Finalmente repuesta de una gripe dolorosa y aburrida -sí, porque me vi imposibilitada durante algunos días de hacer nada que no fuera dormir- regreso a la red y me encuentro con artículos casi surrealistas, tal como éste. ¡El "nuevo" lenguaje de la ficción! Y me quedo algo sorprendida de la exposición de tales ideas. De forma colateral, en un mensaje muy interesante dejado en su blog ha poco, la escritora Care Santos razona también entorno al artículo y a la serie de televisión allí mencionada (la que supuestamente ha formado "culto" y ha "revolucionado" la manera en que se cuentan las cosas) y esgrime una serie de reflexiones más que pertinentes para nosotros, los narradores de oficio. ¿Es que acaso debemos cambiar la manera en que planteamos nuestras propias historias para adecuarlas a esta nueva necesidad del público -lector o espectador- que está dispuesta a envolverse con ellas?... Y no es una preocupación nimia. Es una auténtica interrogante que guarda relación con la filosofía y el estilo de un narrador a diferencia de otro cualquiera.
Considero que las reflexiones de Care Santos son pertinentes, pero tengo mis propias impresiones al respecto. Primero, no creo que esta manera de contar historias sea "nueva". Ni mucho menos que Perdidos (Lost) haya forjado un "culto". Todo esto parte del boom del momento, porque la serie se acerca a su final y porque han surgido otras series, más o menos tremebundas y atropelladas y misteriosas, similares a ésta, que dan la impresión de seguir un "culto". Pero creo que no son más que cohetes y fuegos artificiales. Detrás está la industria del entretenimiento intentando rescatar un fracaso comercial y obtener hasta el último centavo de reposición posible.
Perdidos arrancó con grandes expectativas. Y acostumbró al espectador a esperar eventos y giros narrativos sorprendentes, a que se le dejara asombrado y temblando al final de cada capítulo y a que todo podía darse vuelta por completo en el siguiente. El problema fue que, al parecer, los guionistas (o sea, los escritores o narradores) no tenían muy claro hacia dónde iban y echaban mano de cuanto estuviera a su alcance para lograr suspender a la audiencia de manera forzada. ¿Qué sucedió en el transcurso del tiempo? Lo predecible.
El espectador se cansó y comenzó a retirarse. La serie se vio ante un declive pasmoso de audiencia y sólo con nuevos giros "extraños" logró mantenerse hasta la sexta temporada y no más allá. Fin de la historia. ¿Culto? ¿Cuál? ¡Perdió a su principal objetivo: la audiencia! Y por una razón muy simple: porque quien mira una serie o lee un libro espera que la secuencia de eventos tengan una coherencia interna creíble que lo inste a seguir mirando o a seguir leyendo. Contar por contar, a lo loco y sacándose eventos y explicaciones de la manga cobra un precio alto y es que el seguidor de la historia se canse de tantas contradicciones y de tan pocos instantes de paz. Sí, porque se necesita un momento para pensar, para sentir la historia, para creer en ella, para vivirla. Si te la pasas de sobresalto irracional en sobresalto irracional, te cansas de los sobresaltos, y al siguiente ya ni siquiera reaccionas.
¿Nuevo? No, para nada. El folletín primero y la telenovela después son maestros en el arte de dejar en suspenso un final de capítulo. Siempre atentos a los vaivenes del público, estos espacios crearon esa historia que se va armando al momento en que es digerida por su audiencia, y que necesita mantener su interés a punta de espoleos violentos de la acción, de manera que el espectador o el lector consuman el siguiente capítulo con la misma voracidad que el primero. Es un estilo suspensivo muy utilizado por innumerables narradores a lo largo del tiempo. ¿Recuerdan a Sherezada, la narradora de cuentos de Las Mil y Una Noches? Dejaba en suspenso su cuento en el peor momento, precisamente para evitar que el sultán la decapitara con tal de escuchar la continuación. ¡Y así se fue mil y una noches!
Es exactamente el mismo mecanismo.
¿Qué es lo deplorable de Lost y otras series similares (Heroes, Flasforward, etc.) y por qué van perdiendo audiencia? Pues si una cosa distingue a las telenovelas y a los folletines es su impresionante éxito de audiencia. No decae, se incrementa. ¿Por qué estas series de "impacto" están perdiendo seguidores y necesitan de declaraciones fuera de la serie, de escándolos entorno a sus actores, y de otros subterfugios de la publicidad para llamarlos de vuelta?
Porque están mal hechas. Eso es todo. Para escribir un buen folletín tienes que tener muy buen pulso de tu público, cierto, pero debes saber a dónde te diriges. Debes ser coherente. Las telenovelas son exitosas porque a pesar de algunos baches y exageraciones de tono, son en conjunto primordialmente coherentes. Y tienen suave remansos de paz de cuando en cuando, con lo que le dan respiro al espectador y lo asientan. No se puede ir atropelladamente a lo largo del capítulo inventando cosas absurdas que luego no explicas y esperar que el espectador se lo crea y regrese. No es así.
Por tal motivo, que la prensa hable y que los críticos hablen de "culto" y otras parafernalias. No hay rescate. Lost será olvidada con el tiempo y lo mismo ocurrirá con otros adefesios narrativos conforme surjan. No está fundando nada nuevo. Sólo está haciendo mal lo que ya otros hicieron muy bien en su momento. Y siguen haciendo.
Con respecto a nosotros, los narradores de oficio, calma. No es el momento de llenar de giros extraños nuestras novelas o cuentos si no tenemos idea de a dónde vamos. Seamos coherentes primero. Y entonces sí... contemos nuestra historia. ;)
30 de marzo de 2010
12 de marzo de 2010
Maravilla: la magia de las palabras
El otro día me quedé viendo la transmisión de la entrega de los premios Óscar en Los Angeles. La ceremonia estaba agradable, los anfitriones simpáticos, y siempre es interesante ver quién gana y quién pierde entre tantas caras conocidas y de tantas producciones cinematográficas que, aunque no haya visto, si he oído mencionar. Por eso me quedé viendo la entrega -y porque no tenía nada mejor que hacer también, la verdad-.
¡Cuántas categorías! ¡Cuántos detalles a tomar en cuenta! Mirando a tantas personas subir al escenario para recibir sus estautillas, no pude por menos que pensar en lo costoso y complejo que es hacer una película. Incluso en una que no lleve efectos especiales, todo debe ser tomado en cuenta: desde un guión coherente e interesante -la base de la película-, hasta la adecuada selección de actores, entre protagónicos y secundarios, la elaboración de los escenarios -incluyendo todos los accesorios como muebles, cubiertos, cortinas, libros, etc-, el diseño del vestuario, el maquillaje de los actores, el tipo de tomas, la tecnología a aplicar en dichas tomas, la música, el ritmo, los sonidos y la mezcla de los sonidos, y una larga lista de detalles que ya ni recuerdo pero que sé que están allí. Hablamos, pues, de varias decenas de personas entorno a la elaboración de una sola película. Que salga bien o mal depende en grado sumo de las habilidades y dedicación del director (el jefe, obvio) y de la fortaleza del guión que le da origen. Pero también, incidentalmente, de una buena ambientación, de un buen fondo musicial y de muchos factores combinados.
Es una tarea monumental.
¿Y cuál es su objetivo? Pues, muy simple: encantar a un público.
Sí, encantar a un público, eso es todo. Que la reflexión, que la emoción, sí, sí, que expresar ideas, que hacer denuncias, que explorar nuevas técnicas, todo eso está muy bien. Que realizar un sueño, que ver convertidas en realidad tantas ideas, que ganar mucho dinero. Todo eso es válido. Pero se reduce a encantar a un público. Si no encantas a tu público, estás frito, porque esa inmensa tarea fue muy costosa y puedes quedar atorado de deudas de por vida. Tienes necesariamente que encantar a tu público.
Para eso es que se crearon tantos apoyos a la labor de los actores. Y por eso es que merecen todos estos reconocimientos. Pues no es fácil encantar a un público. Muchos piensan que sí, que es muy sencillo. ¡Vaya que no! No es fácil. Debes gastar mucho y pensar mucho. Si al final el producto es una obra maestra o una mera máquina entretenida, da igual. Lo importante es que encantaste a un público. Y fuiste exitoso.
Me dije entonces que ante toda esta parafernalia, un escritor sólo dispone de un trozo de papel y un puñado de palabras. La cara ayuda: una editorial profesional se cuida muy bien de preparar una cubierta atractiva, de contar con materiales de buena calidad, de unir bien las páginas, etc. Todo eso cuenta. Pero al final, lo que tienes en las manos es un puñado de palabras, escritas por una persona que intentará encantarte con ellas y sólo con ellas, sin ayuda de imágenes sugerentes realizadas con cámaras de alta tecnología, sin grandes orquestas ni números musicales, sin golpes de sonido ni efectos visuales. Sólo palabras.
Uno diría, así de pronto, que es evidente por qué hay "tanto" público en los cines y tan "pocos" lectores. Pero en un segundo pensamiento, te das cuenta de que no son tan "pocos" los lectores. Eso de que "nadie" lee es una falacia. ¡Claro que se lee y mucho! Los lectores en el mundo se cuentan por millones, decenas de millones. Los libros se compran en cantidades industriales -sí, por eso existe la industria editorial- y muchos de ellos, sino todos, son leídos por millones de personas. Y hablando sólo de los libros que contienen obras literarias, podemos afirmar que muchas de esas historias son el encanto de millones de personas.
¿No es entonces sorprendente, maravilloso? ¡Qué extraordinaria labor la del escritor solitario que con el sólo uso de su pluma pueda encantar enormes públicos anónimos, fascinados por las historias que cuenta, sin otro auxilio ni soporte visual o auditivo! ¿No es fascinante? La magia de las palabras. Pensé entonces en tantas veces que un libro me hizo sentir la misma fascinación que una de estas películas costosas y llenas de maravillas tecnológicas, sin contar con ello. Y en la admiración que sentía entonces por el autor de tanta maravilla... y sólo pude expresar un deseo:
Quieran las Musas que alguna vez mi propia pluma pueda encantar a un público como lo hicieron tantas veces mis lecturas... :)
¡Cuántas categorías! ¡Cuántos detalles a tomar en cuenta! Mirando a tantas personas subir al escenario para recibir sus estautillas, no pude por menos que pensar en lo costoso y complejo que es hacer una película. Incluso en una que no lleve efectos especiales, todo debe ser tomado en cuenta: desde un guión coherente e interesante -la base de la película-, hasta la adecuada selección de actores, entre protagónicos y secundarios, la elaboración de los escenarios -incluyendo todos los accesorios como muebles, cubiertos, cortinas, libros, etc-, el diseño del vestuario, el maquillaje de los actores, el tipo de tomas, la tecnología a aplicar en dichas tomas, la música, el ritmo, los sonidos y la mezcla de los sonidos, y una larga lista de detalles que ya ni recuerdo pero que sé que están allí. Hablamos, pues, de varias decenas de personas entorno a la elaboración de una sola película. Que salga bien o mal depende en grado sumo de las habilidades y dedicación del director (el jefe, obvio) y de la fortaleza del guión que le da origen. Pero también, incidentalmente, de una buena ambientación, de un buen fondo musicial y de muchos factores combinados.
Es una tarea monumental.
¿Y cuál es su objetivo? Pues, muy simple: encantar a un público.
Sí, encantar a un público, eso es todo. Que la reflexión, que la emoción, sí, sí, que expresar ideas, que hacer denuncias, que explorar nuevas técnicas, todo eso está muy bien. Que realizar un sueño, que ver convertidas en realidad tantas ideas, que ganar mucho dinero. Todo eso es válido. Pero se reduce a encantar a un público. Si no encantas a tu público, estás frito, porque esa inmensa tarea fue muy costosa y puedes quedar atorado de deudas de por vida. Tienes necesariamente que encantar a tu público.
Para eso es que se crearon tantos apoyos a la labor de los actores. Y por eso es que merecen todos estos reconocimientos. Pues no es fácil encantar a un público. Muchos piensan que sí, que es muy sencillo. ¡Vaya que no! No es fácil. Debes gastar mucho y pensar mucho. Si al final el producto es una obra maestra o una mera máquina entretenida, da igual. Lo importante es que encantaste a un público. Y fuiste exitoso.
Me dije entonces que ante toda esta parafernalia, un escritor sólo dispone de un trozo de papel y un puñado de palabras. La cara ayuda: una editorial profesional se cuida muy bien de preparar una cubierta atractiva, de contar con materiales de buena calidad, de unir bien las páginas, etc. Todo eso cuenta. Pero al final, lo que tienes en las manos es un puñado de palabras, escritas por una persona que intentará encantarte con ellas y sólo con ellas, sin ayuda de imágenes sugerentes realizadas con cámaras de alta tecnología, sin grandes orquestas ni números musicales, sin golpes de sonido ni efectos visuales. Sólo palabras.
Uno diría, así de pronto, que es evidente por qué hay "tanto" público en los cines y tan "pocos" lectores. Pero en un segundo pensamiento, te das cuenta de que no son tan "pocos" los lectores. Eso de que "nadie" lee es una falacia. ¡Claro que se lee y mucho! Los lectores en el mundo se cuentan por millones, decenas de millones. Los libros se compran en cantidades industriales -sí, por eso existe la industria editorial- y muchos de ellos, sino todos, son leídos por millones de personas. Y hablando sólo de los libros que contienen obras literarias, podemos afirmar que muchas de esas historias son el encanto de millones de personas.
¿No es entonces sorprendente, maravilloso? ¡Qué extraordinaria labor la del escritor solitario que con el sólo uso de su pluma pueda encantar enormes públicos anónimos, fascinados por las historias que cuenta, sin otro auxilio ni soporte visual o auditivo! ¿No es fascinante? La magia de las palabras. Pensé entonces en tantas veces que un libro me hizo sentir la misma fascinación que una de estas películas costosas y llenas de maravillas tecnológicas, sin contar con ello. Y en la admiración que sentía entonces por el autor de tanta maravilla... y sólo pude expresar un deseo:
Quieran las Musas que alguna vez mi propia pluma pueda encantar a un público como lo hicieron tantas veces mis lecturas... :)
5 de marzo de 2010
Imaginarios 3 disponible

"Estimados Imaginarios.
Ya estamos de nuevo, un trimestre más, esperando que los contenidos de este número os gusten tanto o más como los anteriores y, como viene siendo costumbre, con una excelente novedad: os invitamos a entrar en la PRESENTACIÓN para que podáis disfrutar de la revista también de forma on-line (¡¡gracias Sarima por tu apoyo, esfuerzo y trabajo!!). Desde ese mismo sitio podréis descargarla en pdf, ¡cómo siempre!
¿Y qué nos depara ImagiMarzo? Pues todas los novedades en literatura, cine, cómic, manga y la agenda cultural. Como plato fuerte tenemos en literatura un especial sobre Tolkien, el maestro, que ha evocado la portada creada por la fotógrafa, y primera contraportada de nuestra revista, Desirée Delgado. Alfonso Cea y Sergio R. Alarte nos trasladan a la Tierra Media con unos ilustradores de excepción: Sarima, Juan Díaz, Alberto Arribas, Óscar Pérez, Sirats Barandika y Carlos “Wolf”.
En literatura también tenemos un artículo sobre “La torre oscura” del mago del terror Stephen King por Rayco Cruz, el adiós a “Louise Cooper”… el tiempo ha quedado paralizado con el fallecimiento de esta escritora que nos ha hecho disfrutar mucho, de la mano de Fernando Cea. Miguel Ángel Mateos nos introduce en la “Creación de mundos de fantasía” y nuestra jovencísima Iria Gil nos habla de “Los creadores de sueños” que sois todos aquellos que os gustaría escribir historias para todos. La escritora y compañera Lucía González Lavado nos introduce en un género que está pegando fuerte, el paranormal, con una ilustración de David Puertas acompañando el artículo. Volvemos a tocar la Ciencia Ficción, esta vez de la mano de Eloy Martos. Para terminar con los artículos literarios, Alberto González nos lleva hasta “El día de los trífidos” y, para finalizar la sección un relato de Juan Silva, ilustrado por él mismo. [...]"
Hay más, por supuesto. Y considerando la calidad de los dos números anteriores, estoy segura de que éste será igualmente satisfactorio. ¡Buen provecho con su lectura! :)
26 de febrero de 2010
Consejos y experiencias de quienes saben...
Navegando por blogs que me gusta visitar, me encontré con valiosísimos aportes a la diaria labor del escritor. El primero de ellos lo encontré en en el blog de Care Santos, el cual visito con frecuencia, quien nos regaló una pista hacia otra bitácora interesantísima: la de una editora (real) que aprovecha el espacio para transmitir vivencias y pensamientos entorno a su labor (la edición). Se llama Editar en voz alta, blog de Elsa Aguiar, que se dedica a la edición de literatura infantil y juvenil (LIJ). Sus comentarios, sus consejos y sus vivencias no sólo iluminan el camino de un escritor de este tipo de literatura, sino en general, pienso, a todos nosotros los escritores de todos los géneros que aún pugnamos por establecernos. Y también, de paso, a algunos veteranos, que nunca sobran las vivencias de los otros, digo yo.
Por ejemplo, tres de sus entradas tienen títulos muy sugestivos. El primero, Mitos y realidades de la edición 1: Nadie va a leer tu manuscrito, echa por tierra un temor muy extendido entre todos los autores que ha habido, hay y habrá: que las editoriales no leen los manuscritos que reciben y que los rechazan sin siquiera echarles una ojeada. Me confieso culpable de dicho sentimiento. Hace unos años, siete quizá, envié un manuscrito a una editorial y me lo devolvieron con una carta en la cual me decían escuetamente que no iban a publicarlo. Me sentí ofendida y triste, pensando que ni siquiera lo habrían abierto. Creo que he madurado desde entonces y ya no pienso así. Simplemente no era publicable. Quizá habría agradecido que me dijeran por qué, pero también es irreal pretender que un editor se dedique a explicar a cada autor por qué no le ha de publicar su manuscrito, si éstos se apilan por decenas y a veces por centenas. ¡Jamás publicaría! Elsa Aguiar, en su blog, ha venido a confirmar la lógica de las cosas: ¿Cómo va un editor a dejar pasar un manuscrito si su negocio y su trabajo depende de ellos? Una editorial que no reciba manuscritos está condenada a cerrar. Es preciso abrirlos, leerlos, para saber si allí está el próximo libro a publicar, y quizá, hasta el próximo éxito.
Ahora bien, con gran sensatez, Elsa explica que a nivel profesional, un editor puede saber con las primeras páginas si un manuscrito merece ser leído en su totalidad o si no. Primero, lo que resulta obvio, si carga con muchos errores de estructura, de ortografía o de gramática, ni se molestará en continuar. Segundo, si no casa con la línea editorial, ¿para qué perder el tiempo? Tercero, si se muere de aburrimiento, si no es interesante, aunque esté bien escrito, un lector ordinario también, así que el libro no será ni mucho menos medianamente exitoso. ¿Que pueden equivocarse? Pues sí, claro, son humanos, pero no puedo dejar de entender esta línea tan sensata de razonamientos.
Otros dos títulos también resultaron muy sugestivos. Uno es Escribir bien y tener una buena novela no es lo mismo, lo cual parece muy obvio, pero resulta que no lo es. No al menos para muchos autores. Y el otro título es Mitos y realidades de la edición 2: Las editoriales sólo publican lo que vende, en la que se expone una verdad como un templo -las editoriales son empresas y deben, si quieren existir, vender sus libros- y se subraya un mito muy extendido -un libro que vende es el que cuenta la historia de moda-. Me parecieron entradas valiosas, por la cantidad de reflexiones entorno a dichos temas, y también por la presencia de comentarios muy sugerentes de escritores y/o lectore varios que siguen el blog. En otras entradas me referiré un poco a esos temas.
