No recuerdo quién dijo que todo escritor es ante todo un buen lector. Quizá los teóricos de la creación literaria, que por mucho tiempo debatieron el origen de nuestra inspiración: si de la realidad o de las letras mismas. No sé si ellos llegaron a alguna conclusión conciliatoria (no lo recuerdo), pero en mis impresiones (humildes y personales, que conste) pienso que ambos caminos son complementarios y retroalimentarios. Como la educación de una persona, donde herencia y ambiente juegan siempre papeles alternativos y complementarios, en la formación del escritor se hallan los estímulos directos de la realidad y por supuesto, el tipo y cantidad de lecturas que haya realizado a lo largo de su vida. Creo firmemente que todos podemos definirnos a través de nuestras lecturas -o a través de nuestras no/lecturas- y que si hemos de escribir por todos los años de nuestra vida, seguiremos leyendo también hasta el final.
Leer, en mi caso, es parte del estímulo real. He leído desde que tengo memoria (aprendí cuando tenía unos cinco años y como mi memoria no es precisa más atrás de esa edad, por eso la lectura me acompaña desde entonces). No he parado nunca ni creo que tal cosa suceda, por la simple razón de que leer para mí es parte de mi descanso, de mi reflexión, de mi encuentro personal, de mi paz y hasta de mis equilibrios. Si me quitan mis libros me hundo en la tristeza. Tan simple como eso. Necesito leer, aunque sea un poco, todos los días. Si no tengo un libro, pues qué caray, un periódico, una revista y hasta un catálogo puede funcionar como sucedáneo muy temporal, pero al final encontraré un libro que me asista.
Esta característica me hace una lectora flexible. Como mi vida se ha vuelto complicada de un tiempo para acá (familia -incluidos tres niños-, trabajo -no relacionado con la literatura-, y deberes domésticos), tengo que leer cuando puedo y muchas veces, cuando puedo es en la fila del banco, en el autobús, o durante los minutos que tarda mi computador en cargar. No descarto los pocos momentos en que puedo sentarme a leer un buen libro sentada en un sillón con una bebida agradable en la paz de mi hogar, pero son tan escasos que a veces sólo puedo soñar con ellos. Esta situación impone algunas consideraciones a la hora de elegir el tomo a leer:
1. Si voy al banco, debo escoger un formato sencillo, chiquito, de bolsillo. Un librote de pasta dura es imposible de cargar dentro del bolso y pesa lo suyo en una larga fila en el banco.
2. Si voy a incluirlo en algún viaje menor, debo considerar otros tomos adicionales, por lo que el tamaño y maniobrabilidad son destacables.
3. Si cuento con todas las comodidades, el libro puede ser lo grande que quiera. No hay problema.
¿Y qué tal el libro electrónico? Pues se supone que sería el máximo exponente de la flexibilidad, dependiendo del soporte. En uno de esos lectores electrónicos modernos con pantalla "amigable" y con carga de varias horas, sería genial. Aún son algo costosos y no pueden conseguirse en todo lugar, pero pronto habrán invadido hasta el último rincón del planeta. Tienes la ventaja adicional de que no llevas sólo un libro dentro del lector, sino muchísimos más y del tamaño que quieras, con lo que las consideraciones de comodidad y etc. pasan de lejos y finalmente eres un lector moderno con tus amados libros al alcance de un click. ¡Guau!
¿Y el placer? Bueno... se supone que el placer está en la lectura misma. ¿Pero y ese aroma particular del papel, esa facilidad que supone no tener que cargar la batería, no tener que prender o apagar nada, no temer perderlo pues su precio es relativamente bajo en comparación? ¿Esa íntima conexión con lo antiguo? (En estos días, los libros son los últimos vestigios de una antigua tecnología que se ha resistido duramente al paso del tiempo).
La tecnología avanza y abarata los costos de muchos placeres. La generación que está creciendo está acostumbrada a lo digital, como parte de su vida e incluso de su cuerpo, y para ella un lector electrónico será tan habitual como ya lo es un celular, un IPod o un computador portátil. Y como siempre habrá una porción lectora en nuestra sociedad, dicha porción se alejará con el tiempo del libro impreso en papel y tenderá a la tecnología que le es más familiar.
¿Qué pasará entonces con nuestros libros amados de papel? Bueh... supongo que se perderán, tarde o temprano. De hecho, las editoriales que saben adaptarse y las librerías que no quieran cerrar, ya deberían estar montando sus secciones de ventas de libros electrónicos y de aparatos soporte para leerlos, antes de que la marea las arrastre hacia la desaparición (muchas editoriales ya están agresivamente entrando en ese mercado, por fortuna). Pronto habrá interesantes sitios de lectura en cada librería, lo auguro, y no creo que nadie piense ahora que esa imagen es sólo ciencia ficción.
De momento, sin embargo, aunque noto en auge el mercado del libro electrónico y la venta de los lectores, el libro de papel tiene todavía su amplio margen de acción, en especial entre nosotros, los menos jóvenes, quienes aún poseyendo un aparatitito estupendo con miles de libros insertos, no podemos resistirnos al viejo tomo encuadernado con sus páginas tangibles que nos espera en el rincón preferido de la casa. Nuestro instante perfecto de lectura... nuestro instante de placer. :)
P.D. Ojo: ya viene Google Editions y la librería virtual para el año 2010, como una especie e ITunes de los libros, con participación de editoriales y distribuidoras. ¡La cosa está que arde!
