24 de noviembre de 2009

A través de los ojos de un lector

He oído decir infinidad de veces que sólo los escritores novatos escriben lo que a ellos les gustaría leer, o, en una variante, que como no encuentran la historia que tanto ansían, la escriben. En cambio, el escritor veterano, profesional, ya conocedor, no se para en cuestiones tan superficiales y escribe entonces lo que lleva en el "alma", las palabras que transitan dentro y que debe dejar salir para no explotar. Puede que sea motivado por algún ideal, por una vivencia o porque la presión del editor no le permite explayarse. No importa. El asunto es que ya no se pone los anteojos del lector, pues eso, para él, quedó atrás...

El otro día, cuando daba término a un nuevo libro que me fascinó, me pregunté de pronto por qué sería tan de "novato" escribir lo que uno quiere leer. ¿Acaso cuando nos vestimos los ropajes de la escritura creativa profesional dejamos de ser lectores? ¿Ya no volvemos a ver los libros que alguna vez fueron nuestra delicia? Yo lo dudo. Al menos en mi caso, mi afición lectora sigue intacta. Que no tenga tanto tiempo como cuando era una chica adolescente o una niña, pues eso es otra historia. Lógicamente en la edad adulta todos tenemos múltiples obligaciones y preocupaciones varias, desde el día a día hasta los proyectos de familia o personales. Pero siempre que tengo un hueco de tiempo, lo lleno con alguna lectura de mi interés.

Y descubrí que sigo siendo la misma lectora de siempre. Algunos libros son verdaderos deleites magníficos para mí. Los tomo y no quiero soltarlos. Cualquier minuto es bueno para leer aunque sea un párrafo (como cuando espero a que cargue mi computadora, la cual, por cierto se toma un tiempo laaargo) y cuando lo termino siento un vacío que necesita algunos días para refrescarse, sin que ello signifique que olvide mi nuevo amor.

Otros libros, en cambio, son amistades ocasionales. Si son agradables o interesantes, los leeré completos, por supuesto, pero sin la pasión devoradora de mis "amantes". No tengo tanta ansia ni tanta prisa, aunque les dé el finiquito igual, y aún cuando sepa que son buenos libros, que están bien escritos y/o que cumplen todos los requisitos de una verdadera obra literaria.

¡Qué caray! Entre lector y libro también hay "química". Y me puse a pensar entonces: ¿por qué es así? ¿Por qué leo este libro con tanta devoción y este otro con cordial interés? ¿Por qué uno se posiciona en mi corazón y el otro sólo en mi cabeza? ¿Tengo una explicación racional? ¿Debería tenerla? En realidad sí, pues soy escritora también y una de mis aspiraciones es lograr, precisamente, que otros lectores, como yo, se "enamoren" de mi obra.

Vuelvo entonces al punto de partida: ¿no será que apreciar el gusto lector no es una característica tan novata como nos han pretendido hacer ver? Cuando un escritor "deja salir" las palabras que lleva "dentro", a lo mejor en realidad está escribiendo la historia que después de todo le apetece leer él mismo. Ni más ni menos. Sin misterio ni complicaciones, el escritor veterano al igual que el novato están plasmando en el papel una historia de la que ya previamente se habrán enamorado, ¿no?

Bueno, no siempre es así, creo. Tengo la impresión de que a veces, llevados de las presiones de la vida diaria o de las expectativas creadas, algunas veces no escribimos la historia que a nosotros nos gusta o nos apasiona y nos inclinamos por historias más "profundas" pero que nos son tan ajenas como esos libros "amigos" que no "amantes" que ocupan algún lugar en nuestra estantería. Y no veo que sea necesario...

Si me he enamorado de una nueva historia, si un personaje me ha hecho palpitar de emoción mientras pasaba las páginas del libro donde está inserto, significa que sigo siendo tan lectora como otro cualquiera y que mis necesidades de lector acaban de ser satisfechas por la obra de algún autor que supo plasmarlas en el papel. Entonces, cuando asuma de nuevo mi rol de autor, haré exactamente lo mismo a la inversa: plasmaré en el papel la historia que me logre apasionar igual, que me haga soñar igual, que me haga vibrar igual. Si consigue enamorarme a mí... sí, conquistará también el corazón de cualquier otro lector. De seguro ;)

16 de noviembre de 2009

Una alegría

Escribes un relato. Lo revisas. Tienes tus dudas, tal vez le cambias un giro, quizá el final completo. O tal vez no le cambias nada, pero igual has estrechado tus lazos afectivos con él. Finalmente, revisas las bases del certamen que te llamó la atención y ves si tu relato se ajusta. Si se ajusta bien, lo preparas, redactas tu plica y lo envías. Y cruzas los dedos, porque en los certámenes literarios de todo puede pasar. Es una apuesta emotiva, porque el relato es más que un informe o un examen. Es el resultado de tu esfuerzo creativo, que quizá te ha tomado tiempo y a veces, algunos sacrificios.

