12 de febrero de 2010

Para el Día de San Valentín...

Ahora que nos acercamos a un nuevo San Valentín, surgen de inmediato las consideraciones entorno al amor. Ya sé que se le critica como fecha comercial inventada y alimentada por los fabricantes de tarjetas y dulces, entre otros, pero dejando de lado todas esas observaciones -tan válidas como cualquiera- podemos detenernos un momento en el tema (o pretexto) de esta celebración, cual es el amor (y su prima la amistad).

¿De cuántas maneras se puede celebrar una fecha que festeja el amor (de pareja) y la amistad sincera? ¡Púf! Las posibilidades son variadísimas. Si tienes un corazón romántico planearás viajes, cenas, paseos a la luz de la luna o en mitad de una tarde soleada, o jugarás con la nieve (si estás en la latitud adecuada). Si tienes un corazón apasionado, preferirás la intimidad, el baile y los juegos eróticos. Y si no tienes pareja, te dirás que la fecha carece de importancia.

¿Y un literato? ¿Escribirá poemas? Bueno, siempre he pensado que un género ideal para expresar amor, deseo o frustración amorosa es la lírica. No por casualidad son famosos precisamente los grandes poemas de amor y no es casual tampoco que las canciones populares con letras de amor sean en verdad poemas cruzados con música. La música es una magnífica compañera para la lírica, por cierto, y es también un medio expresivo magnífico para cuestiones de amor.

Pero si no eres poeta o músico y te dedicas a la literatura de todas maneras, supongo que puedes inclinarte por el género epistolar, con esas maravillosas cartas de amor que se han escrito a lo largo de la historia de la literatura universal, o por el género narrativo romántico, contando historias de amor envolventes y grandiosas, trágicas o felices, que hacen las delicias del público.

Sí, las historias de amor abundan. Hoy en día se han apoderado del cine, la televisión, las canciones -pues también se cantan historias- y continúan su reinado en la literatura. En alguna ocasión, de hecho, mencioné el amor como uno de los grandes temas y así es. No sólo se encuentra en la novela romántica, expresión máxima de dicho tema, sino también en todos los otros, de tal manera que incluso amenaza con desvirtuar la naturaleza de géneros tan rudos/fríos como el terror o la ciencia ficción.

No voy a entrar en la polémica de si debería eliminarse el romanticismo de la literatura de terror. Sólo diré que no me extraña que tarde o temprano llegara a ella. El emparejamiento es un instinto básico, muy poderoso, de la especie humana, y todo lo que lo rodea se convierte en interés constante para nosotros. Dado que el arte es expresión de nuestras subjetividades e inquietudes, es lógico que llevemos los complejos e intrincados senderos del amor pasional hasta sus últimas consecuencias, por lo que no es de extrañar que más tarde o más temprano nos preguntáramos si podríamos amar a un vampiro, un hombre lobo o un alienígena, pasando por el psicópata, el terrorista y el delincuente. Son temas demasiado tentadores para no ser abordados.

Dicho esto, y en la proximidad de San Valentín, ¿no es de esperar que también incluyamos en nuestras actividades leer, mirar o escuchar una buena historia de amor? ¿Un relato que nos subyugue, que nos haga llorar o reír, que reafirme nuestra desesperanza o más bien la elimine? ¿No resulta adecuado... siempre?

Una buena historia de amor, que endulce ese Día de San Valentín en una forma o en la otra... y que se una a la larga tradición de la literatura de todos los tiempos... :) Aaaah...

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