19 de julio de 2008

Fronteras

Pensando a propósito de lo difícil que es vivir del arte, me preguntaba el otro día cuáles serían los límites que podría tener un autor desconocido para volverse conocido. Tal como he planteado en diversas ocasiones, no me parece en absoluto censurable que un autor literario quiera ser remunerado por sus escritos artísticos. En otras palabras, es perfectamente válido desde el punto de vista moral, que un escritor quiera que sus libros se vendan y solicite el pago de sus regalías como corresponda, en particular cuando ha firmado un contrato de edición con una editorial, empresa comercial como cualquier otra. De igual manera, los pintores venden sus cuadros, los músicos sus partituras, los cantantes las entradas a sus conciertos, etc. También he afirmado, y lo creo, que no hay ni debe haber tampoco imposiciones sobre los escritores, como expresé en la entrada anterior, acerca de los géneros a los que "debería" dedicarse, etc.

Ahora bien, superadas esas reflexiones, ¿dónde están los límites que nosotros mismos como escritores nos imponemos? De acuerdo. No venderé mis ideas a cambio de limosnas. Eso está clarísimo. Ni me volveré panfletario para congraciarme con un dictador, no hablamos de eso. Estoy pensando en nuestros entornos libremente comerciales, donde los autores suelen decidir sobre qué escriben y cómo lo hacen y las editoriales deciden cuáles aceptan y cuáles no (la mayoría). ¿Qué pasa cuando somos nosotros mismos los que caemos en la tentación de "probar suerte" con alguno de los géneros de moda, no porque nos gusten o nos llenen de ilusión, sino porque así pensamos que podremos tener más éxito? O peor aún, ¿qué pasa si se nos cruza por la cabeza dedicarnos a laborar en esos seudogéneros, productos comerciales, cuyas historias ya están prefabricadas, donde cada personaje tiene trazado su esquema y hasta podemos adivinar cuál será el final? Es decir, cuando decidimos que la única manera de salir adelante es escribir un "thriller" o una novela rosa.

Alguien puede decir que soy prejuiciosa. Pues no. He leído infinidad de novelas rosas (sí, lo confieso, lo he hecho, ¿quién no?) y sé por experiencia que una es exactamente igual a la otra, con algunas variantes argumentales cliché, pero con la misma sensiblería, el mismo lenguaje semi sensual o semi erótico, con las mismas metáforas, la misma chica hermosa y desolada, el mismo protagonista masculino fuerte, atractivo y absurdo, etc. Son esquemas, no se puede dudar. Y de los thrillers ni hablemos. Todos son más o menos cortados con el mismo molde. Si hasta algunos de los autores más clásicos han confesado que se les hace fácil escribirlos.

Entonces, allí tienes el dilema. Trabajas con esfuerzo denodado en tu historia, esa que amas y piensas con intensidad. Te documentas y elaboras. Piensas en los personajes, en las líneas argumentales, en los escenarios. Los reelaboras y los vuelves pensar. Y llegas a la conclusión de que por más que la adores, nadie te garantiza que el editor de turno la quiera comprar. ¡Vaya! ¿No sería más sencillo que escribiera un thriller o una novela rosa?

Humm... ¿es aconsejable? Si eres un decidido escritor de thrillers o novelas rosas y lo haces bien, pues, adelante, no hay problema. Pero si tus ansias literarias van más allá de los esquemas, ¿no te traicionas a ti mismo al abordar un camino que parece fácil? Vamos, tampoco es que estoy cazando estrellas con una cámara fotográfica, por favor, puedes pensar. Y es verdad. No se trata de que cambias de oficio. Es sólo que...

¿Y qué hay de las franquicias? Esas historias que se fabrican sobre mundos hechos por otros, imaginados por otros, mérito de otros. ¿No es un poco... trabajo de segunda? Todos recuerdan las historias de la Dragonlance como obra y creación de Margaret Weiss y Tracy Hickman, nunca se acuerdan de los autores que continuaron desarrollando la enorme franquicia originada en el universo creado por ellos. Por otro lado, también, si nadie te va a asociar a una franquicia y puedes hacer algo de capital con una de ellas, pues qué caray. Ya te darás a conocer cuando puedas publicar tus propias creaciones originales y te habrás impulsado...

No lo sé. ¿Estoy realmente en una frontera? Quizá no. Tal vez algún día, impulsada por la curiosidad, emprenda la tarea de probar con un thriller o una novela rosa y tal vez cambie mi forma de pensar al respecto de ellos o quizá me divierta, no lo sé. Entretanto, ¿hay fronteras así? Dejo la interrogante...

12 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema viene a largo plazo; a nadie le importa un pepino si Dan Brown escribe otro libro porque, al fin y al cabo, hay mil como él y ya nunca tendrá el aura de lo desconocido.

Lo de los lectores de literatura prefabricada es un amor de carretera: al día siguiente se olvidan del autor y se van con otro. Alguien que tenga talento para producir grandes obras durante cuarenta años se puede echar a perder por no haber hecho valer su propia identidad.

Laura dijo...

De ahí la importancia de la reputación y del por qué de mis interrogantes: ¿quién es este fulano y qué es lo que escribe? Si te has labrado una reputación de escritor de franquicias, o de thrillers o de novelas rosas, te será difícil que puedas salirte del esquema...

En todo caso, suelo pensar que la mejor respuesta es la autenticidad, aunque sea el camino más largo. ;)

Anónimo dijo...

