11 de marzo de 2019

Entrevista en Canal 15 UCR




¡Cuán agradable resulta poder hablar de lo que a uno le apasiona con alguien que sabe hacerte las preguntas precisas! Eso me ocurrió el pasado 18 de febrero, cuando el periodista Ronald Díaz me entrevistó para los programas especiales del Canal 15 (UCR), entrevista que salió al aire la semana pasada y fue publicada hoy en YouTube, en el canal del Canal. Fue una entrevista muy cálida, fácil, en la que él me hacía algunas observaciones y preguntas precisas y yo podía responder a mi ritmo.

Hablamos sobre la ciencia ficción y mi relación con ella, partiendo del hecho que me he dedicado a su escritura desde hace muchos años. También hablamos un poco del género fantástico en general, un tema inevitable cuando se trata de la ciencia ficción y de mí misma como narradora. Luego derivamos hacia una interesante reflexión sobre los comics de superhéroes y de cómo podríamos considerarlos: si pertenecientes al género de CF o a otros, además de su público objetivo, que pasó de ser el sector adolescente, mayoritariamente masculino, de hace muchos años, al vasto público de la actualidad, en el cual encontramos muchos adultos en un gran rango de edades y procedencias.

Luego del tema de los superhéroes, también comentamos un poco sobre mis novelas (Una sombra en el hielo, Señora del tiempo, Estrella Oscura y Crónica de un viaje: Magia) y uno de mis relatos, el más reciente, que se encuentra en una antología de varios autores (Protocolo Roslin, ECR, 2019). Y finalizamos con un comentario sobre el proyecto más reciente en el que estoy participando de forma muy activa, el canal El Grimorio, que se emite en YouTube.

Una oportunidad estupenda para comentar sobre mi actualidad y, de alguna forma, sobre mi historia.

3 de marzo de 2019

Antes y ahora: una reflexión sobre la escritura y el mundo de las publicaciones



Recuerdo cuando decidí escribir novelas, allá en los dorados tiempos de mi infancia. Tenía como 10 años cuando pasé de dibujar “comics” y escribir diálogos en viñetas, a describir solo con palabras y organizar las conversaciones entre los personajes por medio de guiones y espacios. Pensaba que era muy fácil. Solo tenía que imitar el modelo de mis novelas favoritas y rellenar con mis propios contenidos dicho esquema. Y dado que mi afición por las novelas de Enid Blyton (pese a su misoginia) me marcaba entonces, mis primeras novelas trataron sobre un hipotético internado ubicado en Inglaterra (cómo no) y sobre una protagonista muy inteligente llamada (ejem) Laura. ¿El título de la serie? (porque, por supuesto, ¡tenía que ser una serie!): Colegiales. Nada original, lo sé, pero a mí me parecía el non plus ultra de lo fino.

Luego, mi interés por lo fantástico comenzó a dominar mis lecturas y, por ende, mis aficiones escriturales. Demás está decir que la serie Colegiales vio la luz en dos tomos y nunca más prosiguió. Se me hacía lento y aburrido y preferí inclinarme por historias fantásticas. Fue así como comencé El Cristal Azul, larga historia sobre un mundo imaginario donde una protagonista, que vivía disfrazada de hombre (por muchas y extrañas razones) debía recuperar una valiosa joya por el bien de su pueblo. Escribí en muchos cuadernos (¡escribía en cuadernos y más cuadernos!) y nunca la terminé. Luego, la perdí, tristemente. Sin embargo, queda en mi corazón.

En todo ese tiempo, jamás me planteé enviar mi material a publicar. Ni por asomo se me ocurrió que yo pudiera ser escritora profesional. Mi vida se enfocaba en el colegio, mis aficiones adolescentes y mi escritura-terapia, que era lo que más calmaba mi corazón y me producía felicidad. Y cuando mi interés varió un poco de la fantasía hacia la ciencia ficción (influida por mis lecturas de Isaac Asimov y otros autores de la Edad de Oro), tampoco me interesó el tema editorial. Así, cuando llegué a los 19 o 20 años y escribí una novela corta llamada Una sombra en el hielo, ésta quedó engavetada. No podía concebir que yo, esta muchacha que estudiaba Derecho y llevaba materias de Filología Española, pudiera llevar un libro a las estanterías de una librería.