Así me sucedió este año. Fruto de una lluvia de ideas que tuve hacia mediados de año para desembarazarme del peligro de la parálisis creativa, escribí Sueño Profundo, relato de ciencia ficción, cuya acción transcurre en un futuro más o menos lejano, cuando una telépata venida a menos debe intentar recuperar sus habilidades para despertar a un importante científico de un coma, provocado por una explosión misteriosa. El relato me tomó tiempo, pues debí documentarme sobre las teorías de la conciencia como fenómeno biológico y la relación que guardaban con las teorías cuánticas, las mismas que se usan en la elaboración hipotética de las computadoras cuánticas, que deberían sustituir nuestros sistemas actuales. Es un tema espeso, en especial si no tienes bases para comprenderlo, aunque intensamente interesante, debo decir. Al final, luego de revisiones exhaustivas, di por concluido el cuento y lo envié nada menos que al XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción, que auspicia la Universidad del País Vasco.

No gané. ¡Pero quedé finalista!

He aquí la noticia que me alegró el día: (también aquí y aquí)


"La Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV anunció durante la ceremonia Alberto Magno 2009, celebrada ayer, el fallo del XXI certamen literario Alberto Magno de Ciencia Ficción. El gandor del Primer Premio, dotado con una cuantía de 3.500 euros, ha sido el escritor de origen cubano Vladimir Hernández Pacín, residente en Barcelona, por la obra "Tocando las puertas del cielo".

Vladimir Hernández Pacín nació el 21 de noviembre de 1966 en La Habana, Cuba, donde cursó estudios de Ingeniería Metalúrgica y de Física. Comenzó a escribir en los años 80 bajo el pseudónimo de Blade. En el año 2000 fue finalista del premio UPC y en 2006 obtuvo el Segundo Premio Alberto Magno por "La Apuesta Faustiana". En los últimos años ha escrito numerosos relatos y novelas del género de Ciencia Ficción.

Por su parte, el Segundo Premio Alberto Magno, dotado con 1.500 euros, ha correspondido a Óscar Beltrán de Otálora Martínez de Antoñana (Vitoria-Gasteiz) por el relato "El gran viajero", mientas que la categoría Premio UPV/EHU ha quedado desierta. Óscar B. de Otálora es periodista de la sección de Política de El Correo, y disfruta haciendo magia y escibiendo ficción en sus ratos libres.

El jurado del premio, compuesto por profesores de diferentes áreas de la Facultad de Ciencia y Tecnología han declarado finalistas los relatos "Espacio, tiempo y casualidad", cuyo autor es Luis Alejandro Vinatea Arana (Florianópolis, Brasil), "La costilla de Dios", escrito por Miguel Santander García (Valladolid) y "Sueño profundo", cuya autora es Laura Quijano Vicenzi (San José, Costa Rica). En esta convocatoria se han presentado un total de 52 relatos, todos escritos en castellano, remitidos desde Argentina, Cuba, Venezuela, Brasil, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Israel, Nicaragua, Uruguay y otros 33 procedentes de diversos puntos de España.

La festividad de Alberto Magno, patrón de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU ha sido el día elegido para dar a conocer el falllo del Premio Literario Alberto Magno de Ciencia Ficción, el más antiguo de los certámenes nacionales dedicados a este género, y uno de los premios con mayor dotación económica. La Ceremonia ha estado presidida por el Rector de la Universidad del País Vasco, Iñaki Goirizelaia, y Esther Domínguez, Decana de la Facultad de Ciencia y Tecnología.

En el evento celebrado hoy se entregaron los Diplomas a un total de 323 alumnos del Curso 2008-2009, egresados de las nueve titulaciones científico-tecnológicas que se imparten en la Facultad de Ciencia y Tecnología. Los nuevos científicos y tecnólogos vendrán a cubrir en buena parte la demanda de especialistas en el campo de la I+D+i por parte de la comunidad empresarial, investigadora y docente del País Vasco."


El resaltado y el color fueron cosa mía, por supuesto. ¿No es estupendo? Mi Sueño Profundo entre los cinco mejores de entre 52 relatos. ¡Me siento, hoy, muy bien! Honrada, por la estatura del certamen y del jurado, y complacida, de haber gustado.

Un día para estar contenta. :)

P.D. Por cierto, no conozco a los autores que ganaron ni los que quedaron finalistas, pero desde aquí les extiendo mis felicitaciones. ¡Enhorabuena!

12 de noviembre de 2009

El placer de una buena lectura... ¿electrónica?

No recuerdo quién dijo que todo escritor es ante todo un buen lector. Quizá los teóricos de la creación literaria, que por mucho tiempo debatieron el origen de nuestra inspiración: si de la realidad o de las letras mismas. No sé si ellos llegaron a alguna conclusión conciliatoria (no lo recuerdo), pero en mis impresiones (humildes y personales, que conste) pienso que ambos caminos son complementarios y retroalimentarios. Como la educación de una persona, donde herencia y ambiente juegan siempre papeles alternativos y complementarios, en la formación del escritor se hallan los estímulos directos de la realidad y por supuesto, el tipo y cantidad de lecturas que haya realizado a lo largo de su vida. Creo firmemente que todos podemos definirnos a través de nuestras lecturas -o a través de nuestras no/lecturas- y que si hemos de escribir por todos los años de nuestra vida, seguiremos leyendo también hasta el final.

