3 de abril de 2009

Los escenarios

Aunque lo parezca, no me propongo hablar del teatro. Me encanta el teatro, pero tan sólo soy una simple espectadora. El trabajo y la preparación que conlleva una obra teatral, su puesta en escena y su estreno son oscuros misterios para mí, por lo que no me adentraré en semejante territorio.

Cuando hablo de "escenarios" me refiero al telón de fondo que usamos en la narrativa.

Puede parecer poco importante, pero no lo es. El escenario de una historia no es un simple decorado para que se "vea" bien. Es esencial al desarrollo de la narración: le confiere verosimilitud, coherencia, razón de ser. Sin él, nuestra historia carece de sentido, no tiene norte ni causa. Es un esqueleto.

¿Que hay historias cuyo escenario parece un decorado insustancial? Por supuesto. Por eso se las considera de mala calidad. Una historia donde el escenario es tan sólo un decorado sin sustancia comienza mal y no puede terminar bien. Y no confundamos: el escenario puede ser un telón blanco sin objetos. Ese solo hecho determinará qué tipo de historia estamos narrando y hacia dónde se dirigen o de dónde surgen las acciones.

A veces, incluso, el escenario es tan importante que él mismo se convierte en un personaje más. Se dice que Macondo cumple una función parecida en el drama de Cien Años de Soledad. A mí no me consta, pues no la he leído, pero sí puedo afirmar que oír hablar de Macondo como si fuera real la ha convertido en un verdadero personaje de la crítica literaria. De todas formas, sin ir tan lejos, y usando un ejemplo que conozoco bien, puedo afirmar que no concebiríamos El Señor de los Anillos sin su descripción vívida de la Tierra Media. La misión de Frodo carece de sentido si no comprendemos el profundo significado vital que representa salvaguardar la Comarca. Soy Leyenda carecería de sustancia sin la casa solitaria de Robert Neville en medio de un residencial de clase media deteriorado y semi destruido. El Fin de la Infancia estaría incompleto sin el viaje iluminador de Jan Rodricks a través de la galaxia. Y La Metamofosis de Kafka no tendría el mismo impacto sin el entorno absolutamente ordinario en el que vive su sufrido protagonista.

El escenario marca entonces una diferencia mayor entre una obra literaria y otra. Entre una narración de signficados múltiples y una sin relevancia. Entre un libro exitoso y otro que resulte un fracaso.

No sólo los temas y los personajes pueden marcar una diferencia en nuestro libro, ni sólo lo hará el estilo propio, único, de nuestra escritura. Ese "decorado" que rodea nuestra historia puede llevarnos al éxito o al más desconsolador fracaso...

7 comentarios:

J.E. Alamo dijo...

Excelentes ejemplos para avalar tu discurso con el que estoy de acuerdo. Te recomiendo, eso sí, que leas 100 años de Soledad, una obra impresionante.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...te invitoa mi espacio horas rotas, el tuyo me cautivo aunque no se como seguirle...tuyo jose ramon.

Laura dijo...

Gracias por las recomendaciones. J.E. Alamo, sé que Cien Años de Soledad es uno de esos libros casi obligatorios en nuestro arsenal literario, pero después de leer otras dos novelas de García Márquez, decidí darle aún más tiempo ;)
En cuanto pueda, te visito, Jose Ramon.

Elena Cardenal dijo...

Está claro que elegir un escenario que se adecúe a nuestra historia es fundamental para enriquecerla, o para que no se entienda.
Saber muy bien donde ocurre y describir lo imprescindible para que el lector se haga a la idea de donde está pasando todo para darle credibilidad.
Muy bien explicado y con los ejemplos.
Un saludo!

Anne dijo...

Interesantísimo, como siempre.

Pásate por mi blog, algo te está aguardando :)

François de Fronsac dijo...

Cien años de soledad, como flotador, como tabla de salvación, para, de tiempo en tiempo, releerlo, y saber cómo se debe escribir.

Laura dijo...

Gracias por el consejo, Francisco.
Hola, Proyecto de Escritora, hacía tiempo que no te tenía por aquí.
Saludos, Anne, sí que tengo que visitarte más a menudo. :)