasionada, pero casi nunca, o nunca, llega a resolverse. ¿Por qué?
La
respuesta quizá se encuentra en otra pregunta. ¿Qué es, después de todo, un buen libro?
Algunos
dirán que un buen libro es siempre uno que esté escrito de forma impecable y,
obviamente en el caso de la literatura, de manera innovadora, sorprendente,
especial. Que una novela o un cuento, mucho menos una poesía, sea escrita en la
misma lengua formal y correcta de un informe técnico o de un artículo académico
no parece agradar a quienes sostienen este criterio, pues un “buen libro” no
puede igualarse con lo que cualquiera puede hacer en su campo.
Quizá.
Otros dirán
que un buen libro es aquel que contiene un mensaje poderoso, sea de denuncia o
de crítica social, política o filosófica, que logra transformar la vida entera de quien lo lee. En esta tendencia,
quienes defienden la necesidad de contenidos potentes, prefieren que estén
anclados en “la realidad”, que sean significativos para la vida cotidiana del lector o la
de su sociedad, y que puedan exponerlo a temas "trascendentales". Un libro que
contenga un fondo relativo a fantasías, sueños o placeres “no conectados” con
una realidad crítica, no puede ser “bueno”.
Hum…
Otro sector
asegura que un buen libro es aquel que no solo está bien escrito, sino que
transmite un mensaje positivo, de superación y avance, tanto para el lector
como persona, como para la sociedad como conjunto. Son libros, dicen, que
funcionan como fuente de inspiración para el cambio, para la transformación de
los pueblos, mediante la elaboración de modelos de conducta, o de sociedad,
“ideales” o “deseables”. Un “buen libro”, alega este grupo, no debería contener
ambigüedades morales ni apologías de la violencia o el odio que pudieran
ejercer una “oscura” influencia en los lectores. Suelen ser, por cierto,
quienes creen que la literatura es una actividad destinada especialmente al
público infantil o juvenil.
Pues…
En la otra
orilla, existe el grupo que cree que los buenos libros solo son aquellos que
transgreden el orden social establecido, desenmascarando sus más crueles y
macabras facetas, desnudando la podredumbre de una sociedad abocada a la
destrucción. Un buen libro, para estos lectores, no puede contener frases
“bonitas”, ni héroes “arquetípicos”, ni mucho menos, ¡por favor!, finales
felices, porque en este mundo infecto no existen los finales felices. Aunque se
parece mucho al sector que abogaba por un mensaje poderoso de denuncia o
crítica social, en realidad, se vuelven más extremos, pues todo tema debería
ser tratado, en un “auténtico buen
libro”, desde su ángulo más mordaz, cínico y cruel, y será mostrado con toda la
degradación de la que es capaz el ser humano. Naturalmente, para este sector,
la literatura infantil y juvenil es apenas un esbozo literatura, porque la
auténtica es la “adulta”, la “seria”, o sea, la de los “buenos libros” que
ellos describen.
Ejem…
Existen
quienes dividen los buenos y los malos libros por sus cifras de ventas. Y en este aspecto, encontramos dos grupos
contrapuestos: el primero cree que un libro que se vende mucho es un buen
libro, pues para ellos “tanta gente no
puede estar equivocada”. Así, el hecho de que un libro sea tan gustado por
miles o aun millones de personas indica que tiene la capacidad de transmitir un
mensaje y comunicarse con el lector a niveles que “solo un buen libro” puede
alcanzar. El segundo grupo cree exactamente lo contrario: desprecia
profundamente el gusto del público mayoritario, por lo que considera que un
libro que se vende mucho es necesariamente un libro malo. Para ellos, la “masa”
es estúpida e ignorante, y tenderá siempre a comprar lo superficial y fácil, es
decir, lo que el mercado le dicta, y a preferirlo sobre los auténticos “buenos”
libros, los cuales siempre serán rechazados por la mayoría, para quien resultan
demasiado “profundos”.
En fin.
