15 de septiembre de 2010

Memoria breve de una presentación

Es bueno saber que aquello que escribes ha llegado a alguien, de una manera u otra, y no porque se lo hayas pedido o porque te conozca personalmente. Es cuando te sientes realmente escritor, cuando tus escritos trascienden tu área privada y se convierten en parte de la literatura universal, aunque sólo llenen un pequeño espacio en universo tan extenso.

Mi tono pseudo-filosófico se debe a que el escritor costarricense Daniel Garro publicó en Clubdelibros.com una pequeña reseña o crónica de la Presentación de Posibles Futuros en la Universidad de Costa Rica el pasado 6 de septiembre. Aunque casi no hubo público, al menos si hubo quien escuchara la interesante plática que en torno a nuestro libro fraguaron dos profesores universitarios, un estudiante y dos de los autores participantes de la antología. Si tienen interés por leer qué sucedió esa velada, la encuentran aquí.

Si han leído el libro y quieren comentar la reseña, no duden en dejar sus impresiones. Si no lo han leído..., pues, ¿qué están esperando? ;)
(No habría nada más agradable que conocer sus impresiones. Palabra).

6 de septiembre de 2010

Una nueva "Imaginarios"

Como ha sido mi costumbre desde que se lanzó Imaginarios, he aquí que les hago notar que ya está disponible para descarga el nuevo número correspondiente a este trimestre, con nuevos artículos, especiales y hasta con secciones nuevas. Pero mejor reproduzco aquí la presentación que acompaña su lanzamiento, redactada por Carmen Cabello:

"Un trimestre más. Un nuevo Imaginarios y, además, estamos de celebración. Con este número celebramos con vosotros, imaginarios que leéis, nuestro primer aniversario en la red.

¿Qué podéis encontrar en este Imaginarios? El especial de Canción de Hielo y Fuego, nuestro primer artículo colaborativo creado por 16 personas que cuenta con un magnífico artículo sobre la saga, información sobre algunas de las casas, mini entrevista a Alejo Cuervo, mención sobre el cómic El Caballero Errante y con ilustraciones del genial Enrique Corominas. Y, como no puede ser de otra manera, nuestros ilustradores también nos muestran la visión sobre algunos personajes de CDHYF. Y como no todo Martin es esta genial saga, también incluimos una reseña de uno de los mejores libros que mucho de nosotros nos hemos leído: El Sueño del Fevre.

Comenzamos dos nuevas secciones: Mitología y el Bestiario, este último tiene ilustraciones cedidas por el gran ilustrador Ciruelo Cabral. Y como no, grandes artículos en nuestras secciones habituales.

Os invitamos a visitar nuestro índice para que podáis echar un vistazo a los más de 50 temas que os hemos preparado con el cariño habitual.

También tenemos el placer de comunicaros que Marisa López “Sarima”, que lleva trabajando en el proyecto con dedicación y entusiasmo desde casi sus inicios, toma las riendas del apartado artístico desde este mismo momento como directora de arte. Le agradecemos toda su dedicación, como la estupenda portada que nos ha regalado para este número, el de nuestro primer cumpleaños.

Y yo, personalmente, quiero aprovechar también, sin que sirva de precedente, estas líneas para daros las gracias a todos los que hacéis posible esta revista con vuestra participación, trabajo e ilusión. Os podría nombrar a cada uno de vosotros y eso no me supondría ningún esfuerzo (de hecho suelo hacerlo cada tres meses). Pero como dije antes, resulta que hoy estamos de celebración.

Una fiesta donde sois invitados de honor todos nuestros lectores, que trimestre tras trimestre os descargáis esta ingente cantidad de megas en los que ponemos mucho cariño.

Aún recuerdo cuando hace un año, en el comunicado de presentación del primer número, dije que la revista tenía noventa páginas pero que en las siguientes iba a tener bastantes menos. Falso. Cada trimestre va a más. Ciento veintiséis páginas tienen la culpa, ahora que al fin remiten los calores del verano español y se acerca el invierno, de que tras un año de andadura el bebé con el mejor yayo del mundo siga creciendo a pasos de gigante. Felicidades lector, porque con total seguridad las disfrutarás de la misma manera que nosotros.

Ahora tocaría una despedida épica, cantando de la batalla librada y ganada, tal vez de los clarines que suenan con el nuevo amanecer en la Ciudad Blanca. Pero no, ya que si Imaginarios fuera una batalla nos hubiéramos retirado antes de comenzarla, y en este número cambiamos la sombra del Árbol Blanco por la del Muro del Norte. Prefiero despedirme de estas líneas diciendo hasta luego, a poco que el tiempo se dilate nos veremos en diciembre… Pero os animo a conocer al equipo de la Federación Española de Fantasía Épica en la Hispacón, o el II Foro de Sagas, porque estaremos en jornadas, talleres, torneos y un largo etcétera en diferentes lugares de la geografía española. Aunque si no podéis venir, siempre estaremos cerca en el universo de la Imaginación (y en www.espadaybrujeria.com).

Porque después de un año, yo sigo soñando Imaginarios. Nosotros seguimos soñando Imaginarios, ¿y tú?

Carmen Cabello"
Disfrútenla, como siempre. :)

1 de septiembre de 2010

"Si no termina mal, no sirve...

... o lo que es lo mismo, si termina bien es un bodrio". He visto este tipo de sentencias muchas, muchísimas veces a lo largo y ancho de Internet como si fuese el dictamen de un juez que señala las virtudes y defectos de los textos narrativos literarios. Y me asombra, porque no sólo es reiterado, sino que incluso es dogmático. Si uno externa una opinión distinta, es tratado o visto como ingenuo, poco formado o incluso, como títere de la "propaganda comercial".

