26 de diciembre de 2008

Sólo... ¡Feliz Navidad y un magnífico Año Nuevo!

¡Feliz Navidad a todos! Y que el año que casi comienza esté lleno de satisfacciones y promesas cumplidas...
¡Saludos!

20 de diciembre de 2008

¿Plagio o inspiración?

Recorriendo en son de paseo la red, me topé con una pregunta llamativa: ¿Eres un plagiario involuntario? Me pareció tan sorprendente que me detuve a leer lo que el autor de la pregunta proponía y me sumergí en una discusión interesante. Era un foro de escritores.

Todos estaban de acuerdo, en líneas generales, lo que un plagio es. Yo compartía el punto de vista general: me parece obvio que copiar en parte o en su todo una obra ajena se identifica como plagio y el ofendido (es decir, el autor al que hemos copiado su trabajo) tiene todo el derecho de demandarnos por la infracción grave a una de las nociones más elementales de los derechos de autor. Pero, ¿qué ocurre cuando el plagio es involuntario?

Me pregunté: ¿acaso existe semejante cosa? Hubo quienes adujeron que copiar elementos o nociones de otra obra ya es un plagio. Pero, ¿qué son "elementos" o "nociones"? ¿Cómo separar lo que es propio del autor de lo que pertenece a la comunidad ("propiedad comunal")? Pues alguien argumentaba que no es posible la originalidad absoluta. Siempre tendremos un referente en el que nos habremos basado, inspirado o impulsado.

Yo pienso lo mismo. Los referentes son necesarios. Casi todos los escritores han comenzado por ser grandes lectores. Y los autores a quienes han leído suelen reflejarse de alguna manera en sus obras, sin que por ello debamos pensar que los están plagiando. Si me gusta mucho Tolkien y escribo una historia sobre elfos, ¿estoy plagiando a Tolkien? ¿De qué manera, si los elfos, para empezar, tampoco fueron creación del propio Tolkien sino que él los tomó del imaginario popular? Las líneas entre la inspiración y la copia pueden diluirse si hilamos delgado.

Alguien alegaba que un verdadero plagiario involuntario suele ir más allá de tomar los referentes culturales y utilizarlos de forma activa en su historia. En realidad, suelen ser fanáticos fervientes de algún autor, quienes en su afán por homenajearlo, piensan que están emulándolo, cuando simplemente lo están copiando. Y utilizan sus historias, sus personajes y sus conceptos para escribir a su vez obras propias. No copian un trozo de su obra directamente, pero al inundar su trabajo con tantos referentes terminan por copiarlo.

El ejemplo no estaba mal. Recordé esos cortos filmados que abundan en la web con los personajes y escenarios de La Guerra de las Galaxias de George Lucas. Son realizados por fanáticos, y hechos con verdadero cariño, tanto, que suelen quedar bastante bien. Pero el hecho es que están copiando la obra de Lucas. Sin embargo, mientras no lucren con eso, el autor los tolera. Los considera "homenajes".

Entonces, ¿dónde estribará la diferencia? Porque los homenajes también existen. Yo creo que está en la claridad. Si yo preparo un cuento y digo abiertamente que está basado en la Tierra Media de Tolkien, al citar a la fuente directa, no puede decirse que estoy plagiando. Será un homenaje. Y es muy importante no pretender lucrar con él, a menos que los herederos de Tolkien me hayan permitido hacerlo. El problema principal sucede cuando me baso en la obra de alguien para construir algo mío y luego lo presento como si todo hubiera venido directamente de mi cabeza. Aunque no pretenda plagiar, estoy haciéndolo. Y lo del lucro sigue siendo vital.

