6 de mayo de 2011

Ojos de lector

Creo que todos estamos de acuerdo en que leer es importante. Sí, incluso los que nunca leen ni el periódico dirían muy convencidos: "sí, es importante leer, claro que sí". El problema es que ellos no leen, alegando falta de tiempo y otras excusas varias para no hacerlo, pero la premisa se mantiene. Leer es importante y hasta los estudios neurológicos y psicológicos lo confirman.

En lo que mucha gente aún no se pone de acuerdo es en qué debe leerse para completar semejante misión. Quizá exista un consenso generalizado de que si bien leer es importante, no debe desperdiciarse con malas lecturas, y lo ideal es que se lean buenos libros. O buenos artículos o buenos tratados. En general, buenas lecturas. Y si consideramos que el acto físico de la lectura entraña consumo de energía en gran escala para nuestro cerebro (y varios de nuestros sentidos), la lógica impone que escoger buenas lecturas sea indispensable.

Y, ¿qué es una buena lectura? La pregunta. El consenso no es aquí tan grande y las discusiones estallan como volcanes cada vez que se valoran los libros que la gente lee y los que lee menos o no lee del todo. Las posiciones pueden ser muy extremas, incluso violentas, cuando se trata de evaluar la calidad de los libros en circulación. No me refiero a los libros técnicos ni especializados, sino a la literatura, siempre tan difícil de juzgar, de encuadrar, de enseñar y de categorizar. Algunos dicen que se deben leer siempre libros que enriquezcan la cultura del lector, que engrandezca su espíritu, que los haga más complejos, más sabios. Ubicar semejante tipo de lectura es una tarea encomendada tradicionalmente a los académicos, y éstos ya nos han brindado largas listas de "obras maestras" que no deberían pasar de largo de todo auténtico lector que sabe aprovechar su tiempo con alta literatura. Algunos dicen, en cambio, que se debe leer de todo, y en especial, aquello que nos guste, sea "alta" literatura o no. Que el placer es primordial para el buen aprovechamiento de la lectura y que muchos clásicos u "obras maestras" son aburridas, arcaicas o demasiado espesas para ofrecer una fuente de entretenimiento adecuado para la masa de la población. Si lo importante es que todos leamos, deberíamos ampliar las opciones.

Ambas posiciones han chocado y siguen haciéndolo, con no pocos enojos y frases altisonantes. Yo pienso que la raíz de semejante discusión se halla en la filosofía de trasfondo con respecto al acto mismo de leer. Dependiendo de cómo veamos la lectura, así definiremos cuáles libros pasarán por nuestras manos y ante nuestros ojos, y cuáles no. Unos ven la lectura como una fuente de aprendizaje y de conocimiento, siempre. No importa si lees libros técnicos, científicos, textos informativos o políticos, o si lo que estás leyendo es literatura. La lectura es un acto de aprendizaje de contenidos y formas y por tanto, cualquier libro que no ofrezca una clara fuente de conocimiento para el lector, ha de ser descartado. De ahí que algunos sólo den importancia a las "obras maestras", pues la complejidad de su hechura permite que el lector enriquezca su acervo cultural con infinidad de matices, desde el dominio del lenguaje hasta el profundo contenido que suelen mostra dichas obras. En cambio, aquellos libros literarios que sólo ofrecen entretenimiento sin mayores ahondamientos en el alma humana o en sus obras, tienen que ser descartados por no cumplir con su objetivo.

Para otros, la lectura de obras literarias es una fuente de placer, de disfrute. Se lee para pasársela bien. Por tanto, los libros que elegirán se caracterizarán por ser hábiles entretenedores, porque ofrecen horas y horas de intenso disfrute. Si una obra no entretiene, no gusta, pues se descarta. Leer para sufrir (aburrimiento, obstinación, indignación, ustedes elijan) no tiene sentido. Si estás leyendo una obra que te está matando de bostezos, déjala, así sea el Quijote, o La metamorfosis o cualquier otro clásico posible. Para esta visión, no vale la pena seguir, aunque la prosa sea exquisita, aunque las ideas sean profundas, aunque la historia contenga un profundo significado humano.

