No sé si
Uds. han tenido la sensación de que leen una historia cualquiera y les parece
que un personaje se repite muchas veces con diferentes nombres. Algo así como
que Juan es exactamente igual a Pedro y éste a Rosendo y éste también es igual
a Lope. O que Juan tiene todas las características que se esperan de un héroe,
mientras que Pedro es un villano muy, muy malo y que se ríe mucho, o que
Rosendo es el clásico segundón del héroe, graciosito y medio torpe que
justifica su existencia por la necesidad de resaltar al guapote, encantador,
siempre acertado Juan (el héroe). Y que Lope es el clásico anciano sabio, que
habla de forma solemne, al cual Juan el héroe puede acudir para dilucidar el
camino.
Apuesto a
que sí se han encontrado con esos dos casos. Por un lado, se trata del
personaje que se repite en esencia con diferentes nombres: seres acartonados,
planos, que no te producen la sensación de que puedan existir. Parecen clones
perfectos.
Por el otro
lado, el segundo caso se refiere a los llamados personajes-tipo, los que
cumplen con ciertos requisitos previos para formar una figura que se mueve a lo
largo de la historia y que cualquier lector identifica de inmediato con solo
que lee las primeras líneas.
Pues,
bueno. Ambos tipos de personajes han sido abandonados por los escritores de
forma consistente desde hace ya varios años, en especial, porque pronto se notó
que estaban sirviendo de figurines sin dimensión ni interés para los lectores.
Por eso, muchos autores han desarrollado los personajes “tridimensionales”,
esos que parecen auténticos seres humanos, con ideas, pensamientos, emociones y
contradicciones propios que nos hacen creer que realmente existen, que
podríamos encontrárnoslos en cualquier esquina y que quizá hasta quisiéramos
hacerlo. Son los personajes profundos, bien desarrollados, creíbles en todo
momento, seguidos y amados u odiados por los lectores como si fueran personas.
En relación
con este tema, hace poco la escritora Kate Elliot trató el tema de la creaciónde personajes femeninos creíbles. Resulta que muchos autores le preguntaron
cómo podían crear personajes femeninos que resultaran tan creíbles como todos
esos personajes profundos que ya (por fortuna) encontramos en muchas buenas
historias, pues ha resultado que mientras los personajes masculinos se han
profundizado con los años, los femeninos han continuado más o menos igual: o
son clones, o son personajes-tipo.
No en todos
los géneros es frecuente este fenómeno; y en realidad, Elliot se refiere principalmente
a los géneros fantásticos (fantasía –en particular la épica-, y CF), donde el
uso de personajes femeninos acartonados parece todavía vigente. Sin embargo, no
es de descartar que haya este problema en otros géneros con características muy
específicas, como el de la novela negra o la romántica, donde los
personajes-tipo tienden a repetirse constantemente. Y, ¿por qué no?, también en
alguna que otra novela dramática contemporánea.
De esta
manera, según Elliot, para lograr una buena construcción de un personaje
femenino en una historia (y la verdad, puede ser cualquier historia –digo yo-),
lo que hay que plantearse en primer lugar es quién es y por qué es así ese
personaje. O sea, el punto de partida a la hora de crear un personaje femenino
es pensar en las mujeres como seres humanos, de la misma forma en que se
consideran a los hombres, para lograr esa sensación de que realmente existen y
que podrían hablarnos en cualquier momento.
Pero como
ese consejo es tan general, la autora da tres trucos que podrían ayudar a un
autor a construir un conjunto de personajes femeninos creíbles en su historia.
El primero
es hacer que las mujeres interactúen entre sí. O sea, que hablen, que no solo
se relacionen con hombres, sino entre ellas. Esto, por cuanto en muchas
historias, aunque hay varias mujeres en puestos más o menos claves (pueden ser
protagonistas, secundarias o aun terciarias), ellas solo se mueven en relación
con hombres y casi no interactúan entre sí. Como en el mundo real las mujeres
interactúan constantemente entre sí (sean amigas, enemigas, colegas,
dependientes, empleadas, etc.), si se crea una fluida interacción normal entre
los personajes femeninos, la sensación de verosimilitud será más pronunciada.
