Hace unas semanas estaba mirando un programa de televisión de contenido ligero mientras me tomaba un café. El programa es una especie de "reality" en el que un grupo de jóvenes compiten entre sí para ganarse un premio final consistente en una cantidad importante de dinero y un auto nuevo. Hay dos tipos de competencia: una es deportiva, física, en la que se dividen en dos equipos y se enfrentan a diversas pruebas, y la otra competencia es artística, específicamente de canto. En esta última los concursantes compiten de manera individual y se enfrentan a un jurado compuesto de personalidades relacionadas con el mundo de la música popular, el espectáculo y el arte de la interpretación musical en general. A esta última estaba prestando mi atención con relativo interés y porque una de las chicas que mejor lo hacen acababa de interpretar una canción de un intérprete famoso. El jurado la estaba calificando con notas bajas y la chica estaba muy contrariada. Al proseguir la competencia y cuando otra concursante también recibió sus calificaciones (bajas), las cámaras se fijaron en la primera joven y de inmediato el conductor resaltó que estaba llorando. Por supuesto, como estos programas suelen ser sensacionalistas, el conductor se dirigió a la joven y le preguntó qué le pasaba.
La chica más o menos se quejó así: "He trabajado muy duro, he ensayado y ensayado, y sigo trabajando y cuando creo que lo he hecho bien, y pensaba que lo había hecho bien, resulta que aún no lo consigo". Insistió en que no criticaba a los jueces, pero se sentía desolada porque sus esfuerzos parecían hechos en vano. Yo pensé que podía entenderla. Muchas veces nos enfrentamos a periodos de nuestra vida en la que pese a nuestro intenso trabajo y todos nuestros esfuerzos, los resultados no parecen coincidir y la frustración es el sentimiento predominante.
Los jueces tomaron la palabra y le explicaron por qué la habían juzgado tan bajo. Tenían sus razones y muy bien fundamentadas. Sí, la chica había querido interpretar una canción difícil con escasa experiencia y menos dominio. A ella podía parecerle bien, pero ellos habían notado muchas fallas. Hasta aquí sus argumentaciones me parecían interesantes, pero todo el asunto no pasaba de ser anecdótico, hasta que el último juez tomó la palabra y le dijo algo así como: "Debes desarrollar tu sentido de autocrítica. Mirarte a ti misma sin pasión, con visión fría, y saber detectar dónde están tus errores y cómo puedes enmendarlos. Hay mucha gente en torno a ti, pero muchos de ellos son aduladores, otros son ignorantes y otros sólo tienen buena intención. No escuches a ninguno, pues ninguno de ellos te dirá lo que necesitas saber para hacer las cosas bien."
Autocrítica.
Cuánta razón, pensé, tiene y qué obvio resulta, pero qué fácil es olvidarlo, en especial cuando estás dedicada a la creación y al arte y tantas variables dependen de meras subjetividades. La chica había dejado de llorar y miraba al juez. No supe entonces si le estaba entendiendo, quizá sí (pues las siguientes canciones que interpretó estuvieron mucho mejor realizadas), o quizá no. Pero creo que yo interioricé esas palabras como si fuesen dirigidas a mí y pensé entonces en cuánta autocrítica estaba realizando de mí misma.
La autocrítica no es la autocompasión. No es decir: "soy tan malo, tan malo, no sirvo para esto". No importa cuántas veces tu relato resulte perdedor en el certamen de turno, o cuántos lectores sinceros te digan que tu novela no es lo suficientemente convincente. No dirás con pucheros: "soy un perdedor". No se trata de eso. No se trata de llamar al consuelo fácil y derramar lágrimas de pura compasión por ti mismo, que así no arreglas nada ni te mejoras ni llegas a ningún puerto. La autocompasión es engañosa. Parece autocrítica, pero no lo es. Parece que de verdad eres duro contigo mismo y estás midiendo tu capacidad con vara de hierro. No es así. La autocompasión es un truco del ego para obviar los errores,para evitar buscar las soluciones.