Hasta que llegó un concurso: el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica. Y a mi esposo (ya estaba casada para cuando cumplí los 24 años) se le ocurrió que podía enviar Una sombra en el hielo a concursar. Lo hice. Y ganó. Y creí, honestamente creí, que comenzaba mi vida de escritora de verdad.

¡Qué de ilusiones se forja una con la idea de una publicación, de un tiraje, de una ronda de promoción, de entrevistas en la televisión! ¡Cuán poco me faltaba, según mi escaso entendimiento, para llenar una vitrina con mis libros! La ilusión hecha Laura. Y luego… el desencanto. El libro fue publicado, se vendió en librerías, pasó, se fue… Y yo volví a mis rutinas, sin ninguna idea de cómo despegar de mi pequeño mundo.

No creo que los escritores de hoy, los que ya se han topado de frente con la locura de Internet, con las publicaciones de Amazon, con las plataformas digitales, con las redes sociales y todo este mundo demencial en el que nos vemos envueltos, se hayan puesto a pensar en lo difícil que era antes poder publicar y darse a notar si no estabas acompañado de una agencia o una editorial dinámica. Muchos se quejan de que ya no se puede uno encerrar a escribir y dejar el marketing a la editorial, que hay que salir a las plataformas digitales y anunciar uno mismo lo que escribe: no son conscientes, me parece, de que nunca pudo uno hacer eso y esperar a que el mundo se enterase de tu existencia. Nunca. Una sombra en el hielo fue publicada por una editorial grande de mi país y tuvo la promoción usual de aquel entonces. Pero nada más ocurrió, porque nada más podía hacer yo si no tenía la guía de alguien como un agente literario o el poder económico de la prensa. ¿Y qué sabía yo al respecto? Nada. Ahora tampoco se trata de que sepa mucho, pero las opciones que se abren ante uno son mucho más amplias, más variadas y más numerosas. Hay opciones. ¿No se trata entonces de aprovecharlas?

Sin embargo, durante unos once años, entre Una sombra en el hielo y “El precio de la eternidad”, no hice nada al respecto. Solo escribía en mis ratos libres, solo para mí, tal como lo hacía en mis tiempos juveniles, sin prospectos de terminar ninguna de las novelas o cuentos que habré comenzado en esa época. Pero después de “El precio de la eternidad”, mi actitud cambió, porque me di cuenta de que el mundo había cambiado.
Así llegaron muchos de mis relatos, como "Por siempre otro" y "Sueño profundo", que aparecieron en Internet; y luego aquellos que compartieron espacio en publicaciones de otros autores (¡es toda una experiencia compartir antología con otros como uno!), como "Flor del crepúsculo", "Objeto no Identificado" o (el más reciente) "Asistencia doméstica". Escribir relatos ha representado un ejercicio inestimable que me ha mantenido en contacto con mi lado más profesional de la escritura y, a la vez, con la posibilidad de la publicación.
Pero también llegaron las novelas. Tras casi 20 años de haber publicado Una sombra en el hielo, vino Señora del tiempo, que pudo, ¡para mi alegría!, llenar las vitrinas de una librería. ¡Las vitrinas! El sueño dorado de mi infancia vuelto realidad, una realidad que no llegó porque me quedé sentada esperando que otros se hicieran cargo de anunciar la aparición de la novela. Y lo mismo me está sucediendo ahora, cuando Estrella Oscura y Crónica de un Viaje: Magia apenas han iniciado su larga travesía en Amazon...



No todos tenemos la posibilidad de mantener grandes campañas de promoción ni de contar con agentes literarios. De hecho, esos son los menos. Pero sí podemos acceder a este mundo interconectado y proseguir el sueño de escribir y publicar aquello que inunda nuestro corazón, con la posibilidad real de llegar a muchos, más allá de nuestras fronteras, que querrán compartir ese sueño con nosotros. =)

1 de marzo de 2019

Preguntas

Voy a apartarme de los temas usuales que trato en este blog para externar mi inquietud sobre un tema que ha estado en la palestra en días recientes. (Esta es una copia del mismo texto que he subido en mi página de FB):


Viendo que el tema está en la prensa nacional y en numerosos memes y comentarios en redes sociales, no puedo evitar preguntarme lo siguiente:

