31 de agosto de 2012

¿Empoderamiento del autor?

Siguiendo la tónica de ciertos temas que suelen generar debates (y hasta discusiones bizantinas), recientemente me tropecé con uno que afecta de manera directa los objetivos de cualquier autor que desee hacer públicos sus escritos (o sea, publicar en el sentido más literal posible del término). Se trata de esa creciente controversia entre la edición tradicional y la auto publicación, principalmente en el ámbito digital. Ojo, que abundan las auto publicaciones en papel, pero parece que la nueva tendencia hacia la "independencia" del autor se enfoca principalmente en la edición electrónica y en el mercado de Internet.

¿Cuál es la polémica? La que a mí me llamó la atención se originó en la entrada de un blog. Se llama "El declive editorial y el empoderamiento del autor". A primera vista suena potente y por lo que dice, hasta muchos podrían considerarlo "inspirador". A mí me pareció panfletario, sesgado y más tendencioso como manifiesto que como reflexión fría sobre un fenómeno actual y relevante para el futuro de la literatura. En resumen, el artículo hace mención de que la gran industria editorial tradicional está en crisis, que su miopía artística está pasándole la factura, que su desprecio y su mal trato a los autores está provocando una huida generalizada de estos hacia figuras de auto publicación, tanto en papel como electrónica, y que en general es bueno que así ocurra, porque la mercantilización excesiva, el abuso de la selección de publicaciones basado en las tendencias comerciales y la indiferencia hacia lo nuevo, lo verdaderamente artístico y los autores originales ha corrompido la literatura. Para el articulista eso está a punto de terminar, pues cree que el autor se apodera ahora de un nuevo lugar en el panorama: él es el dueño de su destino, de la mayoría de sus regalías, del rumbo de sus publicaciones y de los mecanismos por los que estas llegan al público de su elección.

Dice el articulista:

"En el nuevo paradigma el autor ha sido empoderado visible y definitivamente. En el panorama del antiguo paradigma, el autor era el componente menos recompensado por sus labores, convirtiendo el oficio del escritor en uno de los más ingratos, económicamente hablando. En el pasado escenario el autor recibía un 10% de las regalías sobre ventas y a veces menos. La venta de sus libros dependía de la inversión en publicidad y distribución que la editorial decidiera asignarle a sus títulos. Los distribuidores reciben los títulos a un 30% y hasta un 40% de descuento del precio de venta. Entraba en esta encrucijada  jugador más: el librero, quien recibe del distribuidor (o de la editorial) esos mismos títulos bajo un considerable descuento también. Como bien dijera la especialista editorial Marcela Landres, dentro de este modelo, el escritor, el componente principal de la línea de producción, solo podría empezar a devengar ingresos significativos por su trabajo a partir del millón de libros vendidos, una proeza nada fácil."


Pero ahora, con la facilidad para la auto publicación digital, la existencia de sitios de impresión bajo demanda, como Lulu.com o la posibilidad de optar por nuevos canales de distribución, como el Kindle de Amazon, el autor es dueño de su destino.

Bien. Eso sonó bonito y hasta motivador. Y cuando uno termina de leer el artículo hasta cree escuchar trompetas triunfales que anuncian el advenimiento de un nuevo orden mundial, donde las grandes editoriales caen como castillos de naipes, destruidas por su propia miopía, su egoísmo y su abusivo tratamiento de la literatura como un producto comercial marcado por tendencias y donde las pequeñas editoriales que se avengan a tratar con respeto al autor y sobre todo, donde el autor es quien marca la pauta de su trabajo, y tenemos más justicia y mejores obras literarias. Ya no más literatura "boba" comercial apadrinada por editores preocupados por tendencias, sino Buena Literatura, de todos aquellos autores nuevos, innovadores y originales que fueron rechazados por las grandes.

Terminadas las trompetas, sin embargo, llegamos a la realidad. ¿De verdad es posible creer semejante promesa de un Mundo Mejor?

