¿No es de preguntarse por qué de pronto entre los planes de un escritor que se inicia debe contemplarse la necesidad de participar en cierto número de certámenes literarios? No creo que en el pasado la práctica de los concursos fuera tan extensa y variada como lo es ahora. Se dice, por ejemplo, que sólo en España se organizan unos 1500 concursos literarios al año, entre los organizados por editoriales, ayuntamientos, asociaciones, universidades, etc. ¿No es extraordinario? Pensando en mis planes para el 2008, no pude por menos que observar que ya estaba contemplando en mi "agenda" la necesidad de presentarme en algunos certámenes que me parecieron adecuados para mí, por su temática o por la extensión de los trabajos a presentar, o por la vía en que podían ser presentados.
¿Sirven de algo los concursos?, podría entonces preguntarme. Bueno, pues, claro que sí, me respondí en seguida. Te ordenan, te disciplinan y te obligan a depurar tu técnica. Eso es definitivo. Tienes que fijarte un plan de acuerdo con una extensión predeterminada y eso hace que aprendas a desarrollar la precisión del lenguaje, o la firme caracterización de los personajes, o la fortaleza de tus investigaciones previas. Si el concurso involucra las opiniones de los jurados, pues tanto mejor. Pues si no has sido exitoso, aprendes a saber exactamente por qué. No es fácil encontrar críticos honestos o ilustrados. A veces, algún buen amigo te hace el favor de leer alguno de tus relatos (no es probable que ocurra con una novela, pues son muuuy extensas), pero no siempre resulta útil, porque es posible que no quiera herir tus sentimientos diciéndote cuáles le parecen que son tus fallos (aunque le ruegues que sea lo más honesto que pueda), o no es aficionado a la literatura o al género al que te dedicas, por lo que no tiene suficientes referentes como para juzgar tu escrito, o simplemente todo le parece bien o todo le parece mal y no sabe decir por qué. En cambio, en un concurso que involucre la opinión del jurado, las críticas son desapasionadas y directas.
Ahora bien, la mayoría de los concursos literarios no involucra las opiniones de los jurados. Casi invariablemente reciben las obras a concurso, luego no dicen nada de nada sobre lo que está sucediendo, de pronto anuncian a los ganadores, porque esto y porque lo otro. Y destruyen las obras del resto de los participantes sin un mal comentario. Si te encuentras entre estos últimos, jamás supiste qué no hiciste bien. :(
Ese es un inconveniente.
Otro inconveniente es la dudosa honestidad del concurso en sí. Es de dominio público que algunos concursos grandes y famosos no son enteramente honestos. El ganador se conoce antes incluso de la convocatoria. ¡Vaya, pues! ¿De qué sirve entonces participar en algo así? Sin embargo, siempre queda la duda. ¿Será cierto? ¿O es leyenda urbana? ¿En cuáles casos sí y en cuáles no?
El tercer inconveniente es qué clase de jurado es elegido para juzgar las obras en certamen. Pues, puede que sea muy honesto, pero que hayan elegido como jurado a alguien que no es siquiera literato, ni sabe nada del género o de los géneros involucrados. Su opinión será entonces como la de otro cualquiera y posiblemente no sepa decirte por qué tu obra no "cuajó".
En fin. ¿Vale la pena emprender el camino de los concursos?
He pensado entonces que seleccionaré el certamen de acuerdo siguiendo ciertas reglas personales:
1. Que no me signifique una fuerte erogación de tiempo y dinero que no vaya a justificar el sacrificio. Por ejemplo, si el certamen me pide tres copias mecanografiadas por una sola cara y que deban ser enviadas en un plazo muy corto, y cada obra cuenta con unas 300 páginas, ¡madre mía! Mientras corrijo, mientras imprimo, mientras envío, y etc., ¡mejor envío la obra a tres editoriales!
2. Que convoque obras pertenecientes a temáticas o géneros en los que me sienta cómoda. ¡Nada hago con intentar ceñirme a un tema del que no sé nada o que no me interesa! Sería como traicionarme a mí misma como escritora y como artista. Escribes sobre lo que quieres expresar o sobre lo que disfrutas. Luego ves si se ajusta al certamen en cuestión.
3. Que no me desvíe de mis proyectos principales, especialmente si se trata de un certamen del que no sacaré mucho provecho. Por ejemplo, he participado dos años consecutivos en el certamen Tierra de Leyendas del portal Sedice.com porque, gane o no, me representa una riquísima experiencia de aprendizaje y disfrute. Leo muchos relatos, puedo juzgarlos, puedo compararlos con el mío, recibo las críticas de los demás que señalan mis errores y mis aciertos, en fin, es un certamen que vale la pena, pues disfruto, aprendo y me enriquezco. Otros certámenes que demandan mucho tiempo pero de los que no aprendo nada, prefiero dejarlos pasar.
4. Que pueda ofrecer un impulso a mi carrera, pues es prestigioso o implica la publicación de la obra, etc.
Mi última reflexión con respecto a los concursos: Nadie participa en un concurso que cree que va a perder. La verdad, si participamos es porque tenemos la convicción de que podemos ganar. Así, damos nuestro mayor esfuerzo, somos concienzudos y pacientes con nuestro trabajo. Si no ganamos, habremos realizado un gran trabajo y seguiremos realizándolo con mayor atención. Y si finalmente, nos favorecen los Hados, y resultamos ganadores, creo que sabremos saborear el éxito, sacarle provecho para nuestro enriquecimiento como escritor y para fortalecer nuestra moral. En esta medida, entonces, vale la pena participar en algunos de estos concursos...
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