27 de septiembre de 2009

Enfocar nuestras energías

El otro día leí una entrevista muy interesante que hizo Teo Palacios al escritor Leonardo Ropero en su blog Fantástica Literatura. De entre lo que Ropero narró sobre sus experiencias, era notable la reafirmación del trabajo duro, de la persistencia en la consecución de nuestros sueños (en este caso la escritura profesional) y el cuidado que se debe tener con los originales que mostramos a agentes o editores. Lo dicho no era nuevo -aunque siempre es bueno recordarlo-, pero lo que dijo después me agradó mucho y me hizo pensar: "[...]centrar nuestros esfuerzos en la publicación, en lugar de en el hecho de escribir, puede acabar siendo contraproducente."

Prácticamente todo escritor novel se angustia por el difícil proceso de la publicación. Empezando porque no se tienen atestados, un curriculum, que pueda impresionar a un editor. Éstos, por otro lado pertenecen a una "especie" minoritaria, muy influida por su deseo de éxito comercial -lógico, pues si no la editorial se cae- y rodeados de una cantidad enorme de ansiosos autores en espera de una oportunidad. Dado el caso, es natural que los escritores noveles deseen consejos e informes sobre cómo publicar, se depriman con los rechazos y reciban constantes recomendaciones de no ceder en su empeño.

Pero entre todos los artículos que aconsejan "cómo publicar", nadie se refiere al disfrute de la escritura. Naturalmente, comienzan con el consejo principal: Termina tu libro. Hazlo bien. Luego, se concentran en los pasos para encontrar un agente adecuado o un editor y todo lo que conlleva este proceso. Queda atrás la hechura del libro en pro de la angustia de la comercialización.

No tiene nada de malo desear verse publicado, por supuesto. Es lo lógico, si queremos hacer de la escritura nuestra meta profesional. Sin embargo, pienso que la observación de Ropero es oportuna. ¿De qué sirven tantos consejos, tantos esfuerzos y tantas estrategias si hemos olvidado el disfrute de nuestro arte y nos abocamos a intentar satisfacer lo que nosotros creemos ha de satisfacer a los reyes de la industria o incluso al lector? ¿No estamos perdiendo el enfoque?

En un documental muy interesante que vi sobre la historia de Pixar, pude darme cuenta de que no es nuevo que el novato se deje influir por los demás al punto de perder el enfoque. Cuando Disney había aceptado distribuir la primera película que Pixar habría de producir, solicitó una historia con determinadas características. Varios de sus ejecutivos y algunos de miembros del personal principal de Pixar destilaron entonces sus ideas de cómo debía ser la primera película animada para captar la atención del público y recuperar la inversión -ingente- que supondría. John Lasseter, por entonces el animador y director del proyecto en ciernes, escuchó todo de todos y confeccionó un primer esbozo de la historia, con la grabación de los personajes y demás. Presentó su proyecto a Disney y... fue un fracaso. Roy Disney declaró entonces que aquella película sería un desastre, a nadie gustó, y el gran emporio detuvo el proyecto. Lasseter no sabía qué había ocurrido, pero un buen amigo suyo le dijo:"Te has concentrado tanto intentando complacer a los demás, que olvidaste lo que tú querías". Y no pudo hacerle mejor observación. Lasseter desechó lo que había confeccionado y se dedicó a trabajar en la historia que él había imaginado, como él la deseaba y como él la disfrutaba. El resultado fue uno de los mayores éxitos en la historia del cine (Toy Story) y el inicio de un camino sembrado de éxitos.

Pienso, entonces, que es con esa clase de anécdotas con las cuales la observación de Ropero resulta atinada. Disfrutar primero, vivir la historia como uno la desea, la proyecta, la imagina, y concluirla. No preocuparse de momento de si podré publicarla o no, o si le gustará al editor o no. Primero ha de gustarme a mí, convencerme a mí, hacerme feliz a mí (aunque sea una historia triste, ojo). Luego, cuando ya la he terminado, regreso a ella para revisar, pulir, revisar de nuevo, acabar con elegancia. Que quede un original digno de ser leído por cualquiera, sin que haya manchas odiosas, como las faltas ortográficas o gramaticales, y sin que haya cortes abruptos o inverosimilitudes.

Al concluir el proceso de revisión habrá llegado, sí, el momento de preocuparse por el destino ulterior de nuestro tesoro. Pero tendremos la satisfacción de que lo habremos disfrutado en serio y con pasión. Seremos artistas y seremos, por tanto, escritores. ;)

18 de septiembre de 2009

Nuevas estrategias publicitarias: "Booktrailers"

Hace unos años, un escritor novel español anunció muy contento que iba a ver su primera novela publicada. Recuerdo que se trataba de una novela de fantasía y la editorial en cuestión era también bastante nueva. No se dedicaba exclusivamente a la fantasía, pero sí estaba más que dispuesta a tentar su suerte con escritores noveles. Lo que más llamó mi atención en aquella oportunidad fue su peculiar línea de promoción: creaba prólogos en video, como si lo anunciado fuese una película y no un libro.