Yo, al menos, no lo creo así. Las cosas nunca son tan sencillas ni tan fáciles, ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos. Vamos por partes:

1. Creo que la edición digital es parte fundamental de un nuevo orden mundial, ciertamente. Apareció y llegó para quedarse. Es lógico, considerando el avance de la tecnología de las comunicaciones, la fuerza de Internet y el mercado virtual y la necesidad de racionalizar el almacenamiento y el traslado de productos alrededor del mundo. Quien no se adapte al advenimiento de la edición digital no podrá sobrevivir como negocio o como artista. Nadie. Ni las grandes, ni las chicas ni los autores. Eso es un hecho y mejor aceptarlo desde ya. ¿Significa que en sí misma pueda destruir el modelo viejo?

2. Lo anterior no significa que las editoriales grandes, y para lo que estamos, las pequeñas también, no puedan adaptarse. Cualquier gran editorial que asuma el reto de la edición digital y lo explote de manera inteligente sobrevivirá y seguirá siendo grande. Tiene los recursos, tiene los canales y hasta puede ahorrarse los costos. Y sospecho que eso veremos en el futuro cercano y lejano. Algunas desaparecerán, otras permanecerán fuertes y otras incrementarán su poder.

3. Que una editorial haya privilegiado tendencias, ¿significa que siempre sacrifica la buena literatura? En otras palabras, ¿los buenos escritores siempre se verán rechazados por las editoriales y tendrán que asegurar su camino por medio de la auto publicación? Por supuesto que no. Claro que es lógico que una compañía que debe invertir en costos de producción, distribución y pago de salarios tenga que contemplar objetivos de ganancias. Por tanto, es lógico también que si descubre una veta de ingresos altos la explote hasta donde le sea posible. Todo editor con necesidades de pagar facturas ve con buenos ojos un best seller. Sin embargo, tanto en las grandes como en las chicas se sabe que si bien se puede sobrevivir con libros más o menos comerciales, el gran best seller nunca es predecible. Lo saben y lo buscan, y a veces se dejan llevar por las "tendencias", lo que no siempre les genera buenos resultados. Ya sabemos que ha habido grandes fiascos y pésimas decisiones editoriales. Y también sabemos que otras veces se ven premiados por grandes éxitos en ventas. Eso no significa que los que rechazan sean en su mayoría buenos libros.

La verdad es que la mayoría de los libros rechazados son malos. Y no hablamos desde un punto de vista "comercial" o de "tendencias". La mayoría son malos como libros, como literatura. No son artísticos, ni siquiera están bien escritos. Y la mayoría de los autores que sufren el rechazo no lo quiere aceptar. Antes, cuando autopublicar era difícil, la mayoría de esos autores se quedaban con las ganas. Hoy en día, con la llegada del blog, de la edición digital y el abaratamiento relativo de la auto publicación, la mayoría de esos autores malos rechazados se ven con la posibilidad de publicar sus malos escritos. Entonces, el número de publicaciones ha aumentado, por supuesto, y de manera dramática. Lo que no ha aumentado es la calidad. Solo tenemos más libros malos circulando, eso es todo.

¿Es posible que algún buen libro haya sido injustamente rechazado y que gracias a la auto publicación digital alcance su público? Sí, claro. Alguno que otro es un buen libro, cierto. Pero... encontrarlo entre un mayor número de libros malos circulando en su entorno no hace que sea fácil. Puede que lo dejemos pasar de todas formas.

4. Digamos que es un autor bueno y escribe buenos libros, pero por razones mercantilistas y miopes de los editores que consultó se ve rechazado. Digamos que consigue llegar a la auto publicación y por tanto se hace dueño de sus regalías, de su destino. ¿Cuál destino es ese? No es nada halagüeño ni sencillo.

Escribir una obra es un arte de difícil dominio. Requiere dedicación y práctica constante, por lo que obtener una obra de calidad aceptable solo se logra después de años de trabajo. Escribir bien es entonces aún más difícil. Pero digamos que se tiene la obra.