12 comentarios:
Pues ¿qué quieres que te diga? Donde esté un libro como Dios manda que se quiten los aparatitos. La magia de pasar las hojas y oler el aroma de la portada no te lo da una maquina. Eso es inigualable.
Yo opino lo mismo, aunque me temo que la generación más joven tal vez no lo vea con los mismos ojos... Ya veremos. No creo que la cacareada "desaparición" del libro tradicional vaya a ocurrir tan pronto como se la quiere hacer ver.
¡Saludos!
Ahí está el tema, que surgirán generaciones de lectores para los que el papel será como el papiro para nosotros: algo obsoleto. Pero yo al menos sí seré fiel al papel, mientras se pueda.
Lo malo es que todo tiende a desaparecer. Y dentro de unos años, por mucho que nos empeñemos, el papel desaparecerá o solo se venderá en determinados sitios y solo saldrán determinados libros en ese formato. Algo así como el vinilo y el cd. De todas maneras, aunque yo prefiera un libro en papel, tengo ganas de probar un ebook. A ver qué tal. Pero no tengo muchas esperanzas.
Al menos tengo un pensamiento optimista con respecto a este asunto: sea cual sea el soporte, mientras el libro en sí, la literatura incluida, permanezca en nuestras vidas, puedo sentirme satisfecha. Que no haya otra forma de expresión que logre destruirlo, eso será más que reconfortante. Entretanto, disfrutemos de la abundancia de libros impresos mientras podamos ;)
Yo ya empiezo a no resistirme, Laura... Pesa tan poco, es tan cómodo, se lee tan bien... y no te digo nada cuando permita llevar nuestros manuscritos y escribir sobre la pantalla las correcciones que le estemos haciendo, volcables luego al pc.
No, no vamos a poder resistirnos mucho más. Massada cayó, ya veremos esto.
Masada... :) ¡Esa estuvo buena, Francisco! Me alegra verte por aquí :) ¡Saludos!
Me recuerdas a mi hermana, le regalé el primer libro de Canción de hielo y fuego en su edición de lujo con tapa dura de unas 1000 páginas y se lo lleva a todas partes. Su bolso ya pesaba una tonelada, así que con el libro se ha tenido que hacer con un bolso más grande y pesa más todavía. Ya se ha acabado el primero y se ha comprado el segundo también de tapa dura, hasta ya ha aprendido a leer de pie en el autobús, todo un arte de equilibrio.
Respecto al tema del papel en los libros, pienso que su desaparición es inebitable pero va para largo. Reconozco que apenas me he leído 3 ó 4 libros en papel en toda mi vida, pero era porque se me cansaba mucho la vista cuando la tenía. Desde que tengo posibilidades y tecnología como para leer en formato digital me he leído decenas de libros y en cuanto comercialicen algún aparato que pueda usar no dudaré en hacerme con él.
Jé, todo es asunto de perspectiva. A lo mejor tu hermana no considera un lastre su precioso libro...;) Desde mi punto de vista, es una realidad con la que hemos de lidiar. Si te gustan los soportes electrónicos por su comodidad y por la cantidad de obras que puedes cargar contigo, no te culpo. Son realmente cómodos. A quien le gusta el aroma del papel y el pasar de páginas tradicional, como a mí, creo que se inclina por razones de nostalgia, de sentimiento, y no tanto por razones prácticas, quizá.
¡Saludos!
Permíteme otro comentario sobre el tema del formato electtrónico como simple curiosidad.
Estoy seguro que la digitalización de los libros no se ha hecho pensando en un colectivo concreto, pero el caso es que va a ayudar en gran medida a que algunas personas tengan acceso a la información y a la literatura.
Se piensa mucho en la comodidad, en lo poco que ocupa, en la versatibilidad... y por otra parte se piensa también en lo negativo como lo que señalais: el olor del papel, el placer de pasar página, el tacto del ejemplar...
pero sencillamente hay gente que no puede hacer eso. Por ejemplo para los ciegos es una gran revolución el poder leer cualquier libro en formato digital en nsu PC con una síntesis de voz, ya que el transcribirlos al braille supone un elevado coste y un tedioso trabajo lento, por no decir el espacio que ocupa, 2,5 páginas por cada 1 de tinta siendo el papel más grueso y más voluminoso. También hay otro colectivo de personas con poca o ninguna mobilidad en las manos al que un aparato de esos con el que tan solo apretar un botón pueden abrir un libro y pasar sus páginas les supone una gran libertad; y más ahora que tan avanzado está el tema de dar órdenes a un PC tan solo usando el cerebro.
Por otra parte, también tendrán que renovarse lo que ahora conocemos como kioskos, ya que prensa, revistas, comics y demás también están pasando ya a el formato digital.
Es verdad lo que dices. Y es preocupante para las librerías que no se actualicen (y los kioskos también, de paso), pero supongo que encontrarán la manera de ajustarse a los nuevos tiempos. De todas formas, esto no sucede de la noche a la mañana y aún hay un multimillonario mercado para el libro tradicional...
Yo, como lector que adora la literatura, cada vez que veo hablar sobre estas cosas electronicas me doy cuenta que el mundo de Ray Bradbury en Farenheit 451 parece que esta más y más cerca. Una pena.
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