Supongo que
se habrán dado cuenta que varias de estas posiciones, que son solo algunas de
las más comunes, tienen la capacidad indiscutible de provocar las más airadas
discusiones, pues fácilmente dan pie a extremismos. Lo que ocurre es que suele
dividirse entre “buenos” y “malos”, cuando lo más realista es que haya libros mediocres, libros buenos y libros, digamos, maravillosos o extraordinarios, que por
ser extra-ordinarios no serán nada comunes y no pueden ni deben ser la
medida con que se juzguen a los otros. De hecho, suelen ser considerados así
mucho tiempo después de que han aparecido.
Aquí,
entonces, hemos de considerar solo a los mediocres y a los buenos. Los malos…
bueno, creo honestamente que los libros malos-malos
pocas veces llegan a ser considerados tanto por el gran público como por el
especializado, pues son tan incomprensibles, tan absurdos, están tan mal
construidos, que casi todos los desechan y olvidan al instante. Hay muchos,
pero pasan rápido, en especial en la era de Internet (y de la publicación
instantánea y fácil).
En mi caso,
y es solo mi opinión, un buen libro suele ser la suma y combinación de muchos
rasgos distintos, contenidos en las diversas posiciones de quienes los juzgan.
Por ejemplo, su escritura es ciertamente impecable, aun hermosa. No suele
parecerse a un informe técnico o a un escrito académico, porque no es lo uno ni
lo otro, pero si quisiera, podría imitarlos y hasta burlarse de ellos. El
lenguaje literario, si algo tiene de llamativo, es que se inventa a sí mismo
como quiere. Esto no significa que no pueda o no deba recurrir a las formas que
quiera: puede usar un lenguaje soez al igual que uno formal, uno caballeresco y
galante así como uno sensual y erótico, uno científico y también uno político o
filosófico, pero siempre lo hará con
deliberada intención, no por error o ignorancia. De alguna manera, todo
lector exigente sabe cuándo un libro está plagado de errores e inconsistencias
gramaticales y hasta lingüísticas, y cuándo un libro está jugando con el
lenguaje. El primero es el primer indicio de un libro mediocre. El segundo
promete.
Un buen
libro, a su vez, tiene un contenido que resulta significativo para el lector.
¿Qué significa esto? Pues, que le representa un quiebre en su mundo, una nueva
parada en su vida, de tal manera que se vuelve parte integrante de su visión de
mundo, de su actitud hacia la vida y hacia los otros. En otras palabras, un
buen libro se integra al lector, sea que éste quiera o no quiera permitirlo. No
digo que le guste, ojo, porque puede que no, sino que sea significativo de
algún modo personal, emotivo e intelectual. Claro que he notado que los buenos
libros suelen gustar a la mayoría de los lectores, en especial cuando al paso
del tiempo, éstos se dan cuenta de lo significativos que fueron para ellos
después de todo.
¿Lo
anterior significa que un buen libro debe, en efecto, contener una fuerte
denuncia social, o un profundo análisis del mundo, o un realismo desbordante
que lo lleve al impacto? No, por supuesto. Que un libro denuncie X situación o
que platee filosofías más o menos profundas no significa que logre integrarse
al lector. Un libro puede tratar todos esos temas y ser mediocre. Un libro
puede no tratar ninguno de esos temas y ser un buen libro. No es el contenido
específico el que lo hace relevante, sino la manera en logra conectar ese
contenido con el lector, lo que sin embargo, tampoco significa que no tenga
ningún contenido, ojo. Un libro que solo es alabado por su forma, pero nadie
parece conectarse con su contenido, es un libro mediocre también.
Ahora bien,
el contenido de un buen libro suele ser relevante, desde un punto de vista
objetivo, lo que no significa que sea específicamente político, o sociológico,
o que trate algún tema muy particular del tiempo en que se escribe. Cuidado con
la devoción a los “realismos”: no deja de ser una especie de culto al monotema.
Y ser monotemático no es típico de un buen libro, sino de uno mediocre.