Elsa también se refiere a la figura del editor y sus funciones, reflexiona un poco sobre la llegada del libro electrónico y hasta expone algunos consejos para quienes se presentan a concursos literarios, los cuales recomiendo encarecidamente revisar. Es increíble lo lógica que es la lista y lo fácil que es que no se cumpla. ;)
Además del blog de Elsa, también fue interesante leer los consejos que esbozó la escritora Margaret Atwood para el periódico británico The Guardian, y que Ediciona publica en español para iluminación del resto de la comunidad de escritores. Algunos consejos son en realidad manías muy personales de Atwood, pero otros son pistas muy interesantes que pueden mejorar nuestro desempeño.
¿Está de más echarles una ojeada? Yo diría que no. En el mundo de la escritura profesional, siendo tan difícil, y estando el escritor tan solo la mayor parte del tiempo, este tipo de consejos y reflexiones caen como anillo al dedo, pues iluminan nuestros errores y nos permiten avanzar en la dirección correcta, si es que realmente queremos coronar nuestra carrera como verdaderos autores consagrados. :)
Por ejemplo, tres de sus entradas tienen títulos muy sugestivos. El primero, Mitos y realidades de la edición 1: Nadie va a leer tu manuscrito, echa por tierra un temor muy extendido entre todos los autores que ha habido, hay y habrá: que las editoriales no leen los manuscritos que reciben y que los rechazan sin siquiera echarles una ojeada. Me confieso culpable de dicho sentimiento. Hace unos años, siete quizá, envié un manuscrito a una editorial y me lo devolvieron con una carta en la cual me decían escuetamente que no iban a publicarlo. Me sentí ofendida y triste, pensando que ni siquiera lo habrían abierto. Creo que he madurado desde entonces y ya no pienso así. Simplemente no era publicable. Quizá habría agradecido que me dijeran por qué, pero también es irreal pretender que un editor se dedique a explicar a cada autor por qué no le ha de publicar su manuscrito, si éstos se apilan por decenas y a veces por centenas. ¡Jamás publicaría! Elsa Aguiar, en su blog, ha venido a confirmar la lógica de las cosas: ¿Cómo va un editor a dejar pasar un manuscrito si su negocio y su trabajo depende de ellos? Una editorial que no reciba manuscritos está condenada a cerrar. Es preciso abrirlos, leerlos, para saber si allí está el próximo libro a publicar, y quizá, hasta el próximo éxito.
Ahora bien, con gran sensatez, Elsa explica que a nivel profesional, un editor puede saber con las primeras páginas si un manuscrito merece ser leído en su totalidad o si no. Primero, lo que resulta obvio, si carga con muchos errores de estructura, de ortografía o de gramática, ni se molestará en continuar. Segundo, si no casa con la línea editorial, ¿para qué perder el tiempo? Tercero, si se muere de aburrimiento, si no es interesante, aunque esté bien escrito, un lector ordinario también, así que el libro no será ni mucho menos medianamente exitoso. ¿Que pueden equivocarse? Pues sí, claro, son humanos, pero no puedo dejar de entender esta línea tan sensata de razonamientos.
Otros dos títulos también resultaron muy sugestivos. Uno es Escribir bien y tener una buena novela no es lo mismo, lo cual parece muy obvio, pero resulta que no lo es. No al menos para muchos autores. Y el otro título es Mitos y realidades de la edición 2: Las editoriales sólo publican lo que vende, en la que se expone una verdad como un templo -las editoriales son empresas y deben, si quieren existir, vender sus libros- y se subraya un mito muy extendido -un libro que vende es el que cuenta la historia de moda-. Me parecieron entradas valiosas, por la cantidad de reflexiones entorno a dichos temas, y también por la presencia de comentarios muy sugerentes de escritores y/o lectore varios que siguen el blog. En otras entradas me referiré un poco a esos temas.
Elsa también se refiere a la figura del editor y sus funciones, reflexiona un poco sobre la llegada del libro electrónico y hasta expone algunos consejos para quienes se presentan a concursos literarios, los cuales recomiendo encarecidamente revisar. Es increíble lo lógica que es la lista y lo fácil que es que no se cumpla. ;)
Además del blog de Elsa, también fue interesante leer los consejos que esbozó la escritora Margaret Atwood para el periódico británico The Guardian, y que Ediciona publica en español para iluminación del resto de la comunidad de escritores. Algunos consejos son en realidad manías muy personales de Atwood, pero otros son pistas muy interesantes que pueden mejorar nuestro desempeño.
¿Está de más echarles una ojeada? Yo diría que no. En el mundo de la escritura profesional, siendo tan difícil, y estando el escritor tan solo la mayor parte del tiempo, este tipo de consejos y reflexiones caen como anillo al dedo, pues iluminan nuestros errores y nos permiten avanzar en la dirección correcta, si es que realmente queremos coronar nuestra carrera como verdaderos autores consagrados. :)
20 de febrero de 2010
Nueva editorial y nuevos autores...
¡Qué agradable es recibir buenas noticias! El problema es que lo usual es recibir de las malas o no recibir ninguna y de eso saben mucho los diarios y noticieros habituales. En nuestro mundo editorial, las noticias tampoco dejan de ser negativas en muchos aspectos: que la crisis económica, que la gente "no lee", que los escritores ven rechazados sus trabajos, que se los piratean, que el libro electrónico viene y hay que prepararse, que se encarecen los libros, y muchos etcéteras largamente conocidos. Por tal motivo, siempre es de alegrarse cuando las noticias que se reciben de naturaleza positiva.
En primer lugar, tengo que felicitar otra vez a Teo Palacios. Su primera novela, Hijos de Heracles, no sólo salió a la venta el pasado 20 de enero, sino que ya ha ocupado los primeros lugares de ventas en la sección de novelas históricas de la FNAC. Es de gran alivio ver su libro ubicado entre best-sellers habituales, como Los Pilares de la Tierra de Ken Follet y La Catedral del Mar de Idelfonso Falcones. Personalmente, espero que la cosa se mantenga, pues así se incrementan las posibilidades de ver el libro de este lado del Océano (¡ojalá!). :)
En segundo lugar, esta semana fue la erupción de muchas noticias felices entre los escritores noveles de Sedice.com: ¡varios de estos excelentes autores anunciaron haber concretado la publicación de su primera novela! El panorama abarca varias editoriales, y estoy contentísima de que estén a punto de salir a la luz. Una de ellas es Susana Eevee, quien nos contó la feliz noticia de que su novela Dos Coronas verá la luz bajo el sello Excálibur Fantástica. :) ¡Esperamos verla pronto en venta!
Finalmente, también esta semana recibimos una estupenda noticia. Pily B., editora del portal NGC 3660, que ha sido hogar de muchos autores, tanto de relatos como artículos (incluyendo mi Por siempre otro, 2007), se ha lanzado a la mar: Nace NGC Ficción!, la nueva editorial que dará cobijo a obras enmarcadas en la ciencia ficción, el terror y la novela negra. Y abre su labor con una novela de ciencia ficción escrita en castellano original, con lo que da una muestra clara de tener como intención acoger la literatura escrita en nuestro idioma. ¡Bien!
¿Qué más puedo añadir? Pues nada. Sólo disfrutarlo, como se merece. :)

En segundo lugar, esta semana fue la erupción de muchas noticias felices entre los escritores noveles de Sedice.com: ¡varios de estos excelentes autores anunciaron haber concretado la publicación de su primera novela! El panorama abarca varias editoriales, y estoy contentísima de que estén a punto de salir a la luz. Una de ellas es Susana Eevee, quien nos contó la feliz noticia de que su novela Dos Coronas verá la luz bajo el sello Excálibur Fantástica. :) ¡Esperamos verla pronto en venta!

¿Qué más puedo añadir? Pues nada. Sólo disfrutarlo, como se merece. :)
12 de febrero de 2010
Para el Día de San Valentín...
Ahora que nos acercamos a un nuevo San Valentín, surgen de inmediato las consideraciones entorno al amor. Ya sé que se le critica como fecha comercial inventada y alimentada por los fabricantes de tarjetas y dulces, entre otros, pero dejando de lado todas esas observaciones -tan válidas como cualquiera- podemos detenernos un momento en el tema (o pretexto) de esta celebración, cual es el amor (y su prima la amistad).
¿De cuántas maneras se puede celebrar una fecha que festeja el amor (de pareja) y la amistad sincera? ¡Púf! Las posibilidades son variadísimas. Si tienes un corazón romántico planearás viajes, cenas, paseos a la luz de la luna o en mitad de una tarde soleada, o jugarás con la nieve (si estás en la latitud adecuada). Si tienes un corazón apasionado, preferirás la intimidad, el baile y los juegos eróticos. Y si no tienes pareja, te dirás que la fecha carece de importancia.
¿Y un literato? ¿Escribirá poemas? Bueno, siempre he pensado que un género ideal para expresar amor, deseo o frustración amorosa es la lírica. No por casualidad son famosos precisamente los grandes poemas de amor y no es casual tampoco que las canciones populares con letras de amor sean en verdad poemas cruzados con música. La música es una magnífica compañera para la lírica, por cierto, y es también un medio expresivo magnífico para cuestiones de amor.
Pero si no eres poeta o músico y te dedicas a la literatura de todas maneras, supongo que puedes inclinarte por el género epistolar, con esas maravillosas cartas de amor que se han escrito a lo largo de la historia de la literatura universal, o por el género narrativo romántico, contando historias de amor envolventes y grandiosas, trágicas o felices, que hacen las delicias del público.
Sí, las historias de amor abundan. Hoy en día se han apoderado del cine, la televisión, las canciones -pues también se cantan historias- y continúan su reinado en la literatura. En alguna ocasión, de hecho, mencioné el amor como uno de los grandes temas y así es. No sólo se encuentra en la novela romántica, expresión máxima de dicho tema, sino también en todos los otros, de tal manera que incluso amenaza con desvirtuar la naturaleza de géneros tan rudos/fríos como el terror o la ciencia ficción.
No voy a entrar en la polémica de si debería eliminarse el romanticismo de la literatura de terror. Sólo diré que no me extraña que tarde o temprano llegara a ella. El emparejamiento es un instinto básico, muy poderoso, de la especie humana, y todo lo que lo rodea se convierte en interés constante para nosotros. Dado que el arte es expresión de nuestras subjetividades e inquietudes, es lógico que llevemos los complejos e intrincados senderos del amor pasional hasta sus últimas consecuencias, por lo que no es de extrañar que más tarde o más temprano nos preguntáramos si podríamos amar a un vampiro, un hombre lobo o un alienígena, pasando por el psicópata, el terrorista y el delincuente. Son temas demasiado tentadores para no ser abordados.
Dicho esto, y en la proximidad de San Valentín, ¿no es de esperar que también incluyamos en nuestras actividades leer, mirar o escuchar una buena historia de amor? ¿Un relato que nos subyugue, que nos haga llorar o reír, que reafirme nuestra desesperanza o más bien la elimine? ¿No resulta adecuado... siempre?
Una buena historia de amor, que endulce ese Día de San Valentín en una forma o en la otra... y que se una a la larga tradición de la literatura de todos los tiempos... :) Aaaah...
¿De cuántas maneras se puede celebrar una fecha que festeja el amor (de pareja) y la amistad sincera? ¡Púf! Las posibilidades son variadísimas. Si tienes un corazón romántico planearás viajes, cenas, paseos a la luz de la luna o en mitad de una tarde soleada, o jugarás con la nieve (si estás en la latitud adecuada). Si tienes un corazón apasionado, preferirás la intimidad, el baile y los juegos eróticos. Y si no tienes pareja, te dirás que la fecha carece de importancia.
¿Y un literato? ¿Escribirá poemas? Bueno, siempre he pensado que un género ideal para expresar amor, deseo o frustración amorosa es la lírica. No por casualidad son famosos precisamente los grandes poemas de amor y no es casual tampoco que las canciones populares con letras de amor sean en verdad poemas cruzados con música. La música es una magnífica compañera para la lírica, por cierto, y es también un medio expresivo magnífico para cuestiones de amor.
Pero si no eres poeta o músico y te dedicas a la literatura de todas maneras, supongo que puedes inclinarte por el género epistolar, con esas maravillosas cartas de amor que se han escrito a lo largo de la historia de la literatura universal, o por el género narrativo romántico, contando historias de amor envolventes y grandiosas, trágicas o felices, que hacen las delicias del público.
Sí, las historias de amor abundan. Hoy en día se han apoderado del cine, la televisión, las canciones -pues también se cantan historias- y continúan su reinado en la literatura. En alguna ocasión, de hecho, mencioné el amor como uno de los grandes temas y así es. No sólo se encuentra en la novela romántica, expresión máxima de dicho tema, sino también en todos los otros, de tal manera que incluso amenaza con desvirtuar la naturaleza de géneros tan rudos/fríos como el terror o la ciencia ficción.
No voy a entrar en la polémica de si debería eliminarse el romanticismo de la literatura de terror. Sólo diré que no me extraña que tarde o temprano llegara a ella. El emparejamiento es un instinto básico, muy poderoso, de la especie humana, y todo lo que lo rodea se convierte en interés constante para nosotros. Dado que el arte es expresión de nuestras subjetividades e inquietudes, es lógico que llevemos los complejos e intrincados senderos del amor pasional hasta sus últimas consecuencias, por lo que no es de extrañar que más tarde o más temprano nos preguntáramos si podríamos amar a un vampiro, un hombre lobo o un alienígena, pasando por el psicópata, el terrorista y el delincuente. Son temas demasiado tentadores para no ser abordados.
Dicho esto, y en la proximidad de San Valentín, ¿no es de esperar que también incluyamos en nuestras actividades leer, mirar o escuchar una buena historia de amor? ¿Un relato que nos subyugue, que nos haga llorar o reír, que reafirme nuestra desesperanza o más bien la elimine? ¿No resulta adecuado... siempre?
Una buena historia de amor, que endulce ese Día de San Valentín en una forma o en la otra... y que se una a la larga tradición de la literatura de todos los tiempos... :) Aaaah...
9 de febrero de 2010
Premios Nacionales y subsidios escritoriles
Hace poco se despertó la polémica en mi país a raíz de una decisión de los jurados que otorgan los Premios Nacionales: declararon desiertas las categorías de cuento y novela. Era la segunda vez que desairaban a los cuentistas y en el caso de los novelistas, en vez de otorgar el premio, se limitaron a realizar una mención honorífica. En otras palabras, la novela que mereció semejante distinción alcanzó para "mención" pero no para el premio en sí. ¿Es tan raro que se declare desierta una categoría en premios?
Por supuesto que no.
Me explico: siempre es factible que en un determinado certamen, a criterio de los jueces, las obras no revistan la suficiente calidad como para merecer un premio de la naturaleza de los Premios Nacionales, los cuales son otorgados en todas las disciplinas artísticas y científicas del país por parte del Ministerio de Cultura. Es decir, se trata de una distinción notable, y se esperaría, claro está, que los nominados fuesen dignos de alcanzar dicha distinción.
Ahora bien, ¿cuáles son las posibilidades de que en toda la producción literaria nacional no haya habido una sola, una sola, obra que mereciera ser premiada? Se editan miles de libros al año en Costa Rica, de variada naturaleza, y por cierto que son muchas y variadas las colecciones de cuentos y las novelas que son presentadas por las editoriales públicas y privadas cada año. ¿Es acaso razonable pensar que ninguno de esos escritos se haya distinguido de los demás? ¿Ninguno?
Revisando las listas de nominados, era apreciable la cantidad y variedad de géneros literarios que cuentos y novelas presentaban. Escritores veteranos se mezclaban con algunos más noveles, y muchas de esas obras ya habían recibido algunas distinciones menores. Y la explicación dada por algunos jurados no fue ni satisfactoria ni aclarativa. Conclusión: los escritores nacionales se vieron privados de la casi única distinción de importancia del medio cultural nacional, como si fueran pocas las vicisitudes que deben atravesar para poder dedicarse a su oficio.
Alguien, lamentándose de este estado de cosas, declaró que el desaire al escritor nacional sólo ahondaba la crisis intelectual y educativa que sobrelleva el país y que profundiza el drama que a diario vive el artista nacional. Que debería hacerse algo por esto. Que se debe tender una mano a los escritores nacionales, una condición favorable, para que su obra no sólo se edite sino que también se vea, sea apreciada por el lector, sobresalga entre la variadísima presentación de best-sellers y autores extranjeros de renombre. ¿Por qué no otorgar un subsidio estatal?
Y aquí las cosas, me parece, se descarrilan. ¿Subsidios a los escritores? Algo así como un salario, se diría, para que no tuvieran que depender de las hipotéticas regalías que recibirían por concepto de ventas al público y pudieran dedicarse "al arte". Según esta teoría, los escritores nacionales estarían libres de las leyes mercantilistas que tanto daño les hacen y podrían aportar al país el caudal de su talento. En teoría.
Y tal teoría me horroriza. No estoy de acuerdo con el dictamen de los jurados de los Premios Nacionales. Pienso que se desairó injustamente a los escritores nacionales y se les privó de una distinción crucial para ser vistos y apreciados por el público lector mismo. Pero de allí a pasar a ser un asalariado estatal, hay un trecho inmenso.
Subsidiar a los escritores sería lo mismo que abrir la llave de la corrupción y el amiguismo, por un lado, de la previa censura y el empobrecimiento cultural por el otro. Sólo aquellos bien "conectados" con el status quo tendrían acceso a los dichosos subsidios. Sólo aquellos que escriben de acuerdo a los "valores" del ministerio recibirían tales ayudas. Desaparecería el talento y la innovación. El libre pensamiento y el deseo por explorar nuevas expresiones literarias.
Creo que lo mejor que un país puede hacer por sus escritores es abrir los espacios para que aquellos que lo desean o puedan realizarlo los llenen. Que se favorezca la producción literaria eliminando los impuestos sobre la importación de insumos de imprenta, por ejemplo, o que también se fortalezca el nacimiento de más bibliotecas públicas con amplio despliegue de obras nacionales al lado de las extranjeras -pues tampoco vamos a cerrarnos al mundo, como alguien muy "despabilado" también quiso insinuar-, que se promuevan nuevos modelos educativos donde los estudiantes no solo lean los libros sino que los escojan y los discutan, etc.
Y, por supuesto, que los jurados de los Premios Nacionales sean personas de gran estatura intelectual y claridad de visión, para que dejen de declarar desiertas categorías rebosantes de literatura.
Por supuesto que no.
Me explico: siempre es factible que en un determinado certamen, a criterio de los jueces, las obras no revistan la suficiente calidad como para merecer un premio de la naturaleza de los Premios Nacionales, los cuales son otorgados en todas las disciplinas artísticas y científicas del país por parte del Ministerio de Cultura. Es decir, se trata de una distinción notable, y se esperaría, claro está, que los nominados fuesen dignos de alcanzar dicha distinción.
Ahora bien, ¿cuáles son las posibilidades de que en toda la producción literaria nacional no haya habido una sola, una sola, obra que mereciera ser premiada? Se editan miles de libros al año en Costa Rica, de variada naturaleza, y por cierto que son muchas y variadas las colecciones de cuentos y las novelas que son presentadas por las editoriales públicas y privadas cada año. ¿Es acaso razonable pensar que ninguno de esos escritos se haya distinguido de los demás? ¿Ninguno?