En el primer caso, pienso que se despoja a la literatura de ese componente lúdico que siempre caracterizó su creación y su desarrollo a lo largo del tiempo, y la extrae del arte en general, el cual siempre favoreció la complacencia de los sentidos como parte de su expresión. En el segundo caso, pienso que se le despoja a la literatura de ese componente humano, místico, poderoso en el pensamiento y en la emoción, que siempre hizo del arte un magnífico exponente del alma humana y de su capacidad de reflexión y de superación constante. Pienso que sostener sólo un punto de vista es mutilar al libro y quitar parte de la gracia al acto de leer.

Creo que la lectura es las dos cosas: es fuente de conocimiento y es fuente de placer. Y aún creo que es un ejercicio vital para nuestras neuronas, que así se mantienen activas de manera sana, y nos aleja de fármacos contra el deterioro mental y contra la depresión. El punto es que no todos los libros poseen la capacidad para ofrecernos nuevos conocimientos o nuevas experiencias intelectuales al mismo tiempo que poseen la capacidad para hacernos disfrutar. Algunos lo logran, sí, pero son los menos. Eso significa que uno, como lector, debería ser capaz de ser flexible y de saber muy bien qué necesita para el momento en que se dispone a leer. A veces nos inclinamos por la reflexión, el análisis, la adquisión de conocimientos y el desarrollo de ideas. Preferiremos libros complejos. A veces nos inclinamos, en cambio, por un entretenimiento puro, ligero, que nos permita escaparnos de nuestras tribulaciones y descansar. Preferiremos entonces libros sencillos. Así estaríamos uniendo las dos visiones de lectura y nosotros aprovechándonos de ellas.

¿No hay libros malos, entonces? ¡Oh, sí que los hay! La literatura también es lenguaje, y es coherencia de ideas, y es calidad de prosa o de lírica. La estructuración, el estilo, la forma es parte vital de la literatura como lo es una nota en una canción, un color en una pintura. Puede magnificar un escrito, hundirlo en la estupidez o simplemente hacerlo aceptable. Por eso pienso que al elegir la lectura que hará deleitable tu próximo rato, es preferible cerciorarse de que estos elementos esenciales han sido cumplidos. No hago nada con un libro cargado de ideas o lleno de acción si está mal escrito, si es incoherente, si es inverosímil, o si incluso su edición está descuidada. Libros malos hay, sí, y es mejor evitarlos, como evitamos las malas películas, las malas comidas y las malas parejas. ¿Cómo? Pues prefiriendo lo que está bien hecho, bien escrito y bien formulado, sea complejo o sencillo, rico en matices o puramente entretenido. Y la única manera de saberlo es... leyendo. Paradójico, ¿no?

3 comentarios:

Ángeles Pavía dijo...

Coincido totalmente. No solo la lectura es aprendizaje, es disfrute. Para mi sobre todo. Pero eso si, no puedo disfrutar con un mal libro, sobre todo si está mal escrito. El problema es saber distinguir antes de comprar. ;)

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo con tu punto de vista, Laura. ¡Mira que lo habremos dicho veces! Lo maravilloso de los libros es que hay tantos, tantas posibilidades, tantas visiones y tantos momentos para escoger uno u otro...tan solo existe un criterio para dejar un libro olvidado y descartado: su calidad. A mi me cabrean los libros malos, esos que son muy malos, realmente malos, escandalósamente malos. Por lo demás, como dices, hay que asomarse al libro y mirarlo con los propios ojos.
Un saludo,
Ana (Dunedin)

Laura dijo...

Hola Shilar, Ana. Sí que hemos coincidido. Y bien apunta Shilar el gran problema que enfrentamos cada vez que vamos a una librería: ¿cómo será este libro? Se ve interesante, pero ¿será bueno? (sea el punto de vista que hayas adoptado). Y la decepción y el enojo cuando te tropiezas con una obra mal escrita, mal editada y sin correcciones. Pero a veces no queda más remedio que aceptar el riesgo. Como dice el dicho: "el que no arriesga, no cruza el mar". Por eso pienso que uno debe leer mucho, para poder hojear una obra y decidir con unas pocas páginas si al menos, desde el punto de vista formal, es tolerable. =)