Otra cosa es utilizar elementos comunes. Elfos, dragones y duendes pertenecen al imaginario popular y todo autor puede usarlos. Marcianos, robots y máquinas para viajar en el tiempo, igual. El psicópata asesino en serie, el detective borrachín y hasta el jefe de policía corrupto son clichés sociales. No hay plagio en usarlos. No puede haberlo. (Cuidado, eso sí, si nuestro policía muestras rasgos sospechosamente iguales a los de Simenon, por ejemplo. Allí entra el plagio). Los elementos comunes son comunes precisamente porque no tienen un autor único ni identificable y forman parte del gran tapiz que es la cultura, un referente omnipresente en todo escritor y en general en todo artista.

Cuidado entonces con los plagios involuntarios. Por más que nos guste Frodo, no debemos crear un protagonista igual a él. Por más que nos guste el doctor Watson, guardarse de inventar un doctor Pérez exactamente igual. Amar a nuestros autores favoritos es una cosa, copiarlos es otra...

13 de diciembre de 2008

El "bueno"

Me resulta interesante observar (y muchas veces lo he notado) que cuando se comenta una historia, corta o larga, la gente suele preferir el personaje malvado sobre el "bueno" aunque no siempre le guste un final "triste". He notado que se le suele tildar al "bueno" de "aburrido", o "predecible" o incluso, "estereotipado". En cambio, el "malo", aunque sea realmente estereotipado o predecible, suele recibir mayor número de seguidores. ¿Por qué será así, siendo un hecho que en nuestra vida diaria -real- no nos interesa en absoluto trabar relación con auténticos "malos", llámense asesinos, terroristas, traficantes o simples ladrones? Si disfrutamos la historia de un asesino en serie que suele escapar limpiamente de la policía, ¿no es cierto que nos alegramos cuando uno de esos verdaderos cae en manos de la justicia y son setenciados a prisión -incluso a la muerte? ¿Entonces? ¿Qué es lo que sucede con el "bueno"?

He de confesar que yo gusto de los "buenos". Los "malos" cuando están bien conseguidos me impresionan, me agradan como contrapuntos, me resultan interesantísimos, pero nunca suelen alcanzar mi simpatía al punto de desearles el triunfo. Siempre deseo, internamente, que gane el "bueno". Pero sí acepto que una enorme cantidad de "buenos" pueden resultar muy aburridos.

En mi caso, la razón principal por la que un "bueno" me aburra o me decepcione es que el autor crea que para hacerlo "bueno" tenga que hacerlo "tonto". ¡Brrr! Es desesperante. Si los "buenos" de la vida real fueran tan tontos como lo son en muchas historias, hace mucho tiempo que no habría civilización. ¡Por favor! No es una condición sine qua non para ser "bueno" ser idiota. ¿Cómo es posible que no sepan "ver" lo que cualquier persona decente en la vida real vería sin problemas? Ése es un punto.

Otro punto defectuoso en muchos "buenos" es que suelen carecer de facetas oscuras. Claro que reconozco una labor concienzuda a ese respecto en muchos autores actuales. Se han abocado a crear "buenos" mucho más convincentes, pues, sin dejar de ser buenos en esencia, pueden mostrar defectos naturales y facetas oscuras. No hablo de un personaje ambivalente, que a veces es "bueno" y a veces "malo", no. Hablo de un auténtico "bueno" que resulta ser un ser humano antes que un ángel.

Otro punto: la apariencia y la condición físicas. Así como antes todos los "buenos" (en particular ellas) eran bellos hasta lo increíble, hoy en día todos tienen que ser gordos, o tener la nariz torcida, o poco pelo o una enfermedad incurable. Detesto la obsesión reinante en estos tiempos de que no pueden existir personas guapas en las historias que a la vez sean "buenas". Pienso que una razonable proporción realista de personas guapas y no guapas en una historia es suficiente. En la realidad, hay muchas personas de muy buen ver que no son malvadas ni escalofriantemente hermosas, y que suelen comportarse como buenos ciudadanos. Así que, crear un "bueno" que tenga una agradable aspecto no ha de ser un pecado, como tampoco hacerlo menos agraciado de lo normal, si se justifica en la historia. Suelo detestar los personajes creados ex profeso para inspirar lástima. No me parecen "buenos", ¡me parecen tramposos!