Revisando las listas de nominados, era apreciable la cantidad y variedad de géneros literarios que cuentos y novelas presentaban. Escritores veteranos se mezclaban con algunos más noveles, y muchas de esas obras ya habían recibido algunas distinciones menores. Y la explicación dada por algunos jurados no fue ni satisfactoria ni aclarativa. Conclusión: los escritores nacionales se vieron privados de la casi única distinción de importancia del medio cultural nacional, como si fueran pocas las vicisitudes que deben atravesar para poder dedicarse a su oficio.
Alguien, lamentándose de este estado de cosas, declaró que el desaire al escritor nacional sólo ahondaba la crisis intelectual y educativa que sobrelleva el país y que profundiza el drama que a diario vive el artista nacional. Que debería hacerse algo por esto. Que se debe tender una mano a los escritores nacionales, una condición favorable, para que su obra no sólo se edite sino que también se vea, sea apreciada por el lector, sobresalga entre la variadísima presentación de best-sellers y autores extranjeros de renombre. ¿Por qué no otorgar un subsidio estatal?
Y aquí las cosas, me parece, se descarrilan. ¿Subsidios a los escritores? Algo así como un salario, se diría, para que no tuvieran que depender de las hipotéticas regalías que recibirían por concepto de ventas al público y pudieran dedicarse "al arte". Según esta teoría, los escritores nacionales estarían libres de las leyes mercantilistas que tanto daño les hacen y podrían aportar al país el caudal de su talento. En teoría.
Y tal teoría me horroriza. No estoy de acuerdo con el dictamen de los jurados de los Premios Nacionales. Pienso que se desairó injustamente a los escritores nacionales y se les privó de una distinción crucial para ser vistos y apreciados por el público lector mismo. Pero de allí a pasar a ser un asalariado estatal, hay un trecho inmenso.
Subsidiar a los escritores sería lo mismo que abrir la llave de la corrupción y el amiguismo, por un lado, de la previa censura y el empobrecimiento cultural por el otro. Sólo aquellos bien "conectados" con el status quo tendrían acceso a los dichosos subsidios. Sólo aquellos que escriben de acuerdo a los "valores" del ministerio recibirían tales ayudas. Desaparecería el talento y la innovación. El libre pensamiento y el deseo por explorar nuevas expresiones literarias.
Creo que lo mejor que un país puede hacer por sus escritores es abrir los espacios para que aquellos que lo desean o puedan realizarlo los llenen. Que se favorezca la producción literaria eliminando los impuestos sobre la importación de insumos de imprenta, por ejemplo, o que también se fortalezca el nacimiento de más bibliotecas públicas con amplio despliegue de obras nacionales al lado de las extranjeras -pues tampoco vamos a cerrarnos al mundo, como alguien muy "despabilado" también quiso insinuar-, que se promuevan nuevos modelos educativos donde los estudiantes no solo lean los libros sino que los escojan y los discutan, etc.
Y, por supuesto, que los jurados de los Premios Nacionales sean personas de gran estatura intelectual y claridad de visión, para que dejen de declarar desiertas categorías rebosantes de literatura.
23 de enero de 2010
Ideas varias sobre el libro electrónico
He estado leyendo en foros aquí, en blogs allá, multitud de opiniones, preocupaciones y especulaciones sobre lo que nos depara el futuro editorial, ante el embate inevitable del libro electrónico y sus consecuencias. En algunos casos, las opiniones caen al nivel de lo apocalíptico: nos hallamos ante el ineludible cataclismo de las letras. El libro desaparacerá, porque desaparecerán los lectores serios, porque las editoriales también desaparecerán, y sólo quedará un universo informe y caótico de escritos esparcidos por la red, sin depuración ni acierto. (¡!) -Si no me creen, para muestra un botón: ¡Mueran los "heditores"!
En otros casos, la visión cae en el extremo contrario: el libro electrónico es nuestro salvador. Liberará la creatividad y la expresión artística de las cadenas de los emporios mercantilistas (sean las editoriales, sean las distribuidoras, o sean incluso los gobiernos con sus ministerios de cultura) y por fin los lectores tendremos acceso irrestricto a la creatividad humana en su máxima expresión, mientras los escritores podrán finalmente liberar los cauces de su expresividad sin tener que someterse a los dictados tiránicos de los editores ni a los caprichos del mercado, que convierte en "best-sellers" a algunos cuantos libros "basura" mientras la "verdadera" literatura permanece en las sombras. (¡!)
Yo soy de una visión mucha más humilde, debo decir. No consigo sentirme a gusto con el postulado apocalíptico ni tampoco con el mesiánico. De verdad. Cada quien tiene derecho a tener su punto de vista, claro está, y en mi caso, aunque puedo comprender temores y entusiasmos, me parece más realista un camino moderado tanto en un sentido como en el otro.
El libro electrónico ya llegó y no se irá, eso es un hecho. Presenta algunas ventajas con respecto al libro impreso: su descarga es inmediata, puede ser transportado en dispositivos diminutos, con los nuevos lectores electrónicos puede ser leído cómodamente en cualquier lugar, y no se deteriora con el tiempo (a menos que el soporte tecnológico en sí se estropee). Gracias a Internet, un libro electrónico puede ser puesto a disposición del mundo entero con sólo un "click". Según las nuevas facilidades de los lectores electrónicos, puedes consultar un diccionario o buscar una página o una palabra específica con sólo apretar un botón. En cambio, el libro impreso puede ser incómodo por su peso y su tamaño, ha de encontrársele sólo en las librerías que lo vendan si es que no ha sido descatalogado, y se deteriora con el tiempo.
Pero... bueno, el libro impreso mantiene siempre algunas ventajas. En primer lugar, no necesita baterías ni recarga. Ah, eso puede ser muy importante, pues aunque un lector electrónico posea baterías de larga duración, al final habrá que recargarlo. Con el papel, no hay ese inconveniente. Otro factor positivo es que es hermoso: las ilustraciones de las portadas, la sensación de pasar la página, de saberse "desconectado" del mundo -sensación inapreciable que no posees con un dispositivo que se conecta a Internet-... sensaciones imposibles con el electrónico. De hecho, un libro de edición de lujo con tapa dura e ilustraciones especiales es un bien para atesorar. No pasa lo mismo con un dispositivo electrónico ni con un archivo. Otra ventaja que posee es que si pierdes un libro, sólo pierdes ese. Si pierdes tu lector electrónico o si se estropea, ¡puedes haber perdido toda la biblioteca! Como para ponerse a llorar.
Dado esto, no parece que haya motivos para desear que uno u otra desaparezcan. ¿Pueden convivir? ¿Lo harán? No puedo saberlo. De momento, sin embargo, es poco probable que los libros impresos desaparezcan, pues los electrónicos son aún muy nuevos y no todo el mundo está en disposición de soltar doscientos dólares o más para comprar un lector electrónico. Leer en la computadora sigue siendo incómodo, después de todo. Pero se han disparado los temores por la amenaza que representa a la industria.
Los libros electrónicos son fácilmente "pirateables". Como las editoriales están lanzando versiones electrónicas a precios abusivos, muchos temen que esto esté estimulando la piratería. No digo que no. De momento, un libro impreso puede ser caro con razones justificadas: los costos de fabricación (maquetación, corrección, etc.), de distribución, etc. elevan los precios. Pero eliminados esos costos, como ocurre en un libro electrónico, los lectores no encontramos justificable pagar casi lo mismo. Si alguien encuentra un libro electrónico en 20 dólares, por ejemplo, y pirateado le sale gratuito, lo más probable es que lo piratee. La situación es oscura, por tanto, lo lógico es que la editorial baje el precio de tal manera que vuelva poco atractiva la descarga ilegal. Así, si un libro impreso vale cerca de 20 dólares y su versión electrónica sólo cuesta 3 o 4 dólares, son pocos los que se inclinarán por buscar la versión pirateada con los riesgos que implica.
Otro temor es qué pasará con las librerías. ¿Desaparecerán? Esto haría inaccesible el libro impreso. Si no hay mercado amplio para el libro impreso, ¿se disparará su precio?
Creo que la situación seguirá en incertidumbre por algún tiempo. Aún el libro impreso domina el panorama editorial y aún es pronto para pronosticar la prevalencia del libro electrónico. Sin embargo, creo que se puede ir pensando en soluciones creativas para evitar problemas mayores después. Se puede estimular la compra de libros impresos si éstos vienen con extras (¿qué tal el descargable de forma gratuita como adicional? Es una idea que me sugirió mi esposo hace algún tiempo y me parece muy interesante). Se puede primero sacar la versión de tapa dura con archivos gratuitos y con otros regalos. Luego, la edición de bolsillo vendría con un descuento importante. Se puede otorgar puntos acumulativos a aquellos que compren el libro electrónico en la tienda de la editorial -o alguna que ésta designe- que les hará ganar una edición impresa de algún libro que ellos deseen. Se puede acompañar la versión impresa con un paquete que contenga entrevista con el autor, páginas o capítulos retirados por decisión editorial, acceso gratuito a la versión descargable y hasta ilustraciones adicionales. A la gente le gusta que le hagan regalos y con muchos estímulos, se conserva un bien y se le gana el pulso a la piratería.
Siempre habrá quien robe. No importa cuánto bajes el precio de un artículo, siempre habrá quien no quiera pagar un centavo por él. Pero son los menos. La mayoría de nosotros nos inclinamos por lo legal, porque es lo más sencillo y lo más seguro. Si además de ser legal, es beneficioso, el negocio es redondo.
Ni visión apocalíptica ni la venida del Mesías literario: pienso que con ideas y ganas de seguir trabajando, se puede sacar provecho del libro electrónico sin detrimento mayor de nuestro preciado libro impreso. Ya veremos ;)
En otros casos, la visión cae en el extremo contrario: el libro electrónico es nuestro salvador. Liberará la creatividad y la expresión artística de las cadenas de los emporios mercantilistas (sean las editoriales, sean las distribuidoras, o sean incluso los gobiernos con sus ministerios de cultura) y por fin los lectores tendremos acceso irrestricto a la creatividad humana en su máxima expresión, mientras los escritores podrán finalmente liberar los cauces de su expresividad sin tener que someterse a los dictados tiránicos de los editores ni a los caprichos del mercado, que convierte en "best-sellers" a algunos cuantos libros "basura" mientras la "verdadera" literatura permanece en las sombras. (¡!)
Yo soy de una visión mucha más humilde, debo decir. No consigo sentirme a gusto con el postulado apocalíptico ni tampoco con el mesiánico. De verdad. Cada quien tiene derecho a tener su punto de vista, claro está, y en mi caso, aunque puedo comprender temores y entusiasmos, me parece más realista un camino moderado tanto en un sentido como en el otro.
El libro electrónico ya llegó y no se irá, eso es un hecho. Presenta algunas ventajas con respecto al libro impreso: su descarga es inmediata, puede ser transportado en dispositivos diminutos, con los nuevos lectores electrónicos puede ser leído cómodamente en cualquier lugar, y no se deteriora con el tiempo (a menos que el soporte tecnológico en sí se estropee). Gracias a Internet, un libro electrónico puede ser puesto a disposición del mundo entero con sólo un "click". Según las nuevas facilidades de los lectores electrónicos, puedes consultar un diccionario o buscar una página o una palabra específica con sólo apretar un botón. En cambio, el libro impreso puede ser incómodo por su peso y su tamaño, ha de encontrársele sólo en las librerías que lo vendan si es que no ha sido descatalogado, y se deteriora con el tiempo.
Pero... bueno, el libro impreso mantiene siempre algunas ventajas. En primer lugar, no necesita baterías ni recarga. Ah, eso puede ser muy importante, pues aunque un lector electrónico posea baterías de larga duración, al final habrá que recargarlo. Con el papel, no hay ese inconveniente. Otro factor positivo es que es hermoso: las ilustraciones de las portadas, la sensación de pasar la página, de saberse "desconectado" del mundo -sensación inapreciable que no posees con un dispositivo que se conecta a Internet-... sensaciones imposibles con el electrónico. De hecho, un libro de edición de lujo con tapa dura e ilustraciones especiales es un bien para atesorar. No pasa lo mismo con un dispositivo electrónico ni con un archivo. Otra ventaja que posee es que si pierdes un libro, sólo pierdes ese. Si pierdes tu lector electrónico o si se estropea, ¡puedes haber perdido toda la biblioteca! Como para ponerse a llorar.
Dado esto, no parece que haya motivos para desear que uno u otra desaparezcan. ¿Pueden convivir? ¿Lo harán? No puedo saberlo. De momento, sin embargo, es poco probable que los libros impresos desaparezcan, pues los electrónicos son aún muy nuevos y no todo el mundo está en disposición de soltar doscientos dólares o más para comprar un lector electrónico. Leer en la computadora sigue siendo incómodo, después de todo. Pero se han disparado los temores por la amenaza que representa a la industria.
Los libros electrónicos son fácilmente "pirateables". Como las editoriales están lanzando versiones electrónicas a precios abusivos, muchos temen que esto esté estimulando la piratería. No digo que no. De momento, un libro impreso puede ser caro con razones justificadas: los costos de fabricación (maquetación, corrección, etc.), de distribución, etc. elevan los precios. Pero eliminados esos costos, como ocurre en un libro electrónico, los lectores no encontramos justificable pagar casi lo mismo. Si alguien encuentra un libro electrónico en 20 dólares, por ejemplo, y pirateado le sale gratuito, lo más probable es que lo piratee. La situación es oscura, por tanto, lo lógico es que la editorial baje el precio de tal manera que vuelva poco atractiva la descarga ilegal. Así, si un libro impreso vale cerca de 20 dólares y su versión electrónica sólo cuesta 3 o 4 dólares, son pocos los que se inclinarán por buscar la versión pirateada con los riesgos que implica.
Otro temor es qué pasará con las librerías. ¿Desaparecerán? Esto haría inaccesible el libro impreso. Si no hay mercado amplio para el libro impreso, ¿se disparará su precio?
Creo que la situación seguirá en incertidumbre por algún tiempo. Aún el libro impreso domina el panorama editorial y aún es pronto para pronosticar la prevalencia del libro electrónico. Sin embargo, creo que se puede ir pensando en soluciones creativas para evitar problemas mayores después. Se puede estimular la compra de libros impresos si éstos vienen con extras (¿qué tal el descargable de forma gratuita como adicional? Es una idea que me sugirió mi esposo hace algún tiempo y me parece muy interesante). Se puede primero sacar la versión de tapa dura con archivos gratuitos y con otros regalos. Luego, la edición de bolsillo vendría con un descuento importante. Se puede otorgar puntos acumulativos a aquellos que compren el libro electrónico en la tienda de la editorial -o alguna que ésta designe- que les hará ganar una edición impresa de algún libro que ellos deseen. Se puede acompañar la versión impresa con un paquete que contenga entrevista con el autor, páginas o capítulos retirados por decisión editorial, acceso gratuito a la versión descargable y hasta ilustraciones adicionales. A la gente le gusta que le hagan regalos y con muchos estímulos, se conserva un bien y se le gana el pulso a la piratería.
Siempre habrá quien robe. No importa cuánto bajes el precio de un artículo, siempre habrá quien no quiera pagar un centavo por él. Pero son los menos. La mayoría de nosotros nos inclinamos por lo legal, porque es lo más sencillo y lo más seguro. Si además de ser legal, es beneficioso, el negocio es redondo.
Ni visión apocalíptica ni la venida del Mesías literario: pienso que con ideas y ganas de seguir trabajando, se puede sacar provecho del libro electrónico sin detrimento mayor de nuestro preciado libro impreso. Ya veremos ;)
20 de enero de 2010
Entrevistada
Pues tengo una nota de autopromoción que hacer: el joven Joaquín Pérez Iturralde acaba de hacerme una entrevista personal bastante exhaustiva que quizá les interese. No es común que yo sea sujeto de entrevistas, dada mi condición más o menos desconocida (¡ji!), y esta me resultó muy agradable. Además, el blog de Joaquín está muy bien diseñado y creo que ofrece una perspectiva sobre la actividad literaria muy dinámica. :)
Aquí está la entrevista: Entrevista con Laura Quijano
:)
Aquí está la entrevista: Entrevista con Laura Quijano
:)
17 de enero de 2010
Formándose para ser escritor
Hace unos días leí en una entrevista que le hicieron a un autor una pregunta relacionada con su formación previa a la escritura profesional. El autor en cuestión (Patrick Rothfuss) pasó mucho tiempo en la universidad, saltando de un lado hacia el otro, hasta graduarse en Literatura Inglesa, materia que terminó impartiendo también en la universidad, pero no se arrepentía de los muchos años que pasó reuniendo conocimientos diversos (incluyendo la química -¡nada más alejado de lo que se asocia con la literatura!-), pues a la postre le sirvieron como base para su escritura.
¿Tiene razón?... ¿Y por qué no? ¿Qué se necesita saber para ser escritor creativo? (No hablamos de ensayistas ni articulistas que se dedican a la divulgación de conocimientos específicos en áreas definidas. Ellos, necesariamente, deberán saber bien de lo que están hablando). Suele ser una pregunta recurrente en algunos foros: ¿Qué debo estudiar para ser escritor? Y las respuestas no pueden ser más variadas.
Ser escritor no es como ser médico o ser abogado. En realidad, un escritor debe tener primero la inclinación natural a la expresión mediante la palabra, sea en su vertiente poética más subjetiva o sea en su vertiente narradora. Eso se tiene, o no. Si no te interesa contar historias o no te interesa cantarle a la luna, olvídate. No serás escritor creativo. Pero eso ya lo sabíamos, no es nada nuevo. La pregunta surge cuando ya sabemos que tenemos la inclinación pero queremos llevarla a cabo de forma profesional. Ser escritores por vocación y profesión. Muy bien: ¿cómo nos formamos?
Los escritores suelen escribir de todo. Si hablamos de los novelistas o cuentistas, por ejemplo, pensemos que deambulan por toda suerte de géneros variados que tratan temas variadísimos: desde política social hasta psicología clínica, desde economía hasta romance, desde historia hasta futurología. Las posibilidades para contar historias son casi infinitas y todas tocan áreas muy diferentes del conocimiento humano. ¿Significa eso que si queremos ser escritores debemos primero formarnos en las áreas sobre las que pensamos escribir? ¡Vaya! ¿Y si quiero escribir sobre una sociedad primitiva que vivió hace unos cinco mil años debo hacerme primero antropóloga y arqueóloga para poder escribir el libro? Y digamos que lo hicimos, pero nuestra siguiente historia nos sitúa en el presente, en la oficina de una corporación internacional de comercio de diamantes donde se sucede un asesinato. ¡Tendría que estudiar economía internacional, estudiar el mercado de los diamantes y además hacerme policía y médico forense para poder escribir una historia que quizá no me lleve más allá de unas 300 páginas! ¿No suena demente?
A mí me lo parece. En un foro en que se planteó esta misma pregunta, alguien dijo con total seguridad que la carrera que todo aspirante a escritor debía seguir era Filología Española, precisamente porque trataba profundamente del idioma español y de las tendencias literarias. Desde que los filólogos son expertos en los vericuetos del idioma, pues sí resulta una recomendación atinada, pues si algún conocimiento importante ha de tener un escritor es su dominio lingüístico y la filología lo forma y lo hace madurar. Sin embargo, no es indispensable. Todo buen lector, que sea persona educada en humanidades -o al menos con una afición razonable por ellas-, aunque no sea filóloga, tendrá un aceptable manejo del idioma. Eso significa que si el aspirante a escritor escogió otra carrera no deberá salir corriendo a registrarse en la Escuela de Letras.
