20 de julio de 2009

Diseñando un croquis útil

Hace unos días, frente a un irritante, más bien escalofriante, momento sin saber qué escribir, me sometí al ejercicio de la lluvia de ideas. Sabía de su existencia y luego averigüé que se aplicaba en los equipos de trabajo, en el marco empresarial, pero yo lo adapté a mi propia circunstancia y simplemente empecé a escribir una lista de posibles argumentos, conforme se me ocurrían. El resultado fue reconfortante. El momento de pánico había pasado, era de nuevo dueña de mi destino.

Escribiendo un relato, especialmente si es corto, el argumento bosquejado es apenas suficiente. Diseñas un marco, el argumento central, los personajes implicados, y ¡voilá! Comienzas a escribir. En el camino tendrás que resolver algunos detalles, como por ejemplo el tipo de palabras que necesitas para expresar una idea, cómo se llama tu personaje principal y cómo has de nombrar a los complementarios, si un acontecimiento se dará de una manera, si se dará de otra o si no se dará, después de todo. De pronto, lo terminaste. Si quedó bien o no, ya lo sabrás cuando lo revises, pero de momento llegaste al final.

Escribiendo un relato muy largo (más de 15 mil palabras, por ejemplo) o entrando en el terreno de la novela, he descubierto ( a veces amargamente) que el bosquejo inicial no es de ninguna manera suficiente. Ya sabes cómo empezar, qué va a pasar en el medio y es posible que tengas una idea más o menos precisa de su final, pero la novela es mucho más que la suma de tres partes. Una vez iniciada, descubres que pronto te enfrentarás a la temible página en blanco otra vez, como al principio, antes de la lluvia de ideas.

¿Cómo prever este maligno instante? ¿Cómo evitar el ataque cruel de los genios del olvido?

Pues no se puede prever todo, claro, pero creo haber descubierto una táctica nueva que le estoy copiando a los fotógrafos profesionales y a los creadores de películas animadas. Incluso creo que lo practican los guionistas, aunque no estoy segura: la historia en bocetos. O vista de otra manera, un croquis.

No se trata de diseñar el croquis de la ciudad donde el personaje va a vivir sus aventuras, ni se trata de que me convertiré en un mapista o geógrafo. Tampoco en dibujante. Pero sí creo que es útil diseñar la secuencia y razón de eventos de forma un tanto más detallada que el argumento de tres partes y descubrir si tu "genialidad" va a dar resultado de verdad. Una vez que estás escribiendo la novela, el croquis se convertirá en tu mapa, te ayudará a mantener el enfoque y a no salirte demasiado del sendero. También te ayudará a saber si dicho sendero llevará a buen término. Es posible que descubras un error fatal en el diseño, algo que puedas reparar antes de perpetrar un crimen literario.

Lo he pensado después de revisar mis novelas varias veces. Y de iniciar otras también varias veces. Es frustrante ir por el capítulo XX y darte cuenta de que tu idea no se está desarrollando exactamente como te habría gustado y de que tendrás que regresarte unos cinco o diez capítulos y reescribir todo de nuevo. También es frustrante llegar a la mitad y quedarte en blanco. No, no está bien que nos ataque de nuevo el malvado genio del olvido y de la indecisión. Por tanto, diseñemos un croquis, comprensible, y útil. No importa si se ve bien o no o si parece que estamos perdiendo el tiempo. No lo estamos. A media novela sabremos que no.

Entretanto, sigo escribiendo. Estoy dando forma a algunos relatos surgidos de la frenética lluvia de ideas de hace unas semanas. No sé en qué terminarán, pero de momento me siento satisfecha. Luego... regresaré a mi novela. ¡Será el momento decisivo del nuevo croquis!

10 comentarios:

Gizéh Jiménez dijo...

Adoro tu blog.
Todo, mas a lo que te dedicas pues yo quiero convertirme en escritora también. Sauldos!

Anónimo dijo...

Todo escritor tiene sus técnicas. Personalmente no me gusta eso de sentarme en el escritorio y forzar las ideas pero hay a veces momentos en que sí tienes que hacerlo si quieres terminarlo. Yo te diría que no te asustaras con la página en blanco. El croquis es muy interesante pero otra muy buena manera que conozco yo es salir y tener nuevas experiencias o sacar fragmentos de nuestra vida y distorsionarlos un poco.
Otra cosa que dijiste es "Es frustrante ir por el capítulo XX y darte cuenta de que tu idea no se está desarrollando exactamente como te habría gustado y de que tendrás que regresarte unos cinco o diez capítulos y reescribir todo de nuevo". Estoy de acuerdo de que si terminaste de escribir la novela y no te gustó el resultado tienes que volver atrás y cambiarlo pero yo creo que hay veces que tenemos que ser flexibles y dejar que la historia cobre vida por sí misma y nos lleve a nosotros en vez de nosostros guiarla a ella.
Disculpa si parezco una profesora pedante (jaja) pero después que leí tu entrada me dieron ganas de mostrarte mi punto de vista. Pero claro, no hay recetas para escribir.
Besos,
Irene.