Hay que revisarla. Hay que revisarla bien y ojalá por alguien que no sea su autor.

Hay que diagramarla, conseguirle una buena portada si la quiere hacer disponible en impresión bajo demanda, o dominar el arte de la edición digital y asegurarse de que puede ser descargada bien por cualquiera.

Entonces, hay que publicitarla. Y si alguno de ustedes pensó que era tarea de un día darla a conocer entre millones de libros similares pululando por Internet, en un medio en que lo del día anterior ya es historia y lo que importa es lo del minuto presente, en medio de nichos selectivos de temas, en medio de competencia brutal de otros medios de entretenimiento, están seriamente equivocados. Si creyeron que publicarla para impresión bajo demanda era cuestión de subirla a la agencia y sentarse a esperar... están creyendo en cuentos de hadas.

El tiempo que necesita la promoción de un libro es ENORME. Se necesita dedicación, horas de trabajo y recursos. Se necesita paciencia y astucia. Se necesita arte de mercadeo y arte de publicidad. Se necesita saber de Internet y también de promoción fuera de ella. Se necesita ser capaz de sustituir una larga cadena de profesionales y ser mejor que todos ellos juntos. Y aún así, se necesita ser resistente al fracaso, porque puede ser que aunque devengues hasta un 90% de tus regalías, estas se reduzcan a las producidas por 10 libros vendidos en cuatro o cinco años. O sea, nada.

Al final de un largo proceso en el que el autor es empresario y mercadólogo, publicista y diagramador, lector profesional y corrector, y además, conferencista y presentador, ya ha dejado de ser autor.

5. ¿Hay quienes lo han logrado y si ellos pueden, "yo también puedo"? Por supuesto que sí, pero eso se aplica a todo. En la publicación tradicional y en la no tradicional, en la digital y en el papel, en la cocina y en la venta de chayotes, también. No todos los grandes autores del pasado fueron "independientes". Muchos de ellos fueron publicados por casas editoriales. Desde ese punto de vista, si ellos pudieron, "yo también". Y si muchos fracasaron, yo también.

El "empoderamiento" del autor no es una panacea que resuelve problemas, es una realidad que crea otros. Y no nos salva de la literatura boba, nos inunda de ella. El editor de verdad, el que colabora con el autor para la producción de un buen libro no es una figura de impresión mercantilista: es una auténtico filtro de calidad que es capaz de potenciar la buena literatura. Puede equivocarse, porque es humano, pero también puede ser el gran facilitador del libro como arte.

Entonces, ¿qué necesitamos en esta era nueva de grandes cambios? Que los buenos editores salgan a la luz y se adapten al sistema, no que desaparezcan. Los autores que puedan y quieran ser "independientes" (o sea, sin editor) que lo hagan. Algunos tienen éxito, la mayoría no. Algunos son buenos, la mayoría no. Eso hay que aceptarlo también, pues no cambia con que los editores estén o no estén. Pero si están, hay más posibilidades de que los lectores tengan acceso a los buenos libros.

Las grandes editoriales han cometido y siguen cometiendo muchos errores. Pero también han acertado en muchos casos, muchísimos casos. Atribuirles la culpa exclusiva por la invasión de malos libros es faltar a la verdad. Muchos de sus libros serán mediocres, sí, pero todavía es posible encontrar en sus catálogos títulos que bien valen la pena y que se merecen el lugar que ostentan. Las editoriales pequeñas, sin embargo, pueden ser el futuro del libro digital/impreso/movible de los nuevos tiempos, pues tienen la posibilidad de tratar con los autores en planos nuevos de innovación y mutuo respeto, pero no son tampoco la panacea de todos los bienes. El panorama es complejo y está lleno de incertidumbres, por lo que los manifiestos panfletarios siempre serán una gota de malas promesas que es mejor leer con filtro. Sí, con un editor interno que deberíamos aprender a despertar en nosotros mismos antes de creernos genios incomprendidos y autores injustamente rechazados por el capitalismo.