¿Y qué podemos decir que aquellos que deseen escribir ciencia ficción? ¿Necesitan un diploma en un área científica para lograrlo? Pues... no lo creo tampoco. Llevar largos estudios de química o de física espacial no te convertirá en un mejor escritor. Tal vez en un buen científico, pero no necesariamente en un escritor. Y no digo que no haya buenos científicos que también resultaron ser buenos escritores, pues por supuesto los hay (Isaac Asimov o Arthur C. Clarke fueron buenos ejemplos, aunque nunca destacaron por su especial escritura). Lo que digo es que no resulta ser un requisito indispensable para serlo.
¿Entonces...?
En general, pienso que un buen escritor ha de ser principalmente un buen lector, alguien interesado en conocer del mundo y sus maravillas (o sus desgracias) y conocerlo bien. Un escritor se forma al paso del tiempo, con cada lectura, con cada análisis, con cada reflexión. Entonces, si se tiene la profunda aspiración de ser escritor, los estudios que mejor puede seguir son aquellos que más le llamen la atención: ¿te interesa profundamente la política? Pues sigue esa ruta. ¿La economía, la química? Adéntrate en esos rincones, y pronto te darás cuenta que irás usando esos conocimientos en lo que escribas. Pero por sobre todo, lee, fue lo que caracterizó a muchos de los grandes escritores de la literatura universal. Si te acostumbras a leer y a saber retener la información contenida en los libros, cuando necesites documentación para escribir una historia, no te será difícil hacer lo que siempre habrás hecho: leer. Y podrás escribir tu libro, con tremenda seguridad. ;)
(P.D. No hay que olvidar que el conocimiento básico del escritor es saber escribir. Si no puedes inscribirte en un taller, estudia las reglas gramaticales y las técnicas de escritura por tu cuenta, o lleva los cursos relacionados de la facultad de letras. Al ser conocimientos técnicos, la mejor manera de desarrollarlos es practicando con constancia).
¿Tiene razón?... ¿Y por qué no? ¿Qué se necesita saber para ser escritor creativo? (No hablamos de ensayistas ni articulistas que se dedican a la divulgación de conocimientos específicos en áreas definidas. Ellos, necesariamente, deberán saber bien de lo que están hablando). Suele ser una pregunta recurrente en algunos foros: ¿Qué debo estudiar para ser escritor? Y las respuestas no pueden ser más variadas.
Ser escritor no es como ser médico o ser abogado. En realidad, un escritor debe tener primero la inclinación natural a la expresión mediante la palabra, sea en su vertiente poética más subjetiva o sea en su vertiente narradora. Eso se tiene, o no. Si no te interesa contar historias o no te interesa cantarle a la luna, olvídate. No serás escritor creativo. Pero eso ya lo sabíamos, no es nada nuevo. La pregunta surge cuando ya sabemos que tenemos la inclinación pero queremos llevarla a cabo de forma profesional. Ser escritores por vocación y profesión. Muy bien: ¿cómo nos formamos?
Los escritores suelen escribir de todo. Si hablamos de los novelistas o cuentistas, por ejemplo, pensemos que deambulan por toda suerte de géneros variados que tratan temas variadísimos: desde política social hasta psicología clínica, desde economía hasta romance, desde historia hasta futurología. Las posibilidades para contar historias son casi infinitas y todas tocan áreas muy diferentes del conocimiento humano. ¿Significa eso que si queremos ser escritores debemos primero formarnos en las áreas sobre las que pensamos escribir? ¡Vaya! ¿Y si quiero escribir sobre una sociedad primitiva que vivió hace unos cinco mil años debo hacerme primero antropóloga y arqueóloga para poder escribir el libro? Y digamos que lo hicimos, pero nuestra siguiente historia nos sitúa en el presente, en la oficina de una corporación internacional de comercio de diamantes donde se sucede un asesinato. ¡Tendría que estudiar economía internacional, estudiar el mercado de los diamantes y además hacerme policía y médico forense para poder escribir una historia que quizá no me lleve más allá de unas 300 páginas! ¿No suena demente?
A mí me lo parece. En un foro en que se planteó esta misma pregunta, alguien dijo con total seguridad que la carrera que todo aspirante a escritor debía seguir era Filología Española, precisamente porque trataba profundamente del idioma español y de las tendencias literarias. Desde que los filólogos son expertos en los vericuetos del idioma, pues sí resulta una recomendación atinada, pues si algún conocimiento importante ha de tener un escritor es su dominio lingüístico y la filología lo forma y lo hace madurar. Sin embargo, no es indispensable. Todo buen lector, que sea persona educada en humanidades -o al menos con una afición razonable por ellas-, aunque no sea filóloga, tendrá un aceptable manejo del idioma. Eso significa que si el aspirante a escritor escogió otra carrera no deberá salir corriendo a registrarse en la Escuela de Letras.
¿Y qué podemos decir que aquellos que deseen escribir ciencia ficción? ¿Necesitan un diploma en un área científica para lograrlo? Pues... no lo creo tampoco. Llevar largos estudios de química o de física espacial no te convertirá en un mejor escritor. Tal vez en un buen científico, pero no necesariamente en un escritor. Y no digo que no haya buenos científicos que también resultaron ser buenos escritores, pues por supuesto los hay (Isaac Asimov o Arthur C. Clarke fueron buenos ejemplos, aunque nunca destacaron por su especial escritura). Lo que digo es que no resulta ser un requisito indispensable para serlo.
¿Entonces...?
En general, pienso que un buen escritor ha de ser principalmente un buen lector, alguien interesado en conocer del mundo y sus maravillas (o sus desgracias) y conocerlo bien. Un escritor se forma al paso del tiempo, con cada lectura, con cada análisis, con cada reflexión. Entonces, si se tiene la profunda aspiración de ser escritor, los estudios que mejor puede seguir son aquellos que más le llamen la atención: ¿te interesa profundamente la política? Pues sigue esa ruta. ¿La economía, la química? Adéntrate en esos rincones, y pronto te darás cuenta que irás usando esos conocimientos en lo que escribas. Pero por sobre todo, lee, fue lo que caracterizó a muchos de los grandes escritores de la literatura universal. Si te acostumbras a leer y a saber retener la información contenida en los libros, cuando necesites documentación para escribir una historia, no te será difícil hacer lo que siempre habrás hecho: leer. Y podrás escribir tu libro, con tremenda seguridad. ;)
(P.D. No hay que olvidar que el conocimiento básico del escritor es saber escribir. Si no puedes inscribirte en un taller, estudia las reglas gramaticales y las técnicas de escritura por tu cuenta, o lleva los cursos relacionados de la facultad de letras. Al ser conocimientos técnicos, la mejor manera de desarrollarlos es practicando con constancia).
9 de enero de 2010
Iniciando el año
Bueno, pues, finalmente estoy aquí en el 2010. Tuve un comienzo de año algo ocupado en mi trabajo regular y apenas he podido visitar algunas páginas de interés, pero ya puedo inaugurar con propiedad mis entradas para el inicio de un año más (y de una década, de paso).
¿Proyectos para 2010? ¡Púf! Pues sí, claro. Casi podemos hablar de los famosos "propósitos de año nuevo", pero prefiero fijarlos como deseos proyectados. No sea que por algún motivo u otro no pueda "cumplirlos" ;) , lo cual siempre deja ese sentimiento de frustración nada recomendable para proseguir una carrera tan difícil como la escritura creativa. Así que aquí vamos:
-Primero, y parece que es urgente: cirugía a mi sitio. ¿Por qué? Pues porque ya el formato dura poco más de dos años y creo que se ha desactualizado con respecto a mi situación actual. Además, voy a tener problemas con el sistema de comentarios y tengo que cambiarlo (esas fueron malas noticias de año nuevo). Así que no se extrañen si de pronto aparece un lauraquijano.com renovado...
-Segundo, terminar la revisión de la tercera parte de mi trilogía A través del Portal. Pretendo publicarla hacia marzo de este año, pero dependerá de cuánta tijera tenga que meterle y si me siento satisfecha con el resultado. Sin embargo, veo este como un proyecto ya garantizado, que me hará muy feliz, y que completará un ciclo con una historia antigua para mí como es la del Portal. Por supuesto, mi propósito final es que sea del agrado de los lectores que la han seguido.
-Tercero, continuar con la novela nueva en la que estoy trabajando ahora. Es una historia muy diferente del Portal y posee un universo propio. Me esperan horas de documentación y desarrollo, pero estoy muy entusiasmada con ella. Hasta el momento, es uno de esos trabajos de pleno disfrute. No sé si la terminaré este año, pero espero tenerla muy avanzada para cuando concluya 2010.
-Cuarto, organizar mis relatos y buscar sitio de publicación para aquellos que considere que se merecen la oportunidad. Pienso que Sueño Profundo, por ejemplo, podría encontrar un lugar en alguna publicación regular. Todo depende de que sea aceptado. Otros relatos que no vieron la luz en los certámenes tal vez se merezcan también una oportunidad en otro tipo de medio. Ya veremos.
-Concretar algunos relatos "comprometidos". Estoy participando en una iniciativa de autores de Sedice.com para armar una nueva antología, actividad muy satisfactoria, pero aún tengo que cumplir con mi parte (armar el relato). :)
Como se ve, aún la lista es corta, pero creo que está nutrida. Parece tarea sencilla, pero cada uno de esos puntos consume tiempo, energía e interés, por lo que prefiero mantenerla a un nivel "manejable" :)
Por otro lado, quisiera ponerme al día con mis lecturas. Todavía estoy a medio camino con Fabricantes de Sueños 2008 (que trae relatos estupendos) y con otros libros que no he podido terminar. Ese es un propósito que sé que cumpliré pronto. Este año viene con más publicaciones interesantes, algunos de los amigos colegas están publicando y otros libros que se esperan tal vez vean la luz. Habrá que estar preparada para recibirlos. :)
¿Proyectos para 2010? ¡Púf! Pues sí, claro. Casi podemos hablar de los famosos "propósitos de año nuevo", pero prefiero fijarlos como deseos proyectados. No sea que por algún motivo u otro no pueda "cumplirlos" ;) , lo cual siempre deja ese sentimiento de frustración nada recomendable para proseguir una carrera tan difícil como la escritura creativa. Así que aquí vamos:
-Primero, y parece que es urgente: cirugía a mi sitio. ¿Por qué? Pues porque ya el formato dura poco más de dos años y creo que se ha desactualizado con respecto a mi situación actual. Además, voy a tener problemas con el sistema de comentarios y tengo que cambiarlo (esas fueron malas noticias de año nuevo). Así que no se extrañen si de pronto aparece un lauraquijano.com renovado...
-Segundo, terminar la revisión de la tercera parte de mi trilogía A través del Portal. Pretendo publicarla hacia marzo de este año, pero dependerá de cuánta tijera tenga que meterle y si me siento satisfecha con el resultado. Sin embargo, veo este como un proyecto ya garantizado, que me hará muy feliz, y que completará un ciclo con una historia antigua para mí como es la del Portal. Por supuesto, mi propósito final es que sea del agrado de los lectores que la han seguido.
-Tercero, continuar con la novela nueva en la que estoy trabajando ahora. Es una historia muy diferente del Portal y posee un universo propio. Me esperan horas de documentación y desarrollo, pero estoy muy entusiasmada con ella. Hasta el momento, es uno de esos trabajos de pleno disfrute. No sé si la terminaré este año, pero espero tenerla muy avanzada para cuando concluya 2010.
-Cuarto, organizar mis relatos y buscar sitio de publicación para aquellos que considere que se merecen la oportunidad. Pienso que Sueño Profundo, por ejemplo, podría encontrar un lugar en alguna publicación regular. Todo depende de que sea aceptado. Otros relatos que no vieron la luz en los certámenes tal vez se merezcan también una oportunidad en otro tipo de medio. Ya veremos.
-Concretar algunos relatos "comprometidos". Estoy participando en una iniciativa de autores de Sedice.com para armar una nueva antología, actividad muy satisfactoria, pero aún tengo que cumplir con mi parte (armar el relato). :)
Como se ve, aún la lista es corta, pero creo que está nutrida. Parece tarea sencilla, pero cada uno de esos puntos consume tiempo, energía e interés, por lo que prefiero mantenerla a un nivel "manejable" :)
Por otro lado, quisiera ponerme al día con mis lecturas. Todavía estoy a medio camino con Fabricantes de Sueños 2008 (que trae relatos estupendos) y con otros libros que no he podido terminar. Ese es un propósito que sé que cumpliré pronto. Este año viene con más publicaciones interesantes, algunos de los amigos colegas están publicando y otros libros que se esperan tal vez vean la luz. Habrá que estar preparada para recibirlos. :)
30 de diciembre de 2009
Balance anual
Todo el mundo se ha dedicado esta semana a la entretenida tarea de fabricar listas: lo mejor del año en el cine, lo mejor del año en la literatura, en la música, en las artes plásticas, los peores eventos, los más recordados, los personajes más destacados -sea por buenas o malas razones-, etc. Es una especie de deporte y ¿por qué?, una satisfacción inevitable de la manía clasificadora y autocontemplativa de nuestra especie.
Dentro de este ambiente, ¿por qué no habría de hacer yo misma mi propia labor autocontemplativa? Después de todo, ya que me encuentro en el plan de alcanzar algún puesto entre el firmamento de escritores consagrados de las letras hispánicas, no estaría de más realizar la faena autocrítica al respecto. Y he aquí los resultados:
En cuanto a producción literaria... buee... Digamos que estuve poco prolífica. No fue uno de esos años en que logro terminar una novela nueva, o en que consigo alcanzar un buen número de relatos. Sin embargo, no diré que estoy insatisfecha.
Comencemos con los relatos. Fue más bien un años modesto: 12 relatos escritos durante este año, debidamente concluidos, y que yo considerara dignos de ser sometidos a la lectura ajena (escribí unos cinco más que no consiguieron semejante distinción y que no han sido eliminados sólo porque pueden servir de base a historias enteramente distintas). ¡Doce! De ellos, cuatro están aún presentados a un certamen literario, por lo que desconozco si podré considerarlos éxito o fracaso, otro más consiguió la distinción de finalista en el XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción (Sueño Profundo) -lo cual es motivo de orgullo para mí, claro está-, y los demás... pues nada. Uno de ellos (que me gustó mucho) no logró hacerse un hueco en el Premio Domingo Santos 2009, y otro más apenas alcanzó el puesto no. 18 del Certamen Tierra de Leyendas VIII (Fantasías Controladas), por lo que no lo consignaremos como un verdadero triunfo. Fuera de los presentados a concursos, hay otro más que escribí expresamente para una antología creada por un grupo de autores de Sedice.com, la cual aún se encuentra en fase de producción. Este cuento, por tanto, es aún un éxito.
¿Novelas? Una de ciencia ficción, de corta extensión: 106 páginas, menos de treinta y seis mil palabras. Me sentí orgullosa de ella, pues abordé un tema poco familiar para mí, como es la estructura del cerebro, que al mismo tiempo me encanta y por el cual aprendí mucha información interesante durante mi proceso de documentación. La envié al Premio UPC 2009, pero no tuvo suerte. Ya consideraré otro destino para ella.
Aparte de dicha novela corta, inicié el viaje de una novela larga de ciencia ficción y fantasía que me está entusiasmando mucho, con la que he reunido una gran cantidad de documentación que aún debo escrutinizar exhaustivamente, y con la que de seguro pasaré ocupada el año próximo. Le tengo muchas esperanzas, pero aún está en pañales, así que no puedo considerarla como un "logro" del año 2009.
¿Revisiones? Realicé un dramático proceso de revisión de A Través del Portal volumen III, que será la tercera entrega y final de mi trilogía de fantasía, y que sólo lo dejó listo para un segundo e intensivo proceso revisionista, el cual acabo de iniciar justo esta semana. De manera que tampoco será un "logro" del 2009.
¿Publicaciones? Bueno, pues este rubro ha resultado ser uno de los más satisfactorios. Durante este año, si bien no publiqué la tercera parte de la trilogía mencionada, sí alcancé a ser incluida en sendas publicaciones en papel, tanto en España como en mi país, Costa Rica. En el primer caso, fue gracias a la inclusión de mi relato Por siempre otro en la antología Fabricantes de Sueños 2008 (AEFCFT), cuya publicación se dio en meses recientes. El segundo caso corresponde a la publicación de Posibles futuros: cuentos de ciencia ficción (EUNED), antología de seis relatos escritos por sendos autores costarricenses, incluyéndome. Este rubro alcanzó, pues, una alta cuota de satisfacción.
Con respecto a otras formas de escritura, debo añadir la creación de mi blog My own English adventure, que aunque no he logrado actualizar a menudo marca mi incursión en la escritura en otros idiomas, además de mi aporte a la lengua española en el blog Español, que confecciono en colaboración con el portal Orbislingua.com.
Este es mi año 2009. ¿Qué lograré alcanzar en el 2010? Lo ignoro, pero mis expectativas son altas y mantengo ilusiones de superar lo hecho hasta aquí y aún de acercarme más a mi objetivo de consagración como autora establecida. Ya veremos. ;)
Por ahora, sólo me resta añadir:
Dentro de este ambiente, ¿por qué no habría de hacer yo misma mi propia labor autocontemplativa? Después de todo, ya que me encuentro en el plan de alcanzar algún puesto entre el firmamento de escritores consagrados de las letras hispánicas, no estaría de más realizar la faena autocrítica al respecto. Y he aquí los resultados:
En cuanto a producción literaria... buee... Digamos que estuve poco prolífica. No fue uno de esos años en que logro terminar una novela nueva, o en que consigo alcanzar un buen número de relatos. Sin embargo, no diré que estoy insatisfecha.
Comencemos con los relatos. Fue más bien un años modesto: 12 relatos escritos durante este año, debidamente concluidos, y que yo considerara dignos de ser sometidos a la lectura ajena (escribí unos cinco más que no consiguieron semejante distinción y que no han sido eliminados sólo porque pueden servir de base a historias enteramente distintas). ¡Doce! De ellos, cuatro están aún presentados a un certamen literario, por lo que desconozco si podré considerarlos éxito o fracaso, otro más consiguió la distinción de finalista en el XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción (Sueño Profundo) -lo cual es motivo de orgullo para mí, claro está-, y los demás... pues nada. Uno de ellos (que me gustó mucho) no logró hacerse un hueco en el Premio Domingo Santos 2009, y otro más apenas alcanzó el puesto no. 18 del Certamen Tierra de Leyendas VIII (Fantasías Controladas), por lo que no lo consignaremos como un verdadero triunfo. Fuera de los presentados a concursos, hay otro más que escribí expresamente para una antología creada por un grupo de autores de Sedice.com, la cual aún se encuentra en fase de producción. Este cuento, por tanto, es aún un éxito.
¿Novelas? Una de ciencia ficción, de corta extensión: 106 páginas, menos de treinta y seis mil palabras. Me sentí orgullosa de ella, pues abordé un tema poco familiar para mí, como es la estructura del cerebro, que al mismo tiempo me encanta y por el cual aprendí mucha información interesante durante mi proceso de documentación. La envié al Premio UPC 2009, pero no tuvo suerte. Ya consideraré otro destino para ella.
Aparte de dicha novela corta, inicié el viaje de una novela larga de ciencia ficción y fantasía que me está entusiasmando mucho, con la que he reunido una gran cantidad de documentación que aún debo escrutinizar exhaustivamente, y con la que de seguro pasaré ocupada el año próximo. Le tengo muchas esperanzas, pero aún está en pañales, así que no puedo considerarla como un "logro" del año 2009.
¿Revisiones? Realicé un dramático proceso de revisión de A Través del Portal volumen III, que será la tercera entrega y final de mi trilogía de fantasía, y que sólo lo dejó listo para un segundo e intensivo proceso revisionista, el cual acabo de iniciar justo esta semana. De manera que tampoco será un "logro" del 2009.