Y yo digo, ¿cómo?

¿De qué estoy hablando? Bueno, pues de los famosos finales de las historias. El otro día leí otra enésima oponión sobre un libro X, en el que lector decía que no le gustaba porque era como un "cuento de hadas", terminando bien o feliz como una película de Hollywood. Y con eso daba al traste con el libro. ¿Juzgaba el libro por su coherencia interna, por la belleza de su lenguaje, por la solidez de su argumento, por la originalidad de su estilo, o por el buen desarrollo de sus personajes -criterios todos más o menos objetivos de los que nos valemos para juzgar la calidad de una obra literaria-? No, para nada. No decía nada de eso. ¿Expresaba un simple gusto porque la historia era entretenida, divertida, emotiva o por el contrario, era aburrida, pesada, poco fluida -criterios todos más o menos subjetivos de los que nos valemos para juzgar el impacto de una obra literaria-? Tampoco. ¿Entonces? Sólo juzgaba el libro (como bueno o malo) porque el final era "feliz". Es decir, porque las cosas terminaban bien y no mal, como "debe ser".

¡Cielos!

Entonces, ¿es mi deber terminar todas mis historias de manera trágica o desoladora para ser considerada como una autora adulta -porque en las historias infantiles se aplica la noción contraria-? Parece que sí. Si escribo para niños, se me perdona que todo termine bien. Como si los niños no pudieran o no supieran asimilar hechos tristes. Y si escribo para adultos, sólo se me admite que todo termine mal. Como si los adultos no pudieran o supieran asimilar los éxitos grandes o pequeños de la vida.

A mí todo esto me huele a prejuicio. Y volvemos con el pesimismo reinante en la sociedad actual. Muchos intelectuales parecen considerar verdad de Pero Grullo el hecho de que "pintar la realidad" es obra de artistas y que cuando se ve el resultado este debe ser amargo. Pues a mí me parece que la tal verdad de Pero Grullo no es más que la supina expresión del más completo pesimismo que poco o nada tiene que ver con la realidad.

La realidad es gris, blanco, negro, azul, rosa, amarillo, rojo, verde, café, morada. Es multicolor. Es variopinta. Es caleidoscópica. Vivimos rodeados de tragedias, comedias y tragicomedias, de dramas y canciones, de llantos y risas, de amor y de odio, de crueldad y compasión. Es un tapiz tan complejo como maravilloso, igualmente decepcionante que esperanzador. No hay una vertiente monótona en la realidad de nuestro mundo, salvo nuestras propias e íntimas monotonías, que son nuestra responsabilidad y quizá nuestra pena, pero sólo nuestra. Que nosotros vivamos aburridos, no significa que todo el mundo lo está. Que nosotros tengamos fracasos, no significa que todos los demás también. Y al revés. Que nosotros tengamos muchas emociones, no significa que todos los demás las vivan a diario. O que si nosotros somos exitosos, todos los demás también.

Y lo mejor de todo es que la mayoría de los artistas lo saben y por eso saben pintar realidades varias, que cambian y recrean emociones distintas en cada obra, en cada entrega o en cada espectáculo. Por eso, cuando un escritor se lanza a la tarea de narrar una historia, puede variar desde una gran oscuridad a una blancura inmaculada y viceversa, sin que se pueda decir que esté "faltando" a la realidad.

¿Hay artistas que pintan mundos falsos? ¡Por supuesto! Cuando son monótonos o perfectos, diría yo. Porque ahí sí, no hay monotonías ni perfecciones en nuestra realidad. Ahora bien, cuidado. ¿Y si el artista es consciente de lo que hace y al pintar un mundo monótono o un mundo perfecto lo hace con un fin particular? Como Tomás Moro cuando escribió su Utopía o los pintores del Renacimiento cuando recrearon una Grecia antigua idealizada en sus cuadros bucólicos. ¿Pintaban la realidad? No. Pero se regodeaban en la belleza del arte, que así se liberaba de las cadenas del Medioevo y lanzaba con toda su fuerza un Renacimiento que nos iba a legar ciencia, pensamiento y apertura intelectual. ¿Resultó importante que pintaran la realidad? No, porque no era su arte ni su objetivo. Así pues, ¿es obligatorio para un artista representar sólo ciertas porciones de la realidad todo el tiempo para ser considerado con seriedad y para ser reconocido en su obra? Obviamente, no. Así también extraemos otro corolario: ¿es obligatorio pintar la realidad o podemos fabricar nuestras propias imágenes, aunque tengan poco que ver con la realidad? Parece evidente que el Arte se vive en libertad, así pues, no hay "obligaciones" en su expresión.

Volviendo, pues, a nuestro punto de partida, no me parece equilibrado ni justo que se juzgue a una obra porque su final no es todo lo trágico u oscuro que "debería ser", precisamente porque no todos los finales oscuros son coherentes con la historia que se narra y la coherencia sí que es una premisa indiscutible en el Arte Literario (y en los discursos, y en el pensamiento filosófico, y en las ciencias, por cierto), porque la realidad misma no siempre es trágica u oscura, y porque un final trágico no siempre conviene al propósito artístico del autor.

Así que, al diablo con tanto prejuicio. Si la historia que se narra ha de terminar bien, que termine bien. Si ha de terminar mal, que termine mal. Que su final no traicione la coherencia y el espíritu de esa obra y que complete un cuadro de suprema belleza, que es uno de las razones estéticas por las que la Literatura es un Arte en toda su expresión.