12 comentarios:

Javier Pellicer dijo...

Qué grande, qué artículo más soberbio. Qué bien te has expresado y qué claridad de ideas. Lo comparto palabra por palabra, estoy totalmente de acuerdo.
Yo lo tengo claro: cuando las editoriales se pongan las pilas definitivamente con el mercado digital, los autopublicados se encontrarán con que los que coparán las listas serán los que van de la mano de una editorial. Porque en el fondo, a todo el mundo le da más confianza un producto que está amparado por una marca.
La gente, al final, no es tonta.
Fabuloso artículo.

Laura dijo...

Una marca: buen toque. Sí, eso es la marca en realidad, cierta garantía de revisión del "producto", de cuidado, de atención al detalle. Gracias por pasarte por aquí =)

Unknown dijo...

Tienes mucha razón, Laura. Creo que has dado en el clavo. Pero hay un factor que está dando al traste con la idea de que la editorial saca libros cuidados y revisados. Últimamente esto está fallando mucho. Nos encontramos libros de grandes editoriales que no han sido revisados por un corrector, y eso hace que mucha gente desconfíe de la editorial como sinónimo de calidad de edición.
De cinco años a esta parte, los errores y las faltas dañan los ojos, y te hablo de las grandes.
Por otra parte, si se decía que el abogado que se representa a si mismo tiene a un tonto por cliente, lo mismo se podría decir del escritor que se corrige a si mismo.
Estamos en el tiempo del cambio y no sabemos donde terminaremos, pero creo que tu análisis es de los más acertados que he leído.

Ismael González dijo...

Buenos días.

Mmm... No sé yo, Javier. Eso será el poder del mercado de toda la vida, es decir, el poder de la marca; pero si se ha leído bastante, uno puede comprobar que la mayoría de las veces marca no es sinónimo de calidad (también tendrá algo que ver el gusto de cada uno, claro). ¿De más medios? Seguro, y también del trabajo de muchos profesionales detrás, pero ¿calidad de la obra? Depende. Ojo, no digo que no esté de acuerdo con el artículo en general, pero creo que cada día más gente ya está de vuelta del efecto marca o del "yo no soy tonto" de mediamarkt; lo cual se extiende al mundo de las letras, en mi opinión.

Muy buena entrada, Laura, enhorabuena.

Estoy convencido de que en la cuestión tradicional/digital se alcanzará un equilibrio con el tiempo, tanto por parte de las editoriales como por la de los propios autores independientes. ¿Es fácil pasar de la editorial y hacer todo uno mismo? Bueno, lo fácil es subir la obra... lo demás ya es otra historia, como bien dices en el texto. El escritor aquí tiene que convertirse en navaja suiza, y no me imagino que eso sea plato de buen gusto para el mismo. Para mí no lo es, al menos.
Y creo fervientemente que si las editoriales quieren sobrevivir y adaptarse con soltura, deberían cambiar de forma radical alguna de sus prácticas o modelos de negocio. Un ejemplo: ¿qué hay del precio, a todas luces injustificado, que la mayoría de las editoriales asignan a sus ediciones digitales? Más alto que el que pueda asignar un independiente sí, por supuesto, por aquello de que no solo hay una persona detrás, pero ver una copia digital al mismo precio que su versión en papel... eso es llamar al cliente ignorante a la cara, vamos.

En fin, que las primeras líneas de tu texto no debería extrañar a nadie, ya que este es un terreno pantanoso a más no poder.

¡Nos leemos!

Javier Pellicer dijo...

No te creas, Ismael. Solo tienes que ver los diez primeros de la lista de más vendidos en Amazon (a fecha de hoy): 6 de ellos están publicados bajo una editorial, y solo 4 son autopublicados. Por si fuera poco, de ellos 4 tienen un precio superior a 9 euros.
A eso me refiero, que al lector le atrae la marca porque genera confianza (merecida o no). Pero con marca no me refiero solo a una editorial, sino también a un autor. Los escritores bestsellers como María Dueñas son en sí mismos una marca.
En definitiva, que las editoriales ya se están adueñando de las plataformas, incluso con precios muy altos como en el caso del último de María Dueñas. Sea por calidad o por puro marketing, convencen a la gente, es evidente.