¿Publicaciones? Bueno, pues este rubro ha resultado ser uno de los más satisfactorios. Durante este año, si bien no publiqué la tercera parte de la trilogía mencionada, sí alcancé a ser incluida en sendas publicaciones en papel, tanto en España como en mi país, Costa Rica. En el primer caso, fue gracias a la inclusión de mi relato Por siempre otro en la antología Fabricantes de Sueños 2008 (AEFCFT), cuya publicación se dio en meses recientes. El segundo caso corresponde a la publicación de Posibles futuros: cuentos de ciencia ficción (EUNED), antología de seis relatos escritos por sendos autores costarricenses, incluyéndome. Este rubro alcanzó, pues, una alta cuota de satisfacción.
Con respecto a otras formas de escritura, debo añadir la creación de mi blog My own English adventure, que aunque no he logrado actualizar a menudo marca mi incursión en la escritura en otros idiomas, además de mi aporte a la lengua española en el blog Español, que confecciono en colaboración con el portal Orbislingua.com.
Este es mi año 2009. ¿Qué lograré alcanzar en el 2010? Lo ignoro, pero mis expectativas son altas y mantengo ilusiones de superar lo hecho hasta aquí y aún de acercarme más a mi objetivo de consagración como autora establecida. Ya veremos. ;)
Por ahora, sólo me resta añadir:
¡FELIZ AÑO NUEVO 2010!
26 de diciembre de 2009
Reflexiones entorno al público-objetivo (II)
Después de pasar una Navidad tranquila y disfrutar de la compañía de mi familia, seguí pensando en el tema que inicié hace una semana y pico sobre el público/objetivo. Y hoy me encontré con otro interesante artículo que atisbó tangencialmente en el tema, de manera particular pensando en una audiencia femenina.
Vamos a ver: ¿cuál es mi objetivo al escribir una historia? En primer lugar, tan simple como contarla. No es tarea tan fácil como pudiera pensarse: desde estructurar un argumento coherente hasta delimitar con cuidado quién es quién y por qué actúa como lo hace, llevando de por medio la tarea de documentarse en aquellos conocimientos que nos faltan pero nos son necesarios, la faena es monumental. ¿Que si es cansado? Sí, claro, pero es divertido. Bueno, al menos para nosotros los escritores, resulta muy satisfactorio dar forma a la historia que llevamos rumiando por algún tiempo y constatar que el final es legible.
En segundo lugar, ¡que alguien la lea! Son pocos los escritores apasionados por sus historias que las escriben sólo para sus propios ojos. La inmensa mayoría de nosotros aspiramos de forma secreta o pública a que nuestros escritos caigan en manos de los lectores. Y éstos serán, en última instancia, quienes nos provean del veredicto final: ¿lo hicimos bien o no?
Ahora bien, no todos los lectores son iguales. Ni todas las historias lo son. De ahí el problema de saber en qué clase de lector pensamos cuando narramos. Es nuestro "usuario" más importante. Si la historia no lo atrae, no lo seduce, estamos "fritos". Esta idea resulta tan obvia y es tan común que parece sorprendente el que algunos escritores le dediquen tantas reflexiones, pero es que a pesar de su obviedad, muchos escritores la ignoran. En cambio, en otros ámbitos de la actividad humana, se la tiene muy en cuenta: el lector se llama cliente o "usuario". Por ejemplo, pensemos en los productos de alta tecnología. Siempre se ha supuesto que las maquinitas son un gancho poderoso para el público masculino. ¿Quiénes compran computadoras, blackberries, IPods o Wii? Los hombres, claro. Ah, pero... un momento. De un tiempo para acá, la publicidad es global: cada producto viene con aditamentos diferenciados por sexo, desde el color hasta el tipo de programación. Así las cosas, si tenemos la clásica laptop gris o negra, también las hay fucsia, rosadas o verdes limón. Tenemos Nintendos DS en colores malva o rosa. Tenemos juegos programados para Wii para que las damas hagan sus ejercicios. Etc. No se han olvidado de los hombres. Lo que han hecho ha sido incluir a las mujeres dentro de un mercado donde antes nunca estuvieron.
Y es que nosotras hemos cambiado. Nos hemos convertido en sujetos independientes con capacidad de compra y con gustos definidos. En materia de literatura, si bien nos gustan (estadísticamente) las novelas románticas, también hemos ampliado nuestros intereses a toda suerte de literaturas, desde la novela histórica o la fantasía épica hasta la más dura ciencia ficción. Leemos de todo, pero no de igual manera que nuestros pares masculinos.
Y allí es cuando es interesante definir qué busca cada quién y para quiénes estamos escribiendo nuestra historia. Se ha dicho por ejemplo que las lectoras suelen privilegiar el argumento, las interacciones entre los personajes y los eventos por medio de los cuales éstos se mezclan, por encima de las ideas filosóficas o científicas que sirven de tesis. No es que no apreciemos las ideas, pero necesitamos un argumento interesante y unos personajes que nos atraigan para que nos decidamos a leer el libro. Alguien me dirá: ¿pero no busca eso cualquier lector, hombre o mujer? Bueno, quizá no. Se sabe que los hombres se interesan mucho por las tesis políticas o ideológicas, la descripción de aparatos o por el sexo explícito, mientras que las mujeres se interesan por los personajes y sus historias personales, sus avatares y conflictos y el erotismo. ¿Se pueden mezclar ambos intereses?
Pienso que sí. He ahí el arte. ¿Eres capaz de narrar una historia intersante, con personajes carismáticos mientras sostienes una idea o tesis o describes un mundo tecnológico novedoso o diseñas un personaje masculino capaz de inspirar a sus congéneres en el mundo real? Es un desafío, del que estoy segura cualquier escritor que logre superarlo se beneficiará con creces. ;)
Vamos a ver: ¿cuál es mi objetivo al escribir una historia? En primer lugar, tan simple como contarla. No es tarea tan fácil como pudiera pensarse: desde estructurar un argumento coherente hasta delimitar con cuidado quién es quién y por qué actúa como lo hace, llevando de por medio la tarea de documentarse en aquellos conocimientos que nos faltan pero nos son necesarios, la faena es monumental. ¿Que si es cansado? Sí, claro, pero es divertido. Bueno, al menos para nosotros los escritores, resulta muy satisfactorio dar forma a la historia que llevamos rumiando por algún tiempo y constatar que el final es legible.
En segundo lugar, ¡que alguien la lea! Son pocos los escritores apasionados por sus historias que las escriben sólo para sus propios ojos. La inmensa mayoría de nosotros aspiramos de forma secreta o pública a que nuestros escritos caigan en manos de los lectores. Y éstos serán, en última instancia, quienes nos provean del veredicto final: ¿lo hicimos bien o no?
Ahora bien, no todos los lectores son iguales. Ni todas las historias lo son. De ahí el problema de saber en qué clase de lector pensamos cuando narramos. Es nuestro "usuario" más importante. Si la historia no lo atrae, no lo seduce, estamos "fritos". Esta idea resulta tan obvia y es tan común que parece sorprendente el que algunos escritores le dediquen tantas reflexiones, pero es que a pesar de su obviedad, muchos escritores la ignoran. En cambio, en otros ámbitos de la actividad humana, se la tiene muy en cuenta: el lector se llama cliente o "usuario". Por ejemplo, pensemos en los productos de alta tecnología. Siempre se ha supuesto que las maquinitas son un gancho poderoso para el público masculino. ¿Quiénes compran computadoras, blackberries, IPods o Wii? Los hombres, claro. Ah, pero... un momento. De un tiempo para acá, la publicidad es global: cada producto viene con aditamentos diferenciados por sexo, desde el color hasta el tipo de programación. Así las cosas, si tenemos la clásica laptop gris o negra, también las hay fucsia, rosadas o verdes limón. Tenemos Nintendos DS en colores malva o rosa. Tenemos juegos programados para Wii para que las damas hagan sus ejercicios. Etc. No se han olvidado de los hombres. Lo que han hecho ha sido incluir a las mujeres dentro de un mercado donde antes nunca estuvieron.
Y es que nosotras hemos cambiado. Nos hemos convertido en sujetos independientes con capacidad de compra y con gustos definidos. En materia de literatura, si bien nos gustan (estadísticamente) las novelas románticas, también hemos ampliado nuestros intereses a toda suerte de literaturas, desde la novela histórica o la fantasía épica hasta la más dura ciencia ficción. Leemos de todo, pero no de igual manera que nuestros pares masculinos.
Y allí es cuando es interesante definir qué busca cada quién y para quiénes estamos escribiendo nuestra historia. Se ha dicho por ejemplo que las lectoras suelen privilegiar el argumento, las interacciones entre los personajes y los eventos por medio de los cuales éstos se mezclan, por encima de las ideas filosóficas o científicas que sirven de tesis. No es que no apreciemos las ideas, pero necesitamos un argumento interesante y unos personajes que nos atraigan para que nos decidamos a leer el libro. Alguien me dirá: ¿pero no busca eso cualquier lector, hombre o mujer? Bueno, quizá no. Se sabe que los hombres se interesan mucho por las tesis políticas o ideológicas, la descripción de aparatos o por el sexo explícito, mientras que las mujeres se interesan por los personajes y sus historias personales, sus avatares y conflictos y el erotismo. ¿Se pueden mezclar ambos intereses?
Pienso que sí. He ahí el arte. ¿Eres capaz de narrar una historia intersante, con personajes carismáticos mientras sostienes una idea o tesis o describes un mundo tecnológico novedoso o diseñas un personaje masculino capaz de inspirar a sus congéneres en el mundo real? Es un desafío, del que estoy segura cualquier escritor que logre superarlo se beneficiará con creces. ;)
23 de diciembre de 2009
Feliz Navidad
No estoy segura, pero supongo que en estos días no tendré ocasión de pasarme por aquí, así que:
¡FELIZ NAVIDAD!
16 de diciembre de 2009
Reflexiones entorno al público-objetivo...
Hace unos días me entretuve en un interesante intercambio de razones entre varios escritores, editores, libreros y lectores de ciencia ficción, mayoritariamente británicos, originado en un mensaje cuyo título ostentaba: "¿Por qué la ciencia ficción está muriendo y la fantasía es el futuro?" El autor del mensaje, escritor británico de fantasía, exponía sus razones y a raíz de ellas recibió una larga lista de observaciones, tanto a favor como en contra de sus argumentos (si leen el mensaje, lean también los comentarios ¡son interesantísimos!), de tal manera que aún escribió una segunda entrega: "¿Por qué la ciencia ficción está muriendo?: El mensaje de seguimiento (En el que el autor se defiende)" y hasta una tercera "Después de la partida". (Igual: lean los comentarios, valen la pena).
No creo que la ciencia ficción esté muriendo ni mucho menos. Se ha pronosticado su muerte desde hace medio siglo cuando menos y aún parece rezumar vitalidad y prolongada permanencia, pero no es de eso de lo que pensaba charlar hoy, sino de algo que surgió en la mencionada discusión -intelectual- de arriba. El autor, Marc C. Newton, aducía entre sus razones que "es un hecho demostrado que las mujeres leen más que los hombres", y como se sabe que ellas no leen o no suelen leer ciencia ficción, y se inclinan por la fantasía cuando de géneros fantásticos se trata, es lógico ver cómo la primera se muere. La preocupación estaba entonces en por qué menos hombres están leyendo y si habría una posibilidad de revertir dicho proceso, o cómo podría la ciencia ficción atraer al público femenino.
No creo, y lo dije, que la ciencia ficción esté "muriendo", y menos por culpa de un público femenino ausente. Nunca requirió de ese público, lo que significa que nunca fue un factor, por tanto, que las mujeres leamos o no ciencia ficción no tiene por qué incidir en su desempeño comercial. Sin embargo, me puso a pensar por qué las mujeres, en efecto, leen poca ciencia ficción. ¿Porque la ciencia no es para nosotras? ¿Porque somos un público lector que requiere lecturas "fáciles" -como alguien por ahí se atrevió a sugerir- y la ciencia ficción -la literaria- no es definitivamente una lectura fácil? ¿Porque las historias de ciencia ficción están llenas de máquinas y nosotras preferimos las personas?
Pensar que la ciencia no "es" para las mujeres es un prejuicio misógino muy arraigado, pero erróneo. La ciencia puede ser desarrollada tanto por hombres como por mujeres, y cuando ellas disfrutan de las mismas oportunidades de acceso a la información y al financiamiento, suele haber un número equitativo de científicas con respecto a científicos. ¿En cuáles ciencias se desenvuelven mejor? Lo ignoro, y no creo que sirva mucho un estudio estadístico si no se toma en cuenta factores culturales (como por ejemplo, aquel prejuicio de que la antropología es una ciencia "femenina" mientras que la física es "masculina", lo cual es absurdo, pero puede influir a la hora en que una chica escoja sus estudios científicos).
¿Lectura "fácil"? Un momento, ¿acaso siguen pensando algunos que somos tontas y que necesitamos todo "masticado" para poder ingerirlo? Naturalmente, este argumento es ridículo. Las mujeres, como grupo, no "necesitamos" lecturas fáciles. Otra cosa es que una masa importante de lectores -hombres o mujeres- criados con la TV estén requiriendo en este momento de lecturas "fáciles" y que por ende se les haga difícil digerir las espesas obras de la ciencia ficción que suelen resultar tan desafiantes a nivel intelectual. Ese sí podría ser un factor. Sin embargo, es falso que la fantasía sea una literatura "fácil". Quien me diga que es porque la fantasía está llena de lecturitas masivas sin mucha sustancia es porque ignora que todos los géneros, sin distinción, cuentan entre sus títulos con una larga lista de títulos "fáciles". La fantasía dispone de una amplia variedad de obras, ricas en ideas y en desarrollo estético, que no pueden ser consideradas "fáciles". Sí es admisible que como entrada, es más sencillo adaptarse a la idea de un mago que a la idea de un desarrollo teórico de la física cuántica como base para una historia, no porque la historia del mago carezca de profundidad, sino porque resulta una figura harto conocida en la historia de la literatura (y la cultura) universal, mientras que la física cuántica dispone de un desarrollo histórico muy reciente y reservado a pocos estudiosos, relativamente.
Considerando estos pensamientos, no creo que las mujeres lean más o menos ciencia ficción por esas razones, sino más bien por la última: el tipo de historia a la que se enfrentan. Aquí caemos entorno a un asunto importante para nosotros los escritores, escribamos en el género que escribamos: ¿cuál es nuestro público-meta y cómo se comporta? ¿Estamos conscientes que podemos transgredir los gustos de un público específico o podemos más bien atraer otros públicos por la manera en que desarrollamos nuestras historias? No resulta ser un pensamiento tan banal. Ya no hablemos de ciencia ficción, sino de literatura en general: ¿por qué los hombres leen más de un tipo de historias que de otro? ¿Por qué las mujeres hacen lo mismo? Si ellas son el principal rubro lector y nos interesara atraerlo, ¿qué deberíamos escribir? o mejor: ¿cómo? ¿Deberíamos dedicarnos sólo a ciertos géneros si queremos atraer ciertos públicos?
Descartando el público infantil, ¿qué puedo considerar para mi libro?
Lo continuaré la próxima vez. ;)
No creo que la ciencia ficción esté muriendo ni mucho menos. Se ha pronosticado su muerte desde hace medio siglo cuando menos y aún parece rezumar vitalidad y prolongada permanencia, pero no es de eso de lo que pensaba charlar hoy, sino de algo que surgió en la mencionada discusión -intelectual- de arriba. El autor, Marc C. Newton, aducía entre sus razones que "es un hecho demostrado que las mujeres leen más que los hombres", y como se sabe que ellas no leen o no suelen leer ciencia ficción, y se inclinan por la fantasía cuando de géneros fantásticos se trata, es lógico ver cómo la primera se muere. La preocupación estaba entonces en por qué menos hombres están leyendo y si habría una posibilidad de revertir dicho proceso, o cómo podría la ciencia ficción atraer al público femenino.
No creo, y lo dije, que la ciencia ficción esté "muriendo", y menos por culpa de un público femenino ausente. Nunca requirió de ese público, lo que significa que nunca fue un factor, por tanto, que las mujeres leamos o no ciencia ficción no tiene por qué incidir en su desempeño comercial. Sin embargo, me puso a pensar por qué las mujeres, en efecto, leen poca ciencia ficción. ¿Porque la ciencia no es para nosotras? ¿Porque somos un público lector que requiere lecturas "fáciles" -como alguien por ahí se atrevió a sugerir- y la ciencia ficción -la literaria- no es definitivamente una lectura fácil? ¿Porque las historias de ciencia ficción están llenas de máquinas y nosotras preferimos las personas?
Pensar que la ciencia no "es" para las mujeres es un prejuicio misógino muy arraigado, pero erróneo. La ciencia puede ser desarrollada tanto por hombres como por mujeres, y cuando ellas disfrutan de las mismas oportunidades de acceso a la información y al financiamiento, suele haber un número equitativo de científicas con respecto a científicos. ¿En cuáles ciencias se desenvuelven mejor? Lo ignoro, y no creo que sirva mucho un estudio estadístico si no se toma en cuenta factores culturales (como por ejemplo, aquel prejuicio de que la antropología es una ciencia "femenina" mientras que la física es "masculina", lo cual es absurdo, pero puede influir a la hora en que una chica escoja sus estudios científicos).
¿Lectura "fácil"? Un momento, ¿acaso siguen pensando algunos que somos tontas y que necesitamos todo "masticado" para poder ingerirlo? Naturalmente, este argumento es ridículo. Las mujeres, como grupo, no "necesitamos" lecturas fáciles. Otra cosa es que una masa importante de lectores -hombres o mujeres- criados con la TV estén requiriendo en este momento de lecturas "fáciles" y que por ende se les haga difícil digerir las espesas obras de la ciencia ficción que suelen resultar tan desafiantes a nivel intelectual. Ese sí podría ser un factor. Sin embargo, es falso que la fantasía sea una literatura "fácil". Quien me diga que es porque la fantasía está llena de lecturitas masivas sin mucha sustancia es porque ignora que todos los géneros, sin distinción, cuentan entre sus títulos con una larga lista de títulos "fáciles". La fantasía dispone de una amplia variedad de obras, ricas en ideas y en desarrollo estético, que no pueden ser consideradas "fáciles". Sí es admisible que como entrada, es más sencillo adaptarse a la idea de un mago que a la idea de un desarrollo teórico de la física cuántica como base para una historia, no porque la historia del mago carezca de profundidad, sino porque resulta una figura harto conocida en la historia de la literatura (y la cultura) universal, mientras que la física cuántica dispone de un desarrollo histórico muy reciente y reservado a pocos estudiosos, relativamente.
Considerando estos pensamientos, no creo que las mujeres lean más o menos ciencia ficción por esas razones, sino más bien por la última: el tipo de historia a la que se enfrentan. Aquí caemos entorno a un asunto importante para nosotros los escritores, escribamos en el género que escribamos: ¿cuál es nuestro público-meta y cómo se comporta? ¿Estamos conscientes que podemos transgredir los gustos de un público específico o podemos más bien atraer otros públicos por la manera en que desarrollamos nuestras historias? No resulta ser un pensamiento tan banal. Ya no hablemos de ciencia ficción, sino de literatura en general: ¿por qué los hombres leen más de un tipo de historias que de otro? ¿Por qué las mujeres hacen lo mismo? Si ellas son el principal rubro lector y nos interesara atraerlo, ¿qué deberíamos escribir? o mejor: ¿cómo? ¿Deberíamos dedicarnos sólo a ciertos géneros si queremos atraer ciertos públicos?