Un personaje "bueno" que sepa inspirar simpatía, que pueda resultar interesante, que se equivoque sin ser estúpido, que tenga sentido de lo práctico y que sepa mentir de vez en cuando ha devenido en uno de los mayores desafíos de una historia en estos tiempos. Quiero crear "malos" interesantes y contendientes convincentes. ¡Y está resultando más fácil el primero que el segundo!

¿No es una situación que se ha vuelto irónica?

6 de diciembre de 2008

El "malo"

En estos días me puse al día con la nueva temporada de "Héroes", la serie de televisión de NBC que trata sobre mutantes con poderes supernaturales. Siendo una especie de reformulación de X-Men, no podía evitar tener las consabidas batallas entre el bien y el mal y este tipo de cosas. Siendo una típica serie de Hollywood, no podía evitar las parafernalias, los peligros ingentes, las bombas y la necesidad acuciante de tener que "salvar al mundo". Sin embargo, y pese a lo consabido, le reconozco que me entretiene y me intriga y la sigo como alternativa al estrés cotidiano. También me ha proporcionado algunos puntos de reflexión entorno al diseño de situaciones y personajes. Uno de esos puntos se refiere al "malo".

Es usual, MUY usual que en las novelas o en los cuentos aparezca ese magnífico personaje encargado de hacer fracasar al héroe, de ser todo lo egoísta posible y de hacer sufrir al resto de personajes por métodos cual más ingenioso. Es, por supuesto, el "malo". Sin "malo", muchas historias podrían caer en el aburrimiento o fracasar por completo. Sé, claro está, que las hay sin "malo", pero no son la mayoría. El "malo" es un personaje maravilloso, y sin embargo, pienso que es uno de los más difíciles de concebir y diseñar de forma convincente. ¿Por qué?

Pues... ¡es tan tentador diseñar a un tipo rudo, agresor, intrigante, que se ríe de forma ignominiosa! El problema es que ese tipo de malo suele ser ya una pro-forma: un estereotipo. Puede ser bonito o feo, pero no tiene una pizca de bondad o compasión. Es, simplemente, el malo. Y con él arrastramos una cadena de personajes planos poco interesantes que se han convertido en cliché y que amenazan con convertir nuestra historia en cuento de folletín de escasa calidad. ¡Brrrr!

Hoy se espera que el malo sea mucho más complejo de lo que a simple vista se aprecia. Que su maldad tenga una justificación convincente. Que proceda de alguna fuente lógica. Por ejemplo, en la tercera temporada de Héroes me ha gustado descubrir que el "malo" era mucho más complejo de lo que parecía, y aunque con las limitaciones de una saga efectista muchas de sus complejidades tienden a diluirse, resulta un intento de profundización que he de reconocerles a los guionistas. En el caso de la literatura, pondré otro ejemplo: En la saga fantástica Canción de Hielo y Fuego, por ejemplo, el autor se regodea con personajes oscuros, quienes sin embargo, manifiestan complejidades muy interesantes que los alejan de los estereotipos. Entonces los malos no son exactamente tan malos como parecían... ni los "buenos" tampoco. Salvo contadas excepciones.

¿Que Sauron en El Señor de los Anillos es un malo "perfecto"? Sí, es verdad, pero la calidad literaria de este libro estriba en su tono épico y no tanto en su desarrollo de personajes. Sin embargo, Sauron es un personaje interesante, pues más que el "malo" es el Mal, en su pureza. Y los malos son seres pequeños, sujetos a deformaciones, invadidos de envidia o codicia, como los hombres que cayeron bajo el hechizo del Anillo o aquellos que se sienten tentados por él. En otras palabras, personajes bastante más complejos. (Incluso pensemos en la lucha interna terrible que Frodo ha debido afrontar).

¿Qué tipo de malo podemos diseñar para nuestra siguiente obra? No me negarán que resulta una tarea harto interesante y llena de desafíos. ;)