1. Si la vacunación es tan eficaz para protegerme de una enfermedad contagiosa como el sarampión, ¿por qué hay tanto temor de que una familia extranjera haya traído “de vuelta” tal enfermedad al país? ¿No se supone que una vez vacunada, ya no debo temer del ataque implacable de los agentes patógenos que la producen, porque ya estoy “protegida”? ¿O significa entonces que no basta con que yo solita me vacune, sino que debe estar todo mi entorno vacunado? O sea, ¿van a decirme que de nada sirve que más del 90% de la población tica esté vacunada contra el sarampión si una sola familia de tres personas puede ponerla en jaque? (Por cierto, no he visto que la familia en cuestión haya sufrido ningún problema, salvo el de estar un poco mal y necesitar reposo…).

2. Si la Caja del Seguro Social señala que la incidencia mortal del virus del papiloma humano ha descendido sistemáticamente en el país desde hace años y la misma Caja admite que más del 80% de la población, aunque tenga el virus, lo desecha de forma natural sin problemas de salud, ¿por qué considera “necesario” que se vacune masivamente a la población infantil con una vacuna carísima y tan cuestionada como la que ofrece Merck? ¿Por qué los que acusan a los padres que no quieren vacunar a sus hijos de delincuentes e irresponsables no hacen mención de la polémica desatada por la administración de una vacuna cuya eficacia aún no se ha demostrado? Hay que recordar que el cáncer de cérvix no se desarrolla, cuando lo hace (que es raro), hasta después de 15 a 20 años (o más), mientras que la vacuna fue probada clínicamente durante solo 5 años, sin que hubiera replicabilidad independiente por parte de laboratorios ajenos a la farmacéutica. Además, los casos documentados de niñas y mujeres con graves trastornos luego de la administración de la vacuna tampoco son mencionados: el riesgo existe, pero no se informa de ello.

3. ¿Realmente sabemos qué contiene una vacuna? En la escuela, nos enseñaban que las vacunas eran los microbios debilitados (o muertos) que funcionaban como aliciente para que el sistema inmunológico estuviera preparado para cuando aparecieran los “verdaderos”, pero ¿solo eso contienen? ¿Alguna vez se preguntan qué efectos reales tienen en nuestro organismo el mercurio, el aluminio, los formaldehídos y todas las sustancias químicas adicionales que se incluyen en una vacuna? Por ejemplo, la vacuna del papiloma humano contiene el polisorbato 80. ¿Sabemos realmente qué efecto tiene tal sustancia en el cuerpito de una niña de 10 años? ¿O aun de una mujer hecha y derecha?

4. Si acaso he visto un solo estudio, UNO solo, que se hizo en Estados Unidos, en el que se comparaba el estado de salud de 200 y pico de niños no vacunados contra 400 y pico de niños vacunados. El resultado fue impresionante: los niños no vacunados se encontraban en mejores condiciones de salud que los vacunados y aun estos últimos tenían más posibilidades de desarrollar afecciones crónicas y males como la obesidad y la diabetes que los otros. ¿Sabemos de estudios independientes de las farmacéuticas que demuestren que las vacunas son realmente eficaces para proteger la salud de la población? ¿Cómo sabemos que no fueron otros factores ambientales, como una mejora en los sistemas de higiene pública y mejor alimentación, los que permitieron que la gente del siglo XX para acá fuese más saludable y longeva? Y sin embargo, me pregunto: ¿de dónde viene tal incidencia de males mentales, de problemas cognitivos, de enfermedades crónicas y alergias, jamás vista antes en la generación de nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Por qué, si somos más longevos, hay tanto mal crónico en la gente?

5. Si la ciencia tiene como pilar fundamental la posibilidad de cuestionarnos sobre el mundo, de poner en duda lo que nos afirman sin pruebas, ¿por qué se insiste en callar brutalmente a todo aquel que se “atreve” a alzar la voz contra la administración de las vacunas? ¿Por qué si alguien habla acerca de los peligros de la vacunación, se le trata de tonto, ignorante, irresponsable y un largo etcétera? ¿No estamos ante un dogma: que la vacunación es incuestionable?

Si alguien puede responder mis preguntas de forma convincente y bien argumentada, sin insultos, sin suposiciones ni prejuicios, quiero escuchar sus respuestas.

Nota: Imagen de whitesession en Pixabay