Descartando el público infantil, ¿qué puedo considerar para mi libro?
Lo continuaré la próxima vez. ;)
9 de diciembre de 2009
Revistas y un certificado inesperado
En este mes de diciembre nos vimos sorprendidos por la aparición de dos publicaciones periódicas que están mostrando vitalidad y que pueden perfectamente perdurar mucho tiempo, en especial si mantienen tan buena calidad y si nosotros, los lectores, les somos fieles :) Me refiero a dos revistas cuyos números de nov-dic acaban de salir en la red y están listas para ser descargadas y leídas por todos nosotros.
La primera que descargué yo misma es el número 2 de Imaginarios (si hacen click en el nombre, podrán descargarla directamente), una revista interesantísima, destinada a un amplio público lector especialmente interesado en la literatura fantástica y también en otros segmentos del fantástico como son los juegos y el cine y la televisión. Este nuevo número viene con una sugestiva portada de ambiente helénico, muy elegante y a tono con algunos artículos incluidos, y con secciones de gran interés que estoy segura muchos pueden disfrutar. En particular, leí un artículo muy interesante relacionado con el tratamiento del sexo en la literatura fantástica y también otro sobre Homero y la Ilíada, obra del escritor Javier Negrete. También hay una muestra de numerosos títulos que han salido o están por salir en el mercado editorial del fantástico. ¡No se la pierdan!
La segunda es Ágora, papeles de arte gramático (si hacen click en el nombre, podrán descargarla directamente), en su número de diciembre. Esta publicación también sale en papel, pero en un interés por llegar a más lectores, está disponible para su descarga en formato pdf. Incluye entrevistas, artículos de variada temática, reseñas de libros, colección poética, relatos y todo un abanico de presentaciones ligadas a la literatura. Sé que ha tenido un notable éxito por el número de descargas logradas a solo días de su publicación, lo que me alegra, porque confiere energía adicional para que siga publicándose y dando a conocer viejos y nuevos valores de la literatura de nuestros días. Yo ya me la descargué y estoy comenzando a leer algunos de sus artículos. Tampoco se la pierdan. ;)
Finalmente, y ya como nota de puro autobombo, me llevé una sorpresa muy agradable. Hace un par de días recibí por correo el comunicado oficial del jurado de la organización del XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción en el que se acredita que mi relato Sueño profundo resultó finalista. Junto con el comunicado venía un certificado original. Mírenlo aquí:

¿No es estupendo? La vida está llena de sorpresas. ¡Y ésta resultó muy agradable! :)

Finalmente, y ya como nota de puro autobombo, me llevé una sorpresa muy agradable. Hace un par de días recibí por correo el comunicado oficial del jurado de la organización del XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción en el que se acredita que mi relato Sueño profundo resultó finalista. Junto con el comunicado venía un certificado original. Mírenlo aquí:

¿No es estupendo? La vida está llena de sorpresas. ¡Y ésta resultó muy agradable! :)
5 de diciembre de 2009
Otra alegría: Posibles futuros
¡Pues estoy de plácemes otra vez! El 3 de diciembre pasado, en un acto solemne (muy agradable, de verdad) la editorial de la Universidad Estatal a Distancia, o sea, la EUNED, entregó oficialmente los títulos que publica este año. Entre una larga lista de obras de variada naturaleza, desde textos universitarios, hasta colecciones de obras literarias para adultos y para niños, se encontraba una colección de cuentos de ciencia ficción de la que soy partícipe, la única del género que se presentó, por cierto. Se llama Posibles futuros: Cuentos de ciencia ficción y está compuesta por seis cuentos, escritos por seis autores costarricenses, ¡en cuenta yo!
Resulta que hace unos dos años, dos autores (Iván Molina y Antonio Chamu) y yo nos encontramos en una agradable tertulia para charlar sobre la ciencia ficción en general y sobre el estado de dicho género en particular en Costa Rica. Los lectores que participaron en la tertulia con nosotros no tenían idea de qué era exactamente la ciencia ficción (la confundían con "cosas de magos") y, por supuesto, no suponían que en mi pequeño país hubiera gente que la escribiera. En realidad, no hay muchos autores en dicho género, pero los hay. Y de eso se trató la tertulia.
A raíz de tal evento, Iván, Antonio y yo discutimos la posibilidad de organizar una colección de cuentos entre nosotros, lo que llevó al primero a contactar a otros autores que él conocía y que nos pusiéramos a escribir a principios del año siguiente -la tertulia fue en diciembre-. Los otros autores fueron Laura Casasa -quien hacía su primera incursión en la ciencia ficción-, David Díaz -ídem- y Jessica Clark -que ya había publicado la primera parte de una serie de ciencia ficción llamada Telémaco-. Gracias a las maravillas de la internet y el correo electrónico, nos fue fácil enviarnos los cuentos, leerlos, revisarlos, comentarlos, hasta tenerlos completos. Luego, el profesor de Estudios Hispánicos Juan C. Toledano, del Lewis & Clark College de Oregon, leyó los cuentos y tuvo la gentileza de escribir para la colección una presentación magnífica. El resultado fue presentado a las editoriales nacionales, de las cuales, la EUNED (la mayor de Centroamérica, por cierto) nos dio el visto bueno.
¡Y aquí estamos! Los seis cuentos tratan realidades especulativas desde perspectivas diferentes: desde una sugestiva mirada hacia los viajes en el tiempo con un estilo costumbrista, como es el cuento de David Díaz (La tropa), hasta una mirada a un futuro distante y extraño, como son los cuentos de Laura Casasa (Los túneles de la memoria) y de Antonio Chamu (La onceava generación), desde el distanciamiento social de una Costa Rica del siglo XXII con respecto al XX del cuento de Iván Molina (Sputnik) hasta las consecuencias posibles del cambio climático que exploramos Jessica Clark (Frente frío) y yo (Flor del crepúsculo). Es decir, para gustos variados.
Encantada de la vida, puedo anunciarles a todos los ticos que pueden encontrar este libro en las principales librerías del país, en cuenta las de la propia universidad, a partir de la próxima semana. ;) (Y quienes me leen desde fuera de Costa Rica pueden contactar a la editorial o a mí y nos arreglamos para hacérselos llegar ¡por supuesto!)
Resulta que hace unos dos años, dos autores (Iván Molina y Antonio Chamu) y yo nos encontramos en una agradable tertulia para charlar sobre la ciencia ficción en general y sobre el estado de dicho género en particular en Costa Rica. Los lectores que participaron en la tertulia con nosotros no tenían idea de qué era exactamente la ciencia ficción (la confundían con "cosas de magos") y, por supuesto, no suponían que en mi pequeño país hubiera gente que la escribiera. En realidad, no hay muchos autores en dicho género, pero los hay. Y de eso se trató la tertulia.
A raíz de tal evento, Iván, Antonio y yo discutimos la posibilidad de organizar una colección de cuentos entre nosotros, lo que llevó al primero a contactar a otros autores que él conocía y que nos pusiéramos a escribir a principios del año siguiente -la tertulia fue en diciembre-. Los otros autores fueron Laura Casasa -quien hacía su primera incursión en la ciencia ficción-, David Díaz -ídem- y Jessica Clark -que ya había publicado la primera parte de una serie de ciencia ficción llamada Telémaco-. Gracias a las maravillas de la internet y el correo electrónico, nos fue fácil enviarnos los cuentos, leerlos, revisarlos, comentarlos, hasta tenerlos completos. Luego, el profesor de Estudios Hispánicos Juan C. Toledano, del Lewis & Clark College de Oregon, leyó los cuentos y tuvo la gentileza de escribir para la colección una presentación magnífica. El resultado fue presentado a las editoriales nacionales, de las cuales, la EUNED (la mayor de Centroamérica, por cierto) nos dio el visto bueno.
¡Y aquí estamos! Los seis cuentos tratan realidades especulativas desde perspectivas diferentes: desde una sugestiva mirada hacia los viajes en el tiempo con un estilo costumbrista, como es el cuento de David Díaz (La tropa), hasta una mirada a un futuro distante y extraño, como son los cuentos de Laura Casasa (Los túneles de la memoria) y de Antonio Chamu (La onceava generación), desde el distanciamiento social de una Costa Rica del siglo XXII con respecto al XX del cuento de Iván Molina (Sputnik) hasta las consecuencias posibles del cambio climático que exploramos Jessica Clark (Frente frío) y yo (Flor del crepúsculo). Es decir, para gustos variados.
Encantada de la vida, puedo anunciarles a todos los ticos que pueden encontrar este libro en las principales librerías del país, en cuenta las de la propia universidad, a partir de la próxima semana. ;) (Y quienes me leen desde fuera de Costa Rica pueden contactar a la editorial o a mí y nos arreglamos para hacérselos llegar ¡por supuesto!)
24 de noviembre de 2009
A través de los ojos de un lector
He oído decir infinidad de veces que sólo los escritores novatos escriben lo que a ellos les gustaría leer, o, en una variante, que como no encuentran la historia que tanto ansían, la escriben. En cambio, el escritor veterano, profesional, ya conocedor, no se para en cuestiones tan superficiales y escribe entonces lo que lleva en el "alma", las palabras que transitan dentro y que debe dejar salir para no explotar. Puede que sea motivado por algún ideal, por una vivencia o porque la presión del editor no le permite explayarse. No importa. El asunto es que ya no se pone los anteojos del lector, pues eso, para él, quedó atrás...
El otro día, cuando daba término a un nuevo libro que me fascinó, me pregunté de pronto por qué sería tan de "novato" escribir lo que uno quiere leer. ¿Acaso cuando nos vestimos los ropajes de la escritura creativa profesional dejamos de ser lectores? ¿Ya no volvemos a ver los libros que alguna vez fueron nuestra delicia? Yo lo dudo. Al menos en mi caso, mi afición lectora sigue intacta. Que no tenga tanto tiempo como cuando era una chica adolescente o una niña, pues eso es otra historia. Lógicamente en la edad adulta todos tenemos múltiples obligaciones y preocupaciones varias, desde el día a día hasta los proyectos de familia o personales. Pero siempre que tengo un hueco de tiempo, lo lleno con alguna lectura de mi interés.
Y descubrí que sigo siendo la misma lectora de siempre. Algunos libros son verdaderos deleites magníficos para mí. Los tomo y no quiero soltarlos. Cualquier minuto es bueno para leer aunque sea un párrafo (como cuando espero a que cargue mi computadora, la cual, por cierto se toma un tiempo laaargo) y cuando lo termino siento un vacío que necesita algunos días para refrescarse, sin que ello signifique que olvide mi nuevo amor.
Otros libros, en cambio, son amistades ocasionales. Si son agradables o interesantes, los leeré completos, por supuesto, pero sin la pasión devoradora de mis "amantes". No tengo tanta ansia ni tanta prisa, aunque les dé el finiquito igual, y aún cuando sepa que son buenos libros, que están bien escritos y/o que cumplen todos los requisitos de una verdadera obra literaria.
¡Qué caray! Entre lector y libro también hay "química". Y me puse a pensar entonces: ¿por qué es así? ¿Por qué leo este libro con tanta devoción y este otro con cordial interés? ¿Por qué uno se posiciona en mi corazón y el otro sólo en mi cabeza? ¿Tengo una explicación racional? ¿Debería tenerla? En realidad sí, pues soy escritora también y una de mis aspiraciones es lograr, precisamente, que otros lectores, como yo, se "enamoren" de mi obra.
Vuelvo entonces al punto de partida: ¿no será que apreciar el gusto lector no es una característica tan novata como nos han pretendido hacer ver? Cuando un escritor "deja salir" las palabras que lleva "dentro", a lo mejor en realidad está escribiendo la historia que después de todo le apetece leer él mismo. Ni más ni menos. Sin misterio ni complicaciones, el escritor veterano al igual que el novato están plasmando en el papel una historia de la que ya previamente se habrán enamorado, ¿no?
Bueno, no siempre es así, creo. Tengo la impresión de que a veces, llevados de las presiones de la vida diaria o de las expectativas creadas, algunas veces no escribimos la historia que a nosotros nos gusta o nos apasiona y nos inclinamos por historias más "profundas" pero que nos son tan ajenas como esos libros "amigos" que no "amantes" que ocupan algún lugar en nuestra estantería. Y no veo que sea necesario...
Si me he enamorado de una nueva historia, si un personaje me ha hecho palpitar de emoción mientras pasaba las páginas del libro donde está inserto, significa que sigo siendo tan lectora como otro cualquiera y que mis necesidades de lector acaban de ser satisfechas por la obra de algún autor que supo plasmarlas en el papel. Entonces, cuando asuma de nuevo mi rol de autor, haré exactamente lo mismo a la inversa: plasmaré en el papel la historia que me logre apasionar igual, que me haga soñar igual, que me haga vibrar igual. Si consigue enamorarme a mí... sí, conquistará también el corazón de cualquier otro lector. De seguro ;)
El otro día, cuando daba término a un nuevo libro que me fascinó, me pregunté de pronto por qué sería tan de "novato" escribir lo que uno quiere leer. ¿Acaso cuando nos vestimos los ropajes de la escritura creativa profesional dejamos de ser lectores? ¿Ya no volvemos a ver los libros que alguna vez fueron nuestra delicia? Yo lo dudo. Al menos en mi caso, mi afición lectora sigue intacta. Que no tenga tanto tiempo como cuando era una chica adolescente o una niña, pues eso es otra historia. Lógicamente en la edad adulta todos tenemos múltiples obligaciones y preocupaciones varias, desde el día a día hasta los proyectos de familia o personales. Pero siempre que tengo un hueco de tiempo, lo lleno con alguna lectura de mi interés.
Y descubrí que sigo siendo la misma lectora de siempre. Algunos libros son verdaderos deleites magníficos para mí. Los tomo y no quiero soltarlos. Cualquier minuto es bueno para leer aunque sea un párrafo (como cuando espero a que cargue mi computadora, la cual, por cierto se toma un tiempo laaargo) y cuando lo termino siento un vacío que necesita algunos días para refrescarse, sin que ello signifique que olvide mi nuevo amor.
Otros libros, en cambio, son amistades ocasionales. Si son agradables o interesantes, los leeré completos, por supuesto, pero sin la pasión devoradora de mis "amantes". No tengo tanta ansia ni tanta prisa, aunque les dé el finiquito igual, y aún cuando sepa que son buenos libros, que están bien escritos y/o que cumplen todos los requisitos de una verdadera obra literaria.
¡Qué caray! Entre lector y libro también hay "química". Y me puse a pensar entonces: ¿por qué es así? ¿Por qué leo este libro con tanta devoción y este otro con cordial interés? ¿Por qué uno se posiciona en mi corazón y el otro sólo en mi cabeza? ¿Tengo una explicación racional? ¿Debería tenerla? En realidad sí, pues soy escritora también y una de mis aspiraciones es lograr, precisamente, que otros lectores, como yo, se "enamoren" de mi obra.
Vuelvo entonces al punto de partida: ¿no será que apreciar el gusto lector no es una característica tan novata como nos han pretendido hacer ver? Cuando un escritor "deja salir" las palabras que lleva "dentro", a lo mejor en realidad está escribiendo la historia que después de todo le apetece leer él mismo. Ni más ni menos. Sin misterio ni complicaciones, el escritor veterano al igual que el novato están plasmando en el papel una historia de la que ya previamente se habrán enamorado, ¿no?
Bueno, no siempre es así, creo. Tengo la impresión de que a veces, llevados de las presiones de la vida diaria o de las expectativas creadas, algunas veces no escribimos la historia que a nosotros nos gusta o nos apasiona y nos inclinamos por historias más "profundas" pero que nos son tan ajenas como esos libros "amigos" que no "amantes" que ocupan algún lugar en nuestra estantería. Y no veo que sea necesario...
Si me he enamorado de una nueva historia, si un personaje me ha hecho palpitar de emoción mientras pasaba las páginas del libro donde está inserto, significa que sigo siendo tan lectora como otro cualquiera y que mis necesidades de lector acaban de ser satisfechas por la obra de algún autor que supo plasmarlas en el papel. Entonces, cuando asuma de nuevo mi rol de autor, haré exactamente lo mismo a la inversa: plasmaré en el papel la historia que me logre apasionar igual, que me haga soñar igual, que me haga vibrar igual. Si consigue enamorarme a mí... sí, conquistará también el corazón de cualquier otro lector. De seguro ;)
16 de noviembre de 2009
Una alegría
Escribes un relato. Lo revisas. Tienes tus dudas, tal vez le cambias un giro, quizá el final completo. O tal vez no le cambias nada, pero igual has estrechado tus lazos afectivos con él. Finalmente, revisas las bases del certamen que te llamó la atención y ves si tu relato se ajusta. Si se ajusta bien, lo preparas, redactas tu plica y lo envías. Y cruzas los dedos, porque en los certámenes literarios de todo puede pasar. Es una apuesta emotiva, porque el relato es más que un informe o un examen. Es el resultado de tu esfuerzo creativo, que quizá te ha tomado tiempo y a veces, algunos sacrificios.
Así me sucedió este año. Fruto de una lluvia de ideas que tuve hacia mediados de año para desembarazarme del peligro de la parálisis creativa, escribí Sueño Profundo, relato de ciencia ficción, cuya acción transcurre en un futuro más o menos lejano, cuando una telépata venida a menos debe intentar recuperar sus habilidades para despertar a un importante científico de un coma, provocado por una explosión misteriosa. El relato me tomó tiempo, pues debí documentarme sobre las teorías de la conciencia como fenómeno biológico y la relación que guardaban con las teorías cuánticas, las mismas que se usan en la elaboración hipotética de las computadoras cuánticas, que deberían sustituir nuestros sistemas actuales. Es un tema espeso, en especial si no tienes bases para comprenderlo, aunque intensamente interesante, debo decir. Al final, luego de revisiones exhaustivas, di por concluido el cuento y lo envié nada menos que al XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción, que auspicia la Universidad del País Vasco.
No gané. ¡Pero quedé finalista!
He aquí la noticia que me alegró el día: (también aquí y aquí)
"La Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV anunció durante la ceremonia Alberto Magno 2009, celebrada ayer, el fallo del XXI certamen literario Alberto Magno de Ciencia Ficción. El gandor del Primer Premio, dotado con una cuantía de 3.500 euros, ha sido el escritor de origen cubano Vladimir Hernández Pacín, residente en Barcelona, por la obra "Tocando las puertas del cielo".
Vladimir Hernández Pacín nació el 21 de noviembre de 1966 en La Habana, Cuba, donde cursó estudios de Ingeniería Metalúrgica y de Física. Comenzó a escribir en los años 80 bajo el pseudónimo de Blade. En el año 2000 fue finalista del premio UPC y en 2006 obtuvo el Segundo Premio Alberto Magno por "La Apuesta Faustiana". En los últimos años ha escrito numerosos relatos y novelas del género de Ciencia Ficción.
Por su parte, el Segundo Premio Alberto Magno, dotado con 1.500 euros, ha correspondido a Óscar Beltrán de Otálora Martínez de Antoñana (Vitoria-Gasteiz) por el relato "El gran viajero", mientas que la categoría Premio UPV/EHU ha quedado desierta. Óscar B. de Otálora es periodista de la sección de Política de El Correo, y disfruta haciendo magia y escibiendo ficción en sus ratos libres.
El jurado del premio, compuesto por profesores de diferentes áreas de la Facultad de Ciencia y Tecnología han declarado finalistas los relatos "Espacio, tiempo y casualidad", cuyo autor es Luis Alejandro Vinatea Arana (Florianópolis, Brasil), "La costilla de Dios", escrito por Miguel Santander García (Valladolid) y "Sueño profundo", cuya autora es Laura Quijano Vicenzi (San José, Costa Rica). En esta convocatoria se han presentado un total de 52 relatos, todos escritos en castellano, remitidos desde Argentina, Cuba, Venezuela, Brasil, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Israel, Nicaragua, Uruguay y otros 33 procedentes de diversos puntos de España.