Leer, en mi caso, es parte del estímulo real. He leído desde que tengo memoria (aprendí cuando tenía unos cinco años y como mi memoria no es precisa más atrás de esa edad, por eso la lectura me acompaña desde entonces). No he parado nunca ni creo que tal cosa suceda, por la simple razón de que leer para mí es parte de mi descanso, de mi reflexión, de mi encuentro personal, de mi paz y hasta de mis equilibrios. Si me quitan mis libros me hundo en la tristeza. Tan simple como eso. Necesito leer, aunque sea un poco, todos los días. Si no tengo un libro, pues qué caray, un periódico, una revista y hasta un catálogo puede funcionar como sucedáneo muy temporal, pero al final encontraré un libro que me asista.

Esta característica me hace una lectora flexible. Como mi vida se ha vuelto complicada de un tiempo para acá (familia -incluidos tres niños-, trabajo -no relacionado con la literatura-, y deberes domésticos), tengo que leer cuando puedo y muchas veces, cuando puedo es en la fila del banco, en el autobús, o durante los minutos que tarda mi computador en cargar. No descarto los pocos momentos en que puedo sentarme a leer un buen libro sentada en un sillón con una bebida agradable en la paz de mi hogar, pero son tan escasos que a veces sólo puedo soñar con ellos. Esta situación impone algunas consideraciones a la hora de elegir el tomo a leer:

1. Si voy al banco, debo escoger un formato sencillo, chiquito, de bolsillo. Un librote de pasta dura es imposible de cargar dentro del bolso y pesa lo suyo en una larga fila en el banco.
2. Si voy a incluirlo en algún viaje menor, debo considerar otros tomos adicionales, por lo que el tamaño y maniobrabilidad son destacables.
3. Si cuento con todas las comodidades, el libro puede ser lo grande que quiera. No hay problema.

¿Y qué tal el libro electrónico? Pues se supone que sería el máximo exponente de la flexibilidad, dependiendo del soporte. En uno de esos lectores electrónicos modernos con pantalla "amigable" y con carga de varias horas, sería genial. Aún son algo costosos y no pueden conseguirse en todo lugar, pero pronto habrán invadido hasta el último rincón del planeta. Tienes la ventaja adicional de que no llevas sólo un libro dentro del lector, sino muchísimos más y del tamaño que quieras, con lo que las consideraciones de comodidad y etc. pasan de lejos y finalmente eres un lector moderno con tus amados libros al alcance de un click. ¡Guau!

¿Y el placer? Bueno... se supone que el placer está en la lectura misma. ¿Pero y ese aroma particular del papel, esa facilidad que supone no tener que cargar la batería, no tener que prender o apagar nada, no temer perderlo pues su precio es relativamente bajo en comparación? ¿Esa íntima conexión con lo antiguo? (En estos días, los libros son los últimos vestigios de una antigua tecnología que se ha resistido duramente al paso del tiempo).

La tecnología avanza y abarata los costos de muchos placeres. La generación que está creciendo está acostumbrada a lo digital, como parte de su vida e incluso de su cuerpo, y para ella un lector electrónico será tan habitual como ya lo es un celular, un IPod o un computador portátil. Y como siempre habrá una porción lectora en nuestra sociedad, dicha porción se alejará con el tiempo del libro impreso en papel y tenderá a la tecnología que le es más familiar.

¿Qué pasará entonces con nuestros libros amados de papel? Bueh... supongo que se perderán, tarde o temprano. De hecho, las editoriales que saben adaptarse y las librerías que no quieran cerrar, ya deberían estar montando sus secciones de ventas de libros electrónicos y de aparatos soporte para leerlos, antes de que la marea las arrastre hacia la desaparición (muchas editoriales ya están agresivamente entrando en ese mercado, por fortuna). Pronto habrá interesantes sitios de lectura en cada librería, lo auguro, y no creo que nadie piense ahora que esa imagen es sólo ciencia ficción.

De momento, sin embargo, aunque noto en auge el mercado del libro electrónico y la venta de los lectores, el libro de papel tiene todavía su amplio margen de acción, en especial entre nosotros, los menos jóvenes, quienes aún poseyendo un aparatitito estupendo con miles de libros insertos, no podemos resistirnos al viejo tomo encuadernado con sus páginas tangibles que nos espera en el rincón preferido de la casa. Nuestro instante perfecto de lectura... nuestro instante de placer. :)

P.D. Ojo: ya viene Google Editions y la librería virtual para el año 2010, como una especie e ITunes de los libros, con participación de editoriales y distribuidoras. ¡La cosa está que arde!