9 de febrero de 2010

Premios Nacionales y subsidios escritoriles

Hace poco se despertó la polémica en mi país a raíz de una decisión de los jurados que otorgan los Premios Nacionales: declararon desiertas las categorías de cuento y novela. Era la segunda vez que desairaban a los cuentistas y en el caso de los novelistas, en vez de otorgar el premio, se limitaron a realizar una mención honorífica. En otras palabras, la novela que mereció semejante distinción alcanzó para "mención" pero no para el premio en sí. ¿Es tan raro que se declare desierta una categoría en premios?

Por supuesto que no.

Me explico: siempre es factible que en un determinado certamen, a criterio de los jueces, las obras no revistan la suficiente calidad como para merecer un premio de la naturaleza de los Premios Nacionales, los cuales son otorgados en todas las disciplinas artísticas y científicas del país por parte del Ministerio de Cultura. Es decir, se trata de una distinción notable, y se esperaría, claro está, que los nominados fuesen dignos de alcanzar dicha distinción.

Ahora bien, ¿cuáles son las posibilidades de que en toda la producción literaria nacional no haya habido una sola, una sola, obra que mereciera ser premiada? Se editan miles de libros al año en Costa Rica, de variada naturaleza, y por cierto que son muchas y variadas las colecciones de cuentos y las novelas que son presentadas por las editoriales públicas y privadas cada año. ¿Es acaso razonable pensar que ninguno de esos escritos se haya distinguido de los demás? ¿Ninguno?

Revisando las listas de nominados, era apreciable la cantidad y variedad de géneros literarios que cuentos y novelas presentaban. Escritores veteranos se mezclaban con algunos más noveles, y muchas de esas obras ya habían recibido algunas distinciones menores. Y la explicación dada por algunos jurados no fue ni satisfactoria ni aclarativa. Conclusión: los escritores nacionales se vieron privados de la casi única distinción de importancia del medio cultural nacional, como si fueran pocas las vicisitudes que deben atravesar para poder dedicarse a su oficio.

Alguien, lamentándose de este estado de cosas, declaró que el desaire al escritor nacional sólo ahondaba la crisis intelectual y educativa que sobrelleva el país y que profundiza el drama que a diario vive el artista nacional. Que debería hacerse algo por esto. Que se debe tender una mano a los escritores nacionales, una condición favorable, para que su obra no sólo se edite sino que también se vea, sea apreciada por el lector, sobresalga entre la variadísima presentación de best-sellers y autores extranjeros de renombre. ¿Por qué no otorgar un subsidio estatal?

Y aquí las cosas, me parece, se descarrilan. ¿Subsidios a los escritores? Algo así como un salario, se diría, para que no tuvieran que depender de las hipotéticas regalías que recibirían por concepto de ventas al público y pudieran dedicarse "al arte". Según esta teoría, los escritores nacionales estarían libres de las leyes mercantilistas que tanto daño les hacen y podrían aportar al país el caudal de su talento. En teoría.

Y tal teoría me horroriza. No estoy de acuerdo con el dictamen de los jurados de los Premios Nacionales. Pienso que se desairó injustamente a los escritores nacionales y se les privó de una distinción crucial para ser vistos y apreciados por el público lector mismo. Pero de allí a pasar a ser un asalariado estatal, hay un trecho inmenso.

Subsidiar a los escritores sería lo mismo que abrir la llave de la corrupción y el amiguismo, por un lado, de la previa censura y el empobrecimiento cultural por el otro. Sólo aquellos bien "conectados" con el status quo tendrían acceso a los dichosos subsidios. Sólo aquellos que escriben de acuerdo a los "valores" del ministerio recibirían tales ayudas. Desaparecería el talento y la innovación. El libre pensamiento y el deseo por explorar nuevas expresiones literarias.

Creo que lo mejor que un país puede hacer por sus escritores es abrir los espacios para que aquellos que lo desean o puedan realizarlo los llenen. Que se favorezca la producción literaria eliminando los impuestos sobre la importación de insumos de imprenta, por ejemplo, o que también se fortalezca el nacimiento de más bibliotecas públicas con amplio despliegue de obras nacionales al lado de las extranjeras -pues tampoco vamos a cerrarnos al mundo, como alguien muy "despabilado" también quiso insinuar-, que se promuevan nuevos modelos educativos donde los estudiantes no solo lean los libros sino que los escojan y los discutan, etc.

Y, por supuesto, que los jurados de los Premios Nacionales sean personas de gran estatura intelectual y claridad de visión, para que dejen de declarar desiertas categorías rebosantes de literatura.

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