La festividad de Alberto Magno, patrón de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU ha sido el día elegido para dar a conocer el falllo del Premio Literario Alberto Magno de Ciencia Ficción, el más antiguo de los certámenes nacionales dedicados a este género, y uno de los premios con mayor dotación económica. La Ceremonia ha estado presidida por el Rector de la Universidad del País Vasco, Iñaki Goirizelaia, y Esther Domínguez, Decana de la Facultad de Ciencia y Tecnología.
En el evento celebrado hoy se entregaron los Diplomas a un total de 323 alumnos del Curso 2008-2009, egresados de las nueve titulaciones científico-tecnológicas que se imparten en la Facultad de Ciencia y Tecnología. Los nuevos científicos y tecnólogos vendrán a cubrir en buena parte la demanda de especialistas en el campo de la I+D+i por parte de la comunidad empresarial, investigadora y docente del País Vasco."
El resaltado y el color fueron cosa mía, por supuesto. ¿No es estupendo? Mi Sueño Profundo entre los cinco mejores de entre 52 relatos. ¡Me siento, hoy, muy bien! Honrada, por la estatura del certamen y del jurado, y complacida, de haber gustado.
Un día para estar contenta. :)
P.D. Por cierto, no conozco a los autores que ganaron ni los que quedaron finalistas, pero desde aquí les extiendo mis felicitaciones. ¡Enhorabuena!
Así me sucedió este año. Fruto de una lluvia de ideas que tuve hacia mediados de año para desembarazarme del peligro de la parálisis creativa, escribí Sueño Profundo, relato de ciencia ficción, cuya acción transcurre en un futuro más o menos lejano, cuando una telépata venida a menos debe intentar recuperar sus habilidades para despertar a un importante científico de un coma, provocado por una explosión misteriosa. El relato me tomó tiempo, pues debí documentarme sobre las teorías de la conciencia como fenómeno biológico y la relación que guardaban con las teorías cuánticas, las mismas que se usan en la elaboración hipotética de las computadoras cuánticas, que deberían sustituir nuestros sistemas actuales. Es un tema espeso, en especial si no tienes bases para comprenderlo, aunque intensamente interesante, debo decir. Al final, luego de revisiones exhaustivas, di por concluido el cuento y lo envié nada menos que al XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción, que auspicia la Universidad del País Vasco.
No gané. ¡Pero quedé finalista!
He aquí la noticia que me alegró el día: (también aquí y aquí)
"La Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV anunció durante la ceremonia Alberto Magno 2009, celebrada ayer, el fallo del XXI certamen literario Alberto Magno de Ciencia Ficción. El gandor del Primer Premio, dotado con una cuantía de 3.500 euros, ha sido el escritor de origen cubano Vladimir Hernández Pacín, residente en Barcelona, por la obra "Tocando las puertas del cielo".
Vladimir Hernández Pacín nació el 21 de noviembre de 1966 en La Habana, Cuba, donde cursó estudios de Ingeniería Metalúrgica y de Física. Comenzó a escribir en los años 80 bajo el pseudónimo de Blade. En el año 2000 fue finalista del premio UPC y en 2006 obtuvo el Segundo Premio Alberto Magno por "La Apuesta Faustiana". En los últimos años ha escrito numerosos relatos y novelas del género de Ciencia Ficción.
Por su parte, el Segundo Premio Alberto Magno, dotado con 1.500 euros, ha correspondido a Óscar Beltrán de Otálora Martínez de Antoñana (Vitoria-Gasteiz) por el relato "El gran viajero", mientas que la categoría Premio UPV/EHU ha quedado desierta. Óscar B. de Otálora es periodista de la sección de Política de El Correo, y disfruta haciendo magia y escibiendo ficción en sus ratos libres.
El jurado del premio, compuesto por profesores de diferentes áreas de la Facultad de Ciencia y Tecnología han declarado finalistas los relatos "Espacio, tiempo y casualidad", cuyo autor es Luis Alejandro Vinatea Arana (Florianópolis, Brasil), "La costilla de Dios", escrito por Miguel Santander García (Valladolid) y "Sueño profundo", cuya autora es Laura Quijano Vicenzi (San José, Costa Rica). En esta convocatoria se han presentado un total de 52 relatos, todos escritos en castellano, remitidos desde Argentina, Cuba, Venezuela, Brasil, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Israel, Nicaragua, Uruguay y otros 33 procedentes de diversos puntos de España.
La festividad de Alberto Magno, patrón de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU ha sido el día elegido para dar a conocer el falllo del Premio Literario Alberto Magno de Ciencia Ficción, el más antiguo de los certámenes nacionales dedicados a este género, y uno de los premios con mayor dotación económica. La Ceremonia ha estado presidida por el Rector de la Universidad del País Vasco, Iñaki Goirizelaia, y Esther Domínguez, Decana de la Facultad de Ciencia y Tecnología.
En el evento celebrado hoy se entregaron los Diplomas a un total de 323 alumnos del Curso 2008-2009, egresados de las nueve titulaciones científico-tecnológicas que se imparten en la Facultad de Ciencia y Tecnología. Los nuevos científicos y tecnólogos vendrán a cubrir en buena parte la demanda de especialistas en el campo de la I+D+i por parte de la comunidad empresarial, investigadora y docente del País Vasco."
El resaltado y el color fueron cosa mía, por supuesto. ¿No es estupendo? Mi Sueño Profundo entre los cinco mejores de entre 52 relatos. ¡Me siento, hoy, muy bien! Honrada, por la estatura del certamen y del jurado, y complacida, de haber gustado.
Un día para estar contenta. :)
P.D. Por cierto, no conozco a los autores que ganaron ni los que quedaron finalistas, pero desde aquí les extiendo mis felicitaciones. ¡Enhorabuena!
12 de noviembre de 2009
El placer de una buena lectura... ¿electrónica?
No recuerdo quién dijo que todo escritor es ante todo un buen lector. Quizá los teóricos de la creación literaria, que por mucho tiempo debatieron el origen de nuestra inspiración: si de la realidad o de las letras mismas. No sé si ellos llegaron a alguna conclusión conciliatoria (no lo recuerdo), pero en mis impresiones (humildes y personales, que conste) pienso que ambos caminos son complementarios y retroalimentarios. Como la educación de una persona, donde herencia y ambiente juegan siempre papeles alternativos y complementarios, en la formación del escritor se hallan los estímulos directos de la realidad y por supuesto, el tipo y cantidad de lecturas que haya realizado a lo largo de su vida. Creo firmemente que todos podemos definirnos a través de nuestras lecturas -o a través de nuestras no/lecturas- y que si hemos de escribir por todos los años de nuestra vida, seguiremos leyendo también hasta el final.
Leer, en mi caso, es parte del estímulo real. He leído desde que tengo memoria (aprendí cuando tenía unos cinco años y como mi memoria no es precisa más atrás de esa edad, por eso la lectura me acompaña desde entonces). No he parado nunca ni creo que tal cosa suceda, por la simple razón de que leer para mí es parte de mi descanso, de mi reflexión, de mi encuentro personal, de mi paz y hasta de mis equilibrios. Si me quitan mis libros me hundo en la tristeza. Tan simple como eso. Necesito leer, aunque sea un poco, todos los días. Si no tengo un libro, pues qué caray, un periódico, una revista y hasta un catálogo puede funcionar como sucedáneo muy temporal, pero al final encontraré un libro que me asista.
Esta característica me hace una lectora flexible. Como mi vida se ha vuelto complicada de un tiempo para acá (familia -incluidos tres niños-, trabajo -no relacionado con la literatura-, y deberes domésticos), tengo que leer cuando puedo y muchas veces, cuando puedo es en la fila del banco, en el autobús, o durante los minutos que tarda mi computador en cargar. No descarto los pocos momentos en que puedo sentarme a leer un buen libro sentada en un sillón con una bebida agradable en la paz de mi hogar, pero son tan escasos que a veces sólo puedo soñar con ellos. Esta situación impone algunas consideraciones a la hora de elegir el tomo a leer:
1. Si voy al banco, debo escoger un formato sencillo, chiquito, de bolsillo. Un librote de pasta dura es imposible de cargar dentro del bolso y pesa lo suyo en una larga fila en el banco.
2. Si voy a incluirlo en algún viaje menor, debo considerar otros tomos adicionales, por lo que el tamaño y maniobrabilidad son destacables.
3. Si cuento con todas las comodidades, el libro puede ser lo grande que quiera. No hay problema.
¿Y qué tal el libro electrónico? Pues se supone que sería el máximo exponente de la flexibilidad, dependiendo del soporte. En uno de esos lectores electrónicos modernos con pantalla "amigable" y con carga de varias horas, sería genial. Aún son algo costosos y no pueden conseguirse en todo lugar, pero pronto habrán invadido hasta el último rincón del planeta. Tienes la ventaja adicional de que no llevas sólo un libro dentro del lector, sino muchísimos más y del tamaño que quieras, con lo que las consideraciones de comodidad y etc. pasan de lejos y finalmente eres un lector moderno con tus amados libros al alcance de un click. ¡Guau!
¿Y el placer? Bueno... se supone que el placer está en la lectura misma. ¿Pero y ese aroma particular del papel, esa facilidad que supone no tener que cargar la batería, no tener que prender o apagar nada, no temer perderlo pues su precio es relativamente bajo en comparación? ¿Esa íntima conexión con lo antiguo? (En estos días, los libros son los últimos vestigios de una antigua tecnología que se ha resistido duramente al paso del tiempo).
La tecnología avanza y abarata los costos de muchos placeres. La generación que está creciendo está acostumbrada a lo digital, como parte de su vida e incluso de su cuerpo, y para ella un lector electrónico será tan habitual como ya lo es un celular, un IPod o un computador portátil. Y como siempre habrá una porción lectora en nuestra sociedad, dicha porción se alejará con el tiempo del libro impreso en papel y tenderá a la tecnología que le es más familiar.
¿Qué pasará entonces con nuestros libros amados de papel? Bueh... supongo que se perderán, tarde o temprano. De hecho, las editoriales que saben adaptarse y las librerías que no quieran cerrar, ya deberían estar montando sus secciones de ventas de libros electrónicos y de aparatos soporte para leerlos, antes de que la marea las arrastre hacia la desaparición (muchas editoriales ya están agresivamente entrando en ese mercado, por fortuna). Pronto habrá interesantes sitios de lectura en cada librería, lo auguro, y no creo que nadie piense ahora que esa imagen es sólo ciencia ficción.
De momento, sin embargo, aunque noto en auge el mercado del libro electrónico y la venta de los lectores, el libro de papel tiene todavía su amplio margen de acción, en especial entre nosotros, los menos jóvenes, quienes aún poseyendo un aparatitito estupendo con miles de libros insertos, no podemos resistirnos al viejo tomo encuadernado con sus páginas tangibles que nos espera en el rincón preferido de la casa. Nuestro instante perfecto de lectura... nuestro instante de placer. :)
P.D. Ojo: ya viene Google Editions y la librería virtual para el año 2010, como una especie e ITunes de los libros, con participación de editoriales y distribuidoras. ¡La cosa está que arde!
Leer, en mi caso, es parte del estímulo real. He leído desde que tengo memoria (aprendí cuando tenía unos cinco años y como mi memoria no es precisa más atrás de esa edad, por eso la lectura me acompaña desde entonces). No he parado nunca ni creo que tal cosa suceda, por la simple razón de que leer para mí es parte de mi descanso, de mi reflexión, de mi encuentro personal, de mi paz y hasta de mis equilibrios. Si me quitan mis libros me hundo en la tristeza. Tan simple como eso. Necesito leer, aunque sea un poco, todos los días. Si no tengo un libro, pues qué caray, un periódico, una revista y hasta un catálogo puede funcionar como sucedáneo muy temporal, pero al final encontraré un libro que me asista.
Esta característica me hace una lectora flexible. Como mi vida se ha vuelto complicada de un tiempo para acá (familia -incluidos tres niños-, trabajo -no relacionado con la literatura-, y deberes domésticos), tengo que leer cuando puedo y muchas veces, cuando puedo es en la fila del banco, en el autobús, o durante los minutos que tarda mi computador en cargar. No descarto los pocos momentos en que puedo sentarme a leer un buen libro sentada en un sillón con una bebida agradable en la paz de mi hogar, pero son tan escasos que a veces sólo puedo soñar con ellos. Esta situación impone algunas consideraciones a la hora de elegir el tomo a leer:
1. Si voy al banco, debo escoger un formato sencillo, chiquito, de bolsillo. Un librote de pasta dura es imposible de cargar dentro del bolso y pesa lo suyo en una larga fila en el banco.
2. Si voy a incluirlo en algún viaje menor, debo considerar otros tomos adicionales, por lo que el tamaño y maniobrabilidad son destacables.
3. Si cuento con todas las comodidades, el libro puede ser lo grande que quiera. No hay problema.
¿Y qué tal el libro electrónico? Pues se supone que sería el máximo exponente de la flexibilidad, dependiendo del soporte. En uno de esos lectores electrónicos modernos con pantalla "amigable" y con carga de varias horas, sería genial. Aún son algo costosos y no pueden conseguirse en todo lugar, pero pronto habrán invadido hasta el último rincón del planeta. Tienes la ventaja adicional de que no llevas sólo un libro dentro del lector, sino muchísimos más y del tamaño que quieras, con lo que las consideraciones de comodidad y etc. pasan de lejos y finalmente eres un lector moderno con tus amados libros al alcance de un click. ¡Guau!
¿Y el placer? Bueno... se supone que el placer está en la lectura misma. ¿Pero y ese aroma particular del papel, esa facilidad que supone no tener que cargar la batería, no tener que prender o apagar nada, no temer perderlo pues su precio es relativamente bajo en comparación? ¿Esa íntima conexión con lo antiguo? (En estos días, los libros son los últimos vestigios de una antigua tecnología que se ha resistido duramente al paso del tiempo).
La tecnología avanza y abarata los costos de muchos placeres. La generación que está creciendo está acostumbrada a lo digital, como parte de su vida e incluso de su cuerpo, y para ella un lector electrónico será tan habitual como ya lo es un celular, un IPod o un computador portátil. Y como siempre habrá una porción lectora en nuestra sociedad, dicha porción se alejará con el tiempo del libro impreso en papel y tenderá a la tecnología que le es más familiar.
¿Qué pasará entonces con nuestros libros amados de papel? Bueh... supongo que se perderán, tarde o temprano. De hecho, las editoriales que saben adaptarse y las librerías que no quieran cerrar, ya deberían estar montando sus secciones de ventas de libros electrónicos y de aparatos soporte para leerlos, antes de que la marea las arrastre hacia la desaparición (muchas editoriales ya están agresivamente entrando en ese mercado, por fortuna). Pronto habrá interesantes sitios de lectura en cada librería, lo auguro, y no creo que nadie piense ahora que esa imagen es sólo ciencia ficción.
De momento, sin embargo, aunque noto en auge el mercado del libro electrónico y la venta de los lectores, el libro de papel tiene todavía su amplio margen de acción, en especial entre nosotros, los menos jóvenes, quienes aún poseyendo un aparatitito estupendo con miles de libros insertos, no podemos resistirnos al viejo tomo encuadernado con sus páginas tangibles que nos espera en el rincón preferido de la casa. Nuestro instante perfecto de lectura... nuestro instante de placer. :)
P.D. Ojo: ya viene Google Editions y la librería virtual para el año 2010, como una especie e ITunes de los libros, con participación de editoriales y distribuidoras. ¡La cosa está que arde!
31 de octubre de 2009
Frustraciones...
Supongo que en alguna ocasión anterior habré mencionado el tema, pero no puedo evitar recaer en él, tal vez movida por la reiterada costumbre que posee un escritor de enfrentar ciertas frustraciones habituales e inevitables, que por más que desee sobrellevar con estoicismo o incluso serenidad, no lo logra. No me refiero a la clásica página en blanco o a la terrorífica sensación de que las ideas se han muerto en tu cabeza, que ya no encuentras historias o palabras para encuadrar tus emociones en versos sublimes. No. Me refiero a una situación mucho más prosaica, pero no menos enervante: el desestímulo exterior.
Leí el otro día el blog de otro autor, ya publicado, incluso famoso, que se quejaba del terrible prejuicio que enfrentaba al sentir odio por su trabajo de forma ocasional. Es decir, él, como todo el mundo, a veces siente que detesta su trabajo. Que ya está obstinado de esa novela, o de ese capítulo, o incluso de ese párrafo. Que desearía lanzar el libro por la ventana y quedarse tan contento. Pero enfrenta el desdén social que le dice: No puedes, no debes, renegar del trabajo de tus sueños, de un trabajo tan sencillo como es escribir. ¿Sencillo?, reclama él. ¿Quién dijo que escribir libros es sencillo? Ah, pero si un médico se queja, todo el mundo lo comprende. El escritor no tiene que hacer nada, sólo sentarse a que la Musa le susurre las palabras adecuadas y él escriba su obra maestra y ya. Y si no termina el dichoso libro no es porque sea difícil o porque él no encuentra las palabras. Es porque está de vago.
Lo comprendo. Enfrenta la ignorancia social, muy extendida, que cree que escribir es un pasatiempo, aunque se gane dinero con él.
Mi situación es similar en ciertos aspectos. No soy famosa (¡nada que ver!) y mis publicaciones pueden considerarse aún modestas (en especial en comparación con los tirajes de mi autor en cuestión, ¡madre mía!), pero el descrédito es el mismo. He estado sentada frente al computador, revisando, leyendo, escribiendo, volviendo a revisar, volviendo a leer, volviendo a escribir, en los ratos libres de los cuales puedo disponer (que no son muchos) y me levanto, cansada, a veces frustrada porque no he encontrado el término adecuado, porque no me satisface el final de un relato o porque un capítulo me ha quedado insulso o por lo que sea, y alguien de mi familia o algún amigo o colega me mira y me dice: Pero ¿de qué estás cansada? ¡Si no has estado haciendo nada!
¡Nada! Ah, es que escribir es como sentarse a ver televisión. Es divertido, por tanto, es inocuo. Pues claro que es divertido, la mayor parte del tiempo, si no, no sería tan obcecada en querer llevarlo a cabo. Es mi pasión y mi gusto, como lo es del autor mencionado al principio. ¡Pero como que nada, nada, no! Y sí es cansado. Y sí tiene sus momentos tediosos, o inquietantes, o desesperantes, muy en particular, cuando estamos revisando.
No estás haciendo nada. No puedes quejarte. ¡Es tan sencillo escribir! ¿Qué puede significar contar que un fulano salió de su casa una mañana, se encontró con un ladrón en el parque y luego murió en el hospital? ¿No es una historia simple, por ejemplo? Es que yo sí que trabajo. Y mucho. Pero tú, ¡tú no haces nada!
Frustración total. :(
Leí el otro día el blog de otro autor, ya publicado, incluso famoso, que se quejaba del terrible prejuicio que enfrentaba al sentir odio por su trabajo de forma ocasional. Es decir, él, como todo el mundo, a veces siente que detesta su trabajo. Que ya está obstinado de esa novela, o de ese capítulo, o incluso de ese párrafo. Que desearía lanzar el libro por la ventana y quedarse tan contento. Pero enfrenta el desdén social que le dice: No puedes, no debes, renegar del trabajo de tus sueños, de un trabajo tan sencillo como es escribir. ¿Sencillo?, reclama él. ¿Quién dijo que escribir libros es sencillo? Ah, pero si un médico se queja, todo el mundo lo comprende. El escritor no tiene que hacer nada, sólo sentarse a que la Musa le susurre las palabras adecuadas y él escriba su obra maestra y ya. Y si no termina el dichoso libro no es porque sea difícil o porque él no encuentra las palabras. Es porque está de vago.