Hola,
Creo que el tema pasa por la necesidad de escribir. Es lo único que vale (siendo obvio e imperativo un pago por tu obra)a la hora de hacerlo. Para negocios, hay miles, lo sabemos, pero el placer de encontrarte en tus escritos, con tus cuestionamientos y, con suerte, con esas grandes inspiraciones que a veces surgen de alguna parte sólo se consigue con la honestidad que te debes.

Conozco músicos espectaculares que ven su arte como negocio y la calidad baja ostenciblemente. El producto, a veces, es perfecto pero LES FALTA PASIÖN.

Ya, suficiente cháchara para la primera visita.
Te mando un abrazo

Laura dijo...

Saludos, Mary y bienvenida. :)

Pasión... supongo que es una de las claves importantes del quehacer liteario artístico. Pero además de pasión, un autor ha de considerar otros aspectos, pues no sólo habrá de escribir, sino también de ser leído. He aquí uno de los puntos con los que tropezamos los escritores literarios todos los días, en esa ansia por ser reconocidos y a la vez ser fieles a nosotros mismos. ;)

François de Fronsac dijo...

Parece que me entero hoy de esta nueva bitácora, que he añadido a mis enlaces de sitios que sigo y ya a esa relación que se actualiza cada vez que subas algo. Me alegro de saludarte.

PD: Por cierto, estoy releyendo Visiones, ahora con la tranquilidad de el inicio de las vacaciones, que te debo un comentario.

Laura dijo...

¡Hola, Francisco! ¡Siempre bienvenido! :) :)
Espero tus comentarios. ;)

Teo Palacios dijo...

Buenos días.

Acabo de llegar a este blog y me parece realmente interesante. Lo enlazaré al mío tan pronto como pueda.

Respecto a esta duda, conozco a un autor de ciencia ficción que en una conferencia sobre literatura comentaba que conocía a un editor que estaba buscando una novela "de romanos" para publicar. Se planteó seriamente escribir una, por aquello de ganar unas perras y probar otros géneros, pero de inmediato deshechó la idea. Su motivo era que estaba seguro de que en el capítulo III como muy tarde, aparecerían ovnis sobre el coliseo, los estandartes de las legiones se convertirían en robots asesinos y la novela se pasaría a ser de ciencia ficción.

¿Hasta qué punto somos capaces de elegir lo que escribimos y qué parte va por libre...?

saludos

Laura dijo...

Yo creo que sí tenemos libertad para escribir lo que queramos. Y aún podemos mantener "el control" sobre lo que escribimos y cómo lo hacemos. El problema es si nos sentimos cómodos haciéndolo o siquiera si podemos disfrutarlo. Creo que ese escritor de ciencia ficción teme que podría aburrirse de verdad teniendo que ceñirse a un ambiente que en el fondo no le interesa ;)

Bienvenido a mi blog, Teo :)

Teobaldo Mercado dijo...

Las fronteras a la escritura nos las damos nosotros, dependiendo de nuestro estado de ánimo y las motivaciones que tengamos para deslizar los dedos sobre el teclado. Creo que uno debe ser fiel a su estilo y no dejarse engatusar por algo simplemente por tener más publico, aunque de vez en cuando uno caiga en esa tentación. Me sucedió con mi relato Lamentos, que tocaba varios clichés latinoamericanos de la literatura fantástica y les cayó estupendo (una historia que no hice con mucho amor, debo confesar); los demás relatos escritos con mis mejores intenciones pasaron casi desapercibidos y, para más remate, entendieron otra cosa muy distinta a lo que querían decir (y por uno me colgaron el apodo de el Robert Heinlein chileno, cosa que no soy y que hasta el día de hoy algunos siguen pensando).

A mi amigo Carlos Raúl Sepúlveda (q.e.p.d.) le sucedió algo curioso cuando presentó una novela fantástica en una editorial: le dijeron que no estaba mala, pero querían que escribiese un libro de autoayuda. Él se negó y se acabó su posibilidad de que esa editorial le publicase algo. Algunos dirán que es ser cerrado o poco profesional, empero yo estoy de acuerdo con su actitud. Creo que cada autor se debe a su estilo y no debería venderse por unas monedas o sacos de dinero. Sí, en eso soy más artista o anticuado, llámenlo como gusten.

P.D.: Acabo de ver a mi compatriota Mary Rogers por aqué. Je, je, je, qué grata sorpresa.

Laura dijo...

Creo que ahí había una frontera. Negarse es un derecho, si no te interesa lo que te piden. Pero aceptarlo, ¿es venderse? Claro está, si te enteras de una editorial que busca un libro del género que te apasiona, ¡adelante! No es una garantía,pero sí una posibilidad. ;)

P.D. ¡Hola, Teobaldo, bienvenido!

Martikka dijo...

Seguir un esquema temático a la hora de escribir, puede resultar para algunos, pues les gusta repetir los mismos temas, pero no siempre es así, y un escritor puede (podemos) escribir de temas diferentes, porque así nos sale de dentro, por así nos divertimos más o simplemente porque queremos hacerlo.
Amy Tan siempre escribe de madres e hijas, por ejemplo, y es su elección pero Ken Follet tanto escribe novelas de corte histórico medieval como acerca de la 1ª guerra mundial.
Vende más con sus obras medievales, pero no se priva de cambiar de género.

Laura dijo...

O sea, que la frontera estaría en si eres tú solo como escritor quien decide o si has aceptado que te dirijan. En el primer caso, no hay fronteras. En el segundo, sí.