Pongámonos filosóficos. Pasé un Día del Libro de forma apacible, no exactamente leyendo un "libro nuevo" como pretendía alguna campaña publicitaria, pero sí al menos leyendo uno de los libros que estoy revisando, amén de otros documentos no necesariamente interesantes. Y luego me puse a pensar sobre el famoso "Día". Como en el caso del Día de la Mujer, me pregunté por qué era necesario tener un Día del Libro. No existe un Día del Filme, como no existe un Día del Hombre, pero sí que se ha dado la idea de crear otros Días para celebrar o recordar a alguien en particular, que, es de suponer, ha sido olvidado. Y sí: en el Día de la Madre nos acordamos de las pobres mujeres que nos dieron la vida con un regalo de turno. Igual sucede con el Día del Padre, y lo mismo con el Día del Niño (aunque éste es más un invento de las jugueteras y dulcerías que otra cosa). Y precisamente porque el agua potable está en riesgo, ahora hay un Día del Agua, como también el pasado 22 de abril se celebró el Día de la Tierra, tan necesitada de ser "recordada" en medio de nuestro cambio climático y otros horrores. Y el citado Día de la Mujer será porque la condición de las mujeres en el mundo dista de ser igualitaria o al menos positiva.
Con estos pensamiento, ¿es el Día del Libro una única oportunidad para recordar los libros? Pues pareciera que es así...
En un informe reciente sobre el estado de la educación pública de mi país, se determinó que el mayor problema que afrontamos es que los jóvenes se gradúan de la secundaria con pésimas habilidades para la lectura. Gozamos de un nivel de alfabetización de alrededor de un 97% (aunque quizá haya bajado un poco), pero es apenas básico, pues lo que se demostró era que la comprensión de lectura de los jóvenes era muy pobre y sus capacidades para expresar sus pensamientos por medio de la escritura era peor.
La respuesta de los "expertos" no se hizo esperar. Muchos atribuyeron la causa a la Internet y a los mensajes de texto, pues los jóvenes "destrozan" el idioma en estos medios y rehúyen la lectura por estar pendientes de la red. Otros dijeron que el problema era más profundo, pues también estaba la enorme afición de los chicos a la TV y a los videojuegos. Otros factores como problemas en el programa académico del Ministerio de Educación Pública y las deficiencias de la educación pública en general se unieron a los citados arriba. Al final, todo el mundo concluyó con que "no se lee bastante".
Pues esa es verdad de perogrullo. Todo el mundo sabe que es preciso leer con cierta asiduidad para manejar una ortografía decente y aprender a asimilar los conocimientos y reflexiones que nos ofrecen las ciencias y las filosofías del mundo. Sin embargo, poco después leí un artículo muy interesante en el que se refutaba que la solución fuera tan simple. Después de todo, siempre ha habido mucho mayor número de no-lectores que de lectores (me refiero a la frecuencia con que leen libros) y sin embargo, en el pasado, el nivel general de la ortografía y la expresión escrita era mucho más alto que el de hoy. ¿Cómo era posible?
La articulista citaba estudios científicos entorno a las capacidades del cerebro para desarrollar habilidades específicas, según los cuales se asegura que la zona del cerebro destinada al desarrollo de la lectura es distinta a aquélla donde radica nuestra habilidad para escribir, pues ésta necesitaba de varias zonas cerebrales al mismo tiempo. En otras palabras, resulta que para poder expresarse por medios escritos se requiere de "más cerebro" que para realizar operaciones matemáticas. ¡Y todos preocupados sólo por los cursos de matemática del colegio!
El punto era entonces afirmar que para lograr un mejor desempeño profesional y general de los graduados de la secundaria y de todos los adultos jóvenes en general no bastaba con que se les inculcara el muy saludable hábito de la lectura, sino que era coveniente volver a antiguos métodos de enseñanza donde se conminaba a los estudiantes a memorizar poemas, a realizar ejercicios repetitivos de ortografía y escritura y donde se les solicitaba que realizaran composiciones escritas sobre temas diversas. En otras palabras, métodos "antiguos" (que coinciden con un mejor discurso escrito de los ahora sexagenarios).
Leer, entonces, no es suficiente. Hay que escribir y hacerlo desde niño, para mejorar en general nuestras capacidades cognoscitivas y de comprensión.
¿No debería haber, entonces, un Día del Ensayo? ;)
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