14 de julio de 2011

Sobre el cuento

Leí un interesantísimo artículo sobre la situación del cuento latinoamericano que me hizo pensar en diversas cosas. En dicho artículo, "Q.E.P.D el cuento hispanoamericano, 1", Gustavo Faverón Patriau, escritor y crítico literario, reflexiona sobre la deplorable situación en declive del género del cuento en las letras hispanas. Este declive, que no coincide con la riqueza histórica y cultural de los cuentistas hispanoamericanos del pasado, entre los que se cuentan escritores clásicos de las letras latinoamericanas como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo o Julio Cortázar, por mencionar sólo algunos, no parece detenerse y son cada vez menos los libros de cuentos que son promocionados y vendidos en gran escala en nuestras librerías.

El articulista parece atribuir en gran parte este declive a la excesiva comercialización de la literatura, en la que las casas editoriales sólo prestan su atención y su dinero a aquellas obras que vayan a generarles una retribución rápida y abundante, las cuales suelen ser las novelas "sencillas" que el público lector masivo acostumbra devorar. Dado que este es su único interés, presionan a los autores para entregar sólo este tipo de obras, y ellos, muy complacientes pues también "sólo les interesa el beneficio comercial", sacrifican los desarrollos complejos en sus novelas y la innovación en cuentos para entregar productos de fácil consumo y rápido posicionamiento en las listas de ventas.

Es evidente que el artículo rezuma amargura y nostalgia por un pasado espléndido que se pierde rápidamente. De hecho, pienso que lleva mucha razón cuando enfoca su atención en la actitud mercantilista de las editoriales, entre las que se cuentan principalmente los grandes grupos editoriales. Su voracidad es indiscutible, sus exigencias de rentabilidad inmediata y abundante son muchas veces irracionales, y en el camino quedan muchas obras que sólo necesitaban tiempo para ser apreciadas y digeridas por los lectores. Es triste ver cómo se acumulan las novedades en las mesas de las grandes superficies, para ver que el mes siguiente han sido renovadas por completo, sin que se le haya dado tiempo a las obras implicadas a calar en un público lector cuyo ritmo de lectura no ha variado con el tiempo ni se ha terminado de ajustar al ritmo febril de las publicaciones mercantilistas de los grupos editoriales. Es como si no pudiesen entender que los lectores no van a comprar más libros sólo porque haya más libros en la mesa ni van a renovar sus lecturas mes a mes o semana a semana sólo porque hay novedades semana a semana. Los lectores seguimos leyendo al ritmo de antaño: necesitamos tiempo para digerir una buena lectura, para apreciarla, para recomendarla. No se trata de novedades, se trata de tiempo.

Desafortunadamente, en ese ritmo, los cuentos se pierden. Alguien diría: pero sin son más cortos, ¿por qué no son más populares? ¿No que los lectores de hoy son más perezosos? Sí, parece contradictorio, pero no. El lector masivo (el que no es estrictamente un lector de afición, sino el que se deja llevar exclusivamente por las modas) suele preferir historia largas que lo enganchen en seguida, en las que pueda identificarse con algún personaje cliché. Un cuento es demasiado corto para sus ansias devoradoras, y tener que cambiar de historias y de personajes, y de situaciones no es lo que más le agrada, pues le representa excesivo esfuerzo. Por eso las colecciones de cuentos no suelen estar entre los best sellers del año. O por lo menos, esta ha de ser una de tantas razones.

Sin embargo, y apartándome un poco de las reflexiones del señor Faverón, también me pregunto si no habrá un error de perspectiva adicional a la hora de juzgar los cuentos, no sólo de parte de un crítico nostálgico como él (que parece sólo pensar en la literatura latinoamericana de hace más de veinte años) sino también de parte de los mismos editores. ¿Será acaso que la temática y el planteamiento de los cuentos de hoy en día no han variado, como sí lo han hecho las novelas? No puede ser posible que sólo haya literatura de rápido consumo en nuestros días. Es absurdo y va contra toda probabilidad estadística que de todas las novelas que se publican año a año no se hayan escrito ya las nuevas obras maestras que marcarán tendencia en décadas por venir. De hecho, estoy segura de que entre tanto best seller facilón hay ya en nuestras manos auténticas obras literarias de gran valor que serán aún mejor apreciadas por los críticos y los académicos dentro de unos treinta años (como suele suceder). También estoy segura de que esas novelas de gran valor son diferentes en planteamiento, estructuración y temática a las grandes novelas del siglo XX que tanta iluminación dieron a las letras castellanas. Sí, diferentes. Se adaptaron.

