23 de noviembre de 2008

Manejando la crítica

No es esta la primera vez que pienso en este tema ni será la última. Además, estoy segura de que habrá miles de reflexiones parecidas a lo largo y a lo ancho de la red y hasta en revistas especializadas (o no tanto). Pero igual, le voy al tema.

Hace poco publiqué una nota sobre nuestra iniciativa ¡Jodido Lunes! Era -y es- una manera de dar a conocer relatos que ya han pasado la prueba de un certamen literario y que por alguna razón u otra no tuvieron la suerte de colarse entre los finalistas, pero que tal vez posean la suficiente calidad para ver la luz de una publicación espontánea. Sin ánimo de criticar, por supuesto, al jurado del certamen en cuestión. Hemos aceptado humildemente el veredicto y esperamos poder apreciar los cuentos finalistas una vez éstos se publiquen, de cuya calidad no dudamos. Y esto lo digo por cuanto es bastante común -y me da pena haberlo comprobado en otras oportunidades- que muchos autores se sienten heridos profundamente cuando sus escritos son rechazados o no tomados en cuenta tanto por jurados como por editores. Reaccionan como si su genio fuese incomprendido y como si los demás cometiesen el peor de los pecados de no aceptar la maravilla que han escrito. Es una manera, pues, de no saber manejar la crítica.

Pienso que la crítica es necesaria. Uno de los peores errores que todo profesional puede cometer es el de pensar que todo lo sabe, que siempre está en lo correcto y que todo cuanto hace o ejecuta está exento de defectos. Al contrario. Todo buen profesional debería estar abierto a la idea de que puede equivocarse, por más esmero que emprenda en no hacerlo, y que tal vez el error estribe en los conceptos mismos de su planteamiento o ejecución. No es nada de lo que debería avergonzarse. Más bien es la oportunidad de aprender del error y de ganar sabiduría. Sí, sabiduría. Capacidad para reflexionar de forma equilibrada sobre los problemas y situaciones que se nos presentan en la vida y tener la cordura de hallar la solución sin lastimar a nadie. Pero no siempre -o más bien diría, casi nunca- puede uno solito darse cuenta del error. Casi siempre es preciso que alguien más se lo indique. Y es aquí cuando entra la crítica.

En nuestra profesión de escritores creativos (sonó bonito, ¿eh?) la crítica puede herir sensibilidades. Después de todo, pretendemos crear arte y el arte suele teñirse de un alto contenido de subjetividad. Escribir una novela o un cuento no es como redactar un informe técnico cuyo contenido se apoya en multitud de pruebas y otros soportes objetivos. ¡Qué va! La historia que narramos nace de nuestra imaginación, de nuestros deseos y temores, de nuestras subjetividades. Gustará o no. Envolverá o no. Causará impacto... o no. Y es ese "no" el que más solemos temer los escritores creativos.

Ahí es cuando se impone la humildad y la conciencia de nuestra limitación humana. Escuchar la crítica, apreciarla, ponerla en contexto. Puede que no estemos de acuerdo con ella, pero siempre será bueno prestarle atención. Puede que nos señale una verdad, nos marque un hito, a partir del cual sepamos ser mejores, crear mejores obras, ser más leídos. ¿No se trata al fin y al cabo de nuestro principal objetivo?

Ser leídos.

¡Ah, qué brillante momento! Qué satisfacción saber que nuestro trabajo rinde frutos cada vez mejores y que encontramos la manera de ser buenos en nuestro oficio.

La crítica es, entonces, una de nuestras principales herramientas, en particular la crítica razonada, la que explica los porqués, la que expone sin alusiones personales qué encuentra de defectuoso en nuestro escrito. Esa crítica. :)

5 comentarios:

Teo Palacios dijo...

Hola, Laura

Una entrada maravillosa, una más. Estoy totalmente de acuerdo contigo. La crítica, si es constructiva y no pretende criticar porque sí, debe ser escuchada, respetada y, al menos, servir para hacernos pensar en lo que se nos dice. A partir de ahí, somos libres para decidir si seguimos el consejo o no, pero sin crítica, sin consejo, es imposible avanzar.

Una reflexión estupenda.

un abrazo

Martikka dijo...

Muy buena tu reflexión, Laura. Pienso que si se devolvieran los trabajos con alguna nota correctiva u observación, las cosas cambiarían. De ahí a veces las dudas de si los jurados leen todos los relatos o novelas o no (en algunos premios parece imposible el tiempo que puedan necesitar para ello).
Las críticas constructivas son las mejores escuelas, pero no siempre son fáciles de encontrar guías que no las hagan y a algunos el ego les puede, pero eso ya es otro tema!
Un saludo.

Por cierto, he ganado el premio comarcal de narrativa con una novela corta. ¡Estoy feliz!

Laura dijo...

Gracias a los dos por sus palabras.
Y estoy de acuerdo en que a veces no parece que los jurados tengan tiempo suficiente para juzgar.

¡Felicidades, Martikka!

Lola Mariné dijo...

Lo primero felicitaros por esa iniciativa de publicar los relatos no premiados. Siempre es una satisfacción ver publicados nuestros trabajos.
En cuanto a los concursos creo que nadie debería sentirse mal por no alzarse con el premio; no conocemos la competencia, quizás otros relatos eran mejores, y tampoco lo que busca el jurado, sus gustos personales...es dificil. Pero nunca hay que desanimarse; muchos grandes escritores fueron rechazados en su momento, hay que seguir siempre adelante.
Y estoy totalmente de acuerdo contigo con respecto a tus reflexiones hacia la critica: hay que tomarlas siempre en positivo y tenerlas en cuenta para mejorar.

Laura dijo...

Hola, Lola. Gracias por tus comentarios :)