Unknown dijo...

Gracias por el artículo. Muy bueno. Como autor (publicado en editoriales tradicionales) lo suscribo de principio a fin. La cruda realidad es que hay mucho escribidor suelto, que piensa haber producido la gran obra del siglo, y que desconoce lo trabajoso que es llegar a conseguir siquiera una calidad aceptable para mostrar al público. Creo que Amazon y la autopublicación digital es un maremágnum en el que sí destaca alguna perla, pero extraviada entre demasiadas ínfulas de grandeza y pretensiones de literatura. Las editoriales, lo queramos o no (y a pesar de sus fallos), están avaladas por cierto prestigio, y por la criba de lectores de prueba, correctores y editores. Si ademas uno ha pasado antes por el beneplácito de un agente literario, se asegura una mayor calidad en su trabajo. No desprestigiemos a la ligera este campo, ni defendamos a quienes creen que "todas las editoriales les tienen manía", lo más probable es que su trabajo sea mediocre.

Ismael González dijo...

En lo del escritor como marca te doy la razón, Javier, eso es innegable. En cuanto a lo del precio creo que jamás lo entenderé... 12,34 euros, madre mía. Cierto es que aquí siempre hemos estado a merced del continente y no del contenido, pero aun así...

Laura dijo...

Hola a todos =), gracias por la visita y por los comentarios.
En relación con las fallas de las grandes editoriales, en realidad no creo que ni siquiera quienes las defienden lo habrán negado. Sin embargo, porque tengan desaciertos no es suficiente para negar el modelo completo. Lo lógico es que se corrijan los fallos y se haga un mejor trabajo. Hay grandes que ya lo están haciendo, y pequeñas que han comenzado bien desde el principio.
Eso no quita que deban replantearse seriamente su estructura de mercado, sus modelos de producción de libros, la incorporación seria e inteligente de la edición digital, y una relación más dinámica y respetuosa para con los autores. En todo eso entra la relación que mantienen con distribuidoras, librerías y agencias literarias también, porque los nuevos tiempos afectan a todos. Aquí entra, por supuesto, el tema de los precios, tanto de los libros impresos como de los digitales. Estoy segura de eventualmente veremos un cambio en la manera en que se cobra por descarga y en la manera en que se relacionan con librerías virtuales. Y es que el asunto del precio todavía debe contemplar la situación económica general, la existencia de impuestos especiales, y las relaciones con actores del mercado que quizá se vean amenazados por la desaparición (caso de las distribuidoras).
En relación con lo de la "marca" como sello de garantía, no creo que sea un sello infalible, pero es al menos una guía. Si te has acostumbrado que la marca X suele ofrecerte buenos productos, tiendes a serle leal. Si no, la abandonas. Lo mismo ocurre con las editoriales, que van forjando su propio prestigio, y con los mismos autores. Desde ese punto de vista, un autor consagrado que ya ha formado seguidores, o sea, que ya es una marca en sí mismo, si se lanza a la autopublicación tiene un mercado asegurado de antemano. Ponerlo de ejemplo como un éxito de autopublicación es entonces una falacia, en la que, por cierto, muchos autores desconocidos están creyendo. Por eso creo que estas opciones debe vérselas con criterios de realismo, con filtro, sin creer en fantasías ni en promesas de grandes éxitos que no pueden cumplirse.
Saludos =)

Alejandro Laurenza dijo...

Impecable!

Laura dijo...

Gracias =)

Begoña Argallo dijo...

Se dice que hay mucha novela mala por ahí, la parte buena es que se lee.
El tiempo hace su aprendizaje y depura al lector.
Me quedo con eso :)
Saludos

Laura dijo...

Suele haber un lado positivo en muchas realidades humanas, es cierto. Gracias por tu visita, Begoña =)