En estos días me puse al día con la nueva temporada de "Héroes", la serie de televisión de NBC que trata sobre mutantes con poderes supernaturales. Siendo una especie de reformulación de X-Men, no podía evitar tener las consabidas batallas entre el bien y el mal y este tipo de cosas. Siendo una típica serie de Hollywood, no podía evitar las parafernalias, los peligros ingentes, las bombas y la necesidad acuciante de tener que "salvar al mundo". Sin embargo, y pese a lo consabido, le reconozco que me entretiene y me intriga y la sigo como alternativa al estrés cotidiano. También me ha proporcionado algunos puntos de reflexión entorno al diseño de situaciones y personajes. Uno de esos puntos se refiere al "malo".
Es usual, MUY usual que en las novelas o en los cuentos aparezca ese magnífico personaje encargado de hacer fracasar al héroe, de ser todo lo egoísta posible y de hacer sufrir al resto de personajes por métodos cual más ingenioso. Es, por supuesto, el "malo". Sin "malo", muchas historias podrían caer en el aburrimiento o fracasar por completo. Sé, claro está, que las hay sin "malo", pero no son la mayoría. El "malo" es un personaje maravilloso, y sin embargo, pienso que es uno de los más difíciles de concebir y diseñar de forma convincente. ¿Por qué?
Pues... ¡es tan tentador diseñar a un tipo rudo, agresor, intrigante, que se ríe de forma ignominiosa! El problema es que ese tipo de malo suele ser ya una pro-forma: un estereotipo. Puede ser bonito o feo, pero no tiene una pizca de bondad o compasión. Es, simplemente, el malo. Y con él arrastramos una cadena de personajes planos poco interesantes que se han convertido en cliché y que amenazan con convertir nuestra historia en cuento de folletín de escasa calidad. ¡Brrrr!
Hoy se espera que el malo sea mucho más complejo de lo que a simple vista se aprecia. Que su maldad tenga una justificación convincente. Que proceda de alguna fuente lógica. Por ejemplo, en la tercera temporada de Héroes me ha gustado descubrir que el "malo" era mucho más complejo de lo que parecía, y aunque con las limitaciones de una saga efectista muchas de sus complejidades tienden a diluirse, resulta un intento de profundización que he de reconocerles a los guionistas. En el caso de la literatura, pondré otro ejemplo: En la saga fantástica Canción de Hielo y Fuego, por ejemplo, el autor se regodea con personajes oscuros, quienes sin embargo, manifiestan complejidades muy interesantes que los alejan de los estereotipos. Entonces los malos no son exactamente tan malos como parecían... ni los "buenos" tampoco. Salvo contadas excepciones.
¿Que Sauron en El Señor de los Anillos es un malo "perfecto"? Sí, es verdad, pero la calidad literaria de este libro estriba en su tono épico y no tanto en su desarrollo de personajes. Sin embargo, Sauron es un personaje interesante, pues más que el "malo" es el Mal, en su pureza. Y los malos son seres pequeños, sujetos a deformaciones, invadidos de envidia o codicia, como los hombres que cayeron bajo el hechizo del Anillo o aquellos que se sienten tentados por él. En otras palabras, personajes bastante más complejos. (Incluso pensemos en la lucha interna terrible que Frodo ha debido afrontar).
¿Qué tipo de malo podemos diseñar para nuestra siguiente obra? No me negarán que resulta una tarea harto interesante y llena de desafíos. ;)
4 comentarios:
Me alucina Sauron. Es un malo que siempre está presente, pero no físicamente. Es el tipo de malo, o el MAL, como has dicho, que a mi me encanta.
Pero yo, para mis escritos, prefiero utilizar un malo de esos que son encubiertos. El gran bueno que resulta ser malísimo.
Los malos son los que dan más satisfacciones. A mi me gustan los malos de dos vertientes: los que tienen justificación y los que no la tienen. A veces hago malos mezclando esas vertientes, y son personajes que me fascinan y perduran.
Aunque muchas veces no lo entendamos así, el malo es tan importante como el bueno. Sin uno, el otro no existiría. Ya se lo dijo Thulsa Doom a Conan...
De hecho, Francisco, es tan importante que puede echar a perder la historia completa con sólo diseñarlo de forma poco convincente o acartonada. Incluso cuando creamos un "malo" justificado, es preciso tener cuidado con sus "justificaciones" pues, aunque existan, pueden no ser convincentes. ¡Así es de delicado!
El gran bueno que resulta ser malísimo es un gran recurso, de hecho, cuando se sabe hacer bien, John Anthony. Y estoy de acuerdo con Martikka cuando dice que muchas veces los malos son los que perduran. Pero aquí, creo, puede que suceda un desbalance: ¿cuán bueno es el "bueno"?
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