La autocrítica no es tampoco el autoengaño. No puedes echarle la culpa a las circunstancias. O a los jueces de turno, o a la elección del género literario. No sirve de nada decir: "Es que el jurado busca un valor comercial y mi obra es arte puro" Esas son simples excusas con lo que obvias lo importante y evades tu responsabilidad. De nada sirve tampoco echar la culpa al mercado (Ah, es que ahora lo que vende son historias de zombies y como yo escribí una historia de naves espaciales, por eso no se vendió mi libro, o no se publicó, o no ganó el concurso). Olvídate de ser un genio incomprendido. Si acaso quien se niega a comprender eres tú mismo. Y te encierras en tu torre y "nadie te comprende". No creo que haya peor recurso que acudir a los amigos complacientes (aduladores) o a los que no saben nada de tu arte (ignorantes) o a los que sabes que te aman tanto que sólo te dicen cosas buenas de ti (bienintencionados). Eso es practicar el autoengaño a niveles ya estructurados.
Nada de eso te llevará a ser un escritor de verdad, un buen escritor. Nada de eso te llevará a ser un buen artista, en ningún campo.
La autocrítica será, como bien dijo ese juez, una mirada a lo que haces desde una posición fría, analítica. Sin pasiones ni emoción. Sin arrebatos ni cóleras. Sin tristezas ni frustración. Analítica. Hay que convertirse en juez imparcial y honesto. Mirar lo que hiciste o lo que haces y realmente preguntarte: ¿Está bien?
¿Está bien estructurado?
¿Bien narrado?
¿Me creo este personaje?
¿Me creo esta situación?
¿Es un final coherente?
¿Acaso este hecho puede devenir de este otro?
¿Vale la pena esta historia?
(¿O este poema... o esta canción...?)
Si respondes con muchas negativas, quizá sea el momento de olvidarte de esta pieza y dedicarte a otra. Si acaso sabes responder de manera positiva a la mayoría, enfócate en lo que descubriste errado y prepárate para enmendarlo, con firmeza, con valentía. ¿Este personaje es un bodrio? Elíminalo. ¡No está vivo, por favor! Nadie te enviará a la cárcel por eso. ¿Este capítulo está enrevesado? ¡Reescríbelo, pero desde el principio! Atrévete a ser autocrítico, sin apasionamientos ni emociones, sino como un auténtico juez de lo bueno y lo malo en el arte.
Todo esto he pensado en estas semanas y he mirado en mi trabajo y en mis esfuerzos y he vuelto a considerar mis obras con frialdad. Ese día, ese juez también me hablaba a mí. ;)
9 comentarios:
No hay disciplina artística tan frustrante como la literatura. Su única ventaja es que no cuesta dinero practicarla y solo te necesitas a ti mismo. Por lo demás todo son inconvenientes. Si haces música, a nadie le importa escucharte unos minutos mientras conduce por la carretera. Si pintas, un cuadro de un amigo siempre hace ilusión, porque es de un amigo. Pero si a un amigo le entregas manuscrito de 500 páginas, lo más probable es que le hagas una putada. Leer implica una inversión de tiempo nada desdeñable.
Por eso escribir es como predicar en el desierto. La autocrítica es necesaria, claro. Pero también lo es la desesperanza. Yo hace mucho tiempo que dejé de desear un reconocimiento. De la vida solo espero que no me maltrate demasiado. Si por el camino me convierto en un escritor reconocido, entonces bienvenido sea el regalo sorpresa. Pero si haces de la escritura profesional el objetivo de tu vida, entonces estás jugando a un juego peligroso. La autocrítica es buena, pero sobretodo para no perder la cabeza. Si lo que escribes solo te gusta a ti, entonces disfruta, pues la escritura tiene algo de masturbatorio. Supongo que Stephen King vive en una orgía literaria continua.
Eso me lo pregunto casi a diario con lo que publico en mi blog. Me parece malísimo por una parte, pero curativo por otra. Me deja una sensación de paz infinita que no sé si enferma a los demás, en ocasiones me preocupa, pero no tengo respuesta. Y después continúo.
Supongo que ando fatal de autocrítica y genial de autoestima, no sé :S
Saludos
Pues no perder la cabeza es parte de todo este proceso, precisamente ;) Claro que también está la vivencia íntima, propia, de nosotros con nuestros textos. Ahí, pues... no importa mucho eso de la crítica o la no crítica, sino el disfrute puro, la catarsis. Lo que tiene de masturbatorio para ti, Josep, o de paz infinita para ti, Begoña. =) Saludos a los dos =)
¿Cómo que la tendencia del mercado no influye, apreciada mía? Cuéntamelo a mí y a los demás finalistas del Minotauro de 2009, cuando la editorial apostó por una cosa espuria sacrificando otros mejores relatos ("Las graves planicies" va muy bien, y aunque estoy muy satisfecho con Ajec y la atención y el respeto recibido, Planeta es DINERO y una plataforma de promoción nada desdeñable). De nuevo, el viejo conflicto que sostengo con autores como tú: que si el Arte, la Autorrealización, el Más Allá Sublime. Eso no paga facturas. ¿La autocrítica es importante? Hay un momento, en que resulta vital. Y hay que ser valiente para asumirlo y efectuarla.
=) Hola, antonio
Nunca he dicho que las tendencias del mercado no influyan en las decisiones editoriales. Por supuesto que lo hacen. Lo que ocurre es que no estoy hablando desde el punto de vista de las editoriales. Estoy hablando desde el punto de vista de nosotros como escritores "profesionales". Si somos realmente profesionales, no deberíamos avanzar excusas externas para no realizar una auténtica autocrítica, de manera independiente a otros factores circunstanciales que incidan en nuestros éxitos y nuestros fracasos.
Por supuesto, si uno piensa que hay factores externos que han incidido en alguno de sus fracasos, habrá de tenerlos en cuenta cuando salga de su escritorio y se lance al mundo editorial, pero nunca sin haber sido primero verdaderamente autocrítico.
No hay conflicto en mí sobre arte y comercio. Tampoco creo en el Más Allá. La autocrítica ha de realizarse en el Más Acá. ;)
Laura qué tema más difícil tocaste, es muy fácil caer en la auto-compasión, es duro aceptar las críticas. Normalmente creo que es como un proceso de semi-duelo, uno deja madurar las ideas, esas críticas, y con el tiempo se llega a una resolución en cuanto a todo esto. El resultado debería ser esclarecedor y objetivo y nada de autocompasión. Pero es dificil.
Tengo la suerte que he recibido muy lindos y verdaderos comentarios en mi blog, pero también he tenido criticas muy duras por parte de profesores de talleres. Por lo que es una clase de juego en el que tienes que buscar el equilibrio. Ni creerselas todas, ni ser demasiado auto-critico.
Hola, Jill =)
Yo supongo que aquí la diferenciación que deberíamos hacer es entre ser "duro" y ser "crítico". No creo que ser crítico sea tanto cuestión de dureza como de frialdad. Si criticamos algo de manera racional lo haremos con espíritu analítico, leyéndolo como si fuese de otro y con el criterio que tendríamos como simples lectores. Si algo está bien, pues, está bien. Si algo está mal, seguirá estándolo por muy duros que seamos con nosotros mismos si no hacemos nada para remediarlo.
¿Que es difícil? ¡Pues claro! De ahí que haya tanta frustración, creo, cuando se reciben críticas honestas (que no malintencionadas, que son otra cosa).
Muy buena entrada "Chica Acuario"… curiosamente la he leído cuando personalmente ando en un período de mi vida que lo describiste exactamente con esto:
"Muchas veces nos enfrentamos a periodos de nuestra vida en la que pese a nuestro intenso trabajo y todos nuestros esfuerzos, los resultados no parecen coincidir y la frustración es el sentimiento predominante."
Saludos!
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