Laura dijo...

Hola, Gizeh. Gracias por tus palabras y por tu visita. :)
Hola, Irene. Sí, es verdad, cada quien tiene su manera de escribir, de dormir y de vivir, por supuesto. He notado, sin embargo, que algunos han descubierto caminos que también se acomodan a los demás y éstos descubren que siguiéndolos se ahorran esfuerzos o incluso errores. Se trata de aprender del otro también y no sólo por la propia experiencia. La "lluvia de ideas" no es una manera de "forzar" las ideas. Es una manera de dejarlas fluir sin prejuicios. Es decir, antes de sentenciar si servirán o no, se las toma en cuenta y se las anota. Luego, en el proceso, ya nos daremos cuenta si eran tan alocadas o sin en realidad eran excelentes. Forzar no es una actividad buena en el arte. Dejar fluir es magnífico, no porque lo diga yo, sino porque lo han comentado multitud de grandes artistas.
Con respecto a la página en blanco, es un fenómeno que se presenta tarde o temprano en todo escritor profesional o con aspiración a serlo. No siempre dejar que la historia "cobre vida" es la solución a un problema. En teoría suena delicioso, un ideal (¡ah! ¡mis personajes se han apoderdo de la narración y ésta fluye sin mi interferencia!). Tal idea suena incluso poética. En la práctica, no resulta bien la mayor parte del tiempo. Tienes que trabajar tu historia si quieres que salga más o menos decente. Trabajarla significa que debes interferir. Se sabe que la mayoría de los poetas (los poetas, ojo, ni siquiera los novelistas) parecen decir las cosas como si vieneran directamente de su corazón. No es exactamente así. Han trabajado sus poemas, de verdad lo han hecho. Esos maravillosos poemas son el producto de horas de trabajo y talento combinados. Igual ocurre con los cuentos y con las novelas. De nuevo, no lo digo yo, lo han comentado muchos grandes autores, ya consagrados por la crítica y el público.
De hecho, cuando ya tienes tu obra terminada y deseas que un editor te la revise, el primer consejo que todo autor publicado te da es: "Revísala bien antes de presentarla". "Bien" significa muchas veces tener que regresar, cambiar, modificar, volver a leer, y hacerlo varias veces, hasta que el producto quede depurado. No es sencillo y a veces ni siquiera divertido, pero es la realidad...
Gracias por tus comentarios, espero tenerte por aquí de nuevo.

Anónimo dijo...

Me siento como una niña regañada por la maestra jaja. No te preocupes... todo bien. Tienes razón en muchas cosas de las que dices.
Besos,
Irene.

Laura dijo...

Oh, vaya. ¡Ni por un momento pensé que estaría "regañando" a nadie! Siento que te haya parecido así. Por supuesto, estoy muy lejos de ser una maestra. Comparto mis inquietudes, que son las mismas, creo, de muchos escritores con aspiraciones profesionales en el campo de la literatura. Me he llevado algunos fiascos con manuscritos que pensé estaban "bien" y tuvieron que ser revisados y trabajados de nuevo... He leído a muchos escritores ya publicados que repiten las mismas experiencias. Creo que es una comunidad en la que todos aprendemos de todos. Sólo los grandes podrían ser los auténticos "maestros", pienso...
Saludos de nuevo y gracias por leerme. :)

Alejandro Laurenza dijo...

Laura,

Lo del croquis es algo que estoy usando de manera intuitiva. Lo voy haciendo de algunas escenas, antes de escribirlas, mientras avanzo. Y es verdad que ayuda mucho a mantener el enfoque, convirtiéndose, como decís, en una suerte de mapa. Sobre todo me sirve con mi mala memoria, para saber lo que pasaba con determinado personaje en algún momento de la novela, sin tener que leerme todo de nuevo, :-).

Sin embargo, eso no me libra de las páginas en blanco, temidas a veces. Creo que el secreto está en no desesperar. Saber que esa página en blanco es sólo un momento, o quizá unos días, y que luego regresa la razón de escribir, y nos vuelve a poner en marcha.

Saludos,
Alejandro.

Alejandro Laurenza dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura dijo...

Hola, Alejandro.
Pues sí, lo de la página en blanco es una situación casi inevitable. Forma parte de la vida del escritor, supongo. Por eso lo de la "lluvia de ideas". También funciona, como dice Irene, salir a la calle y dejarse llevar por otras sensaciones...
Lo del croquis funciona, yo sé que sí, en especial cuando la historia se complica. Y como tú dices, no es necesario que sea muy formal. Es sólo una guía. La memoria es traicionera a veces...:)
¡Saludos!

Cristina dijo...

Te esperan tres regalitos en mi blog!!

Laura dijo...

¡Gracias, Cristina! Visité tu blog y está muy interesante. :) Me halaga que me tomes en cuenta para tus premios :) ¡Saludos!