Como no volví a escuchar ni del libro ni de la editorial, pensé que había sido un intento fallido, aunque interesante, de probar nuevos cauces publicitarios, aprovechando Internet, y me olvidé de él. Sin embargo, no consideré que posiblemente el libro no fue más exitoso por otros muchos factores.

Ahora, las editoriales más viejas y asentadas están lanzándose por la vía del llamado "booktrailer" o prólogos (en video) de libros, para lanzar una de las novedades del momento, El Nombre del Viento de Patrick Rothfuss. Y a ellas sí les está dando enormes resultados. No lo tratan como su única vía de promoción, sino como un refuerzo más a una intensa campaña publicitaria con la cual buscan posicionar rápidamente en los primeros lugares su propio producto. Tan intenso y original ha resultado el experimento que ha llamado la atención de muchos, incluso del propio autor, sorprendido por la iniciativa, pues en su propio país (Estados Unidos) es desconocido.

Una de las editoriales lanzó la versión en castellano:




La otra lo hizo en portugués: (la cual, por cierto, me parece aún mejor que la previa)





El impacto resulta evidente. Por supuesto, no significa que estos anuncios hayan sustituido al resto de técnicas de las campañas de marketing, como enviar algunos ejemplares a lectores registrados previo al lanzamiento para provocar reseñas tempraneras, o inundar los mejores puestos de las librerías con posters y otras decoraciones, etc. Pero resulta tan agradable y original, que no puede pasar inadvertido.

¿Y por qué no? En un mundo dominado por la Red de Redes, donde cada día es más importante frecuentar sitios de intercambio social y donde un sitio como youtube.com es moneda corriente en cantidad apreciable de usuarios, la publicidad habrá de amoldarse y adaptarse. Todo nos entra por los ojos (y por los oídos). Si además de diseñar una atractiva portada, asegurarse de obtener buenas críticas y reseñas, logramos darle "movimiento" al libro, estaremos captando un enorme caudal de mercado que tal vez pasaría de lejos. Y no porque el video sea mejor que la palabra escrita ni porque piense que el libro desaparecerá ahogado por los videos, no, no. Sino porque pienso que el video (el movimiento, la música, una voz que habla, que engatusa) pueden reforzar nuestro interés por las historias narradas, hacernos ir a la librería, sentirnos identificados por ese libro en particular. Si se fijan, tanto en uno como en otro video, el libro es protagonista, el centro de la atención. No hay confusión posible, nadie pensaría que se trata de una película o un videojuego. Y así, ha llamado la atención.

¿Cuáles otras adaptaciones más nos irán rodeando? Sabemos del libro electrónico, de las nuevas blogonovelas y ahora tenemos los booktrailers. ¿No es fascinante cómo nuestro mundo literario logra adaptarse al siglo XXI?

12 de septiembre de 2009

Tiempo de escritura... ¿cuánto es importante?

Estuve leyendo el otro día diferentes opiniones sobre El Nombre del Viento, obra de fantasía de un autor nuevo en el mundo literario fantástico, Patrick Rothfuss, quien hasta hace poco (unos dos años) era un perfecto desconocido, pero que hoy en día domina las estanterías de no pocos países. No he leído la novela -aunque me gustaría mucho hacerlo-, pero la mayoría de las opiniones de quienes sí la han leído es la de que es una obra notable, ejecutada con maestría, que no da a entender en ningún momento de que se trata de la primera obra del autor. De hecho, la sorpresa es palplable cuando los lectores se enteran de este último hecho.

Luego, ocurre algo que me ha llamado la atención siempre: alguien dice que Rothfuss pasó unos catorce años desde que la concibió hasta que le dio su última forma, concretamente unos siete desde que presentó el primer borrador a una agencia. Es decir, todo el mundo parece explicarse la maestría del autor porque pasó mucho tiempo trabajando la novela. Y se destaca el punto del tiempo. Supongo entonces que si Rothfuss sólo hubiera destinado un año o dos a escribirla, o le negarían su carácter de "sobresaliente" o lo considerarían fuera de serie, porque "no es posible escribir algo tan bueno en tan poco tiempo".

Y yo me pregunto: ¿eso es así? ¿Es indispensable quedar atorado en una obra al menos unos cuatro o cinco años para rendir un fruto excelente? ¿Un escritor que da forma a su historia en un año -para una novela- o menos de un año -para una novela corta- es un mal escritor? Si no dedicas la próxima década de tu vida a escribir una historia, ¿jamás será tu máxima obra?

