29 de abril de 2008

La fuente de la inspiración

La pregunta. Cuando estás de frente a una pantalla en blanco, con un teclado listo para ser aporreado y sabiendo que te has propuesto escribir, no resulta nada cómodo sentirse abandonado por la inspiración. ¿De dónde la obtengo? ¿Cómo recupero el impulso? De nuevo: la pregunta. ¿Cuántos millones de escritores no habrán dicho lo mismo? ¿Cuántos no se habrán sentido inútiles, solos, casi desnudos tan sólo porque no acude a sus plumas, a sus máquinas de escribir o a sus teclados -los más modernos- el menor indicio de un desarrollo decente?

Supongo que todo se inicia con la "idea". Si la tienes, estás a mitad del camino. Si no la tienes, estás frito. Escribir por escribir no tiene mucho sentido, excepto si te has enfrascado en ejercicios de redacción, con el fin de mejorar la técnica, que nada tiene que ver con la "idea". Un escritor no es sólo "ideas", estamos de acuerdo. Tendrá la obligación moral de dominar el medio por el cual se expresa, en este caso la escritura, pero el medio estará vacío si no existe la idea que se busca expresar.

En general, todo artista, sea el medio que escoja para expresarse, es un ser cargado de "ideas". Serán distintas a las de los científicos o a las de los hombres y mujeres de negocios, claro está. Se trata de ideas artísticas. Y puede que un pintor, un fotógrafo o un músico tengan más o menos la misma idea, que al final lo que los definirá será el medio empleado y cómo lo empleen, o sea, la técnica. Pero cuando hablamos de inspiración no nos estamos referiendo a ésta última, que se supone ha de dominarse en un aceptable grado de buen desempeño. No. Estamos hablando de ideas. ¿De dónde se las obtiene?

Cuando se tiene una idea, el mundo explota de color. La idea trae aparejada la inspiración para transcribirla. Te dices: ¡genial! y atacas furiosamente el teclado. En el camino puedes tropezarte con escollos repentinos, pero al menos habrás arrancado. Después el tiempo decidirá si era una buena idea o si era fatal. El problema inicial es hallarla.

Para mí, que me gusta desarrollar historias (soy escritora con decidida inclinación por la narrativa), la fuente de inspiración -y por tanto, de ideas- es amplia y a veces sorpresiva. Puedo encontrarla en una canción, en una frase casual, en una fotografía, incluso en un programa de televisión. Puede nacer de un disgusto o también de una alegría. Y casi nunca la estoy buscando. Si lo hago de forma consciente, no la encuentro. Es como cuando necesitas recordar algo en particular y te esfuerzas intensamente para lograrlo, pero no lo consigues, y luego, cuando ya has olvidado la necesidad de recordarlo, te regresa a la memoria de forma espontánea. Igual me sucede con las ideas. Si me siento frente a la pantalla decidida a desarrollar una historia, no lo consigo. No se me ocurre nada. Es preciso dejarlo fluir... Olvido mi necesidad, me enfrasco en mis deberes cotidianos.

Y de pronto... ¡ahí está! He encontrado una vez más, la fuente de mi inspiración. :)

No hay comentarios.: