9 de mayo de 2009

El escritor y su libro...

Hace unos días tuve ocasión de ver una película muy agradable, basada sobre un libro (como suele suceder con las películas mejor sustanciadas), que me recordó historias similares, en concepto o en argumento, llamada Corazón de Tinta. El libro sobre el que se basa, una novela de corte infantil/ juvenil de la escritora Cornelia Funke, según mis referencias, fue publicado hace unos años y ha tenido un notable éxito editorial, lo cual motivó que la autora publicara otras dos novelas ambientadas en el mismo mundo narrativo... (o tal vez ya tenía pensado hacer la trilogía y estaba solamente cruzando los dedos para que la primera diera buenos resultados). El caso es que no he leído ninguno de los libros, por lo que disfruté la película sin ser consciente de sus errores o cambios (siendo consciente de la debilidad actoral de algunos de los participantes, eso sí) y puedo decir que encontré su argumento muy sugestivo. ¿Por qué?

Bueno... se ha comentado muchas veces que el autor es el dios de su universo narrado (o "cantado", tratándose de la poesía), hasta que termina el libro. Una vez terminado, el libro "adquiere" vida propia. Ya no le pertenece. Es independiente. Y habrá un libro por cada lectura que se haga. Es decir, el lector es quien define ese mundo en su lectura muy particular, que no será igual a la de cualquier otro lector, y quien podrá decir que se "apropia" del libro en cuestión.

En algunas historias, los lectores logran saltar a las páginas del libro y ser partícipes de sus acontecimientos, incluso cambiarlos. En otros, básicamente son esenciales para darles forma, como en La historia sin fin, en donde el lector será quien decida el final del libro. De hechos, muchos libros son escritos de tal forma que los lectores puedan decidir los finales posibles, con sólo seleccionar uno de muchos argumentos propuestos. Es un juego interesante, en el cual sigue siendo el lector el que moldea y manipula la historia sugerida por el autor.

En Corazón de Tinta, de nuevo un lector -esta vez con un don especial- define una historia, pero ya no sólo la del libro sino la propia. Mediante su voz, es capaz de convocar cualquier criatura del libro que esté leyendo, con el inconveniente de que enviará al universo del libro a cualquier criatura del mundo real que se halle cerca suyo en el momento en que realiza su lectura.

Hasta ahí, no hay diferencia de esta historia con respecto a las demás. Sin embargo, en algún momento de la trama se hace evidente que el escritor todavía tiene algo que decir. Que en cualquier momento puede volver a apropiarse de su historia e inclusive cambiar el destino de cualquiera de sus personajes. ¿No es una intromisión del autor, aquel que ya por terminado el libro no puede volver a él? Pues yo diría que sí...

En realidad, no creo mucho en la total independencia de nuestras creaciones. Es verdad que una vez que les has dado forma, no puedes cambiarlas, pero puedes deshacer lo que has hecho con sólo crear otra vez. Lo que has escrito en un libro puedes deshacerlo en el siguiente. Puedes reinterpretar lo que alguna vez escribiste y puedes incidir una y otra vez en el mundo que has creado. ¿Que tus lectores se defraudarían? Es posible. Y sólo por respeto al lector -y también por cansancio-los escritores no van por la vida deshaciendo los escritos que los han defraudado. Pero de que podrían, podrían.

Nuestros hijos no dejan de ser nuestros hijos sólo porque se marchan de casa. Y nuestros libros seguirán siendo la marca de nuestra imaginación, pasen los años que pasen, sean leídos por unos cuantos o por millones. El libro se habrá desprendido de nosotros, pero seguirá siendo nuestro por los siglos de los siglos, amén.

De por qué son tan importantes los derechos morales del autor. ;)

2 comentarios:

Elena Cardenal dijo...

Estoy de acuerdo, por muchas interpretaciones que se hagan de una obra, pertenece a su autor, ya que fue él y solo él quien hizo que pudieramos leer la historia.
El libro se puede leer, meditar sobre él, o interpretarlo, pero si se cambia alguna parte entonces estás atentando con los derechos de autor.
Besos!!

François de Fronsac dijo...

En efecto, aunque tenga vida propia, siempre está unido al autor o a la autora. Siempre.