La maestría ciertamente sólo se alcanza con el tiempo. Ni siquiera los genios son capaces de dominar un arte sin la constante práctica a lo largo del tiempo y creo que en eso todos podemos estar de acuerdo. Nadie producirá una obra maestra de la noche a la mañana, ni puede esperar que su historia no presente lagunas y errores varios. De hecho, es indispensable revisar el producto antes de presentarlo. Siempre. Es una regla de oro. Sin embargo, ¿cuándo es posible darlo por terminado? ¿Podemos considerarnos satisfechos al término del año o es imprescindible dejarlo engavetado el siguiente lustro? Parece que el público cree que la segunda opción es también una regla de oro.

Viendo los tiempos de publicación de los tomos de Canción de Hielo y Fuego, por ejemplo, no dejó de llamarme la atención que los tres primeros fueron lanzados al mercado en lapsos aproximados de año y medio o dos años. Juego de Tronos vio la luz por primera vez en agosto de 1996. Su continuación, Choque de Reyes, fue publicado en noviembre de 1998 y la tercera parte, Tormenta de Espadas, en agosto del 2000. Los tres libros son magníficas narraciones de una historia continua, muy bien ejecutados, con buenos ritmos constantes, gran diseño de personajes, y otros puntos sobresalientes que explican el éxito de la saga. Y es notable que el autor no necesitara diez años entre volumen y volumen. (Si alguien alega que ya la había pensado desde hacía muchos años -lo cual no nos consta- no le resta fuerza al argumento). Sin embargo, debieron pasar cinco años antes de ver salir Festín de Cuervos, el cuarto volumen de la historia, por diversas incidencias durante su escritura. Cinco años. Eso debería signfiicar, según la opinión popular esbozada párrafos atrás, que este cuarto volumen sería la obra cumbre de la saga. Pero no es así. De hecho, es la más débil, la menos convincente, la más criticable. ¿Favoreció al autor una extensión en el tiempo o más bien operó en su contra? Parecería que fue esto último.

No creo, entonces, que sea muy preciso afirmar que un autor necesita muchos años para producir buenas obras. Si nos remontamos a la literatura clásica, podemos advertir que si bien algunos produjeron algunas cuantas obras a lo largo de su vida (Cervantes produjo una sola gran obra maestra, Don Quijote, y otras obras menores -por comparación-), otros fueron destacables no sólo por su enorme productividad sino también por su gran calidad. Por ejemplo, Lope de Vega no necesitó dedicar diez años a cada obra de teatro o a cada poemario para revolucionar el teatro del Siglo de Oro.

Tengo la impresión, entonces, de que el tiempo dedicado a cada obra es relativo. Depende de ti, de tu velocidad de escritura, de tu ritmo de revisiones, de tu capacidad para desarrollar. No hay una regla universal según la cual un escritor debe encerrarse por varios años para producir cada una de sus obras. Es lógico pensar que le tomará más tiempo aquellas que sean más largas y más complejas y menos tiempo las que sean más simples y más cortas. Pero la razonabilidad de ese tiempo, dependerá de cada uno...

Y lo más importante, al menos para el escritor novel, será pensar que no es necesario preocuparse por cuánto tiempo le dedique sino cómo está desarrollando esa historia... ;)

4 de septiembre de 2009

Perspectiva de editores

Hace unos días, vio la luz la revista digital "Imaginarios", producto del esfuerzo y colaboración de diferentes personalidades y promovido por la Red de Universidades Lectoras y las Asociaciones Fénix de Fantasía Épica. Le eché una mirada y me pareció muy completa y muy interesante, especialmente para aquellos que nos inclinamos por los géneros fantásticos, tanto desde el punto de vista del lector como del escritor, y también para todos los que inclinan por los juegos de rol, los video juegos de temática fantásticas, el cine fantástico, los comics y los animé. Se charla sobre autores, sobre técnicas de juego, sobre novedades televisivas o cinematográficas, sobre novedades editoriales, y muchas otras reflexiones.

A mí, en lo particular, y por razones obvias, el artículo que más atrapó mi atención en el primer intento fue la entrevista que realizaron a varios editores de empresas editoriales que publican de forma regular o especializada obras de fantasía y ciencia ficción. Se incluyó una declaración general del departamento de prensa de La Factoría de Ideas y una entrevista pormenorizada a los editores de Grupo Edebé, Timun Mas y Minotauro, Equipo Sirius, Grupo Ajec y Grupo SM.

Las respuestas en general resultaban algo predecibles (ninguno habría de negar que quisiera publicar autores de habla hispana, por ejemplo), pero siempre es aconsejable no olvidar algunos de los aspectos que mencionaron, que muchas veces olvidamos en nuestras ansias por ver nuestras obras publicadas. También resultó interesante comprobar el número de originales que reciben al mes (algunos reciben unos 5 o 6, mientras otros reciben más de 10, y los más grandes, entre 50 y 60) y ciertos prodecimientos que efectúan para diseñar portadas (las editoriales más pequeñas consultan a los autores, las más grandes confían sólo en su departamento de diseño respectivo).