¿Pasó lo mismo con el cuento? Me temo que no y que allí esté parte de nuestro error. No se trata sólo de motivaciones mercantilistas (que sin duda existen, sí, sí), sino también de una falta de modernización del cuento hispanoamericano. Se admira el señor Faverón de que en Brasil el cuento y la poesía gozan de tanta popularidad y prosperidad como la novela. Y se pregunta por qué. Él no sabe la razón ni yo la sé, pero me pregunto ahora: ¿será que los cuentistas brasileños han adaptado sus relatos a nuevas tendencias, nuevos pensamientos, nuevas reflexiones, por muy admirables que fueran los cuentos del pasado? ¿Será que los editores brasileños son más conscientes de este hecho y así lo exigen y lo esperan de sus autores? ¿Será que el público lector (y no sólo el masivo de consumo fácil) en Brasil encuentra verdadero deleite artístico (y también comercial) en las colecciones de cuentos que se publican en su país?

¿Podremos saberlo? Pienso que la respuesta a esta pregunta es importante. No puedo creer que las editoriales brasileñas no tengan el mismo deseo de rentabilidad que las editoriales hispanas, ni que vean en la publicación un negocio. Estoy segura de que en las decisiones editoriales brasileñas pesa también lo suyo la perspectiva comercial. Entonces, ¿qué tiene el cuento brasileño que no tienen los cuentos hispanos? ¿Tan diferente es el brasileño promedio del resto de sus vecinos? No parece posible...

¿Parte del problema estará en el interior del género? ¿Será que también precisa desprenderse de la nostalgia de un pasado maravilloso pero ya pasado y lanzarse a un futuro nuevo, innovador, atrevido?

Es una pregunta que me hago. Veo que en mi país hay una creciente y vigorosa tendencia a la publicación de colecciones de cuentos, tanto de un sólo autor como de varios autores. En estos últimos años hemos visto una publicación sostenida de esta clase de colecciones. Claro que la mayoría proviene primordialmente de editoriales estatales y universitarias. Sin embargo, algunas editoriales más pequeñas, privadas, también están apostando a la colección de cuentos. Quizá es que Costa Rica siempre se ha caracterizado por una presencia abundante de este tipo de género. O quizá es que todavía no hay un mercado realmente vigoroso en la literatura, y estas colecciones se venden poco, como se venden poco las novelas ticas y los poemarios ticos, quién sabe. Pero creo que es momento de fijarse en qué estamos escribiendo, qué estamos editando, no sea que el cuento costarricense también se vaya diluyendo junto con el resto del cuento hispanoamericano...

3 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

La verdad que no sé escribir cuentos, aunque ninguna madre se inventó tantos cuentos al vuelo para sus hijos. Cada uno de los que les contaba era para advertirles de los peligros que les rondaban. Y la verdad que me salieron muy derechitos.

No sé escribir cuentos, pero te apunto mi favorito, un hombre llamado Geppeto que tenía tantos deseos de ser padre que con un tronco talló a un niño de verdad, y lo cuidó con tanto mimo que un hada buena decidió convertirlo en un niño de verdad.

No se me ocurre un cuento mejor, ni más cargado de contenido. Hace unos años vi la película que Disney hizo de Pinocho y me volví a enamorar de esta historia. Algún día me gustaría escribir algo así, pero creo que esta sencilla historia es insuperable.
Saludos

Laura dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Es una historia preciosa ;)

Rhapsody dijo...

"estoy segura de que entre tanto best seller facilón hay ya en nuestras manos auténticas obras literarias de gran valor que serán aún mejor apreciadas por los críticos y los académicos dentro de unos treinta años (como suele suceder). "

Siempre lo he dicho, y lo seguiré diciendo, el mejor juez que existe...es el TIEMPO

Y no sólo para la literatura claro.

Saludos!