El segundo
truco consiste en llenar los puestos de los personajes terciarios con
suficientes mujeres. O sea, que si en la historia el protagonista se mueve en
una ciudad, en un pueblo, o en diferentes escenarios, y todos los personajes
terciarios (el dependiente, el secretario de la oficina pública, el policía,
etc.) son hombres, la sensación de verosimilitud se perderá, pues en la vida
real el número de mujeres presentes en distintos escenarios es muy elevado.
Lógico, es la mitad de la población humana…
El tercer
truco, el más complicado, es hacer que suficientes personajes femeninos de una
historia existan por sí mismas, y no tanto en función de un personaje
masculino. O sea, que algunos personajes femeninos deberían ser más que la
víctima de un asesino, la chica violada, la sirvienta fiel, o la secretaria o
la madre de un personaje masculino. Deberían poder existir de forma
independiente y no en roles pasivos relacionados con hombres. Eso las haría
también más creíbles, porque en el mundo real, las mujeres existen en sí
mismas, aunque sean dependientes de hombres.
Revisando
estas sugerencias, y algunas reflexiones más que la autora expuso en función
del tema, comprendí por qué algunas historias producen mejor sensación de
credibilidad que otras, y por qué a veces un personaje femenino se me ha hecho
tan irreal, absurdo o poco creíble, y por qué en otras ocasiones, casi parece
que podría conocerlo (sea que me agrade o no).
Un
ejercicio interesante, si uno es autor. Y también ilustrativo, si uno es
lector, porque en este último caso te vuelve más exigente…
¿Historias
donde he encontrado personajes femeninos creíbles? En las novelas de Jane
Austen, en las de George RR. Martin, en las de Agatha Christie (sí, por cierto
que sí, es uno de sus puntos fuertes), en las de Suzanne Collins… =)
2 comentarios:
Hola
Pues me parece que Elliot tenía mucha razón en el primer párrafo, pero me han decepcionado mucho sus tres trucos. Los trucos parecen basados en el Test de Bechdel y te exigen tener personajes femeninos a montones como única forma de caracterizarlos bien. No tiene mucho sentido.
Por ejemplo, se deduce de sus consejos que un personaje que fuera la única mujer que combate en una unidad de alabarderos sería irreal, a pesar de que Catalina de Erauso, la Monja Alférez, vivió así, siendo la única mujer que combatía en una unidad del ejército. Novelar la vida de Marie Curie sería también crear un personaje ficticio, porque era la única mujer en el laboratorio...
Hacer novelas con cuotas, donde el 50% o más de sus personajes sean mujeres no soluciona nada.
Un saludo.
Juan.
Hola, Juan, gracias por pasarte por aquí.
Creo que el Test de Bedchel es muy específico: se refiere a la capacidad de poner a dos personajes femeninos a hablar entre sí sin nombrar ni dar importancia al protagonista masculino, al menos UNA VEZ en toda la historia. Y se estableció porque es exagerado el número de películas en que todos los personajes femeninos no hacen más que existir en función de los masculinos, incluso de los secundarios. Pero eso es un punto muy específico y la misma Elliot lo sacó del tema.
En cuanto a que hay que "llenar de personajes femeninos", pues, en realidad, si tomamos la mayoría de la literatura fantástica o de CF existente, su inexistencia es abrumadora. PIenso que lo que pide Elliot es algo muy natural: puebla tu mundo ficticio con más personajes femeninos de lo que se hace usualmente y verás que la historia comienza a tener más verosimilitud. O como les gusta ahora, más "realismo".
Tú citas ejemplos históricos de mujeres solas en mundos de hombres, pero con todas las limitaciones que podría tener la novela histórica (que no es el objetivo de Elliot), estoy segura de que si te atreves a novelar sus vidas, en algún punto esas mujeres habrán tenido contacto directo y continuo con otras muchas, sean sus madres, sus sirvientas o sus enemigas. No se trata de hacerlas a todas protagonistas, ni mucho menos, se trata de que en el mundo real hay más mujeres que en las novelas. NO se trata de cuotas, se trata de "realismo". Y sí, se comienza por solucionar esa sensación irreal de que en el mundo solo hay hombres, incluso en las tareas más insignificantes, y que las mujeres solo aparecen cuando alguien las lastima, se sirve de ellas o tienen hijos que serán de provecho.
Un saludo para ti también. =)
Publicar un comentario