Entre los aspectos que ellos exigen en las obras presentadas -que deberían ser verdades de perogrullo, pero no suelen ser necesariamente la norma- destaca la corrección formal. Sí, la corrección formal. Pensemos en ortografía, en buena estructuración gramatical, riqueza razonable de vocabulario, buena presentación de los textos. Todos, requisitos obvios pero muchas veces no tenidos en cuenta con propiedad. Es así que los editores terminan por desechar lo que habría resultado ser una buena historia sólo porque el autor no tomó los cuidados necesarios en su redacción y en su presentación formal. Y si alguien dice que no debería tener importancia, pienso que sí la tiene: en el momento en que comienzas a encontrar excesivas faltas en la ortografía, o las estructuras gramaticales están mal formuladas, te sales de la historia, no la aprecias, no la ves. Así de grave es el problema.

Otro aspecto que ellos valoran tiene que ver directamente con el fondo: la historia debe contener elementos envolventes que atrapen al lector, que lo interesen. No es necesario innovar por innovar, declaran estos editores. Lo importante es que la historia sea capaz de atraer al lector y envolverlo, con argumentos originales, o con personajes carismáticos, o con un tratamiento innovador de un tema común, o con un estilo especial. O con todo junto. Y no es poco pedir: de entre los cientos de originales que reciben al año, publicarán sólo un pequeño porcentaje. La competencia es dura y lo es más cuando salen al mercado y luchan por un espacio en las librerías. Ellos saben que sus productos deben poder ganar muchas competencias. (Por cierto, me llamó la atención en el apartado de Timun Mas/Minotauro el dato de que la ciencia ficción suele aportar argumentos más innovadores que la fantasía. A tener en cuenta...)

Algunos prefieren recibir una sinopsis de la obra, junto con una presentación formal, además del original. Se dan una idea cabal de la obra antes de comenzar a leerla formalmente. Incluso es posible que con sólo leer la sinopsis decidan que no responde a sus intereses del momento (no lo dijeron, eso lo deduje yo, pues me pareció obvio). Entonces, pienso, es importante redactar una buena sinopsis, que invite a leer la obra, no a rechazarla a priori, consejo que me doy a mí misma ante las circunstancias.

Me agradó saber que la mayoría acepta originales por envío electrónico. En realidad, imprimir un original y enviarlo una vez puede resultar pesado, pero cuando estás enviando varios originales a diferentes editoriales, se torna caro y cansado. Ahora, con la existencia de los lectores electrónicos, muchos de estos editores se limitan a leer los originales en estos aparatos y listo. Se ahorran espacio (pues tienen menos origianles impresos acumulándose), tiempo (pues no tienen que imprimir) y papel, claro. Sólo Edebé se inclina por el original impreso, según recuerdo. Este dato es especialmente alentador para quienes vivimos fuera de la Península Ibérica o lejos de los principales centros editoriales de América Latina -como México o Argentina, por ejemplo- (A mí me queda lejos todo). Y nos lleva al siguiente tema: su apertura al libro digital. Todos estos editores se declararon listos para el mercado digital. Algunos ya tienen colecciones de libros digitalizados para este formato, otros están en el proceso. Supongo que es un tema al que nosotros los escritores debemos acostumbrarnos y adaptarnos.

Todos aseguraron confiar en su instinto para seleccionar las obras, pero sabemos que cuentan con lectores editoriales que elaboran informes de lectura. Es un hecho que nos regresa al cuidado con que hemos escrito nuestra obra, en fondo y forma, que supongo es el aspecto más reiterado e importante de todos. Sin embargo, no negaron que influyan sus intereses de mercado, sus líneas editoriales específicas y otros aspectos relacionados con el negocio y no con el arte litearario. En este aspecto, sólo juega en nuestra favor nuestra calidad y la suerte. Sí, la suerte: presentarse en el momento oportuno. ¿Cómo saber si es el momento oportuno? No creo que sea posible realmente, en particular porque uno no escribe su obra para un momento del mercado, sino porque así se le ocurrió (es diferente si eres un escritor por encargo, pero no hablamos de eso aquí). Si resulta que mi historia versa sobre un tema que le interesa mucho a la editorial en ese momento, puede que juege a mi favor y predisponga a los lectores y al editor hacia la publicación. Si al contrario, no entro de los cálculos de mercadeo, mi obra tiene que ser espectacular para ser tenida en cuenta.

Y volvemos a lo mismo: originalidad y enganche. Si es el momento oportuno o no, ya se verá, pero en cuanto a nuestro trabajo en particular, sólo nos cabe la excelencia. Y el trabajo duro.

No hay salida. ;)