En cuanto a
las ventas, pues… ya eso depende de muchos factores externos al libro, como la
capacidad del autor para lograr una buena promoción, o de la editorial para
saber comunicar al público la existencia de un título X o Y. Dudo que un buen
libro bien promocionado y ampliamente ofrecido no sea aceptado por un público
mayoritario. No creo en la idea de la “masa estúpida e ignorante” y mucho menos
en que un buen libro sea “incomprensible”. Siempre habrá lectores poco
exigentes, eso es verdad, y algunos que carezcan de una adecuada formación
general que les permita acceder a buenos libros con ciertas temáticas más
complejas; sin embargo, sí creo que existe un apreciable número de lectores
bien formados que pueden y saben acceder a esos buenos libros con temáticas más
complejas, si estos les son ofrecidos de forma adecuada (o sea, si les dicen
que existen. ¡Nadie puede leer un libro que no sabe que existe!).
Un buen libro
no necesita, por otro lado, una temática espesa o compleja para ser bueno. La
temática será todo lo compleja o sencilla que el libro precise, que su contenido
en particular necesite. Este no tiene que
referirse a un mundo adulto o a una problemática social o política X, ni tiene que
ser “modelo” de conducta de nada ni transmitir moralejas, ni “desnudar”
realidades crueles o podredumbres humanas varias. Puede, pero no es obligatorio para ser bueno. De hecho, puede ser infantil o juvenil, puede
anclarse en un referente real específico o puede ser completamente fantasioso,
puede abordar una pregunta filosófica o puede explorar posibilidades de todo
tipo.
Un buen
libro tampoco tiene que presentar una prosa o una lírica plagada de neologismos
o construcciones “sorprendentes”. Pueden
estar, pero no son necesarias, pues
dependen del estilo particular del autor y de la manera en que el contenido se
articula con la forma. En un buen libro, por cierto, fondo y forma se
construyen sin forzarse, dependen el uno de la otra y viceversa, y logran
proporcionar una imagen de unidad perfecta.
Un buen
libro no tiene necesidad de hacer sufrir al lector. Puede, si quiere, si lo precisa, si lo busca, pero no es obligatorio. Es decir, si un libro
en vez de hacer sufrir, deleita, complace, llena de alegría, no significa que
sea “malo”, significa que es un buen libro que no quiso optar por el
sufrimiento. Ahora bien, sufrir con un
libro no significa que no se disfrute ese libro, porque en un buen libro el
sufrimiento también es fuente de placer, (aunque suene masoquista). El punto
importante aquí es que, sea que el libro lo haga a sufrir, sea que lo haga
reír, sea que lo haga penar o que lo haga soñar, si es bueno, jamás será aburrido. Un libro aburrido,
por muy filosófico que sea, es un libro mediocre: no sabe integrarse a la
psique del lector. (A este respecto sí es significativo el número de lectores
que entran en contacto con el libro. Si un buen número de lectores accedió al
libro X y se sintió aburrido, es un
fuerte indicio de que este libro es en realidad, mediocre; pero al contrario,
si un buen número de lectores se sintió entretenido con el libro, no significa
que el libro sea bueno, pues el entretenimiento es solo una parte del placer,
no el placer entero).
En
realidad, no es tan difícil hallar buenos libros. Son más numerosos de lo que
muchos creen, y más variados, tal como es de variada nuestra compleja y
contradictoria realidad humana. =)
P.D. Voy a colocar entre los libros "mediocres" y los libros "buenos" una categoría más: los libros "regulares". No son mediocres, porque en realidad están bien escritos y abordan una temática interesante, pero de alguna forma no logran dejar "huella" en el lector, más allá del entretenimiento casual. =)
P.D. Voy a colocar entre los libros "mediocres" y los libros "buenos" una categoría más: los libros "regulares". No son mediocres, porque en realidad están bien escritos y abordan una temática interesante, pero de alguna forma no logran dejar "huella" en el lector, más allá del entretenimiento casual. =)
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