Lo comprendo. Enfrenta la ignorancia social, muy extendida, que cree que escribir es un pasatiempo, aunque se gane dinero con él.
Mi situación es similar en ciertos aspectos. No soy famosa (¡nada que ver!) y mis publicaciones pueden considerarse aún modestas (en especial en comparación con los tirajes de mi autor en cuestión, ¡madre mía!), pero el descrédito es el mismo. He estado sentada frente al computador, revisando, leyendo, escribiendo, volviendo a revisar, volviendo a leer, volviendo a escribir, en los ratos libres de los cuales puedo disponer (que no son muchos) y me levanto, cansada, a veces frustrada porque no he encontrado el término adecuado, porque no me satisface el final de un relato o porque un capítulo me ha quedado insulso o por lo que sea, y alguien de mi familia o algún amigo o colega me mira y me dice: Pero ¿de qué estás cansada? ¡Si no has estado haciendo nada!
¡Nada! Ah, es que escribir es como sentarse a ver televisión. Es divertido, por tanto, es inocuo. Pues claro que es divertido, la mayor parte del tiempo, si no, no sería tan obcecada en querer llevarlo a cabo. Es mi pasión y mi gusto, como lo es del autor mencionado al principio. ¡Pero como que nada, nada, no! Y sí es cansado. Y sí tiene sus momentos tediosos, o inquietantes, o desesperantes, muy en particular, cuando estamos revisando.
No estás haciendo nada. No puedes quejarte. ¡Es tan sencillo escribir! ¿Qué puede significar contar que un fulano salió de su casa una mañana, se encontró con un ladrón en el parque y luego murió en el hospital? ¿No es una historia simple, por ejemplo? Es que yo sí que trabajo. Y mucho. Pero tú, ¡tú no haces nada!
Frustración total. :(
21 de octubre de 2009
Fabricantes de Sueños 2008: listo para leer

La antología está compuesta de 17 relatos de 18 autores diferentes, incluyendo el mío, y promete horas de entretenimiento auténtico. Recién recibido, aún no he tenido la oportunidad de leerlos, pero muchos tienen títulos muy sugestivos.
A continuación transcribo la nota que aparece en la contraportada, pues creo que ella resume mejor que yo lo que un lector puede esperar de esta antología:
"Tienes entre tus manos el Gran Sueño: el de aquellos autores del fantástico que pudieron verse publicados durante el año 2007. Fabricantes de Sueños es un contenedor repleto de la creatividad más variopinta: deslumbrantemente futurista, pesadillesca u oscura, pero también mágica y cargada de luz. Y es que se dan cita en su interior la ciencia-ficción, la fantasía y el terror.
Diecisiete han sido los relatos seleccionados. Dieciocho sus autores: Sergio Parra, Santiago Eximeno y Alfredo Alemán, Jordi Armengol, David Mateo, Antonio J. Cebrián, J.E. Álamo, José María Tamparillas, María Concepción Regueiro, Juan Antonio Fernández Madrigal, Carlos Duarte, Laura Ponce, Claudio Amodeo, Laura Quijano, Ramón San Miguel, Domingo Santos, José Ignacio Becerril y Sergio Mars.
Este libro es un resumen inmejorable de las principales tendencias del género fantástico español, auspiciado por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror."
¡Qué delicia tenerlo en las manos! :)
16 de octubre de 2009
Nostalgias de un inicio...
Leyendo una entrada muy interesante sobre la longitud de las obras narrativas en Rescepto Indablog, me puse a pensar cuál era mi relación íntima con la escritura -si era con el cuento o con la novela-, lo cual me llevó a un viaje nostálgico hacia el pasado que resultó ser muy agradable. Hacia mis inicios... Y me hizo descubrir que mis primeros amores estaban con algo parecido a un "comic" o historietas, derivadas de una representación teatral espontánea.
Parece enredado. No lo es, pues se desarrolló a lo largo del tiempo, pero bien mirado debo reconocer que sí tuve una "iniciación" enredada.
Era una lectora compulsiva, y sigo siéndolo. Eso es un hecho. Todo cuento, novela o ensayo que pasara por la reducida biblioteca de mi casa cayó en mis manos en algún momeno de mi infancia o adolescencia, sin remedio. En los felices tiempos en que tenía cinco añitos y ya había conquistado los fascinantes territorios de la lectura recreativa, me abocaba a las famosas colecciones de cuentos clásicos con ilustraciones. Éstas eran muy agradables y las disfrutaba, y nunca me distrajeron del disfrute de la lectura en sí misma. Blanca Nieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Caperucita Roja se unieron a Los Tres Cerditos, El Flautista de Hamelin, Rapunzel y otros muchos típicos cuentos con animales que hablaban, brujas malvadas, hermosas princesas y campesinos ingeniosos. Más tarde continuaría mi camino por los libros sin ilustraciones, pero en ese tiempo estos primeros libros ilustrados fueron mi delicia.
¿Influyeron en mi escritura temprana? No. Lo hicieron en mis dibujos, claro, pues dibujaba "princesas" para todo (las cuales eran todas, sospechosamente, niñas). Así pasé mi infancia hasta llegar a la edad más madura de los 10 años.
Ah, es que una a los 10 años es una chica grande. Jugaba con dos amigas de contarnos historias. Pero no lo hacíamos a la luz del fuego (¡mi madre jamás lo habría permitido!) ni eran simplemente narradas. No. En cada relato hacíamos las veces de juglares, sin saberlo, representando a cada personaje, haciendo sus movimientos, sus enfrentamientos y sus aventuras. Éstas eran bastante sentimentales, pues las fabricábamos basándonos en nuestros grupos musicales de moda y nuestros primeros "ídolos" juveniles (creo que fue Parchís- ¿los recuerdan?). El despliegue teatral fue estupendo, pasábamos horas enteras en ese juego y aún yo lo continuaba en mi casa con mi pobre hermanita (tres años menor que yo), quien debió sufrir mis propias nuevas aventuras. Con ella la historia era diferente, pues a mi hermana los ídolos juveniles le tenían sin cuidado (con siete años no les ves la gracia), así que recurrí al bagaje de cuentos clásicos y comencé a narrarle historias de aventuras de chicos y chicas enfrentados a toda clase de situaciones naturales y sobrenaturales. Era tan divertido que decidí estamparlas en el papel y así nacieron mis primeras historietas, con personajes dibujados que hablaban por medio de viñetas.
¡Qué tiempos aquéllos! Realmente crear era puro placer sin mayores objetivos. Los relatos nacían y morían con espontaneidad alegre y yo fraguaba aventura tras aventura en pequeños cuadernos de treinta hojas que se acababan muy rápido. Después de un tiempo, los dibujos comenzaron a estorbarme. Cada vez más escribía diálogos de un tirón y sólo hacía un dibujo para ilustrarlos. Y fue en ese tiempo cuando conocí a Hans Christian Andersen y sus maravillosos cuentos en versión íntegra sin ilustraciones. También, fue la época de leer las aventuras de internados y chicos exploradores de Enid Blyton y las de Puck. Tenían ilustraciones, muy pocas, pero eran auténticas novelitas infantiles.
Con Andersen y las autoras juveniles, terminé por desechar las ilustraciones e inicié mi carrera hacia el relato. Me dije: "No es tan difícil" (recuerden que tenía sólo unos 11 años para entonces), "sólo tengo que contar que Fulano fue a tal lado, que se encontró con Sutano y que le dijo X". Copié el formato de diálogo, con los guiones y los verbos "exclamar", "inquirir" y otros, cuyos oscuros significados descubrí en el diccionario (era muy importante) y me lancé (¡vaya valentía!) a escribir mi primera novela. Sí, novela. Larga y todo. En serie, como las de Enid Blyton. Se llamaba Colegiales (¿notan la influencia?). Creo que llegué a acabar dos de los cinco tomos previstos (tenía mucho optimismo) durante los primeros años de secundaria.
Nunca vio la luz, por supuesto, ni la verá. Es un pasaje de mi vida, leído sólo por mi hermana (mi víctima natural) y mi mejor amiga de la secundaria. Ya se perdió físicamente y apenas tengo memoria de algunas de las aventuras que inventé. ¡Pero cómo permanece en mi corazón, con cuánto cariño! Me evoca el enorme placer que era escribir, simplemente escribir, contar lo que lleva tu cabeza en el interior y dejarlo salir. No había preocupaciones de revisión técnica, de publicaciones o mercado editorial. Eso es cosa de adultos. En aquel entonces, la literatura era mi juego y mi ensoñación, vivida intensamente como sólo los niños saben vivir lo bueno que tiene la vida... :)
Parece enredado. No lo es, pues se desarrolló a lo largo del tiempo, pero bien mirado debo reconocer que sí tuve una "iniciación" enredada.
Era una lectora compulsiva, y sigo siéndolo. Eso es un hecho. Todo cuento, novela o ensayo que pasara por la reducida biblioteca de mi casa cayó en mis manos en algún momeno de mi infancia o adolescencia, sin remedio. En los felices tiempos en que tenía cinco añitos y ya había conquistado los fascinantes territorios de la lectura recreativa, me abocaba a las famosas colecciones de cuentos clásicos con ilustraciones. Éstas eran muy agradables y las disfrutaba, y nunca me distrajeron del disfrute de la lectura en sí misma. Blanca Nieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Caperucita Roja se unieron a Los Tres Cerditos, El Flautista de Hamelin, Rapunzel y otros muchos típicos cuentos con animales que hablaban, brujas malvadas, hermosas princesas y campesinos ingeniosos. Más tarde continuaría mi camino por los libros sin ilustraciones, pero en ese tiempo estos primeros libros ilustrados fueron mi delicia.
¿Influyeron en mi escritura temprana? No. Lo hicieron en mis dibujos, claro, pues dibujaba "princesas" para todo (las cuales eran todas, sospechosamente, niñas). Así pasé mi infancia hasta llegar a la edad más madura de los 10 años.
Ah, es que una a los 10 años es una chica grande. Jugaba con dos amigas de contarnos historias. Pero no lo hacíamos a la luz del fuego (¡mi madre jamás lo habría permitido!) ni eran simplemente narradas. No. En cada relato hacíamos las veces de juglares, sin saberlo, representando a cada personaje, haciendo sus movimientos, sus enfrentamientos y sus aventuras. Éstas eran bastante sentimentales, pues las fabricábamos basándonos en nuestros grupos musicales de moda y nuestros primeros "ídolos" juveniles (creo que fue Parchís- ¿los recuerdan?). El despliegue teatral fue estupendo, pasábamos horas enteras en ese juego y aún yo lo continuaba en mi casa con mi pobre hermanita (tres años menor que yo), quien debió sufrir mis propias nuevas aventuras. Con ella la historia era diferente, pues a mi hermana los ídolos juveniles le tenían sin cuidado (con siete años no les ves la gracia), así que recurrí al bagaje de cuentos clásicos y comencé a narrarle historias de aventuras de chicos y chicas enfrentados a toda clase de situaciones naturales y sobrenaturales. Era tan divertido que decidí estamparlas en el papel y así nacieron mis primeras historietas, con personajes dibujados que hablaban por medio de viñetas.
¡Qué tiempos aquéllos! Realmente crear era puro placer sin mayores objetivos. Los relatos nacían y morían con espontaneidad alegre y yo fraguaba aventura tras aventura en pequeños cuadernos de treinta hojas que se acababan muy rápido. Después de un tiempo, los dibujos comenzaron a estorbarme. Cada vez más escribía diálogos de un tirón y sólo hacía un dibujo para ilustrarlos. Y fue en ese tiempo cuando conocí a Hans Christian Andersen y sus maravillosos cuentos en versión íntegra sin ilustraciones. También, fue la época de leer las aventuras de internados y chicos exploradores de Enid Blyton y las de Puck. Tenían ilustraciones, muy pocas, pero eran auténticas novelitas infantiles.
Con Andersen y las autoras juveniles, terminé por desechar las ilustraciones e inicié mi carrera hacia el relato. Me dije: "No es tan difícil" (recuerden que tenía sólo unos 11 años para entonces), "sólo tengo que contar que Fulano fue a tal lado, que se encontró con Sutano y que le dijo X". Copié el formato de diálogo, con los guiones y los verbos "exclamar", "inquirir" y otros, cuyos oscuros significados descubrí en el diccionario (era muy importante) y me lancé (¡vaya valentía!) a escribir mi primera novela. Sí, novela. Larga y todo. En serie, como las de Enid Blyton. Se llamaba Colegiales (¿notan la influencia?). Creo que llegué a acabar dos de los cinco tomos previstos (tenía mucho optimismo) durante los primeros años de secundaria.
Nunca vio la luz, por supuesto, ni la verá. Es un pasaje de mi vida, leído sólo por mi hermana (mi víctima natural) y mi mejor amiga de la secundaria. Ya se perdió físicamente y apenas tengo memoria de algunas de las aventuras que inventé. ¡Pero cómo permanece en mi corazón, con cuánto cariño! Me evoca el enorme placer que era escribir, simplemente escribir, contar lo que lleva tu cabeza en el interior y dejarlo salir. No había preocupaciones de revisión técnica, de publicaciones o mercado editorial. Eso es cosa de adultos. En aquel entonces, la literatura era mi juego y mi ensoñación, vivida intensamente como sólo los niños saben vivir lo bueno que tiene la vida... :)
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Mis obras...,
Vida de escritor
9 de octubre de 2009
Colecciones de relatos de V.V.A.A.
En estos días, mientras intento dar forma a un cuento nuevo que no me termina de cuadrar -pero que debo domar tarde o temprano-, recibí la noticia de que una de las antologías en las cuales tuve la suerte de ser tenida en cuenta ya fue publicada y que por tanto espere mi ejemplar de cortesía en el correo. Me alegré mucho, pues realmente me sentí muy honrada de que uno de mis relatos mereciera ser seleccionado en una colección que tomó en cuenta muchos otros, y porque siempre alegra ver un libro en el que tus obras se vean impresas.
Al mismo tiempo, recibí noticias de otra antología en la que estoy participando con otros cinco autores de mi país -y de la cual podré dar más noticias- y que pronto verá la luz también. El cuento con el cual estoy luchando -casi a muerte- es precisamente para una tercera antología que un grupo de autores de Sedice está armando justo ahora.
¿Y todo para qué? Pues... las perspectivas comerciales de las colecciones de relatos, en particular si son de autores varios, no son alentadoras. Muchos nos han advertido que este tipo de producciones no suelen venderse bien, pues los compradores normalmente se identifican con un autor y un estilo y no con varios al mismo tiempo, en particular si entre los nombres desplegados están los de autores noveles o desconocidos. He sabido eso y los demás autores también son conscientes de ese hecho. Sin embargo, seguimos participando con nuestros trabajos para integrar selecciones y también seguimos emprendiendo proyectos en conjunto.
¿Por qué?
Yo supongo que nuestro instinto gregario, tan bien asentado en nuestra especie, nos impele a la reunión social y a los deseos de cooperación mutua. Nos agrada compartir espacio con otros como nosotros, que temen como nosotros, que sueñan como nosotros y que trabajan como nosotros en la misma pasión, en el mismo arte. Y si además los conocemos, nos alegra compartir ese espacio con un amigo.
Y con respecto a las antologías que nosotros mismos formamos -es decir, que no son el producto de la selección de un jurado, sino del esfuerzo conjunto de los mismos autores-, se añaden otras sensaciones. No ganaremos un centavo, pero ¡qué agradable es la experiencia! Si tomamos en cuenta que la profesión literaria suele ser una ocupación solitaria -eres tú con tu libro, o sea, tú contigo mismo-, no es de extrañar que aprovechemos esos preciosos momentos en que podemos compartir nuestra pasión con otros iguales a nosotros, quienes están tan ansiosos como nosotros de ser leídos, comentados y hasta criticados. Durante estos procesos los autores nos brindamos un apoyo especial: son colegas que te comprenden, que conocen bien las dudas y los temores por los cuales atraviesas a menudo, que se identifican con tus malos momentos creativos y que saben apreciar cuando has sido capaz de corregir con elegancia tu escrito y volverlo digno de ser puesto al acceso de los lectores.
Al final también, hay una retribución más personal. Puede que estés luchando aún por conseguir la atención de agentes o editoriales. Puede que tu novela todavía no esté lo suficientemente pulida o todavía no has conseguido llevarla al nivel que deseas. Pero verás tu nombre impreso en una producción literaria cuya calidad ya has probado y saboreado. Y si ya eres un veterano en las lides literarias, también te congratularás, pues querrás compartir esos instantes de amigabilidad con los otros autores, todos reunidos en un estupendo encuentro social. :)
Al mismo tiempo, recibí noticias de otra antología en la que estoy participando con otros cinco autores de mi país -y de la cual podré dar más noticias- y que pronto verá la luz también. El cuento con el cual estoy luchando -casi a muerte- es precisamente para una tercera antología que un grupo de autores de Sedice está armando justo ahora.
¿Y todo para qué? Pues... las perspectivas comerciales de las colecciones de relatos, en particular si son de autores varios, no son alentadoras. Muchos nos han advertido que este tipo de producciones no suelen venderse bien, pues los compradores normalmente se identifican con un autor y un estilo y no con varios al mismo tiempo, en particular si entre los nombres desplegados están los de autores noveles o desconocidos. He sabido eso y los demás autores también son conscientes de ese hecho. Sin embargo, seguimos participando con nuestros trabajos para integrar selecciones y también seguimos emprendiendo proyectos en conjunto.
¿Por qué?
Yo supongo que nuestro instinto gregario, tan bien asentado en nuestra especie, nos impele a la reunión social y a los deseos de cooperación mutua. Nos agrada compartir espacio con otros como nosotros, que temen como nosotros, que sueñan como nosotros y que trabajan como nosotros en la misma pasión, en el mismo arte. Y si además los conocemos, nos alegra compartir ese espacio con un amigo.
Y con respecto a las antologías que nosotros mismos formamos -es decir, que no son el producto de la selección de un jurado, sino del esfuerzo conjunto de los mismos autores-, se añaden otras sensaciones. No ganaremos un centavo, pero ¡qué agradable es la experiencia! Si tomamos en cuenta que la profesión literaria suele ser una ocupación solitaria -eres tú con tu libro, o sea, tú contigo mismo-, no es de extrañar que aprovechemos esos preciosos momentos en que podemos compartir nuestra pasión con otros iguales a nosotros, quienes están tan ansiosos como nosotros de ser leídos, comentados y hasta criticados. Durante estos procesos los autores nos brindamos un apoyo especial: son colegas que te comprenden, que conocen bien las dudas y los temores por los cuales atraviesas a menudo, que se identifican con tus malos momentos creativos y que saben apreciar cuando has sido capaz de corregir con elegancia tu escrito y volverlo digno de ser puesto al acceso de los lectores.
Al final también, hay una retribución más personal. Puede que estés luchando aún por conseguir la atención de agentes o editoriales. Puede que tu novela todavía no esté lo suficientemente pulida o todavía no has conseguido llevarla al nivel que deseas. Pero verás tu nombre impreso en una producción literaria cuya calidad ya has probado y saboreado. Y si ya eres un veterano en las lides literarias, también te congratularás, pues querrás compartir esos instantes de amigabilidad con los otros autores, todos reunidos en un estupendo encuentro social. :)
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